Intasat, Minisat, y, ahora (lanzado el 18 de diciembre de 2004), el Nanosat. A esto se reduce nuestro programa espacial nacional, desarrollado por el INTA (Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial). Bueno, tenemos también la participación de empresas españolas en programas internacionales (generalmente a través de la Agencia Espacial Europea), por lo general consistente en diseño y fabricación de equipos electrónicos (Alcatel Espacio, Indra, EADS-CASA Espacio...), de ciertos elementos estructurales de lanzadores Ariane (adaptador de carga útil y otros, por EADS-CASA Espacio) y pequeños elementos de motores cohete (Iberespacio). También alguna pequeña participación en mecánica orbital y análisis de misión (GMV, EADS-CASA Espacio...) y sistemas (Sener). Y, si podemos llamarlo "espacial", unos cuantos cohetes de sondeo desarrollados por el INTA. Salvo algún pequeño fleco que me pueda dejar (y seguramente otras empresas, aunque en general a un nivel menor que las mencionadas), esa es toda nuestra actividad espacial.
Cuando lo mencionas así, puede que alguien incluso piense que no está mal... seguro que alguno pensaba que hacíamos menos... Pero no nos engañemos: nuestra actividad en el sector es poco más que anecdótica. Volviendo a los programas puramente nacionales (es decir, no el desarrollo de pequeños elementos para montar en satélites o lanzadores, sino un desarrollo integral propio), tenemos un satélite (Intasat) desarrollado y lanzado en los años 70, y otro más (Minisat) en los 90, además del recién inaugurado Nanosat. Si alguien piensa en el Hispasat, ya puede desengañarse: es un satélite español, sí, pero comprado. Es decir, no desarrollado en España, sino en Francia, por encargo de nuestro país (vale, algún que otro equipo se ha desarrollado aquí, pero el satélite es francés). Y el lanzado hace algunas semanas como satélite de comunicaciones para nuestro ejército (XTAR-EUR), norteamericano.
Hicimos un bonito intento con el programa Capricornio: el desarrollo de un lanzador de minisatélites nacional, por parte del INTA. Pero el proyecto se fue a pique hace unos años, cuando estaba ya en un grado de avance relativamente alto. Las razones, como siempre, presupuestarias.
Ahora el INTA propone el Nanosat: un nuevo satélite de bajo peso y tamaño, un campo al que se le prevé un interesante futuro. Parece prometedor, pero también lo parecía el Minisat: hace sólo algunos años, cuando se lanzó el Minisat 01 (la numeración ya indicaba que se preveían más lanzamientos), su futuro aparecía brillante: varios países con bajos presupuestos se habían mostrado interesados por el pequeño satélite español, cuya puesta en órbita (por un lanzador Pegasus lanzado desde un avión en el espacio aéreo de Canarias) y operación en los años siguientes había sido todo un éxito. Utilizando una plataforma única, se preveía desarrollar en tres configuraciones diferentes, para comunicaciones, observación terrestre, o simplemente científico, versiones que debían ver la luz en los años siguientes al lanzamiento del Minisat 01. Parecía que el satélite del INTA (que ya justificaría su existencia simplemente como desarrollo de I+D) podría tener incluso un beneficio comercial. Pero en la práctica, todo quedó en nada: al Minisat 01 le siguió el vacío.
El desarrollo del Nanosat se lanza con las mismas grandes palabras: fantástico futuro, interés internacional, etc. Pero visto el resultado del Minisat, que me perdonen si ahora soy más escéptico. Aunque no quiero que se me malinterprete: no estoy diciendo que el proyecto no deba llevarse a cabo, todo lo contrario. Aunque se quede en un "experimento" más, habrá merecido la pena. La inversión en I+D, aunque no da beneficios inmediatos, genera beneficios a la larga. La experiencia adquirida durante el desarrollo del proyecto tanto por el propio INTA como por las empresas que colaboren en el proyecto, será sin duda de provecho. Pero para que el provecho sea realmente efectivo, estos programas requieren continuidad. Si a este satélite le sigue de nuevo el vacío, poco habremos ganado; la experiencia es útil si se alimenta con nuevas experiencias, de una forma continuada, que desarrolle nuestro sector científico y tecnológico. Con proyectos puntuales, el beneficio es, igualmente, puntual, y poco efectivo.
No estoy culpando al INTA. Aunque no lo conozco en detalle, supongo que bastante hacen con el presupuesto que tienen. Pero la razón principal de este triste panorama debemos buscarla en el irrisorio presupuesto dedicado a I+D en nuestro país, y en particular a la poca involucración de nuestros gobiernos en materia espacial (lo que se refleja perfectamente en nuestra minúscula participación en la Agencia Espacial Europea, históricamente por debajo de lo que nos correspondería en base a nuestro PIB).
Vivimos en un país razonablemente avanzado, científica, tecnológica y económicamente. Y, sin embargo, formamos el vagón de cola del tren espacial. Países como India o Brasil (y poco a poco Argentina), situados económicamente en un nivel inferior, nos dan mil vueltas en esta materia. Y no estoy defendiendo una cuestión de orgullo patrio: es que se demuestra que ésta es una inversión rentable. Así de claro lo tienen en Brasil, por ejemplo, que siguen luchando contra viento y marea (y, en concreto, contra los Estados Unidos) por tener un programa espacial propio, en gran medida para potenciar la industria y la tecnología nacional. Y si a los Estados Unidos les duele tanto que Brasil pueda desarrollar tecnología espacial propia, por algo será... (puede que éste sea tema de un futuro artículo).
Esperemos que nuestros dirigentes se den cuenta pronto de esta realidad. Parece que en los últimos años, aunque tímidamente, empiezan a hacerlo. Se habla (aunque los hechos no lo demuestren con tanta claridad) de la necesidad de una mayor inversión en I+D. Y, aunque nuestra participación en la ESA sigue por debajo de lo que nos correspondería, lo cierto es que también ha aumentado ligeramente en los últimos tiempos. Puede ser un motivo para la esperanza, pero si no aceleramos un poco más, puede que de nuevo dejemos pasar el tren de la ciencia y la tecnología. (Foto: INTA)
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