Recientemente presentábamos en esta misma web un artículo sobre el nuevo vehículo de tripulaciones de la NASA, el CEV. En dicho artículo, además de presentar el vehículo, comentábamos la nueva política espacial de la administración Bush, que había pedido a la NASA la vuelta a la Luna en el plazo de los próximos 20 años, junto con una simple declaración de intenciones de ir más allá (a Marte) en un plazo indeterminado. Y nos preguntábamos cuáles eran las razones para este súbito cambio en la política espacial del país norteamericano, que rompía con el rumbo llevado por la NASA durante las últimas décadas, para lanzarse sin más preparación (lanzadores reutilizables más económicos, por ejemplo) a repetir en cierto modo el proyecto Apollo de finales de los 60, con todo el impacto económico que un programa así supone.
También aventurábamos en aquel artículo si las declaradas intenciones chinas de poner a un natural del país oriental sobre la superficie lunar podrían tener alguna relación con esta nueva política espacial norteamericana. Si bien es cierto que China viene anunciando una misión así hace años, es ahora cuando empieza a hacerse más verosímil, después de que hayan conseguido dar comienzo a misiones tripuladas en la órbita terrestre con una nave similar a la Soyuz (la Shenzhou) que bien podría servir para acometer la misión lunar, como planeaban hacer los soviéticos durante la carrera espacial con los norteamericanos.
Pues bien, parece que unas recientes declaraciones del nuevo Administrador de la NASA, Michael Griffin, vienen a sacarnos de dudas. Si bien es cierto que pueden considerarse como unas declaraciones políticas dirigidas a un público interno, no es menos cierto que parecen reflejar el verdadero sentimiento que subyace detrás de la "nueva visión espacial" del presidente Bush; en un discurso a los trabajadores del Centro Espacial Johnson, Griffin declaró que los Estados Unidos no pueden ceder la iniciativa espacial a otros países: "¿Creen ustedes que Estados Unidos debe ceder la Luna a los chinos, los europeos, los rusos? Les apuesto que la respuesta sería... no", manifestó tras señalar que la mayoría quiere que, al expandirse la Humanidad hacia el espacio, Estados Unidos esté al frente de ese esfuerzo.
Aunque sospechábamos que ésta podía ser al menos una de las razones para la nueva política espacial, la de no ceder prestigio en el espacio ante terceros países, sorprende un poco la falta de pudor en declararlo así. No sé si estas palabras habrán sido criticadas como poco prudentes en su país, o si ni siquiera les importa lo que puedan pensar de ellas en el exterior, pero lo cierto es que resultan, como mínimo, "políticamente incorrectas" a un nivel internacional. Porque ¿qué se extrae como mensaje de las palabras de Griffin "...Estados Unidos debe ceder la Luna..."? Pues evidentemente, que parecen considerar la Luna como suya. Algo que siempre se intentó desmentir en la época Apollo, cuando se destacaba que los Estados Unidos actuaban de forma altruista y en nombre de toda la Humanidad, y por supuesto sin ningún afán reivindicativo sobre nuestro satélite. Claro, que una cosa es la declaración oficial, y otra muy distinta el sentimiento interno... Porque al fin y al cabo, los Estados Unidos fueron los que plantaron su bandera sobre nuestro satélite, y nadie les quita el mérito que supuso llegar a conseguirlo. Y puede ser lógico que el pueblo norteamericano sienta de forma irracional que sus derechos morales sobre la Luna son mayores que los del resto de la Humanidad. Pero todo un Administrador de la NASA debería cuidar un poco más sus palabras al respecto.
En cualquier caso, el mensaje es clarísimo; igual podría haber dicho: "La Luna es nuestra, y no vamos a dejar que nadie nos la quite. No vamos a permitir que ningún oportunista de tres al cuarto mande allí su gente sin que ya estemos nosotros". Puro orgullo nacional. Pura política. Qué triste...
Pocas semanas más tarde, en junio, el veterano astronauta del proyecto Mercury Scott Carpenter declaraba en un discurso: “No importa de dónde saquemos el dinero. Debemos apoyar los vuelos a Marte. En estos momentos, la nación no ve la necesidad de ir a Marte porque ya no existe la Unión Soviética; pero China está al acecho, y esa es la razón por la que tenemos que ir”. Y digo yo... ¿es que nadie puede encontrar razones mejores? ¿De verdad piensan que estas razones son tan evidentes como para declararlas sin ningún pudor? Increíble.
Está claro que las actividades espaciales las promueven los gobiernos, y que los gobiernos se mueven por razones políticas, luego al final la actividad espacial está directamente influida por la política. Así ha sido siempre, y parece que así lo seguirá siendo por mucho tiempo. Pero no por ello deja de ser triste que una actividad directamente ligada a la ciencia y la tecnología tenga que verse sometida a dictados políticos, y no simplemente a las motivaciones técnico-científicas que deberían impulsarla.
En cualquier caso, lo cierto es que a veces las motivaciones políticas dan lugar a importantes frutos indirectos. De no haber sido por las motivaciones políticas de la Guerra Fría, quizás el hombre no hubiera pisado aún la superficie de la Luna. Aunque podría discutirse sobre el valor real de aquellas históricas misiones Apollo: científicamente, su rédito fue relativamente reducido. Es decir, fue significativo en términos absolutos, pero ínfimo en relación al coste que supuso, en una gran medida porque en realidad las misiones no estaban directamente enfocadas a este objetivo: la ciencia era un objetivo secundario, lo prioritario era ganar la carrera espacial.
No obstante, fue innegable que las misiones Apollo supusieron un punto de inflexión en la historia de la Humanidad. Por primera vez, el hombre había abandonado su planeta y había caminado sobre la superficie de otro astro. Y lo cierto es que, pese a haber sido llevado a cabo por un solo país en el curso de una carrera entre profundos rivales, la Humanidad en su conjunto lo asumió como un logro común. Hoy no pensamos que "los Estados Unidos llegaron a la Luna", sino que "el hombre ha llegado a la Luna"; aunque desafortunados discursos como el de Griffin parezcan querer echar por tierra este sentimiento de logro universal.
Sin duda, el hecho de haber llegado a la Luna ha tenido un impacto significativo en el curso de la Historia. Desde el hecho psicológico de presentar desde una nueva perspectiva el papel del hombre en el Universo, hasta animar una actividad, la espacial, que tanto en su vertiente tripulada como no tripulada nos hace conocer mejor nuestro entorno, nuestro Universo, nuestro propio planeta... y por extensión, a nosotros mismos.
¿Qué tiene de malo, entonces, que la exploración espacial se mueva por condicionantes políticos y de orgullo nacional, si gracias a eso conseguimos en su día llegar a la Luna y abrir quizás un nuevo rumbo para toda la Humanidad? Pues bien, visto así, parece que nada. Pero no nos confundamos: que se hayan logrado esas metas como subproducto de un objetivo político, no implica que no puedan buscarse y lograrse metas similares de forma directa, sin interferencias políticas de por medio. Un programa de exploración espacial que se moviera únicamente por consideraciones tecnológicas y científicas, y con un presupuesto no ligado a los objetivos políticos del momento, sería sin duda mucho más eficiente y eficaz que en la situación actual. Aunque esto hoy por hoy desgraciadamente no es más que una simple utopía. (Foto: Michael Griffin, Administrador de la NASA desde abril de 2005. The Johns Hopkins University Applied Physics Laboratory)
También aventurábamos en aquel artículo si las declaradas intenciones chinas de poner a un natural del país oriental sobre la superficie lunar podrían tener alguna relación con esta nueva política espacial norteamericana. Si bien es cierto que China viene anunciando una misión así hace años, es ahora cuando empieza a hacerse más verosímil, después de que hayan conseguido dar comienzo a misiones tripuladas en la órbita terrestre con una nave similar a la Soyuz (la Shenzhou) que bien podría servir para acometer la misión lunar, como planeaban hacer los soviéticos durante la carrera espacial con los norteamericanos.
Pues bien, parece que unas recientes declaraciones del nuevo Administrador de la NASA, Michael Griffin, vienen a sacarnos de dudas. Si bien es cierto que pueden considerarse como unas declaraciones políticas dirigidas a un público interno, no es menos cierto que parecen reflejar el verdadero sentimiento que subyace detrás de la "nueva visión espacial" del presidente Bush; en un discurso a los trabajadores del Centro Espacial Johnson, Griffin declaró que los Estados Unidos no pueden ceder la iniciativa espacial a otros países: "¿Creen ustedes que Estados Unidos debe ceder la Luna a los chinos, los europeos, los rusos? Les apuesto que la respuesta sería... no", manifestó tras señalar que la mayoría quiere que, al expandirse la Humanidad hacia el espacio, Estados Unidos esté al frente de ese esfuerzo.
Aunque sospechábamos que ésta podía ser al menos una de las razones para la nueva política espacial, la de no ceder prestigio en el espacio ante terceros países, sorprende un poco la falta de pudor en declararlo así. No sé si estas palabras habrán sido criticadas como poco prudentes en su país, o si ni siquiera les importa lo que puedan pensar de ellas en el exterior, pero lo cierto es que resultan, como mínimo, "políticamente incorrectas" a un nivel internacional. Porque ¿qué se extrae como mensaje de las palabras de Griffin "...Estados Unidos debe ceder la Luna..."? Pues evidentemente, que parecen considerar la Luna como suya. Algo que siempre se intentó desmentir en la época Apollo, cuando se destacaba que los Estados Unidos actuaban de forma altruista y en nombre de toda la Humanidad, y por supuesto sin ningún afán reivindicativo sobre nuestro satélite. Claro, que una cosa es la declaración oficial, y otra muy distinta el sentimiento interno... Porque al fin y al cabo, los Estados Unidos fueron los que plantaron su bandera sobre nuestro satélite, y nadie les quita el mérito que supuso llegar a conseguirlo. Y puede ser lógico que el pueblo norteamericano sienta de forma irracional que sus derechos morales sobre la Luna son mayores que los del resto de la Humanidad. Pero todo un Administrador de la NASA debería cuidar un poco más sus palabras al respecto.
En cualquier caso, el mensaje es clarísimo; igual podría haber dicho: "La Luna es nuestra, y no vamos a dejar que nadie nos la quite. No vamos a permitir que ningún oportunista de tres al cuarto mande allí su gente sin que ya estemos nosotros". Puro orgullo nacional. Pura política. Qué triste...
Pocas semanas más tarde, en junio, el veterano astronauta del proyecto Mercury Scott Carpenter declaraba en un discurso: “No importa de dónde saquemos el dinero. Debemos apoyar los vuelos a Marte. En estos momentos, la nación no ve la necesidad de ir a Marte porque ya no existe la Unión Soviética; pero China está al acecho, y esa es la razón por la que tenemos que ir”. Y digo yo... ¿es que nadie puede encontrar razones mejores? ¿De verdad piensan que estas razones son tan evidentes como para declararlas sin ningún pudor? Increíble.
Está claro que las actividades espaciales las promueven los gobiernos, y que los gobiernos se mueven por razones políticas, luego al final la actividad espacial está directamente influida por la política. Así ha sido siempre, y parece que así lo seguirá siendo por mucho tiempo. Pero no por ello deja de ser triste que una actividad directamente ligada a la ciencia y la tecnología tenga que verse sometida a dictados políticos, y no simplemente a las motivaciones técnico-científicas que deberían impulsarla.
En cualquier caso, lo cierto es que a veces las motivaciones políticas dan lugar a importantes frutos indirectos. De no haber sido por las motivaciones políticas de la Guerra Fría, quizás el hombre no hubiera pisado aún la superficie de la Luna. Aunque podría discutirse sobre el valor real de aquellas históricas misiones Apollo: científicamente, su rédito fue relativamente reducido. Es decir, fue significativo en términos absolutos, pero ínfimo en relación al coste que supuso, en una gran medida porque en realidad las misiones no estaban directamente enfocadas a este objetivo: la ciencia era un objetivo secundario, lo prioritario era ganar la carrera espacial.
No obstante, fue innegable que las misiones Apollo supusieron un punto de inflexión en la historia de la Humanidad. Por primera vez, el hombre había abandonado su planeta y había caminado sobre la superficie de otro astro. Y lo cierto es que, pese a haber sido llevado a cabo por un solo país en el curso de una carrera entre profundos rivales, la Humanidad en su conjunto lo asumió como un logro común. Hoy no pensamos que "los Estados Unidos llegaron a la Luna", sino que "el hombre ha llegado a la Luna"; aunque desafortunados discursos como el de Griffin parezcan querer echar por tierra este sentimiento de logro universal.
Sin duda, el hecho de haber llegado a la Luna ha tenido un impacto significativo en el curso de la Historia. Desde el hecho psicológico de presentar desde una nueva perspectiva el papel del hombre en el Universo, hasta animar una actividad, la espacial, que tanto en su vertiente tripulada como no tripulada nos hace conocer mejor nuestro entorno, nuestro Universo, nuestro propio planeta... y por extensión, a nosotros mismos.
¿Qué tiene de malo, entonces, que la exploración espacial se mueva por condicionantes políticos y de orgullo nacional, si gracias a eso conseguimos en su día llegar a la Luna y abrir quizás un nuevo rumbo para toda la Humanidad? Pues bien, visto así, parece que nada. Pero no nos confundamos: que se hayan logrado esas metas como subproducto de un objetivo político, no implica que no puedan buscarse y lograrse metas similares de forma directa, sin interferencias políticas de por medio. Un programa de exploración espacial que se moviera únicamente por consideraciones tecnológicas y científicas, y con un presupuesto no ligado a los objetivos políticos del momento, sería sin duda mucho más eficiente y eficaz que en la situación actual. Aunque esto hoy por hoy desgraciadamente no es más que una simple utopía. (Foto: Michael Griffin, Administrador de la NASA desde abril de 2005. The Johns Hopkins University Applied Physics Laboratory)
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