31 julio 2009

Un mes sin cambiarse de calzoncillos

No es coña, no. Ya sabemos que los astronautas no pueden llevar una higiene personal como la nuestra, que sus cambios de ropa interior suelen realizarse cada dos días, y que darse una ducha en ingravidez, aunque posible, es un proceso tan complicado, lento y laborioso, que la mayoría optan por prescindir de ello y limpiarse periódicamente con toallas húmedas. No, vivir en el espacio no es siempre tan maravilloso como desplazarse flotando, hacer cabriolas, jugar con gotas de agua flotantes o mirar la Tierra por la ventanilla. Pero ¿qué pensaríais si os dijeran que tenéis que pasar un mes sin cambiaros de ropa interior? Es más… ¿qué pensarían los que tenéis alrededor?

Pues esto mismo es lo que ha hecho el japonés Koichi Wakata, que ha pasado cuatro meses y medio en la Estación Espacial Internacional como miembro de la expedición 20, y que, si no hay problemas, volverá a tierra hoy mismo a bordo del transbordador Endeavour. Mientras los demás miembros de la tripulación seguían las normas habituales de cambiarse la ropa interior cada dos días y las camisetas una vez por semana, Wakata decidió que podía vivir sin cambiarse de ropa durante todo un mes. Durante su estancia en la estación, sólo ha usado cuatro juegos de camisetas, calcetines y calzoncillos. Todo un récord del ahorro, pero uno piensa… ¿a qué coste, para él y sus compañeros?

A bordo de un vehículo espacial, los cambios de ropa deben ser por fuerza limitados. No hay manera de lavar la ropa, no hay lavadoras ni secadoras, y la ropa usada simplemente se tira y se cambia por ropa nueva. Para estancias prolongadas, esto supone un importante volumen y peso en ropa, que hay que intentar minimizar. Estudios realizados a lo largo de la historia del programa espacial han demostrado que es seguro usar la misma ropa interior durante dos días seguidos sin que se inicie la proliferación bacteriana, y que en el caso de pantalones y camisetas el periodo puede extenderse hasta una semana. Otra cosa es el olor, y aunque no se suela hablar mucho de ello, es sabido que la vida a bordo de una estación espacial se realiza en convivencia con un cierto “olor a humanidad” que los filtros del sistema de reciclado de aire no son capaces de eliminar por completo, aunque han mejorado mucho en la ISS frente a estaciones anteriores. Afortunadamente, el “shock odorífero” se sufre principalmente cuando se llega por primera vez a la estación, luego el olfato se acostumbra a ese olorcillo de fondo hasta apenas notarlo. Tengamos en cuenta, además, que en microgravedad se tiende a transpirar más, y que los hábitos higiénicos, aunque estrictos, no son equiparables a los que seguimos en la Tierra. Por ejemplo, aunque la ISS dispone de ducha, pocos astronautas o cosmonautas deciden usarla, algo que viene siendo así desde los tiempos del Skylab y las estaciones Salyut, donde se experimentó con estos elementos por primera vez. Aunque el dispositivo se ha seguido incluyendo en todas las estaciones espaciales desde entonces, su popularidad entre la tripulación queda de manifiesto sin más que decir que en la Mir pasado un tiempo decidieron arrojarla al exterior para hacer sitio. No, las duchas espaciales no son nada populares entre sus usuarios, que prefieren optar por una limpieza corporal periódica con toallas húmedas frente a la experiencia de unas gotas de agua esféricas que estallan al tocar el cuerpo, extendiéndose como una película que luego resulta casi imposible de quitar, mientras se usa un dispositivo respiratorio especial para evitar aspirarlas y frente al trabajo que supone tener que absorber cuidadosamente con una aspiradora hasta la última partícula de humedad del compartimento antes de salir de él. Tras una primera experiencia en una ducha espacial, pocos son los atrevidos que osan repetir.

En este contexto, la actitud de Wakata podría parecer no sólo desconsiderada para con sus compañeros, sino incluso arriesgada para la salud de la tripulación. ¿Vestir durante un mes entero la misma ropa, incluidos calcetines y calzoncillos? ¿Cambiarse cuatro veces en cuatro meses y medio? ¿Y a éste no le echan del cuerpo de astronautas?

La realidad es que Wakata no es un guarro sin miramientos, sino que simplemente ha seguido las directrices de la agencia espacial japonesa JAXA, que ha querido probar en el espacio una nueva ropa especial con un sistema antiolores y antibacterias que permita hacer lo que ha hecho Wakata sin que el resto de la tripulación huya despavorida a su paso. Además, el tejido es antiestático, absorbente y retardante al fuego. Y, al parecer, el experimento ha sido todo un éxito, y según comenta el astronauta japonés en una entrevista, sus compañeros de tripulación no se han quejado. Mientras contaba esto desde el espacio, sus compañeros no podían reprimir las sonrisas traviesas.

Ahora, frente a la costumbre habitual de cargar la ropa usada como basura en naves Progress para su destrucción durante la reentrada, Wakata traerá a la Tierra la ropa que ha vestido durante su misión para que sea analizada y así poder evaluar con rigurosidad el éxito del nuevo diseño. Si todo sale bien, podríamos estar ante una pequeña revolución en cuanto a la vestimenta espacial. Eso sí, no me gustaría estar en el pellejo de quienes tengan que analizar los calzoncillos usados durante un mes por Wakata… (Foto: Tony McNicol)

30 julio 2009

El culebrón Constellation-Augustine continúa…

Y encima se suma Griffin. Ya comentaba yo por aquí no hace mucho que no me extrañaría nada volver a oírle intervenir para defender “su” Constellation del alma, aunque ya no tenga cargo alguno en la NASA (ahora cobra otro buen sueldo como profesor de postín en la Universidad de Alabama en Huntsville). Y es que este hombre no se calla ni debajo del agua…

Lo último ha sido su contribución a la Comisión Augustine. Griffin ha sido invitado por la comisión a presentar su punto de vista sobre el programa Constellation y el futuro de la NASA, y el ex administrador no sólo ha accedido encantado, sino que se ha asegurado de que su carta a la comisión se haga pública a través de los servicios de prensa de su universidad, para que nos enteremos todos de su punto de vista. Vamos, que ha aprovechado la ocasión para volver a hacer un discurso de cara a la opinión pública y, sobre todo, a los políticos.

Pues bien, tengo que decir que personalmente su carta me ha parecido decepcionante, por decirlo de forma suave. Ya que la carta es excesivamente larga para reproducirla aquí, y además es irrelevante en buena parte de su extensión, la resumiré y traeré sólo algunos pequeños extractos de mayor relevancia para comentarlos.

La carta de Griffin se puede definir como un discurso político, y en ocasiones puede decirse que destila cierta vanidad, como cuando declara que “Mi visión por supuesto está influida por mi reciente cargo, durante tiempos muy turbulentos, como Administrador de la NASA. Sin embargo, la importancia de esta visión reside en observaciones realizadas y conclusiones alcanzadas a lo largo de una larga carrera, de ahora ya más de 38 años, en la industria aeroespacial y de defensa de nuestra nación”. Vale, señor Griffin, no creo que nadie cuestione su experiencia y formación técnica, sobradamente conocida en el mundillo; pero ¿no cree que precisamente por eso sobraba repetirlo, especialmente a los expertos miembros de la comisión?

Luego vienen los lamentos: “Mientras escribo esto, la NASA y el programa Constellation están siendo objeto de una amplia aunque superficial crítica”. Y poco más adelante parece que deriva hacia la intimidación: “Su comisión asume una pesada responsabilidad. (…) Debe presentar opciones, pero lo que diga sobre los méritos de cada una de estas opciones importará. (…) Por otra parte, no todas las opciones que le están presentando son, de forma totalmente honesta, responsables, sensibles, o dignas de una gran nación”. Poco más adelante vuelve a los lamentos, hablando en concreto de la actual arquitectura del Constellation pero de forma completamente vaga e irónica: “Como dije en otro sitio recientemente, vuestros gráficos siempre tendrán mejor aspecto que mi realidad”. En el fondo, es todo pura palabrería, pero os presento estos ejemplos para expresaros mi decepción por el contenido y el tono de la carta de Griffin; sinceramente, yo esperaba una exposición más objetiva a favor del actual programa Constellation, no una colección de palabrería entre política y “Vito Corleone”.

Tras esta deprimente introducción (disculpad los adjetivos, esto es un análisis totalmente personal y es simplemente mi opinión), Grffin parece entrar un poco en materia… pero lo hace para quejarse amargamente de los presupuestos. De hecho, se pone a hablar de cómo han evolucionado los presupuestos de la NASA desde 1993. Vale, estupendo, todos sabemos que la cosa no es para tirar cohetes, ¿pero a qué viene esto? Griffin y el programa Constellation en su configuración actual empezaron a desarrollarse en 2005, con unos presupuestos determinados; ¿a qué viene lamentarse de que habían venido bajando desde 1993? También podría haber llorado por no tener los presupuestos del Apollo… Perdonad, pero es que no es serio, parece más una rabieta de niño que un informe objetivo elaborado por parte de quien ha sido todo un Administrador de la NASA. Claro que lo que pasa es otra cosa: que, como decía, la carta es cien por cien pura política, y como tal, palabrería que no hace más que desviar la atención de los hechos que se están escrutando.

La mención a los presupuestos sólo se centra en lo que nos ocupa cuando menciona que “si la NASA estuviera recibiendo hoy la asignación presupuestaria que se estipuló cuando se anunció la Visión para la Exploración en enero de 2004, esta comisión no existiría”. Es decir, se queja de que no le dieron el dinero prometido y que por eso ahora el Constellation tiene problemas. Y es cierto que no se cumplieron las promesas: si miramos lo que dijo Bush el 14 de enero de 2004, la NASA tenía un presupuesto para los próximos cinco años de 86 millardos de dólares, y Bush ofrecía incrementarlo ligeramente hasta 87 para ese periodo (un 1,1% más en total para esos 5 años); el resto tenía que salir de dentro de la agencia (“canibalizando” otros programas, algo de lo que me quejé amargamente en su día). Pero la realidad es que el presupuesto de la NASA durante esos 5 años ni siquiera llegó a la previsión inicial de 86.000 millones, sino que se quedó en 81.100. Efectivamente, la NASA ha tenido 6.000 millones menos de los prometidos durante los últimos 5 años, y Griffin hace bien en recordarlo. Lamentablemente, esto no lo justifica todo; especialmente, no justifica los serios problemas técnicos actuales o las acusaciones de haber pasado por alto alternativas más inmediatas y económicas.

Luego entra al grano con la arquitectura del programa Constellation: “se está diciendo por varios sitios que el diseño de la NASA para acceso a LEO, Ares I, está gravemente equivocado”. A continuación, expone que no se va a poner aquí a razonar técnicamente por qué cree que esto no es cierto, porque esa información la pueden recabar de la NASA, y tiene razón en que no es el lugar, y estoy seguro de que el personal de la NASA ya se habrá ocupado de argumentarlo convenientemente. Pero lo que me parece totalmente fuera de lugar es su discurso político posterior, que, desde mi punto de vista, le deja además “con el culo al aire” en cuanto a que parece indicar que no había sólidos motivos detrás de la decisión de construir un lanzador nuevo en lugar de usar uno ya existente. Reproduzco aquí esa parte completa:

El asunto más crucial atañe a esa opinión tan cacareada de prohibir a la NASA que desarrolle un nuevo sistema para acceso tripulado a LEO, y que dependa únicamente de servicios comerciales. Es mi fundada opinión que la capacidad de un acceso tripulado al espacio independiente y garantizado es estratégica para los Estados Unidos. Afecta a nuestra posición en el mundo; es una demostración a nivel cultural, que dice mucho sobre el tipo de gente que somos o decimos ser. Dicho esto, se deduce que no puede dejarse únicamente a la discreción y la capacidad de entidades privadas, cuyos intereses nunca pueden ni deben ser los del gobierno, la aportación de esta capacidad. Una cosa es decir, como he dicho en muchas ocasiones, que deberíamos comprar servicios comerciales en lugar de usar los del gobierno cuando los primeros estén disponibles; y otra cosa totalmente distinta es que para la mera existencia de una capacidad estratégica seamos rehenes de los vaivenes del mercado comercial”.

¿Qué es lo que me choca profundamente de estas frases de Griffin? Que defiende el desarrollo del Ares I con la excusa (meramente política, por otra parte) de que es necesario desde un punto de vista estratégico para el país tener un sistema de lanzamiento propio de la NASA, en lugar de confiar en servicios comerciales. Dejando aparte que no creo que sea labor de la NASA decidir cuáles son los planes estratégicos para el país en materia de acceso al espacio (para eso están el Congreso y el Senado, aunque la NASA pueda y deba dar su opinión), Griffin está tergiversando los términos para reforzar su mensaje de que un sistema propio es imprescindible. En primer lugar, deriva su discurso hacia la parte comercial más débil, la que todavía no existe más que sobre el papel: los derivados del programa COTS, un programa encaminado a que empresas privadas desarrollen lanzadores y naves capaces de enviar primeramente carga, y en un futuro astronautas, a la órbita terrestre. Pero se cuida mucho de mencionar que ya existen otros sistemas comerciales ampliamente probados y que con pequeños cambios tendrían capacidad suficiente para cumplir esa misión, según se ha demostrado recientemente en contra de anteriores declaraciones de Griffin y su equipo, como serían los derivados del Atlas 5 y el Delta IV Heavy. Y que estos sistemas comerciales y otros similares están siendo utilizados en exclusiva desde hace décadas por las fuerzas armadas de los Estados Unidos para todas sus actividades en el espacio. Si el propio Departamento de Defensa de los Estados Unidos, la parte más estratégica de toda la nación, depende de sistemas exclusivamente comerciales para el acceso al espacio… ¿qué nos está contando, Sr. Griffin? No sólo nos suelta argumentos políticos que no son de su incumbencia: es que, además, son falsos. Yo no sé si el Ares es una buena elección o no, no tengo los datos para saberlo, se supone que ustedes sí. Pero si para justificarlo lo mejor que se le ocurre decir es que es necesario porque el país no puede permitirse depender de empresas privadas para la NASA cuando ya lo está haciendo en el campo de la Defensa, la impresión que me da es que debe tener muy poquitos argumentos de peso a favor del nuevo sistema. Si ésta es la mejor defensa del actual esquema del programa Constellation, apaga y vámonos.

Y para terminar, dedica prácticamente la segunda mitad de su carta a debatir sobre si es mejor ir a la Luna o a Marte. Bien es cierto que la comisión está haciendo un estudio amplio de la situación en la NASA, y sus conclusiones no sólo afectarán a la parte técnica y de gestión sobre cómo llevar a cabo el programa Constellation, sino que pueden afectar al fondo del mismo, es decir, a su objetivo de exploración espacial (que empezó bajo el eslogan “Hasta la Luna, Marte, y más allá”, poco después se quedó en la Luna y gracias, y a día de hoy puede que ya ni eso). Y también es cierto que Griffin, como cualquier otro, es libre de dar su opinión a la comisión sobre cuál cree que debería ser el objetivo a medio y largo plazo del programa espacial norteamericano. Pero personalmente me parece un poco fuera de lugar, la verdad; de hecho, me parece incluso un poco pedante por su parte ponerse a hablar de ello, aunque quizás exagero. Y es que se supone que ésa será una decisión de Obama y sus asesores, y que para tomarla han creado una comisión que les presentará diversas opciones al respecto. No sé hasta qué punto alguien le ha dado a Griffin vela en este entierro, o se la ha tomado él solito, que es lo que me da la impresión, y por ello me parece un poco pedante por su parte, al elevarse a debatir decisiones de un nivel que en principio ya no le corresponde.

Además, cuando hay lo que hay en juego, ponerse a hablar de si es mejor la Luna o Marte me parece bastante irrelevante. Lo que hoy está en juego es el acceso o no al espacio interplanetario por parte de astronautas norteamericanos. Está en juego la consecución de un sistema capaz de escapar a la atracción terrestre, o simplemente limitado a llevar astronautas a la órbita baja. Discutir si es mejor ir a la Luna primero, o directamente a Marte, me parece en este contexto un poco fuera de lugar.

Aunque quizás sea un último intento camuflado de defender el programa lunar. Porque en su carta, Griffin se opone a la misión marciana, alegando que no es el momento y que la Luna es un mejor objetivo por muchos motivos. Quizás Griffin teme que se cancele el programa lunar a cambio de vagas promesas de centrarse en un futuro programa marciano que nunca llegue a hacerse realidad. Puede que crea que ése podría ser uno de los argumentos de la comisión para cancelar la misión lunar sin mucho ruido, e intenta hacer lo posible por evitarlo. En cualquier caso, sinceramente, esa parte de su carta me parece bastante irrelevante a estas alturas, aparte de que sus argumentos a favor de la misión lunar frente a la marciana no dejan de ser vagos y variados, aunque sin olvidar entre ellos el argumento político: “abandonar el espacio circumlunar para otros mientras los Estados Unidos se embarcan en un proyecto a Marte, aunque sea un proyecto internacional, me parece geopolíticamente imprudente. Cuando otras naciones estén llevando a cabo misiones de perfil alto en la Luna y su espacio circundante, y nosotros estemos aún hablando de ir a Marte, ya no seremos vistos como los líderes en el espacio. Creo que eso importa mucho.

En fin, como decía al principio, la carta de Griffin me ha parecido decepcionante y vacía de contenido. La verdad es que esperaba una defensa más consistente del esquema del programa Constellation, pero lo que me he encontrado ha sido palabrería vacía. Espero que los técnicos de la NASA hayan podido dar un material más sólido a la Comisión Augustine para defender su trabajo, porque desde luego las palabras de Griffin no creo que hayan aportado mucho al respecto. Veremos en qué queda todo esto. ¿Quién dijo que en verano no hay noticias? (Foto: NASA)

Novedades Constellation-Augustine

Traigo aquí unos pequeños apuntes de actualidad sobre la evolución de las cosas alrededor del programa Constellation y la Comisión Augustine que decidirá sobre su futuro y el de la NASA en general. Y es que últimamente cada día hay nuevos rumores y declaraciones acerca de este tema, se nota que los nervios están a flor de piel entre los involucrados en el programa espacial norteamericano.

Lo primero que quería comentar al respecto es que, según se desprende de ciertos comentarios cercanos a la comisión, el informe de ésta contendrá cuatro opciones alternativas que se le presentarán al presidente Obama para que elija la que más le guste. De esas cuatro, dos opciones estarán dentro del presupuesto de la NASA aprobado a día de hoy, y otras dos se harán al margen de esta restricción. Tal como yo lo veo, esto quiere decir que el comité no ve claro que se pueda hacer nada “decente” con el presupuesto actual, así que han decidido presentar las dos opciones que consideran más razonables independientemente del mismo; y como están obligados a presentar algo factible dentro de la realidad presupuestaria, presentan también dos opciones que se pueden llevar a cabo dentro de esos márgenes, aunque no se sientan a gusto con ellas. Porque si se sintieran a gusto con estas dos últimas, dudo que presentasen dos adicionales que no les ha pedido nadie.


La otra noticia es que se ha hecho público un informe externo encargado a Aerospace Corp. sobre la realidad del proyecto Constellation. Y sus conclusiones son que la versión Ares I-Orión no estará lista para 2015, última fecha oficial (aunque puesta en duda hace ya algún tiempo), sino no antes de 2019. Hace tan sólo unos días, la ex astronauta Sally Ride (miembro/a, según los gustos, de la comisión Augustine) ya anunció que la fecha sería más bien 2017, algo que personalmente no me sorprendió lo más mínimo, pero hablar ahora de 2019 me parece tremendo. Si se confirma la credibilidad de esta fecha (y hasta ahora nadie la ha rebatido), no sé ni cómo definir las consecuencias que podría tener. Por una parte, indicaría un rotundo fracaso por parte de la NASA en cuanto a su capacidad para llevar a cabo un nuevo gran desarrollo de forma eficiente. Y por otra, las consecuencias políticas de soportar un parón de 8 ó 9 años sin tener acceso tripulado al espacio, y encima teniendo que pagar por ello a una potencia extranjera, podrían tener efectos devastadores. Si se confirma que no habrá Ares-Orión antes de 2019, entonces ya puedo esperar cualquier cosa: desde una extensión prolongada de la vida del transbordador, frente a su retirada en 2010 o primeros de 2011 (extensión que cada vez tiene más apoyos, y que se rumorea que podría estar incluida en alguna de las recomendaciones de la Comisión Augustine), hasta un radical cambio en la configuración del programa Constellation. Aunque personalmente hasta ahora no consideraba razonable esto último, si estamos hablando de que quedan todavía 10 años y muchos millones de dólares por delante para hacer realidad la configuración actual, en ese caso un borrón y cuenta nueva no me parecería tan descabellado.

Estas conclusiones fueron presentadas por un miembro (ahora sí, con “o” sin dudas) del comité asesor de Aerospace Corp. al personal de la NASA en el Centro de Vuelos Espaciales Marshall, en Huntsville, un centro profundamente involucrado en el programa Constellation. Y los asistentes reaccionaron con un silencio sepulcral. Posteriores preguntas de miembros de la prensa al director del programa Constellation no consiguieron ninguna reacción crítica con el informe. Todo parece indicar que la propia NASA reconoce la gravedad de la situación tal como fue presentada en el informe.

Por si no fuera suficiente con esto, la presentación de Aerospace Corp. cubrió también la hipotética parte lunar del programa Constellation. A este respecto, frente a la fecha oficial de 2020 para la nueva llegada a la Luna (oficial, pero que realmente no se cree nadie hace ya tiempo) se habló de 2028 como la fecha más próxima en la que podría ser posible repetir los vuelos del Apollo. Sin embargo, no acaban aquí las malas noticias: de forma extraoficial, una fuente próxima a Aerospace Corp. reveló que, si bien 2028 aparecía como la fecha más próxima posible, en realidad la fecha más probable se iba hasta 2035. Es decir, la vuelta a la Luna se produciría cuando los optimistas ya pensaban que se estaría llegando a Marte.

En cualquier caso, para mi hablar a día de hoy de fecha de misión lunar no son ya más que especulaciones. Primero, porque con una fecha de 2019 para el Ares I, hablar de misión lunar suena ya a ciencia-ficción. Pero es que, aunque realmente todo siguiera su curso, estas previsiones se basan en un mantenimiento de los presupuestos de forma más o menos invariable (simplemente corregidos con la inflación), y por tanto cualquier variación sobre esta previsión haría variar las fechas hacia arriba o hacia abajo. Sin contar, por supuesto, con los giros que la política de futuras administraciones (por no hablar de ésta) puedan dar al programa de la NASA a lo largo de las próximas décadas.

En fin, creo que poco se puede añadir. Bueno, sí, me queda hablar del ex administrador Griffin, que seis meses después de dejar el cargo parece tener aún más protagonismo que quien realmente ocupa la silla de administrador en la NASA. Pero vista la extensión de esta entrada, creo más conveniente hacerlo en otra independiente. Nos vemos allí. (Imagen: NASA)

29 julio 2009

¿Quieres relanzar el programa espacial? Desmantela la NASA

Tras volver de las tan esperadas (y siempre tan cortas) vacaciones, la lectura atrasada de temas astronáuticos se me acumula. Y entre estas lecturas (muchas relacionadas con el 40º aniversario del Apollo 11), ha habido un comentario que me ha hecho gracia, y es lo que os traigo aquí, aunque no tenga la más mínima relevancia.

En una entrevista realizada con motivo del aniversario a Charles Murray y Catherine Bly Cox, autores de un libro sobre el programa Apollo, el entrevistador les preguntó lo siguiente:

Entrevistador: ¿Qué consejo le daríais a los hombres y mujeres que trabajan en la actualidad en la nave Orión, los vehículos lanzadores Ares y el módulo lunar Altair?

Charles Murray: (…) No me atrevería a darles ningún consejo. Pero si el Presidente Obama quiere saber cómo relanzar de nuevo del programa espacial, tengo un consejo para él: desmantele la NASA. Derribe todos los centros. Identifique a un par de cientos de personas del Marshall obsesionados con los cohetes, y manténgalos. Elija a cuarenta y cinco del Langley y el Lewis, la mitad de ellos locos del espacio, y la otra mitad gente a la que sus supervisores se quieran quitar de en medio. Déles una misión y un montón de dinero, y retírese. Y luego, cuando el Presidente Obama me diga que estoy loco, le señalaré que acabo de describir la forma en la que se formó el Space Task Group en 1958. Once años después estábamos en la Luna.

¿Por qué una entrada para esta chorrada? No lo sé… supongo que por un lado me ha hecho gracia lo de desmantelar la NASA y volver a empezar con un grupito de entusiastas, frente al enorme monstruo repleto de burocracia que hoy en día dirige el programa espacial norteamericano. Pero supongo que, sobre todo, me ha gustado porque estas frases describen perfectamente el espíritu con el que nació ese programa espacial. Y aunque personalmente no lo viví (no podía, ni geográfica ni temporalmente), no puedo evitar sentir nostalgia.

Aquellos fueron años dorados para los enamorados de la exploración del espacio. Sí, parece un tópico, pero es que es cierto. Siempre he pensado, cuando se describe cómo millares de personas se involucraron hasta las cejas en el programa espacial, tremendamente motivados, trabajando día y noche en jornadas maratonianas durante años, que en realidad para muchos de ellos aquel trabajo era una pasión, que trabajar en la NASA en aquellos años debía ser como la culminación de un sueño. Pero por otra parte, también a veces pensaba si no estaría dejándome llevar por un romanticismo excesivo, si no estaría viéndolo todo con el velo romántico con el que se suele mirar al pasado. Pues bien, en esta misma entrevista se responde a esta pregunta. Cuando uno de los autores del libro preguntó a Bill Tindall, una de las personas que había trabajado en el proyecto Apollo, acerca de cómo podían sobrellevar aquel extenuante ritmo de trabajo, la respuesta fue tremendamente reveladora: “No estábamos trabajando: estábamos jugando”. Mis sospechas se confirman: les entusiasmaba lo que hacían. Y cuando te entusiasma lo que haces, deja de ser un trabajo para convertirse en algo más parecido a un hobby. Debió ser como un sueño vivir aquello.

En fin, no me enrollo más, que para una entrada irrelevante ya he escrito bastante. Simplemente señalar, volviendo al comentario sobre desmantelar la NASA, que si algún lector aún no conoce la historia a la que hace referencia el comentario, la de ese grupito de hombres del Marshall y del Langley (ambos centros de la NASA), entre otros, que levantaron todo el programa espacial norteamericano de la nada, le recomiendo que lea Wernher von Braun: entre el águila y la esvástica. No sólo porque lo he escrito yo y así lo promociono (que también :-), sino porque es quizás el único libro en castellano que describe en profundidad aquella historia, entre muchas otras. ¿Y qué mejor lectura para un aficionado al espacio en una noche de verano bajo las estrellas? (Foto: NASA)

Cambio de servidor

Esta entrada es simplemente para deciros que he cambiado de servidor y dominio para mi página principal; dado que aún no me he decidido a pagar por un dominio propio, una cosa ha conllevado la otra. GeoCities, donde antes alojaba mi web, desaparece en octubre, así que he tenido que migrar. La nueva dirección es http://javiercasado.host22.com/. Allí podréis encontrar la misma página de siempre (salvo por unos levísimos cambios, especialmente en lo relativo al listado de enlaces), pero en una dirección diferente. Los links desde este blog y los foros a la nueva web también están actualizados, y en la página antigua hay un aviso informando del cambio, pero Google aún tardará un tiempo indefinido en listar la nueva web en sus resultados, así que tenedlo en cuenta los interesados en pasaros por allí. Ah, y si notáis algún problema de algún tipo decídmelo, que con estos cambios nunca se sabe… ¡Saludos!

28 julio 2009

Bolden: “No podremos sobrevivir si seguimos por este camino”

Así de contundente se mostraba el flamante administrador de la NASA, Charles Bolden (cuya nominación fue aprobada por el Senado el 15 de julio), en uno de sus primeros discursos al personal de la agencia el pasado día 21, en plena celebración del 40º aniversario de la llegada a la Luna.

En un emotivo discurso de una hora de duración, Bolden intentó tranquilizar a los trabajadores de la agencia espacial acerca de su futuro, pero sin ocultar que había que tomar las riendas de la organización con firmeza para reconducirla por el camino apropiado. En un momento en el que la llamada “Comisión Augustine”, nombrada por el presidente Obama, está auditando la NASA y el proyecto Constellation para decidir cuál debe ser el camino a seguir por el programa espacial norteamericano en el futuro próximo, muchos dentro y fuera de la NASA temen que esto pueda significar el fin de sus sueños de volver a la Luna en la próxima década. Los continuos problemas de desarrollo del cohete Ares I y la nave Orión, en paralelo con los retrasos y fuertes desviaciones en el presupuesto que han ido saliendo a la luz en los últimos tiempos, no hacen más que alentar las inquietudes de quienes se temen lo peor.


Por todo ello, no son pocos los trabajadores y responsables de la NASA que ven a los miembros de la Comisión Augustine (que recibe el nombre de su líder, Norman Augustine) como el enemigo, una imagen que Bolden ha intentado cambiar: “No hay que temerlos, no hay que tenerles miedo. No habría hecho bien mi trabajo como administrador si hubiera llegado a la oficina y no hubiera llamado a los directores de los centros y a los empleados para preguntarles ‘Venga, decidme qué estáis haciendo. Contadme cómo va todo. Y decidme qué creéis que tenemos que cambiar’. Habría sido una irresponsabilidad por mi parte llegar y no solicitar ese tipo de revisión. Pero como no teníamos un administrador en la NASA [se refiere al largo periodo de seis meses desde la llegada a la presidencia de Obama en el que la agencia ha estado con un administrador interino], el Presidente y la Oficina de Política de Ciencia y Tecnología decidieron que necesitábamos tener este tipo de revisión. Así que más o menos me quitaron ese peso de encima, para ser honestos. Así lo veo yo…”

Tras intentar justificar así la normalidad de la auditoría, Bolden intentó tranquilizar a su personal aludiendo a la profesionalidad del jefe de la comisión, Norman Augustine, un veterano experto en el programa espacial que ya ha trabajado anteriormente en comisiones similares, y que ha recibido varias medallas por sus servicios a su país en las áreas de la ciencia y la tecnología. “Para aquellos de vosotros que no conozcan aún a Norm Augustine, os diré que es un profesional increíble. Es un profesional del espacio. Conoce su trabajo. Lo conoce en todas sus facetas: tripulada, no tripulada, robótica, todas. Así que los que trabajéis con él podéis estar realmente seguros de que va a venir con planteamientos con los que vamos a poder vivir.”

Pero, tras este intento de tranquilizar a su gente, Bolden recordó que la situación era seria, y que el futuro no sería fácil: “¿Va a plantearnos algo que no nos resulte difícil? No. Porque, y no necesito decíroslo, todos lo sabéis mejor que yo, no podemos sobrevivir si seguimos por el camino por el que vamos en estos momentos”.

Duras palabras, que si bien no nos aclaran a los observadores externos cuál es la situación exacta dentro la NASA, sí parecen dejar claro que, sea cual sea, es seria. Muy seria. Parece que las sensaciones recibidas desde fuera en los últimos años de que algo iba realmente mal en torno al proyecto Constellation (y no me refiero sólo a los problemas técnicos, de plazos y presupuestarios, sino también a las amargas declaraciones desde el anonimato de diversos miembros de la NASA), no eran infundadas; suponiendo que todos los problemas se reduzcan sólo al Constellation, que ya es mucho suponer…

¿Y cuál es entonces el nuevo futuro de la NASA? ¿Se paralizará el programa Constellation en su totalidad? ¿Se recortará para eliminar la misión lunar pero manteniendo el desarrollo del Ares I para acceso a la órbita terrestre? ¿Se hará borrón y cuenta nueva, cambiando el programa actual por otro alternativo? Aún es pronto para decirlo, y tendremos que esperar al menos un mes para que la comisión Augustine presente sus conclusiones… y algo más para que después la Casa Blanca y la NASA elaboren sus nuevos planes en base a dichas recomendaciones. Pero entre tanto, el discurso de Bolden parece dejar todas las puertas abiertas. Aunque aludiendo a la misión a Marte como forma de ilusionar a sus empleados, la realidad de sus palabras indica que el futuro próximo de la NASA puede dirigirse por cualquier camino… vaya hacia la Luna, hacia Marte, o hacia la órbita baja de 400 km. Así, hablando de Marte, Bolden declaró que “todos nosotros tenemos que entender que todos estamos de acuerdo en que queremos llegar allí. En lo que no estamos de acuerdo es en cómo llegar. Y por eso algunos de los que estáis sentados ahí pensáis que es una pérdida de tiempo hablar de la Luna. Sé que los hay. Y hay otros de vosotros que quizás incluso decís, ‘Vale, puede que tengamos que ir a Marte, pero podemos hacerlo durante los próximos mil años, no me importa con tal de volver a la Luna’. Y hay otros de vosotros que decís ‘Oye, a mí lo que me gusta de verdad es la Estación Espacial Internacional. Así que asegurémonos de ponerla a funcionar a tope y luego ya podremos ir a la Luna o a Marte cuando sea el momento’. Todos son caminos alternativos, distintas formas de llegar donde todos queremos llegar. Así que nuestro reto para los próximos meses es averiguar cuál es el camino más efectivo, el más eficiente en costes, para llegar allí. No podemos llegar de la forma en que lo estamos haciendo ahora. (…) sí, puede que tengamos diferentes opiniones acerca de cómo llegar a ello, pero tenemos que presentarle al presidente un plan coherente para llegar hasta allí.”

Situación seria, supervivencia en peligro, clara alusión a los costes y todas las posibilidades para el futuro abiertas. Por mucho que Bolden intente ilusionar, parece que apuntan malos tiempos para la lírica… (Foto: NASA)

21 julio 2009

40 años después

"Éste es un pequeño paso para un hombre, pero un salto gigante para la Humanidad". Con estas palabras pronunciadas el día 20 de julio de 1969, el primer ser humano ponía su pie en la Luna. Este año celebramos el 40º aniversario de aquel gran hito histórico, y sin embargo, nada a nuestro alrededor parece reflejar el gran salto que, según Neil Armstrong, aquella primera misión lunar debía suponer para nuestra vida en la Tierra.

No quiero decir con esto que no se hayan producido grandes avances desde entonces, o que incluso muchos de estos avances no hayan estado en parte influidos por la actividad espacial. Pero lo cierto es que si preguntamos a los que nos rodean qué es lo que valoran como mayores saltos para la humanidad desde 1969 hasta hoy, estoy seguro de que la mayoría destacará los avances de la informática y las telecomunicaciones, pero muy pocos hablarán de la actividad espacial.


La situación es paradójica, no sólo porque, por ejemplo, esos grandes avances en las comunicaciones se los debamos en buena medida a las aplicaciones espaciales, sino porque si preguntamos a esa gente de la calle si valoran como importante la aportación de la exploración espacial a la Humanidad, la mayoría nos contestarán que sí, aunque habremos tenido que recordarles que existe para que reparen en ello. Lo que quiero decir es que, por norma general (y siempre hay excepciones), la sociedad valora positivamente la actividad espacial, considerándola de una forma vaga como algo "importante para la ciencia" aunque casi nunca se sepa muy bien cómo o para qué... pero al mismo tiempo es una actividad que pasa completamente desapercibida en nuestra vida cotidiana.

El hecho es que en nuestros actos más cotidianos utilizamos de forma casi constante las aportaciones del área espacial: cuando hablamos por teléfono con otro continente, cuando vemos la final de la NBA, al escuchar el pronóstico del tiempo para mañana o simplemente al entrar en Google Maps para ver cómo llegar a nuestro destino. Pero en todos estos casos nos pasa lo mismo que cuando encendemos la luz al entrar en casa: que nunca se nos ocurre pensar en cómo se produce la electricidad que lo hace posible.

Sí, la actividad espacial es algo cotidiano hoy en día, especialmente en su vertiente más prosaica, la de los satélites artificiales terrestres. Pero precisamente por esa cotidianeidad, ha perdido todo el encanto y el poder de atracción que tuviera en sus orígenes. Los satélites que orbitan la Tierra son hoy día tan excitantes como los petroleros que surcan los océanos: sólo saltan a las noticias cuando chocan. Y si pensamos en la vertiente humana, la situación no es muy diferente: ver a los astronautas flotando en la Estación Espacial Internacional es una imagen tan repetitiva y carente de interés, que muy pocos notarían la diferencia si algún día en su lugar nos ponen imágenes de archivo de hace 30 años en el Skylab o la Mir. Cuarenta años después de pisar la Luna y de repetir, al menos en apariencia, las mismas actividades en el espacio, algunos hasta dudan si alguna vez lo hicimos de verdad.

Sin embargo, nunca se ha hecho tanta ciencia como hoy en el espacio. Las sondas espaciales están explorando los más lejanos confines de nuestro Sistema Solar, aumentando nuestro conocimiento del mismo hasta cotas insospechadas hace unas décadas. Y las flotas de satélites científicos en órbita terrestre nos están permitiendo conocer tanto nuestro planeta como el Universo a nivel de espacio profundo de un modo que habría resultado imposible de no existir la actividad espacial.

Pero la sociedad en general permanece ajena a todo esto. Hoy, la exploración espacial tiene tanto atractivo para el ciudadano común como la microbiología: se valoran como importantes sin saber casi lo que son ni para qué sirven, y sin despertar mayor interés. Y, sinceramente, dudo que la repetición de los viajes a la Luna que se plantea la NASA para dentro de algo más de una década, Obama mediante, cambien mucho la situación. Quizás sea muy pesimista, pero hasta dudo que una misión tripulada a Marte tuviera hoy el impacto social y mediático que tuvo la llegada a la Luna, una vez que la presencia humana en el espacio se considera algo habitual y que recibimos desde hace años imágenes de la superficie marciana tomadas por robots. Aceptémoslo: en estos 40 años, la actividad espacial se ha hecho tan cotidiana que ha llegado a parecer aburrida. En el fondo, quizás sea la consecuencia lógica y natural de su madurez. (Foto: NASA)

NOTA: Este artículo de opinión fue publicado por la revista Astronomía en su número de Julio-Agosto de 2009 (nº 121-122) dentro de la sección de opinión "La Tribuna".