23 octubre 2009

El informe Augustine, publicado

Un breve apunte para deciros que acaba de ser publicado el informe definitivo de la Comisión Augustine sobre el futuro del programa espacial norteamericano. Bajo el pomposo título “En busca de un programa espacial tripulado digno de una gran nación”, y con un comienzo que muestra una fotografía a toda página de Kennedy con el pie de su famosa frase “Elegimos hacer estas cosas no porque sean fáciles, sino porque son difíciles”, el informe se extiende a lo largo de 157 páginas, aunque su esencia se queda en aproximadamente la mitad. Acabo de empezar a leerlo, y últimamente no ando sobrado de tiempo, así que no sé lo que tardaré en hacerlo, pero ya comentaré por aquí mis opiniones al respecto cuando lo termine. Entre tanto, los interesados lo podéis consultar aquí.

Como digo, estoy al comienzo de mi lectura, y de momento estoy en la parte de “la paja”, del relleno, que tanto gusta en estos informes realizados al otro lado del Atlántico (personalmente prefiero los informes que van al grano sin perderse en vaguedades), pero hay una cosa que ya me ha llamado la atención. Varias veces he comentado por aquí (y no soy el único, por supuesto) lo “peculiar” que resulta plantear un programa tripulado lunar que no intenta avanzar sobre lo ya realizado en los años 60, sino que es básicamente una repetición, en su contenido y casi en su tecnología, de lo que se hizo hace 50 años. Pues bien, en una de sus páginas el informe recoge la evidencia de que incluso en el seno de la propia NASA hay opiniones para todos los gustos, desde defensores acérrimos del programa en su configuración actual, hasta gente que se siente incluso “avergonzada” de lo que se está haciendo: “Como americano, que la NASA se involucre en una retro-reedición del programa Apollo para volver a la Luna 50 años después de la primera vez que enviamos gente allí, es humillante”, declaraba uno de los entrevistados por la comisión. No quiere decir que todo el mundo en la agencia piense igual, pero es significativo: en los 60, prácticamente toda una nación apoyaba sin reservas el compromiso de su presidente de poner un hombre en la Luna en el plazo de una década. En la actualidad, ni siquiera en el seno de la propia NASA hay una postura común frente al nuevo reto. Mal comienzo para retomar un programa espacial ambicioso…

16 octubre 2009

Levitando sobre chorros azules

Bonita imagen, ¿no? Bueno, vale, a lo mejor hay que ser un poco friki para apreciar la belleza en una imagen tan tecnológica, pero asumo que todos los que andamos por aquí somos un poco raritos ;-)


Se trata de un prototipo de módulo de descenso, diseñado para ensayar la disposición de los propulsores y, sobre todo, el software de control de un vehículo destinado a aterrizar en un cuerpo sin atmósfera, en el que no puedan utilizarse paracaídas o métodos similares para llevarlo a cabo. De hecho, este prototipo en concreto está siendo utilizado para ensayar el alunizaje de un futuro módulo lunar. Pero la filosofía serviría para cualquier aterrizaje frenado por cohetes (lo cual se ha realizado también en cuerpos con atmósfera, como Marte).

Quizás lo más llamativo de la fotografía, al menos para mi, es el color de los chorros, ese tenue velo azulado en el que parece que en cualquier momento va a aparecer la imagen de la princesa Leia exclamando aquello de “Ayúdame, Obi Wan Kenobi. Eres mi única esperanza”. ¿Qué? ¿Friki yo? ¡Qué va, hombre, habladurías…!

Ahora en serio: al ver la imagen, lo primero que me he preguntado es qué tipo de propulsante, y qué tipo de motores, darían lugar a unos chorros así. Tenía todo el aspecto de tratarse de motores iónicos, pero era imposible, el nivel de empuje de este tipo de motores es absolutamente incapaz de mantener suspendido un objeto como éste…

La respuesta era mucho más simple: se trata únicamente de aire comprimido, aire a presión expulsado por unas toberas. ¿Y desde cuándo el aire es azul? Pues desde que la repentina expansión lo enfría rápidamente (efecto Joule-Thomson) y ese chorro de aire frío provoca la congelación del agua suspendida en la húmeda atmósfera de Alabama (el ensayo se lleva a cabo en el Centro Marshall, de Huntsville), formándose pequeños cristales de hielo que difractan la luz, dando lugar a esta bonita apariencia de nave levitante de ciencia-ficción.

Y si el aspecto luminiscente de los chorros de aire no ha satisfecho del todo vuestro espíritu friki, para los más “recalcitrantes” entre vosotros tenemos también los tanques donde se almacena el aire comprimido, un magnífico ejemplo del estado del arte actual en tecnologías de tanques de presión: depósitos bobinados en fibra de carbono, con un “liner” o camisa interior metálico (habitualmente titanio, a veces aluminio) de mínimo espesor (0,5 mm es lo habitual, pero los hay de 0,2 mm; como el papel del bocadillo, vamos…) para dar estanqueidad. La investigación actualmente se centra en la eliminación de dicho liner, añadiendo aditivos a la resina del material compuesto para garantizar su estanqueidad, lo cual permitiría ahorrarse el peso muerto del liner (que por poco que pese una lámina de 2 décimas de milímetro, en astronáutica cualquier gramo cuenta). Los tanques sin liner se intentaron introducir en los años 90 en el curso del malogrado proyecto X-33 de la NASA, sin alcanzarse resultados satisfactorios antes de la cancelación del proyecto. De hecho, el proyecto murió por retrasos y sobrecostes motivados, entre otros, por los problemas con los tanques; aunque más bien yo diría que el principal problema había estado en el excesivo optimismo con el que se lanzó el programa, un proyecto extremadamente ambicioso en sus objetivos que no tuvo en cuenta que los grandes avances requieren grandes esfuerzos (y tiempo, y presupuestos…).

Bueno, ya está bien de irme por las ramas: disfrutad con la imagen. (Foto: NASA)

Reciclaje espacial

Bonito trabajo, hay que ver lo que se puede hacer con unas latas, unas tijeras, imaginación y tiempo...

Si la comisión Augustine buscaba alguna alternativa al "Apollo con esteroides" de Griffin, aquí tiene una: el "Shuttle con taurina" de Red Bull.

Por cierto, que hay rumores de que quien hizo esta maqueta lleva ya dos meses sin dormir. Y es que le daba pena tirar el contenido…

Documento inédito: Australia pudo crear su propia nave espacial en 1957

Como lo oís, acaba de salir a la luz: el 30 de octubre de 1957, cuando no había pasado ni un mes desde el lanzamiento del Sputnik, se recibía en la base de lanzamiento australiana de Woomera una carta conteniendo los planos de la que podría haber sido la primera nave espacial australiana. Lamentablemente, la desidia administrativa hizo que este documento de valor incalculable acabase perdido en los archivos sin que nadie se molestase en prestarle atención.

Ahora, 52 años después, alguien ha encontrado por casualidad este documento perdido en los Archivos Nacionales de Australia, y, sin poder dar crédito a lo que veía, ha decidido sacarlo a la luz. Aquí tenéis este documento inédito, que a partir de ahora tendrá que formar parte de la historia de la exploración espacial (gracias a José Manuel “Gizmo”, de Sandglass Patrol, por haberme hecho descubrir esta fascinante historia):


Esta extraordinaria carta firmada por Denis Cox, autor intelectual del diseño conceptual de la nave, iba a ser dirigida inicialmente “a un científico” de la base de Woomera, pero su autor lo pensó luego mejor… su destinatario debería ser “un gran científico”, alguien que realmente pudiera apreciar el valor de su contenido. Y es que en ella no sólo se esbozaba el diseño de dicha nave, sino que, además… ¡se preveía equiparla con torpedos aéreos, o misiles! Obviamente, un diseño así no podía caer en las manos de cualquier cientifiquillo de tres al cuarto…

Cox había diseñado su nave con cuatro reactores Rolls Royce que podrían encenderse de forma individual, además de haber tenido en cuenta el dotarla de un radar que bien podría servir tanto para el combate como para llevar a cabo complejas maniobras de encuentro espacial que por entonces pocas personas eran aún capaces de imaginar. Y, por supuesto, la nave llevaría los emblemas australianos, elevando el prestigio de su nación hasta cotas nunca soñadas hasta entonces. El diseño básico, la genialidad de la idea, quedaba así plenamente plasmada. Los detalles, según indicaba Cox en su carta, los dejaba ya en manos de los científicos.

Lamentablemente, parece que la burocracia administrativa impidió que este documento de valor incalculable llegase a manos del gran científico al cual iba dirigido. Por el contrario, la carta quedó perfectamente archivada pero relegada al olvido, impidiendo así a la gran nación australiana subirse al vagón de cabeza del tren de la exploración espacial. Denis Cox ni siquiera recibió la respuesta que solicitaba en su texto. Sin embargo, hoy el valor de su ingenio ha sido reconocido, y es muy probable que ahora, 52 años después, el gobierno australiano se ponga finalmente en contacto con su autor (que ya ha sido localizado) para agradecerle oficialmente esta aportación a la ciencia de su país, lamentablemente echada a perder por la desidia y la burocracia. Hoy, Denis Cox es un hombre famoso en Australia. Lástima que el reconocimiento le haya llegado un poco tarde…


No podía cerrar esta entrada sin hacer un comentario más serio sobre una historia que me parece entrañable. Primero, porque todos hemos sido niños, y muchos hemos soñado con diseñar nuestros vehículos, sean coches, aviones o naves espaciales, aunque muy pocos hayamos sido tan osados o soñadores como para enviárselos a “un gran científico” que fuese capaz de convertirlos en realidad. Pero además de esto, creo que esta bonita historia refleja la fascinación que la infancia y la juventud sentía en los años 50 y 60 por la astronáutica y la exploración espacial. Lamentablemente, hoy gran parte de esa fascinación se ha perdido. Ojalá todavía podamos ver alguna generación de niños que sueñen con la ciencia y la tecnología como lo hizo Denis Cox en 1957.

09 octubre 2009

La ciencia en España no necesita tijeras

Me uno algo tarde (debido a unas minivaciones otoñales), y algo críticamente (como aclararé luego) a esta iniciativa de Javier Peláez, autor del blog La Aldea Irreductible, y suscrita ya por más de 800 blogueros, para protestar por el anunciado recorte de un 15% en el presupuesto español de I+D.

Evidentemente, suscribo al 100% el eslogan de la campaña: desde luego que no, que la ciencia en España no necesita tijeras. Y por supuesto, también me disgusta, como a todo amante de la ciencia y la tecnología, cualquier reducción en el presupuesto destinado a estas áreas, por mucho que pueda quererse justificar en el marco de la actual crisis económica y los problemas presupuestarios del estado. Pero también creo que el problema español no está sólo en la cuantía de los presupuestos asignados a I+D, sino en la forma en que se distribuyen estos presupuestos.


Como sabéis, no conozco el área de la investigación de base. Soy un técnico, no un científico, y trabajo en la industria, no en un laboratorio de investigación. Por eso, no opinaré sobre la “I” de la “I+D”, aunque me temo que ahí también habría mucho que rascar. Pero sí conozco la otra pata del término, al trabajar directamente en la “D”, en nuevos desarrollos. Y el hecho de firmar este blog con nombre y apellidos me impide ser más explícito, pero os aseguro que gran parte del presupuesto que el gobierno destina a la I+D, de seguro con la mejor intención, se pierde en subvenciones que no tienen nada que ver con las presuntas investigaciones que deberían promover. Por eso digo que no sirve de mucho aumentar el presupuesto si no se controla que realmente ese dinero se invierta en investigación y desarrollo reales que ayuden a desarrollarnos a nivel industrial y de nación de cara a futuro. Y, lamentablemente, eso está pasando.

Siempre he celebrado aquí los aumentos en la inversión nacional en I+D, al menos en la parte relacionada con este blog, como ese aumento de casi un 100% de la inversión en el sector espacial en los últimos 6 años. Y por esa misma razón, deploro ahora esta reducción, sea del importe que sea. Pero aprovecho para recalcar la anterior realidad, y que lamentablemente nunca veo reflejada en ninguna crítica por ahí: que si bien es importante aumentar el gasto en I+D, más importante aún es asegurar que ese dinero se invierta realmente en I+D. Sé que es una petición difícil, pero imprescindible.

Para terminar, y como contraste con esta decisión del gobierno español, quiero hacer mías aquí unas palabras pronunciadas por Barack Obama el pasado 7 de octubre (como si lo hubiera querido hacer coincidir con esta iniciativa de los blogueros españoles), en un discurso en el que pedía aumentar la inversión en I+D en su país: “En unos momentos tan difíciles como los actuales, hay quienes dicen que no podemos permitirnos invertir en ciencia, que eso es un lujo en un momento en el que mandan las necesidades. No puedo estar más en desacuerdo”.