31 enero 2008

Korolev: el gran desconocido

Esta es una historia triste: la de Sergei Korolev y sus familiares más íntimos. La de un hombre que lo dio todo por llevar a su país a lo más alto, sin recibir nunca el reconocimiento público por ello. Algo que, probablemente, quien más lo sufrió fue su familia.

Su hija, Natalia Koroleva, está hoy en Huntsville, Alabama, sede del Centro Marshall de la NASA en el que trabajó durante años Wernher von Braun, para conmemorar el 50º aniversario del lanzamiento del primer satélite norteamericano, el Explorer, el 31 de enero de 1958. Y allí ha hecho unas declaraciones que realmente te llegan a lo más hondo:

He venido para que conozcáis su nombre”, ha dicho a la prensa, refiriéndose a su padre. Y es que, aunque famoso para los aficionados a la astronáutica, el nombre de Sergei Korolev es un perfecto desconocido para la inmensa mayoría de la población mundial. Una situación que presenta un tremendo contraste con el caso de Wernher von Braun, uno de los personajes más famosos del siglo XX, y consecuencia del opresivo régimen político existente en la URSS durante aquella época.

Cuando el 4 de octubre de 1957 se lanzó el Sputnik, fruto del genio y el empeño de Korolev, su hija Natalia tenía 22 años. El acontecimiento tuvo un impacto indescriptible a nivel mundial, pero la persona que lo había llevado a cabo, y que llevaría sobre sus hombros todo el peso del programa espacial soviético en los años venideros, se mantenía en secreto. El gobierno ruso tenía la paranoia de que si lo hacían público, podría ser secuestrado por agentes extranjeros. Por otra parte, el régimen comunista despreciaba al individuo: los éxitos eran un logro común del gobierno y del país, las personas que estaban detrás de ellos no importaban nada.

Sólo mi madre, mi abuela y yo sabíamos que mi padre era el Diseñador Jefe [como se le nombraba públicamente, sin nunca revelar su nombre o su foto]. Recuerdo cómo algunos de mis amigos se preguntaban quién habría sido la persona que había conseguido este importante logro. Y yo tenía que permanecer en silencio. No podía decirles que era mi padre”.

Como decía al comienzo, quizás lo más duro lo sufrió su familia. Al fin y al cabo, Korolev perseguía su sueño, trabajaba haciendo realidad la pasión de su vida, y aunque no se le pagase con el reconocimiento público, esto era probablemente suficiente para él. Pero su familia tenía que sufrir su ausencia durante las largas jornadas de trabajo y durante las largas temporadas que pasaba lejos de su casa, fuera en Baikonur, en Kapustin Yar, o en cualquier otro lugar de la geografía rusa, para llevar adelante su trabajo. Para su familia, el único consuelo podría haber sido el orgullo público de tener entre ellos al gran diseñador jefe. Pero hasta eso se les negó. Tenían que soportar todos los aspectos negativos del trabajo de su padre y marido mientras se mordían la lengua al cruzarse con sus vecinos.

El nombre y la fotografía de Korolev serían finalmente hechos públicos por el gobierno tras su muerte en 1966. Pero ya era demasiado tarde para que se hiciera famoso. “Los escolares rusos conocen el nombre de Gagarin –cuenta Natalia Koroleva-. Pero no siempre el de mi padre”.

30 enero 2008

Reentradas atmosféricas

Navegando por Internet, he caído por Neofronteras, donde se hacían eco de una noticia de New Scientist sobre un experimento para lanzar un avión de papel desde la ISS y recuperarlo intacto en la Tierra.

Desde luego, la idea es curiosa, pero lo que me ha motivado para escribir esta entrada es el primer comentario, de un tal “radek”, que reproduzco parcialmente aquí:

¿Sería muy antieconómico que los vehículos espaciales, antes de reingresar a la atmósfera, “frenen” y reingresen en una simple caída libre? (o al menos no a 30000 km/h)

Es decir, radek propone realizar un frenado completo del objeto en órbita, para que así caiga en vertical sobre la superficie terrestre. ¿Es una buena idea?

Veamos: frenar totalmente al vehículo en su órbita supone parar una masa que se mueve a unos 7,7 km/s (o 27.700 km/h), si tomamos como referencia la órbita de la ISS (400 km de altura). Imaginemos que queremos hacerlo con el Shuttle, es decir, que queremos frenar un cacharro de 80 toneladas en vacío (supongamos unas 90 toneladas en órbita) que se mueve a 27.700 km/h… Bueno, no lo imaginemos, esto es fácil de calcular (sí, me he animado a hacer los numerillos, sin que sirva de precedente): el frenado total supondría un gasto de unas 220 toneladas de propulsante (por si a algún tecnófilo le apetece hacer el calculillo por su cuenta, el frenado se conseguiría con el funcionamiento de los dos motores OMS, de 26,7 KN de empuje cada uno, y alimentados por un propulsante con un impulso específico de 316 s; suponiendo una masa de 90 toneladas para el Shuttle, ya tenéis todos los datos). Por el contrario, en una reentrada normal, el Shuttle se limita a hacer un frenado de unos 130 m/s (470 km/h) para salir de su órbita, lo que requiere unas 3,7 toneladas de propulsante. A partir de ahí, su órbita empieza a decaer suavemente, y las leves trazas de la atmósfera a esa altura empiezan a actuar frenándolo más y disminuyendo aún más su altura, en un proceso que se alimenta a sí mismo.

Hablamos, por tanto, de 220 toneladas de propulsante frente a 3,7. Una diferencia de más de 216.000 kg entre una opción y la otra no está nada mal, sobre todo teniendo en cuenta que ese sería un peso extra a lanzar desde la Tierra. Al precio que está el kilo de masa puesta en órbita, podéis imaginaros los millones que esto supone…

Pero es que eso no es todo. No se trata solamente de que una reentrada como la planteada por radek sea un despilfarro energético (y económico), es que además tampoco presenta ventajas de otro tipo; todo lo contrario.

En este caso he intentado hacer números también, para analizar el perfil de velocidades durante una reentrada en caída libre, de donde podría sacar también tiempos y hasta temperaturas (al menos en cuanto a energía disipada). Pero confieso que al cabo de un rato (no más de 10 minutos, la verdad, uno es así de vago) he desistido: la ecuación que reproduce una reentrada de este tipo, la que nos da la variación de la altura y la velocidad con el tiempo, es una ecuación diferencial de las que quitan las ganas de seguir (tened en cuenta que la gravedad cambia con la altura, así como la densidad atmosférica, de la cual depende la fuerza aerodinámica de frenado). Sí, una de esas ecuaciones diferenciales no lineales tan chulas a las que uno estaba acostumbrado a enfrentarse hace años, y que hoy parece increíble que pudieran formar parte del día a día de una persona humana… En fin, que ante el bonito chorizo que salía, he perdido las ganas. Si alguien se siente en forma para acometer el cálculo, se agradecerán los resultados.

Pero bueno, aunque sea sin números, lo veremos en términos cualitativos. Empecemos por la aceleración (o deceleración): ¿será mayor o menor en una caída libre que en una reentrada sustentadora? En una reentrada sustentadora comenzamos el descenso con un ángulo relativamente pequeño, y con una velocidad muy alta, próxima a la velocidad orbital. Esto supone que hay que reducir una velocidad muy alta, pero a lo largo de mucho espacio (la trayectoria es mucho más larga). En una caída libre, inicialmente el objeto parte con velocidad cero, luego se va acelerando mientras cae casi en el vacío, para luego comenzar a frenarse a medida que va aumentando la densidad atmosférica. Aquí es donde vendría bien resolver la ecuación diferencial comentada, para ver a qué altura llega a su máxima velocidad, y cuál es ésta, pero no tenemos ese número (salvo que algún amable y ocioso lector nos lo ofrezca). Pero lo que sí está claro es que para cuando haya alcanzado ese máximo de velocidad, le quedará ya poco recorrido de descenso. Evidentemente, esa velocidad será inferior a la velocidad orbital, pero habrá que frenarla en un espacio no mayor de 100 km (es una cifra intuitiva, pero no creo que esté muy alejada de la realidad; probablemente sea incluso menor). En cambio, en la reentrada sustentadora el frenado se realiza a lo largo de miles de kilómetros.

Sin números, no sabríamos en qué caso es mayor la deceleración. Pero afortunadamente tenemos otra fuente de información: la historia. Y es que las primeras misiones espaciales (Mercury y Vostok) hacían una reentrada parabólica, no muy diferente a la caída libre vertical descrita aquí. Y las misiones siguientes optaron por una reentrada sustentadora (siguiendo una trayectoria más tendida, con un ligero planeo en la atmósfera). Pasar de una a otra supuso reducir las aceleraciones de la reentrada de unas 9-11 g a unas 3-4 g. En el caso del Shuttle, gracias a su buena aerodinámica, la reentrada es mucho más sustentadora, mucho más tendida, y las aceleraciones se reducen a alrededor de 2 g. No está mal, ¿verdad?

Por lo tanto, queda claro: si eres un astronauta, preferirás una reentrada sustentadora frente a caer como una piedra. Si eres el que pone el dinero, también. Pero, ¿y qué pasa con el calentamiento durante la reentrada?

El calentamiento equivale a energía disipada. Es proporcional, por tanto, al cuadrado de la velocidad a la que suponemos que empieza el frenado. En el caso de la reentrada sustentadora, será la velocidad orbital. En el caso de reentrada parabólica o caída libre, lo aproximaremos al pico de velocidad durante el descenso. Evidentemente, este número es menor, así que la energía a disipar en este caso será inferior. El calor generado será menor en una caída vertical.

Pero cantidad de calor no es exactamente igual a temperatura. Y es que tenemos también el factor tiempo: disipar un determinado calor en un tiempo muy pequeño supone una mayor temperatura para la estructura que disipar el mismo calor a lo largo de un tiempo más largo. En este caso la cantidad de calor no es la misma en ambos casos, así que habría que hacer números, pero se ve bastante claro que la reentrada parabólica o en caída libre supone muy altas temperaturas durante un tiempo corto, mientras que la reentrada sustentadora supone temperaturas altas pero no tanto, durante un periodo más prolongado. Ninguna de estas opciones es maravillosa, y con ambas puede vivirse, en función de cómo diseñes el escudo térmico, así que éste no es un factor tan decisivo en la elección de un tipo u otro de reentrada.

Resumiendo, que no, que no vamos a revolucionar la actividad espacial descubriendo un nuevo perfil de misión que sea bueno, bonito y barato. Mucha gente lleva ya mucho tiempo pensando en estas cosas, y, aunque la mejora de lo existente no es ni mucho menos imposible, desde luego no es nada fácil; precisamente porque las alternativas fáciles ya las pensaron muchas otras personas antes que nosotros. Pero es fantástico hacerse estas preguntas, porque, como dice el refrán (y tiene toda la razón) “la curiosidad es la madre de la ciencia”. Y encima a mi me encanta plantearme estos problemas y enfrascarme en la solución, sobre todo si es sobre trayectorias y análisis de misión, que me encanta; así que seguid preguntando (siempre que la solución no implique ecuaciones diferenciales, claro…). ¡Saludos! (Foto: NASA)

29 enero 2008

Aldebarán: un nuevo lanzador franco-español

Sí, habéis leído bien: franco-español. No europeo, no de la ESA, sino fruto de un acuerdo bilateral entre el CDTI español y el CNES francés.

Se trata de un lanzador ligero de minisatélites a órbita baja, que serviría al mismo tiempo como demostrador de tecnologías avanzadas para futuros proyectos. La principal innovación del concepto es su lanzamiento desde el aire, ya sea desde un avión de caza (Eurofighter, Rafale, F18…) al estilo del Pegasus norteamericano, o bien desde la bodega de un avión de carga, al estilo del sistema Air Launch, también de allende el Atlántico (a nivel experimental por ahora).

La principal ventaja de estos sistemas de lanzamiento aerotransportado es su disponibilidad, tanto geográfica como temporal: pueden operar prácticamente desde cualquier sitio que disponga de una pista de aterrizaje, sin necesidad de complejas infraestructuras terrestres, y pueden estar listos para el lanzamiento en un plazo muy breve desde que se decide llevarlo a cabo. Esto tiene una ventaja económica, al simplificarse toda la infraestructura terrestre; y tiene también otra ventaja de índole estratégico y político, al poderse efectuar el lanzamiento desde prácticamente cualquier territorio, y como respuesta a necesidades urgentes. Estas necesidades pueden ser de cualquier tipo, aunque uno no puede evitar pensar en el concepto tan de moda del ORS, siglas de “Operationally Responsive Space”, unas palabrejas de difícil traducción (o fácil, pero sin mucho sentido para los profanos) que vienen a indicar la capacidad de respuesta rápida en el ámbito espacial militar. Por ejemplo, para poner un satélite de observación específico sobre una zona de conflicto cuando se está produciendo éste.

El proyecto Aldebarán, como se ha bautizado a este minilanzador, arrancó en 2007, estando previsto el primer lanzamiento para 2014. En cualquier caso, el proyecto está aún en Fase 0, o de viabilidad. Es decir, aún puede pasar cualquier cosa: puede cambiar de configuración, o incluso puede que no llegue a ver la luz nunca (algo a lo que ya estamos demasiado acostumbrados en estos temas del espacio). Pero, en cualquier caso, es una magnífica noticia que España participe en un proyecto así como socio principal del proyecto. Y es una magnífica noticia para la industria aeroespacial española.

Y es que esto permitirá a nuestra industria subir un peldaño importante en el desarrollo de sistemas espaciales, desarrollando nuevas capacidades que nos sirvan para poder aspirar a tener un mayor peso en el contexto internacional del sector espacial en el futuro. Es una de las consecuencias positivas de la importante noticia que ya publicaba por aquí hace un año cuando anunciaba que, por fin, tras años de cicatería, nuestro gobierno apostaba por el sector espacial, publicando un Plan Estratégico del Espacio y aumentando nuestra participación en la ESA hasta el nivel que nos corresponde en base a nuestro PIB: el 8% de las aportaciones globales a la agencia (históricamente hemos estado siempre alrededor del 4%). Si además consideramos el lanzamiento del programa franco-español Aldebarán, y de los dos satélites puramente españoles de observación de la Tierra (Seosat) que también están en proyecto, no podemos hacer más que congratularnos por el hecho de que por fin se le preste un poco de atención a este sector estratégico de la industria española.

22 enero 2008

Un poco de demagogia monetaria

Los crónicos problemas de presupuesto en la NASA parece que empiezan a afectar directamente al programa Constellation (es decir, al Ares/Orión, o sucesor del transbordador, para los "no iniciados"). Para llevar a cabo el proyecto, la NASA tiene un déficit de 700 millones de dólares que, a pesar de todos los intentos, parece que no va a ser cubierto en los próximos presupuestos. Así que se están planteando alternativas para salir del paso.

Como ya prácticamente se ha recortado todo lo recortable, se están empezando a asumir retrasos en el programa. El primer retraso oficial (aunque sin reconocerlo explícitamente) ya lo anunció Griffin recientemente al hablar del lanzamiento de la primera misión del Orión en 2015 (el objetivo inicial, marcado en su día por el propio Bush, era 2014). Ahora se intenta no mover esa fecha, pero se anuncian retrasos en los hitos intermedios.

La cuestión es que Griffin espera disponer de más fondos a partir de 2010, cuando se cancele el programa del transbordador (si es que finalmente se cancela realmente en esa fecha, que como ya sabéis, últimamente está en entredicho). Así que su idea es ralentizar el programa Constellation de aquí a 2010, para luego acelerarlo entre 2010 y 2015, aprovechando los fondos liberados por el Shuttle. Una apuesta arriesgada: ya sabemos que a menudo los retrasos son difíciles de recuperar más adelante, por mucho dinero que se ponga.

En cualquier caso, me parece a mí que esto ya no lo van a ver ni Bush ni Griffin. Bueno, verlo lo verán, pero desde la barrera. Porque si, como es de prever, el próximo inquilino de la Casa Blanca es un demócrata, lo más normal es que cambie también el Administrador de la NASA (por ser éste un cargo político, nombrado por el Presidente). Y con esos previsibles cambios por delante, quién sabe cómo evolucionará el programa de aquí a 2015; aún puede pasar cualquier cosa, y en cualquier dirección.

De todas formas, esta pequeña noticia no habría motivado esta entrada del blog de no haber coincidido en el tiempo (mi tiempo, quiero decir) con otro detalle más o menos relacionado. Y es que, leyendo sobre estos temas de los presupuestos de la NASA y los presupuestos generales norteamericanos para 2008, me he dicho: ¿por qué no pruebas a buscar en Google los presupuestos USA para 2008, para ver de primera mano los números destinados al programa espacial, y esas cosas? Y claro, como casi siempre que se le pide algo, San Google me ha dado la respuesta: un link a la página de la Casa Blanca, con todo lo que siempre quiso saber sobre los presupuestos generales de los Estados Unidos y nunca se atrevió a preguntar. Cantidades ingentes de información, presentada de forma exquisita. Y es que, ante un tema así, uno esperaría encontrarse (si acaso) con un infumable documento de cientos de páginas que aburriría al más pintado… Pues sí, de esos hay varios, pero para los vagos como yo también están los presupuestos ya digeriditos, en formato Excel. Toma ya. Eso es eficiencia, sí señor. Un diez para el gobierno norteamericano en este aspecto. (Por cierto, por si a alguien se le ocurre hacerse la pregunta: ¿cuál es el equivalente aquí en España? Pues sí, los presupuestos generales del Estado también están publicados en la web del Ministerio de Hacienda, y son fáciles de encontrar. Pero aquí acaba todo parecido: primero, para encontrar el resumen con los números, que es lo que nos importa, te pasas un rato hurgando entre diferentes documentos; y luego, para entenderlo, casi te hace falta un máster en economía. Aún así, creo haberme enterado de algo, que usaré luego como comparativa. Pero vamos, nada que ver con la claridad con que esto está hecho por la Casa Blanca. Chapó por ellos.)

Bueno, al grano: con esta tablita Excel tan maja y tan clarita, uno puede empezar a comparar con números reales lo que en su día simplemente insinuaba cuando hablé sobre esto hace año y medio. Es decir, comparar los presupuestos de la NASA con los presupuestos militares norteamericanos, por ejemplo. ¿Demagogia? Bueno, pues sí, un poco. Pero también es demagogia, mucha más, decir que la actividad espacial es un gasto poco menos que inútil (como dicen muchos), sin saber siquiera cuánto supone ese gasto.

Pues bien, vamos a ver números. En mi artículo de junio de 2006 decía que el presupuesto de la NASA representaba el 0,7% del presupuesto federal de los Estados Unidos. Pues bien, la situación ha empeorado, en términos relativos. Aunque el presupuesto global de la agencia, en números absolutos, se ha mantenido prácticamente invariable desde entonces, su porcentaje con respecto a la totalidad se ha reducido hasta un 0,55% en 2007 (15.420 millones de dólares, para un presupuesto global de 2.784.267 millones). Para 2008 la situación no cambia mucho: el 0,57%, que son 16.595 millones.

¿Y cuánto es el presupuesto de Defensa, comparado con esto? Veamos… pues nada, el mantenimiento de la hegemonía mundial “sólo” les cuesta el 20,5% de su presupuesto nacional. No sé vosotros, pero yo me he quedado pasmado, sinceramente. Claro que uno tampoco es experto es estas cosas, así que a ver si va a ser lo normal en casi todos los países, he pensado… Así que, ni corto ni perezoso, me he puesto a ojear los Presupuestos Generales del Estado (el estado español, se entiende) para 2008 ¿Cuánto gastamos nosotros en Defensa, en porcentaje del presupuesto nacional? Pues, atención… ¡un 2,3%! Sí, 10 veces menos que los americanos, en términos relativos. Claro que en números absolutos es casi peor: con el presupuesto de Defensa americano, nosotros nos apañaríamos para sacar adelante el país entero, y aún nos sobraría para algunas alegrías. Y eso al actual cambio de 1,44 dólares por euro… Jo, qué pobres somos…

Así pues, haciendo el ejercicio de demagogia que comentaba antes, ¿cuánto costaría en términos relativos doblar (sí, he dicho doblar, duplicar, multiplicar por dos) el presupuesto de la NASA? Pues podría conseguirse sin más que reducir en un 2,7% el presupuesto militar de los Estados Unidos; dudo que afectase seriamente a su posición en el contexto internacional. ¿Y darle a Griffin el capricho de los 700 millones que le faltan para sacar adelante el programa Constellation que le encargó el Presidente? Pues se arreglaría con un mísero 0,1% de reducción de los presupuestos militares un solo año. Que si se hace de aquí a 2010 (que es el periodo en cuestión) se quedaría en una reducción del 0,03% de los gastos de Defensa durante esos tres años. Por verlo más claro: si ganas 2000 euros al mes, es como si dieras una limosna de 60 céntimos una vez al mes, durante tres meses.

En fin, la próxima vez que alguien os diga que por qué gastar tanto en hacer ciencia en el espacio en lugar de dar de comer a los pobres del mundo, contadles lo que supone esta ciencia en comparación con lo que se gasta en prepararse para la guerra. Tan demagógica es la pregunta como la respuesta, pero al menos esta última se basa en datos objetivos.

Presupuesto EE.UU. 2008 (tabla Excel resumen)
Presupuestos Generales del Estado para 2008 – España (resumen, pero de Excel ná)

12 enero 2008

Columbus subirá al espacio el 7 de febrero… si no hay más sorpresas

Parece que la resolución de los problemas con los sensores ECO va viento en popa, y la NASA ha anunciado formalmente el lanzamiento de la misión STS-122, con el Columbus a bordo, para el próximo 7 de febrero.

Dos meses de retraso sobre la fecha inicialmente prevista, que esperemos que no afecten drásticamente al proceso de montaje de la Estación Espacial Internacional. Recordemos que, si se cumple la retirada inexorable del Shuttle en 2010, como pidió Bush y ratificó Griffin, el calendario está muy apretado para poder llevar a cabo todos los vuelos necesarios. Es decir, que unos cuantos retrasos como éste podrían provocar que algún elemento de la estación se termine quedando en tierra. Pero bueno, por otro lado tenemos al Congresista Weldon llevando la contraria a su presidente y pidiendo que se asegure la posibilidad de mantener el Shuttle más allá de 2010 si fuera necesario… En fin, ya veremos cómo termina todo esto.

Lo curioso de todo este tema, desde mi punto de vista, es lo de la avería de los sensores ECO. Voy a ponerme un poco crítico con esto…

Veamos: es un problema que lleva años ocurriendo de forma recurrente, aunque hasta ahora siempre parecía irse soslayando de una forma u otra. En diciembre, tenemos el problema definitivo cuando va a lanzarse la misión STS-122 y los sensores parecen volverse locos, esta vez más que nunca, hasta el punto de que nadie se fía lo más mínimo de ellos y se decide cancelar el lanzamiento mientras se estudia el problema. En paralelo, se filtran unos mails internos de la NASA donde altos cargos confiesan que el problema podría ser imposible de solucionar, y que están totalmente perdidos en cuanto a la fiabilidad de dichos sensores… Y ahora resulta que todo va a solucionarse con unas gotitas de estaño. ¿Soy muy retorcido, o esto huele a que nadie se había tomado el problema en serio hasta ahora, resultando ser una chorrada que podría haberse solucionado hace años?

Vale, primero habrá que demostrar que realmente el problema está resuelto. Y además, también tenemos que reconocer que a veces los problemas más difíciles de solucionar, los que nos dan más quebraderos de cabeza, terminan por ser los más simples cuando se da con ello. Pero no deja de resultar chocante, la verdad.

¿Por qué hablo de unas gotitas de estaño? Pues porque todo apunta a que el problema se producía en un conector, en un simple enchufe, para entendernos, que no hacía buen contacto en algunas ocasiones por posibles holguras entre los elementos macho y hembra (probablemente favorecido por las dilataciones-contracciones que tenían lugar en el entorno criogénico en el que se hallaban inmersos, en el depósito de hidrógeno del transbordador, a -253 ºC). Y la solución va a ser soldar los elementos macho y hembra del conector, para así asegurar un buen contacto eléctrico en cualquier caso. Así de sencillo.

En fin, esperemos que realmente sea ésta la solución definitiva. Entre tanto, esperaremos al 7 de febrero con los dedos cruzados. A ver si finalmente Europa llega a ver su módulo en el espacio, que entre unas cosas y otras, parece que el Columbus está gafado…

(En las fotos que acompañan a esta entrada -cortesía NASA-, los conectores de los sensores y la “sofisticada” solución que se les está aplicando.)

11 enero 2008

Sobre Arte, Universo, Planetario de Madrid… y Murphy

Todos sabemos que el Cosmos se mueve bajo la Ley de la Gravitación Universal, pero lo que está clarísimo es que la Humanidad se mueve bajo los dictados de la Ley de Murphy. Es implacable.

Ayer, 10 de enero de 2008 a las 18:34 (GMT+1), después de casi dos semanas desde mi escrito al Planetario de Madrid sobre la exposición “Arte en el Universo” y su coincidencia con uno de mis libros (ver entrada anterior), perdía las esperanzas de provocar alguna reacción y decidía publicar en este blog mi opinión al respecto. Pues bien, aquí interviene Murphy: a las 10:34 de hoy, exactamente 16 horas después de publicar esa entrada en el blog (ni un minuto más, ni un minuto menos), recibía un correo del Jefe Técnico del Planetario de Madrid, como responsable de la exposición.

Y ahora escribo esto para rectificar, dado que tras leer su amable y extenso escrito, he quedado convencido de que todo ha sido simplemente una curiosa casualidad. Algo que, si solo hubiera sido por los contenidos, nunca hubiera dudado, pero que ante la coincidencia exacta del título, y con una frase de arranque de la presentación de la exposición que recordaba mucho en su fondo a la de arranque de la presentación de mi libro, la verdad es que me hizo desconfiar enormemente en un principio. Al fin y al cabo, no es que el título de mi libro sea el más original del siglo, pero tampoco era simplemente algo así como “Las fotografías del Hubble”… Pero en fin, las coincidencias existen, y parece que ésta es una de ellas.

Como digo, en su escrito lamentan que la coincidencia me haya llevado a pensar en algo más de lo que es en realidad, y afirman que en caso de haberse inspirado en el libro, que aseguran no haber conocido hasta después de montar la exposción, no habrían tenido ningún inconveniente en reflejarlo así. Les creo: su escrito parece sincero y es de una corrección exquisita. Así que rectifico lo dicho en la entrada anterior. Lástima que Murphy no sólo haya provocado este malentendido, sino que encima haya provocado estas dos entradas seguidas sobre el tema, por unas míseras 16 horas de diferencia. Como decía, este Murphy es implacable…

10 enero 2008

Arte en el Universo ¿Casualidad, o algo más?

¿Casualidad o no tanto? Ultimamente he encontrado dos casos de utilización de este título para un contenido idéntico (en la idea, no en el detalle) a mi libro del mismo título, publicado en 2003.
El primer caso del que tuve constancia, hace unos meses, fue una exposición del Planetario de Madrid, producida por el propio planetario. Un lugar en cuya librería se vendía hace algún tiempo (la última vez que fui, coincidiendo con la exposición, ya no lo vi) mi libro, Arte en el Universo. Curiosamente, además, la primera frase de la descripción de la exposición recuerda bastante a la primera frase de la reseña que aparece en la contracubierta de mi libro. O a lo mejor es que yo soy muy malpensado…

El segundo caso es un vídeo de YouTube, a cuyo título le han añadido “El” delante. Me he puesto en contacto con la persona que lo colgó allí, para saber el origen del título (en este caso veía más posible que pudiera ser pura casualidad), y, tras tres semanas y un par de amables insistencias, aún estoy esperando respuesta. Eso sí, acabo de comprobar que ha retirado el vídeo (podéis comprobarlo si pincháis el link anterior, que funcionaba hace apenas unos días). No era mi intención: simplemente le preguntaba si se había basado en mi libro, y en caso afirmativo, le pedía que lo mencionara en unos créditos finales. Su acción retirando el vídeo (e incluso eliminando su cuenta de usuario) me parece desproporcionada, pero parece confirmar que lo del título y el contenido tampoco en este caso era casualidad.

No estoy hablando de plagio, en sentido estricto. En ningún caso hablamos de un libro, ni tampoco el contenido de la exposición o del vídeo son idénticos a mi libro (bueno, en el caso de la exposición, un buen número de fotos son las mismas; pero son fotos de libre acceso, y podría suponerse que los del planetario y yo tuvimos gustos similares al hacer la selección…). Pero sí creo que mi libro ha servido de inspiración para estos productos. Lo cual me halaga, pero creo que lo apropiado en estos casos hubiera sido hacer una pequeña mención al motivo de dicha inspiración (bastaría una de esas frases en letra pequeña que nadie lee, al final de la presentación de la exposición, por ejemplo, diciendo algo así como “Inspirado en el libro ‘Arte en el Universo’, de Javier Casado”). No creo que costase nada hacerlo así, y yo me habría sentido bastante más complacido, y no me habría quedado con la cara de tonto que se me quedó cuando me encontré por casualidad con la exposición en el planetario. Sinceramente, me pareció feo. No costaba nada hacerlo bien, creo yo; es decir, simplemente contactarme para pedirme permiso, que les hubiera concedido sin problema, sin más que hacer referencia al origen “en letra pequeña”.

Según me han informado, podría exigir al Planetario de Madrid que rectificase, como mejor me pareciera. Aunque el tema de la similitud de los contenidos es algo más complicado de demostrar (requeriría un peritaje), el título de mi libro está protegido, y no puede utilizarse para actividades como la citada exposición sin autorización expresa. Pero, la verdad, no me parece que merezca la pena; ¿qué iba a hacer, obligarles a retirar la exposición? Pues no es lo que quiero, si precisamente son actividades como éstas lo que hace falta en este país. ¿Quizás podría pedirles que me mencionaran? Pues sí, y así lo he hecho, sin éxito. No desmienten el origen de la exposición, pero tampoco se molestan en reconocerlo. ¿Podría exigírselo? Parece que legalmente sí, pero, sinceramente, aparte de satisfacer mi ego, no creo que mereciera el esfuerzo desde ningún otro punto de vista. Así que creo que lo dejaré estar. Pero, repito, me parece que lo que han hecho, de la forma que lo han hecho, está bastante feo.