09 octubre 2007

Charlando con Von Braun

Edgardo Maffía nos envía una bonita historia desde Buenos Aires, cuando, siendo un niño, tuvo el privilegio de poder conversar con Von Braun. Os dejo con sus palabras, junto con la fotografía que inmortalizó el momento. Gracias, Edgardo, por compartirlo:

Hola Javier: Cuando tenía 11 años, me interesó la cohetería, así que en el colegio pedorro donde hice parte de la primaria, me inscribí para hacer una maqueta. Como de la maqueta a armar un cohete para mi era un pasito, me fui a verlo a Von Braun, que visitaba por aquel entonces Argentina.
Lo agarré a la salida de lo que en aquella época era la Secretaría de Aeronáutica (Creo que en la calle Juncal y Cerrito) luego demolida para hacer la ampliación de la Av. 9 de julio.
Charlé 15 minutos con el, asistido por el señor que está en la foto y también por el Ing. Teófilo Tabanera, que los acompañaba.

Un Señor de la Fuerza Aérea (Suboficial Mayor Carlos Omar Gianera) me sacó la foto. Acababa de cumplir 12 años el día anterior, así que me acuerdo la fecha (21/10/63). Esta foto, fue el mejor regalo de cumpleaños que tuve en mi vida.

Al día siguiente mi casa era un hervidero de periodistas, porque había salido la noticia en varios diarios (que conservo y pongo a tu disposición).

Para mi, ese fue uno de los momentos remarcables de mi vida y esa época signó mi futuro; que no se orientó a la Astronáutica, pero si a las Ciencias.

Ahora tengo 55 años y muy buenos recuerdos de todo eso.
Te mando un abrazo.

Edgardo Maffía
Buenos Aires – Argentina
maffia@ieee.org

08 octubre 2007

50 AÑOS

Hace 50 años nació la Era Espacial. ¿Qué escribir para conmemorar un evento así? ¿Qué escribir para un blog como éste, que pretende aportar algo más que lo que podemos leer en cualquier otro sitio? Porque siento que no puedo pasar por un aniversario tan importante sin hacerle honor, y al mismo tiempo es difícil decir algo que no se haya dicho ya en decenas de sitios... o que no haya escrito yo mismo recientemente para alguna publicación. Así que creo que lo único un poco especial que puedo hacer (y tampoco es que sea muy original, pero en fin...) es tratarlo desde el punto de vista personal, dejando que leáis en otros sitios la apasionante historia de cómo se gestó esta histórica empresa o el impacto que tuvo sobre el mundo (el número de Espacio del mes de septiembre es un buen lugar, si me permitís recomendarlo; en un pequeño especial que publica sobre el aniversario, Manuel Montes nos regala un magnífico artículo sobre la historia del desarrollo y el lanzamiento del Sputnik, y yo hago mi aportación personal con otro sobre el impacto sociopolítico que el hecho tuvo sobre la sociedad occidental; un fragmento de mi artículo lo podéis leer también online).

Pero, antes de empezar a reflexionar sobre lo que la actividad espacial ha aportado a la Humanidad en estos 50 años, dejadme recordar que éste es un año de lo más especial para todos los amantes de la Historia de la Exploración Espacial. Y es que éste es un año de aniversarios, de muchísimos aniversarios. Por ejemplo, es el 150º aniversario del nacimiento de Tsiolkovsky, uno de los más relevantes padres de la astronáutica; es también el centenario del nacimiento de Korolev, el principal artífice del programa espacial ruso, y el responsable de que este año celebremos el cincuentenario del Sputnik; también se cumple este año el 30º aniversario de la muerte de Wernher von Braun, la persona que consiguió lanzar la cohetería a nivel mundial y el más carismático promotor de la astronáutica en toda su historia; y, aunque reconozco que esto lo nombro por razones algo subjetivas (aniversarios de misiones podríamos encontrar decenas), también se cumple el 30º aniversario del lanzamiento de las sondas Voyager, para mí las más románticas representantes de la exploración no tripulada del espacio, por múltiples razones, como ya escribí por aquí en su día.

Pero no cabe duda de que el principal aniversario es el del lanzamiento del Sputnik: con él dio comienzo la Era Espacial. Por él, el mundo se embarcó en una carrera político-tecnológica que primeramente puso al hombre en el espacio, y finalmente culminó con su llegada a la Luna. Con él, la Humanidad se adentró en un nuevo terreno, se abrió una nueva frontera de incalculable (y en gran medida desconocido) potencial, que nos llevaría a una callada pero espectacular revolución tecnológica que hoy todos consideramos cotidiana, pero que en gran medida es mucho más que lo que en los años 50 y 60 se esperaba para el famoso “año 2000”.

Y es que, aunque no nos vistamos con mallas blancas y hombreras descomunales, como se pintaba a los “humanos en el 2000”, aunque sigamos comiendo jamón y no pastillitas (afortunadamente), y aunque no vivamos en colonias espaciales que se desplazan a través de la galaxia, como se especulaba para nuestra época actual en aquellos años de tremenda revolución espacial, lo cierto es que, sin darnos cuenta, vivimos en un mundo inimaginable en aquellos años.

Al hablar de la astronáutica y la exploración espacial, solemos pensar en la parte más vistosa de la misma: la tripulada. Y es cierto que en ese terreno no se han dado pasos espectaculares desde que llegamos a la Luna en 1969. De hecho, en cierto modo hasta hemos ido hacia atrás, al menos en apariencia… Pero en otras facetas, lo que nos ha aportado la Era Espacial ha sido espectacular.

Lo más evidente, cuando pensamos en los beneficios de esta actividad, son las telecomunicaciones: telefonía, radio y televisión transmitidas en directo entre dos lugares cualesquiera del mundo; la capacidad de recibir o transmitir información desde cualquier lugar inhóspito (una científico en la Antártida, un navegante en medio del océano, o un soldado en medio del desierto) sin más que un pequeño equipo… todo eso era algo impensable hace sólo 50 años.

Pero no se trata sólo de las comunicaciones: saber si mañana debemos coger el paraguas o si será un buen día para irnos a la montaña, es algo que también debemos en buena parte a los satélites meteorológicos. Sin ellos, esta ciencia nunca podría haber llegado al nivel que tiene hoy día.

Nuestro futuro también se ve ayudado por estos olvidados aparatos herederos de aquel pequeño Sputnik de 1957: el descubrimiento del agujero de ozono sobre la Antártida, la evidencia del avance de la deforestación o la desertización, el seguimiento del calentamiento global de los océanos o del retroceso de los hielos en los polos son sólo algunos ejemplos de cómo las aplicaciones espaciales nos pueden ayudar a comprender mejor nuestra interacción con nuestro planeta. Que sepamos utilizar adecuadamente esta información ya es otra cuestión…

También cuando comemos pescado, en buena medida estamos utilizando indirectamente tecnología espacial. No sólo los barcos navegan y se comunican vía satélite, sino que también algunos países utilizan la información obtenida de sus ingenios espaciales para dirigir sus flotas hacia los bancos de peces, maximizando así las capturas. Después, otros satélites podrán confirmar cómo se esquilman los océanos en parte gracias a esa misma tecnología…

Y el GPS, y la observación del cosmos, y la predicción y seguimiento de catástrofes naturales, y la verificación de tratados de desarme, y la militarización del espacio… Sí, cosas buenas y no tan buenas, como sucede con cualquier tecnología. Pero que, sin duda, han cambiado el mundo, aunque ni siquiera nos hayamos dado cuenta.

Las fronteras del espacio están abiertas: sólo nos falta zambullirnos en él.