Finalmente, el Administrador Griffin ha abandonado la NASA. Su renuncia, presentada al nuevo presidente de los Estados Unidos, se hizo efectiva ayer día 20 de enero, día de la toma de posesión de Barack Obama, a las 12:00.
Griffin ha actuado así como se requiere de cualquier administrador ante la llegada de un nuevo ocupante a la Casa Blanca: presentando su renuncia como acto de cortesía, en espera de que el nuevo presidente la acepte o la rechace. Obama la ha aceptado.
La noticia no tendría más relevancia, al ser lo habitual en estos casos, de no haber sido por la intensa campaña orquestada en los últimos meses por los partidarios de Griffin para que Obama lo mantuviera en su puesto. Campañas de recogida de firmas por internet, apoyo explícito de senadores, frecuentes visitas privadas de Griffin al Congreso y al Senado supuestamente en busca de esos apoyos, y reiterados discursos públicos en los que expresaba su deseo de permanecer en el puesto fueron sólo algunas de las acciones sin precedentes tomadas para convencer al nuevo presidente de la conveniencia de mantener a Michael Griffin al frente de la NASA. Pero todas ellas palidecen ante la campaña iniciada a finales de año por la propia esposa de Griffin, pidiendo explícita y públicamente que se ayudase a su marido a mantener su trabajo.
Pues bien, todas estas campañas al final no han funcionado. De hecho, en las últimas semanas se ha rumoreado que incluso podría haberle salido el tiro por la culata, y que tanta campaña al final habría resultado contraproducente al crear malestar en el entorno del equipo del nuevo presidente. Si a esto le unimos el choque frontal de Griffin con el equipo puesto por Obama para inspeccionar los entresijos de la NASA, es posible que el malestar haya sido doble. Sin olvidar que a todo mandatario le gusta poner a gente de su confianza al frente de los principales organismos del estado, y puede que Obama ya tuviera algún otro nombre en mente para llevar la NASA, aunque esto no lo sabemos.
Lo único claro es que Griffin dejó ayer su despacho, dejando el mando de la agencia de forma interina en manos del Administrador Asociado, Christopher Scolese, en tanto el nuevo presidente nombra a la persona que debe sustituirle. Aunque se han oído rumores que apuntaban hacia varios nombres, entre los que habría astronautas, burócratas y militares, lo cierto es que por el momento no se conoce quién podría ser el designado finalmente.
Todos los norteamericanos y buena parte de la población mundial esperan que se inicie una nueva era en la política norteamericana con la llegada de Barack Obama a la presidencia. Sin embargo, no está tan claro qué puede suceder en el seno de la NASA con el cambio de administrador. Griffin era hasta ahora el gran valedor de la Visión para la Exploración del Espacio instituida por el presidente Bush en enero de 2004, y el principal artífice de la actual arquitectura de los lanzadores que se están desarrollando para sustituir al Shuttle y servir como principales elementos de la “visión” en el futuro. Aunque Obama ha declarado que apoya la “visión”, su postura al respecto ha parecido oscilar hacia uno y otro lado durante la campaña, por lo que su compromiso en este aspecto no es demasiado claro. Y con fuertes opositores a la arquitectura actual del programa Constellation en el seno de la industria aeroespacial y círculos próximos a la NASA, muchos temen también por el futuro inmediato del programa. Los análisis realizados por el equipo de transición enviado por Obama a la NASA estudiando qué pasaría si se cancelase el Ares 1 (se supone que cambiándolo por derivados de lanzadores en activo) no tranquilizan demasiado a los que temen que el futuro del programa Constellation pueda estar en juego.
En fin, en cualquier caso, todo esto no son más que conjeturas, y habrá que esperar unos meses no sólo para ver quién será el próximo administrador de la agencia espacial norteamericana, sino cuál será su política en el campo de la exploración espacial tripulada. Entre tanto, sólo queda decir una cosa: Adiós y suerte, Sr. Griffin.
Griffin ha actuado así como se requiere de cualquier administrador ante la llegada de un nuevo ocupante a la Casa Blanca: presentando su renuncia como acto de cortesía, en espera de que el nuevo presidente la acepte o la rechace. Obama la ha aceptado.
La noticia no tendría más relevancia, al ser lo habitual en estos casos, de no haber sido por la intensa campaña orquestada en los últimos meses por los partidarios de Griffin para que Obama lo mantuviera en su puesto. Campañas de recogida de firmas por internet, apoyo explícito de senadores, frecuentes visitas privadas de Griffin al Congreso y al Senado supuestamente en busca de esos apoyos, y reiterados discursos públicos en los que expresaba su deseo de permanecer en el puesto fueron sólo algunas de las acciones sin precedentes tomadas para convencer al nuevo presidente de la conveniencia de mantener a Michael Griffin al frente de la NASA. Pero todas ellas palidecen ante la campaña iniciada a finales de año por la propia esposa de Griffin, pidiendo explícita y públicamente que se ayudase a su marido a mantener su trabajo.
Pues bien, todas estas campañas al final no han funcionado. De hecho, en las últimas semanas se ha rumoreado que incluso podría haberle salido el tiro por la culata, y que tanta campaña al final habría resultado contraproducente al crear malestar en el entorno del equipo del nuevo presidente. Si a esto le unimos el choque frontal de Griffin con el equipo puesto por Obama para inspeccionar los entresijos de la NASA, es posible que el malestar haya sido doble. Sin olvidar que a todo mandatario le gusta poner a gente de su confianza al frente de los principales organismos del estado, y puede que Obama ya tuviera algún otro nombre en mente para llevar la NASA, aunque esto no lo sabemos.
Lo único claro es que Griffin dejó ayer su despacho, dejando el mando de la agencia de forma interina en manos del Administrador Asociado, Christopher Scolese, en tanto el nuevo presidente nombra a la persona que debe sustituirle. Aunque se han oído rumores que apuntaban hacia varios nombres, entre los que habría astronautas, burócratas y militares, lo cierto es que por el momento no se conoce quién podría ser el designado finalmente.
Todos los norteamericanos y buena parte de la población mundial esperan que se inicie una nueva era en la política norteamericana con la llegada de Barack Obama a la presidencia. Sin embargo, no está tan claro qué puede suceder en el seno de la NASA con el cambio de administrador. Griffin era hasta ahora el gran valedor de la Visión para la Exploración del Espacio instituida por el presidente Bush en enero de 2004, y el principal artífice de la actual arquitectura de los lanzadores que se están desarrollando para sustituir al Shuttle y servir como principales elementos de la “visión” en el futuro. Aunque Obama ha declarado que apoya la “visión”, su postura al respecto ha parecido oscilar hacia uno y otro lado durante la campaña, por lo que su compromiso en este aspecto no es demasiado claro. Y con fuertes opositores a la arquitectura actual del programa Constellation en el seno de la industria aeroespacial y círculos próximos a la NASA, muchos temen también por el futuro inmediato del programa. Los análisis realizados por el equipo de transición enviado por Obama a la NASA estudiando qué pasaría si se cancelase el Ares 1 (se supone que cambiándolo por derivados de lanzadores en activo) no tranquilizan demasiado a los que temen que el futuro del programa Constellation pueda estar en juego.
En fin, en cualquier caso, todo esto no son más que conjeturas, y habrá que esperar unos meses no sólo para ver quién será el próximo administrador de la agencia espacial norteamericana, sino cuál será su política en el campo de la exploración espacial tripulada. Entre tanto, sólo queda decir una cosa: Adiós y suerte, Sr. Griffin.
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