16 octubre 2009

Documento inédito: Australia pudo crear su propia nave espacial en 1957

Como lo oís, acaba de salir a la luz: el 30 de octubre de 1957, cuando no había pasado ni un mes desde el lanzamiento del Sputnik, se recibía en la base de lanzamiento australiana de Woomera una carta conteniendo los planos de la que podría haber sido la primera nave espacial australiana. Lamentablemente, la desidia administrativa hizo que este documento de valor incalculable acabase perdido en los archivos sin que nadie se molestase en prestarle atención.

Ahora, 52 años después, alguien ha encontrado por casualidad este documento perdido en los Archivos Nacionales de Australia, y, sin poder dar crédito a lo que veía, ha decidido sacarlo a la luz. Aquí tenéis este documento inédito, que a partir de ahora tendrá que formar parte de la historia de la exploración espacial (gracias a José Manuel “Gizmo”, de Sandglass Patrol, por haberme hecho descubrir esta fascinante historia):


Esta extraordinaria carta firmada por Denis Cox, autor intelectual del diseño conceptual de la nave, iba a ser dirigida inicialmente “a un científico” de la base de Woomera, pero su autor lo pensó luego mejor… su destinatario debería ser “un gran científico”, alguien que realmente pudiera apreciar el valor de su contenido. Y es que en ella no sólo se esbozaba el diseño de dicha nave, sino que, además… ¡se preveía equiparla con torpedos aéreos, o misiles! Obviamente, un diseño así no podía caer en las manos de cualquier cientifiquillo de tres al cuarto…

Cox había diseñado su nave con cuatro reactores Rolls Royce que podrían encenderse de forma individual, además de haber tenido en cuenta el dotarla de un radar que bien podría servir tanto para el combate como para llevar a cabo complejas maniobras de encuentro espacial que por entonces pocas personas eran aún capaces de imaginar. Y, por supuesto, la nave llevaría los emblemas australianos, elevando el prestigio de su nación hasta cotas nunca soñadas hasta entonces. El diseño básico, la genialidad de la idea, quedaba así plenamente plasmada. Los detalles, según indicaba Cox en su carta, los dejaba ya en manos de los científicos.

Lamentablemente, parece que la burocracia administrativa impidió que este documento de valor incalculable llegase a manos del gran científico al cual iba dirigido. Por el contrario, la carta quedó perfectamente archivada pero relegada al olvido, impidiendo así a la gran nación australiana subirse al vagón de cabeza del tren de la exploración espacial. Denis Cox ni siquiera recibió la respuesta que solicitaba en su texto. Sin embargo, hoy el valor de su ingenio ha sido reconocido, y es muy probable que ahora, 52 años después, el gobierno australiano se ponga finalmente en contacto con su autor (que ya ha sido localizado) para agradecerle oficialmente esta aportación a la ciencia de su país, lamentablemente echada a perder por la desidia y la burocracia. Hoy, Denis Cox es un hombre famoso en Australia. Lástima que el reconocimiento le haya llegado un poco tarde…


No podía cerrar esta entrada sin hacer un comentario más serio sobre una historia que me parece entrañable. Primero, porque todos hemos sido niños, y muchos hemos soñado con diseñar nuestros vehículos, sean coches, aviones o naves espaciales, aunque muy pocos hayamos sido tan osados o soñadores como para enviárselos a “un gran científico” que fuese capaz de convertirlos en realidad. Pero además de esto, creo que esta bonita historia refleja la fascinación que la infancia y la juventud sentía en los años 50 y 60 por la astronáutica y la exploración espacial. Lamentablemente, hoy gran parte de esa fascinación se ha perdido. Ojalá todavía podamos ver alguna generación de niños que sueñen con la ciencia y la tecnología como lo hizo Denis Cox en 1957.

2 comentarios:

Alberto dijo...

jajaja! yo creo que los que te leemos somos todos un poco Denis Cox

Carlo dijo...

Excelente entrada. Yo de niño también hacía mis proyectos de aviones, helicópteros y naves espaciales. Hasta inventé un par de máquinas de movimiento perpétuo. Pero nunca me tomé el trabajo de enviarlos a un "gran científico".