31 enero 2008

Korolev: el gran desconocido

Esta es una historia triste: la de Sergei Korolev y sus familiares más íntimos. La de un hombre que lo dio todo por llevar a su país a lo más alto, sin recibir nunca el reconocimiento público por ello. Algo que, probablemente, quien más lo sufrió fue su familia.

Su hija, Natalia Koroleva, está hoy en Huntsville, Alabama, sede del Centro Marshall de la NASA en el que trabajó durante años Wernher von Braun, para conmemorar el 50º aniversario del lanzamiento del primer satélite norteamericano, el Explorer, el 31 de enero de 1958. Y allí ha hecho unas declaraciones que realmente te llegan a lo más hondo:

He venido para que conozcáis su nombre”, ha dicho a la prensa, refiriéndose a su padre. Y es que, aunque famoso para los aficionados a la astronáutica, el nombre de Sergei Korolev es un perfecto desconocido para la inmensa mayoría de la población mundial. Una situación que presenta un tremendo contraste con el caso de Wernher von Braun, uno de los personajes más famosos del siglo XX, y consecuencia del opresivo régimen político existente en la URSS durante aquella época.

Cuando el 4 de octubre de 1957 se lanzó el Sputnik, fruto del genio y el empeño de Korolev, su hija Natalia tenía 22 años. El acontecimiento tuvo un impacto indescriptible a nivel mundial, pero la persona que lo había llevado a cabo, y que llevaría sobre sus hombros todo el peso del programa espacial soviético en los años venideros, se mantenía en secreto. El gobierno ruso tenía la paranoia de que si lo hacían público, podría ser secuestrado por agentes extranjeros. Por otra parte, el régimen comunista despreciaba al individuo: los éxitos eran un logro común del gobierno y del país, las personas que estaban detrás de ellos no importaban nada.

Sólo mi madre, mi abuela y yo sabíamos que mi padre era el Diseñador Jefe [como se le nombraba públicamente, sin nunca revelar su nombre o su foto]. Recuerdo cómo algunos de mis amigos se preguntaban quién habría sido la persona que había conseguido este importante logro. Y yo tenía que permanecer en silencio. No podía decirles que era mi padre”.

Como decía al comienzo, quizás lo más duro lo sufrió su familia. Al fin y al cabo, Korolev perseguía su sueño, trabajaba haciendo realidad la pasión de su vida, y aunque no se le pagase con el reconocimiento público, esto era probablemente suficiente para él. Pero su familia tenía que sufrir su ausencia durante las largas jornadas de trabajo y durante las largas temporadas que pasaba lejos de su casa, fuera en Baikonur, en Kapustin Yar, o en cualquier otro lugar de la geografía rusa, para llevar adelante su trabajo. Para su familia, el único consuelo podría haber sido el orgullo público de tener entre ellos al gran diseñador jefe. Pero hasta eso se les negó. Tenían que soportar todos los aspectos negativos del trabajo de su padre y marido mientras se mordían la lengua al cruzarse con sus vecinos.

El nombre y la fotografía de Korolev serían finalmente hechos públicos por el gobierno tras su muerte en 1966. Pero ya era demasiado tarde para que se hiciera famoso. “Los escolares rusos conocen el nombre de Gagarin –cuenta Natalia Koroleva-. Pero no siempre el de mi padre”.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Zimmermann, en su "Adios a la Tierra", incide en esta estúpida manía del secretismo sovético al señalar cómo la información sobre las misiones Salyut se presentaba edulcorada y con tintes triunfalistas a mayor gloria de la ciencia y civilización soviéticas, ocultando los problemas a veces graves que sufrían los astronautas en órbita y los aspectos trágicos en que podían desembocar. Con ello se minusvaloraba la preparación y mérito de estos hombres al presentarlos como héroes perfectos cuasi-robóticos y no como humanos, lo cual todavía revaloriza más sus hazañas. Es algo parecido a lo que le pasó a las familias de los astronautas del Salyut 1, que se vieron sometidas al ostracismo tras la tragedia que supuestamente "deshonraba" la trayectoria triunfal de la cosmonáutica rusa.

Por eso es bueno recordar en días como hoy la tragedia del Columbia y que el salir al espacio, aunque cada vez más recurrente y habitual, sigue siendo una proeza en un medio absolutamente hostil para el hombre.

Saludos

Anónimo dijo...

Javier: ¿para cuándo un libro sobre "los desconocidos héroes del espacio" hablando de los ingenieros y científicos más que de los astronautas?

Salud!

JCasado dijo...

Totalmente de acuerdo, creo que las historias que ocurren "entre bambalinas" son a veces también de lo más interesante. Hombre, el astronauta es el que se enfrenta al riesgo, y eso desde luego tiene su valor, y también debemos reconocer que son personas con una muy buena formación, y capaces también de resolver multitud de problemas que puedan aparecer. Pero los que están por detrás, aunque no tengan el elemento riesgo pendiendo sobre sus cabezas, también pasan por momentos apasionantes. ¿Qué mejor ejemplo que todo lo que rodeó el accidente del Apollo 13? Los verdaderos héroes fueron todo el equipo de tierra que trabajó sin descanso durante días para convertir una previsible tragedia en una misión con final feliz.

Como dije en su día (ahora no sé si en privado a algún lector, o en los foros, o dónde...), por ahora estoy en fase "de descanso" en cuanto a libros, que desgastan mucho, y el gusanillo ya me lo quito con los artículos en revistas y el blog. Pero sí, quizás por deformación profesional, me atraería más un libro sobre los ingenieros y técnicos que sobre los astronautas. Bueno, el primero ya está en camino, el famoso libro de Von Braun que tanto está costando sacar (saldrá, saldrá, pero la historia es un poco surrealista... ya no me atrevo a dar fechas). Otro sobre Korolev estaría muy bien, pero... me dan escalofríos sólo de pensar en empezar de nuevo, la verdad :-)
Por otra parte, hay que reconocer que hay cosas sobre los astronautas que tampoco están nada mal. Ahora mismo me estoy leyendo "Riding Rockets", una especie de autobiografía del astronauta Mike Mullane, y está genial; más centrado en anécdotas y "la vida secreta de los astronautas", pero te ríes un montón. Desde luego, como fuente de anécdotas, creo que un libro sobre astronautas bien enfocado puede resultar de lo más divertido.

¡Saludos!