30 julio 2009

El culebrón Constellation-Augustine continúa…

Y encima se suma Griffin. Ya comentaba yo por aquí no hace mucho que no me extrañaría nada volver a oírle intervenir para defender “su” Constellation del alma, aunque ya no tenga cargo alguno en la NASA (ahora cobra otro buen sueldo como profesor de postín en la Universidad de Alabama en Huntsville). Y es que este hombre no se calla ni debajo del agua…

Lo último ha sido su contribución a la Comisión Augustine. Griffin ha sido invitado por la comisión a presentar su punto de vista sobre el programa Constellation y el futuro de la NASA, y el ex administrador no sólo ha accedido encantado, sino que se ha asegurado de que su carta a la comisión se haga pública a través de los servicios de prensa de su universidad, para que nos enteremos todos de su punto de vista. Vamos, que ha aprovechado la ocasión para volver a hacer un discurso de cara a la opinión pública y, sobre todo, a los políticos.

Pues bien, tengo que decir que personalmente su carta me ha parecido decepcionante, por decirlo de forma suave. Ya que la carta es excesivamente larga para reproducirla aquí, y además es irrelevante en buena parte de su extensión, la resumiré y traeré sólo algunos pequeños extractos de mayor relevancia para comentarlos.

La carta de Griffin se puede definir como un discurso político, y en ocasiones puede decirse que destila cierta vanidad, como cuando declara que “Mi visión por supuesto está influida por mi reciente cargo, durante tiempos muy turbulentos, como Administrador de la NASA. Sin embargo, la importancia de esta visión reside en observaciones realizadas y conclusiones alcanzadas a lo largo de una larga carrera, de ahora ya más de 38 años, en la industria aeroespacial y de defensa de nuestra nación”. Vale, señor Griffin, no creo que nadie cuestione su experiencia y formación técnica, sobradamente conocida en el mundillo; pero ¿no cree que precisamente por eso sobraba repetirlo, especialmente a los expertos miembros de la comisión?

Luego vienen los lamentos: “Mientras escribo esto, la NASA y el programa Constellation están siendo objeto de una amplia aunque superficial crítica”. Y poco más adelante parece que deriva hacia la intimidación: “Su comisión asume una pesada responsabilidad. (…) Debe presentar opciones, pero lo que diga sobre los méritos de cada una de estas opciones importará. (…) Por otra parte, no todas las opciones que le están presentando son, de forma totalmente honesta, responsables, sensibles, o dignas de una gran nación”. Poco más adelante vuelve a los lamentos, hablando en concreto de la actual arquitectura del Constellation pero de forma completamente vaga e irónica: “Como dije en otro sitio recientemente, vuestros gráficos siempre tendrán mejor aspecto que mi realidad”. En el fondo, es todo pura palabrería, pero os presento estos ejemplos para expresaros mi decepción por el contenido y el tono de la carta de Griffin; sinceramente, yo esperaba una exposición más objetiva a favor del actual programa Constellation, no una colección de palabrería entre política y “Vito Corleone”.

Tras esta deprimente introducción (disculpad los adjetivos, esto es un análisis totalmente personal y es simplemente mi opinión), Grffin parece entrar un poco en materia… pero lo hace para quejarse amargamente de los presupuestos. De hecho, se pone a hablar de cómo han evolucionado los presupuestos de la NASA desde 1993. Vale, estupendo, todos sabemos que la cosa no es para tirar cohetes, ¿pero a qué viene esto? Griffin y el programa Constellation en su configuración actual empezaron a desarrollarse en 2005, con unos presupuestos determinados; ¿a qué viene lamentarse de que habían venido bajando desde 1993? También podría haber llorado por no tener los presupuestos del Apollo… Perdonad, pero es que no es serio, parece más una rabieta de niño que un informe objetivo elaborado por parte de quien ha sido todo un Administrador de la NASA. Claro que lo que pasa es otra cosa: que, como decía, la carta es cien por cien pura política, y como tal, palabrería que no hace más que desviar la atención de los hechos que se están escrutando.

La mención a los presupuestos sólo se centra en lo que nos ocupa cuando menciona que “si la NASA estuviera recibiendo hoy la asignación presupuestaria que se estipuló cuando se anunció la Visión para la Exploración en enero de 2004, esta comisión no existiría”. Es decir, se queja de que no le dieron el dinero prometido y que por eso ahora el Constellation tiene problemas. Y es cierto que no se cumplieron las promesas: si miramos lo que dijo Bush el 14 de enero de 2004, la NASA tenía un presupuesto para los próximos cinco años de 86 millardos de dólares, y Bush ofrecía incrementarlo ligeramente hasta 87 para ese periodo (un 1,1% más en total para esos 5 años); el resto tenía que salir de dentro de la agencia (“canibalizando” otros programas, algo de lo que me quejé amargamente en su día). Pero la realidad es que el presupuesto de la NASA durante esos 5 años ni siquiera llegó a la previsión inicial de 86.000 millones, sino que se quedó en 81.100. Efectivamente, la NASA ha tenido 6.000 millones menos de los prometidos durante los últimos 5 años, y Griffin hace bien en recordarlo. Lamentablemente, esto no lo justifica todo; especialmente, no justifica los serios problemas técnicos actuales o las acusaciones de haber pasado por alto alternativas más inmediatas y económicas.

Luego entra al grano con la arquitectura del programa Constellation: “se está diciendo por varios sitios que el diseño de la NASA para acceso a LEO, Ares I, está gravemente equivocado”. A continuación, expone que no se va a poner aquí a razonar técnicamente por qué cree que esto no es cierto, porque esa información la pueden recabar de la NASA, y tiene razón en que no es el lugar, y estoy seguro de que el personal de la NASA ya se habrá ocupado de argumentarlo convenientemente. Pero lo que me parece totalmente fuera de lugar es su discurso político posterior, que, desde mi punto de vista, le deja además “con el culo al aire” en cuanto a que parece indicar que no había sólidos motivos detrás de la decisión de construir un lanzador nuevo en lugar de usar uno ya existente. Reproduzco aquí esa parte completa:

El asunto más crucial atañe a esa opinión tan cacareada de prohibir a la NASA que desarrolle un nuevo sistema para acceso tripulado a LEO, y que dependa únicamente de servicios comerciales. Es mi fundada opinión que la capacidad de un acceso tripulado al espacio independiente y garantizado es estratégica para los Estados Unidos. Afecta a nuestra posición en el mundo; es una demostración a nivel cultural, que dice mucho sobre el tipo de gente que somos o decimos ser. Dicho esto, se deduce que no puede dejarse únicamente a la discreción y la capacidad de entidades privadas, cuyos intereses nunca pueden ni deben ser los del gobierno, la aportación de esta capacidad. Una cosa es decir, como he dicho en muchas ocasiones, que deberíamos comprar servicios comerciales en lugar de usar los del gobierno cuando los primeros estén disponibles; y otra cosa totalmente distinta es que para la mera existencia de una capacidad estratégica seamos rehenes de los vaivenes del mercado comercial”.

¿Qué es lo que me choca profundamente de estas frases de Griffin? Que defiende el desarrollo del Ares I con la excusa (meramente política, por otra parte) de que es necesario desde un punto de vista estratégico para el país tener un sistema de lanzamiento propio de la NASA, en lugar de confiar en servicios comerciales. Dejando aparte que no creo que sea labor de la NASA decidir cuáles son los planes estratégicos para el país en materia de acceso al espacio (para eso están el Congreso y el Senado, aunque la NASA pueda y deba dar su opinión), Griffin está tergiversando los términos para reforzar su mensaje de que un sistema propio es imprescindible. En primer lugar, deriva su discurso hacia la parte comercial más débil, la que todavía no existe más que sobre el papel: los derivados del programa COTS, un programa encaminado a que empresas privadas desarrollen lanzadores y naves capaces de enviar primeramente carga, y en un futuro astronautas, a la órbita terrestre. Pero se cuida mucho de mencionar que ya existen otros sistemas comerciales ampliamente probados y que con pequeños cambios tendrían capacidad suficiente para cumplir esa misión, según se ha demostrado recientemente en contra de anteriores declaraciones de Griffin y su equipo, como serían los derivados del Atlas 5 y el Delta IV Heavy. Y que estos sistemas comerciales y otros similares están siendo utilizados en exclusiva desde hace décadas por las fuerzas armadas de los Estados Unidos para todas sus actividades en el espacio. Si el propio Departamento de Defensa de los Estados Unidos, la parte más estratégica de toda la nación, depende de sistemas exclusivamente comerciales para el acceso al espacio… ¿qué nos está contando, Sr. Griffin? No sólo nos suelta argumentos políticos que no son de su incumbencia: es que, además, son falsos. Yo no sé si el Ares es una buena elección o no, no tengo los datos para saberlo, se supone que ustedes sí. Pero si para justificarlo lo mejor que se le ocurre decir es que es necesario porque el país no puede permitirse depender de empresas privadas para la NASA cuando ya lo está haciendo en el campo de la Defensa, la impresión que me da es que debe tener muy poquitos argumentos de peso a favor del nuevo sistema. Si ésta es la mejor defensa del actual esquema del programa Constellation, apaga y vámonos.

Y para terminar, dedica prácticamente la segunda mitad de su carta a debatir sobre si es mejor ir a la Luna o a Marte. Bien es cierto que la comisión está haciendo un estudio amplio de la situación en la NASA, y sus conclusiones no sólo afectarán a la parte técnica y de gestión sobre cómo llevar a cabo el programa Constellation, sino que pueden afectar al fondo del mismo, es decir, a su objetivo de exploración espacial (que empezó bajo el eslogan “Hasta la Luna, Marte, y más allá”, poco después se quedó en la Luna y gracias, y a día de hoy puede que ya ni eso). Y también es cierto que Griffin, como cualquier otro, es libre de dar su opinión a la comisión sobre cuál cree que debería ser el objetivo a medio y largo plazo del programa espacial norteamericano. Pero personalmente me parece un poco fuera de lugar, la verdad; de hecho, me parece incluso un poco pedante por su parte ponerse a hablar de ello, aunque quizás exagero. Y es que se supone que ésa será una decisión de Obama y sus asesores, y que para tomarla han creado una comisión que les presentará diversas opciones al respecto. No sé hasta qué punto alguien le ha dado a Griffin vela en este entierro, o se la ha tomado él solito, que es lo que me da la impresión, y por ello me parece un poco pedante por su parte, al elevarse a debatir decisiones de un nivel que en principio ya no le corresponde.

Además, cuando hay lo que hay en juego, ponerse a hablar de si es mejor la Luna o Marte me parece bastante irrelevante. Lo que hoy está en juego es el acceso o no al espacio interplanetario por parte de astronautas norteamericanos. Está en juego la consecución de un sistema capaz de escapar a la atracción terrestre, o simplemente limitado a llevar astronautas a la órbita baja. Discutir si es mejor ir a la Luna primero, o directamente a Marte, me parece en este contexto un poco fuera de lugar.

Aunque quizás sea un último intento camuflado de defender el programa lunar. Porque en su carta, Griffin se opone a la misión marciana, alegando que no es el momento y que la Luna es un mejor objetivo por muchos motivos. Quizás Griffin teme que se cancele el programa lunar a cambio de vagas promesas de centrarse en un futuro programa marciano que nunca llegue a hacerse realidad. Puede que crea que ése podría ser uno de los argumentos de la comisión para cancelar la misión lunar sin mucho ruido, e intenta hacer lo posible por evitarlo. En cualquier caso, sinceramente, esa parte de su carta me parece bastante irrelevante a estas alturas, aparte de que sus argumentos a favor de la misión lunar frente a la marciana no dejan de ser vagos y variados, aunque sin olvidar entre ellos el argumento político: “abandonar el espacio circumlunar para otros mientras los Estados Unidos se embarcan en un proyecto a Marte, aunque sea un proyecto internacional, me parece geopolíticamente imprudente. Cuando otras naciones estén llevando a cabo misiones de perfil alto en la Luna y su espacio circundante, y nosotros estemos aún hablando de ir a Marte, ya no seremos vistos como los líderes en el espacio. Creo que eso importa mucho.

En fin, como decía al principio, la carta de Griffin me ha parecido decepcionante y vacía de contenido. La verdad es que esperaba una defensa más consistente del esquema del programa Constellation, pero lo que me he encontrado ha sido palabrería vacía. Espero que los técnicos de la NASA hayan podido dar un material más sólido a la Comisión Augustine para defender su trabajo, porque desde luego las palabras de Griffin no creo que hayan aportado mucho al respecto. Veremos en qué queda todo esto. ¿Quién dijo que en verano no hay noticias? (Foto: NASA)

2 comentarios:

Pedro dijo...

Si la NASA no es capaz de mandar tripulaciones a la Luna se va a acabar la principal justificación para su existencia, teniendo en cuenta que diversas naciones van a tener naves similares (y mucho más baratas) como las Soyuz rusas, las Shenzhou chinas y las que parece que están preparando India y Europa. Para colmo de males, como diversas empresas privadas también están en ello (SpaceX, Bigelow Aerospace...) posiblemente el contribuyente americano se termine preguntando para qué se está gastando miles de millones de dólares al año para hacer lo mismo que otras potencias extranjeras hacen por mucho menos dinero e, incluso, lo que hacen las empresas privadas de su propio país (y gratis para su bolsillo).

Al final la NASA quedará en una gran agencia que se dedicará a hacer investigación tecnológica y científica. ¿Apuestas? ;-)

Marfil dijo...

La carta como dices, es "política", y tal vez lo sea intencionalmente, porque si la decisión final esta en mano de "políticos", no se puede contar sólo con argumentos técnicos para defender un proyecto. ;)