Traigo aquí unos pequeños apuntes de actualidad sobre la evolución de las cosas alrededor del programa Constellation y la Comisión Augustine que decidirá sobre su futuro y el de la NASA en general. Y es que últimamente cada día hay nuevos rumores y declaraciones acerca de este tema, se nota que los nervios están a flor de piel entre los involucrados en el programa espacial norteamericano.
Lo primero que quería comentar al respecto es que, según se desprende de ciertos comentarios cercanos a la comisión, el informe de ésta contendrá cuatro opciones alternativas que se le presentarán al presidente Obama para que elija la que más le guste. De esas cuatro, dos opciones estarán dentro del presupuesto de la NASA aprobado a día de hoy, y otras dos se harán al margen de esta restricción. Tal como yo lo veo, esto quiere decir que el comité no ve claro que se pueda hacer nada “decente” con el presupuesto actual, así que han decidido presentar las dos opciones que consideran más razonables independientemente del mismo; y como están obligados a presentar algo factible dentro de la realidad presupuestaria, presentan también dos opciones que se pueden llevar a cabo dentro de esos márgenes, aunque no se sientan a gusto con ellas. Porque si se sintieran a gusto con estas dos últimas, dudo que presentasen dos adicionales que no les ha pedido nadie.
La otra noticia es que se ha hecho público un informe externo encargado a Aerospace Corp. sobre la realidad del proyecto Constellation. Y sus conclusiones son que la versión Ares I-Orión no estará lista para 2015, última fecha oficial (aunque puesta en duda hace ya algún tiempo), sino no antes de 2019. Hace tan sólo unos días, la ex astronauta Sally Ride (miembro/a, según los gustos, de la comisión Augustine) ya anunció que la fecha sería más bien 2017, algo que personalmente no me sorprendió lo más mínimo, pero hablar ahora de 2019 me parece tremendo. Si se confirma la credibilidad de esta fecha (y hasta ahora nadie la ha rebatido), no sé ni cómo definir las consecuencias que podría tener. Por una parte, indicaría un rotundo fracaso por parte de la NASA en cuanto a su capacidad para llevar a cabo un nuevo gran desarrollo de forma eficiente. Y por otra, las consecuencias políticas de soportar un parón de 8 ó 9 años sin tener acceso tripulado al espacio, y encima teniendo que pagar por ello a una potencia extranjera, podrían tener efectos devastadores. Si se confirma que no habrá Ares-Orión antes de 2019, entonces ya puedo esperar cualquier cosa: desde una extensión prolongada de la vida del transbordador, frente a su retirada en 2010 o primeros de 2011 (extensión que cada vez tiene más apoyos, y que se rumorea que podría estar incluida en alguna de las recomendaciones de la Comisión Augustine), hasta un radical cambio en la configuración del programa Constellation. Aunque personalmente hasta ahora no consideraba razonable esto último, si estamos hablando de que quedan todavía 10 años y muchos millones de dólares por delante para hacer realidad la configuración actual, en ese caso un borrón y cuenta nueva no me parecería tan descabellado.
Estas conclusiones fueron presentadas por un miembro (ahora sí, con “o” sin dudas) del comité asesor de Aerospace Corp. al personal de la NASA en el Centro de Vuelos Espaciales Marshall, en Huntsville, un centro profundamente involucrado en el programa Constellation. Y los asistentes reaccionaron con un silencio sepulcral. Posteriores preguntas de miembros de la prensa al director del programa Constellation no consiguieron ninguna reacción crítica con el informe. Todo parece indicar que la propia NASA reconoce la gravedad de la situación tal como fue presentada en el informe.
Por si no fuera suficiente con esto, la presentación de Aerospace Corp. cubrió también la hipotética parte lunar del programa Constellation. A este respecto, frente a la fecha oficial de 2020 para la nueva llegada a la Luna (oficial, pero que realmente no se cree nadie hace ya tiempo) se habló de 2028 como la fecha más próxima en la que podría ser posible repetir los vuelos del Apollo. Sin embargo, no acaban aquí las malas noticias: de forma extraoficial, una fuente próxima a Aerospace Corp. reveló que, si bien 2028 aparecía como la fecha más próxima posible, en realidad la fecha más probable se iba hasta 2035. Es decir, la vuelta a la Luna se produciría cuando los optimistas ya pensaban que se estaría llegando a Marte.
En cualquier caso, para mi hablar a día de hoy de fecha de misión lunar no son ya más que especulaciones. Primero, porque con una fecha de 2019 para el Ares I, hablar de misión lunar suena ya a ciencia-ficción. Pero es que, aunque realmente todo siguiera su curso, estas previsiones se basan en un mantenimiento de los presupuestos de forma más o menos invariable (simplemente corregidos con la inflación), y por tanto cualquier variación sobre esta previsión haría variar las fechas hacia arriba o hacia abajo. Sin contar, por supuesto, con los giros que la política de futuras administraciones (por no hablar de ésta) puedan dar al programa de la NASA a lo largo de las próximas décadas.
En fin, creo que poco se puede añadir. Bueno, sí, me queda hablar del ex administrador Griffin, que seis meses después de dejar el cargo parece tener aún más protagonismo que quien realmente ocupa la silla de administrador en la NASA. Pero vista la extensión de esta entrada, creo más conveniente hacerlo en otra independiente. Nos vemos allí. (Imagen: NASA)
Lo primero que quería comentar al respecto es que, según se desprende de ciertos comentarios cercanos a la comisión, el informe de ésta contendrá cuatro opciones alternativas que se le presentarán al presidente Obama para que elija la que más le guste. De esas cuatro, dos opciones estarán dentro del presupuesto de la NASA aprobado a día de hoy, y otras dos se harán al margen de esta restricción. Tal como yo lo veo, esto quiere decir que el comité no ve claro que se pueda hacer nada “decente” con el presupuesto actual, así que han decidido presentar las dos opciones que consideran más razonables independientemente del mismo; y como están obligados a presentar algo factible dentro de la realidad presupuestaria, presentan también dos opciones que se pueden llevar a cabo dentro de esos márgenes, aunque no se sientan a gusto con ellas. Porque si se sintieran a gusto con estas dos últimas, dudo que presentasen dos adicionales que no les ha pedido nadie.
La otra noticia es que se ha hecho público un informe externo encargado a Aerospace Corp. sobre la realidad del proyecto Constellation. Y sus conclusiones son que la versión Ares I-Orión no estará lista para 2015, última fecha oficial (aunque puesta en duda hace ya algún tiempo), sino no antes de 2019. Hace tan sólo unos días, la ex astronauta Sally Ride (miembro/a, según los gustos, de la comisión Augustine) ya anunció que la fecha sería más bien 2017, algo que personalmente no me sorprendió lo más mínimo, pero hablar ahora de 2019 me parece tremendo. Si se confirma la credibilidad de esta fecha (y hasta ahora nadie la ha rebatido), no sé ni cómo definir las consecuencias que podría tener. Por una parte, indicaría un rotundo fracaso por parte de la NASA en cuanto a su capacidad para llevar a cabo un nuevo gran desarrollo de forma eficiente. Y por otra, las consecuencias políticas de soportar un parón de 8 ó 9 años sin tener acceso tripulado al espacio, y encima teniendo que pagar por ello a una potencia extranjera, podrían tener efectos devastadores. Si se confirma que no habrá Ares-Orión antes de 2019, entonces ya puedo esperar cualquier cosa: desde una extensión prolongada de la vida del transbordador, frente a su retirada en 2010 o primeros de 2011 (extensión que cada vez tiene más apoyos, y que se rumorea que podría estar incluida en alguna de las recomendaciones de la Comisión Augustine), hasta un radical cambio en la configuración del programa Constellation. Aunque personalmente hasta ahora no consideraba razonable esto último, si estamos hablando de que quedan todavía 10 años y muchos millones de dólares por delante para hacer realidad la configuración actual, en ese caso un borrón y cuenta nueva no me parecería tan descabellado.
Estas conclusiones fueron presentadas por un miembro (ahora sí, con “o” sin dudas) del comité asesor de Aerospace Corp. al personal de la NASA en el Centro de Vuelos Espaciales Marshall, en Huntsville, un centro profundamente involucrado en el programa Constellation. Y los asistentes reaccionaron con un silencio sepulcral. Posteriores preguntas de miembros de la prensa al director del programa Constellation no consiguieron ninguna reacción crítica con el informe. Todo parece indicar que la propia NASA reconoce la gravedad de la situación tal como fue presentada en el informe.
Por si no fuera suficiente con esto, la presentación de Aerospace Corp. cubrió también la hipotética parte lunar del programa Constellation. A este respecto, frente a la fecha oficial de 2020 para la nueva llegada a la Luna (oficial, pero que realmente no se cree nadie hace ya tiempo) se habló de 2028 como la fecha más próxima en la que podría ser posible repetir los vuelos del Apollo. Sin embargo, no acaban aquí las malas noticias: de forma extraoficial, una fuente próxima a Aerospace Corp. reveló que, si bien 2028 aparecía como la fecha más próxima posible, en realidad la fecha más probable se iba hasta 2035. Es decir, la vuelta a la Luna se produciría cuando los optimistas ya pensaban que se estaría llegando a Marte.
En cualquier caso, para mi hablar a día de hoy de fecha de misión lunar no son ya más que especulaciones. Primero, porque con una fecha de 2019 para el Ares I, hablar de misión lunar suena ya a ciencia-ficción. Pero es que, aunque realmente todo siguiera su curso, estas previsiones se basan en un mantenimiento de los presupuestos de forma más o menos invariable (simplemente corregidos con la inflación), y por tanto cualquier variación sobre esta previsión haría variar las fechas hacia arriba o hacia abajo. Sin contar, por supuesto, con los giros que la política de futuras administraciones (por no hablar de ésta) puedan dar al programa de la NASA a lo largo de las próximas décadas.
En fin, creo que poco se puede añadir. Bueno, sí, me queda hablar del ex administrador Griffin, que seis meses después de dejar el cargo parece tener aún más protagonismo que quien realmente ocupa la silla de administrador en la NASA. Pero vista la extensión de esta entrada, creo más conveniente hacerlo en otra independiente. Nos vemos allí. (Imagen: NASA)
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