"Éste es un pequeño paso para un hombre, pero un salto gigante para la Humanidad". Con estas palabras pronunciadas el día 20 de julio de 1969, el primer ser humano ponía su pie en la Luna. Este año celebramos el 40º aniversario de aquel gran hito histórico, y sin embargo, nada a nuestro alrededor parece reflejar el gran salto que, según Neil Armstrong, aquella primera misión lunar debía suponer para nuestra vida en la Tierra.
No quiero decir con esto que no se hayan producido grandes avances desde entonces, o que incluso muchos de estos avances no hayan estado en parte influidos por la actividad espacial. Pero lo cierto es que si preguntamos a los que nos rodean qué es lo que valoran como mayores saltos para la humanidad desde 1969 hasta hoy, estoy seguro de que la mayoría destacará los avances de la informática y las telecomunicaciones, pero muy pocos hablarán de la actividad espacial.
La situación es paradójica, no sólo porque, por ejemplo, esos grandes avances en las comunicaciones se los debamos en buena medida a las aplicaciones espaciales, sino porque si preguntamos a esa gente de la calle si valoran como importante la aportación de la exploración espacial a la Humanidad, la mayoría nos contestarán que sí, aunque habremos tenido que recordarles que existe para que reparen en ello. Lo que quiero decir es que, por norma general (y siempre hay excepciones), la sociedad valora positivamente la actividad espacial, considerándola de una forma vaga como algo "importante para la ciencia" aunque casi nunca se sepa muy bien cómo o para qué... pero al mismo tiempo es una actividad que pasa completamente desapercibida en nuestra vida cotidiana.
El hecho es que en nuestros actos más cotidianos utilizamos de forma casi constante las aportaciones del área espacial: cuando hablamos por teléfono con otro continente, cuando vemos la final de la NBA, al escuchar el pronóstico del tiempo para mañana o simplemente al entrar en Google Maps para ver cómo llegar a nuestro destino. Pero en todos estos casos nos pasa lo mismo que cuando encendemos la luz al entrar en casa: que nunca se nos ocurre pensar en cómo se produce la electricidad que lo hace posible.
Sí, la actividad espacial es algo cotidiano hoy en día, especialmente en su vertiente más prosaica, la de los satélites artificiales terrestres. Pero precisamente por esa cotidianeidad, ha perdido todo el encanto y el poder de atracción que tuviera en sus orígenes. Los satélites que orbitan la Tierra son hoy día tan excitantes como los petroleros que surcan los océanos: sólo saltan a las noticias cuando chocan. Y si pensamos en la vertiente humana, la situación no es muy diferente: ver a los astronautas flotando en la Estación Espacial Internacional es una imagen tan repetitiva y carente de interés, que muy pocos notarían la diferencia si algún día en su lugar nos ponen imágenes de archivo de hace 30 años en el Skylab o la Mir. Cuarenta años después de pisar la Luna y de repetir, al menos en apariencia, las mismas actividades en el espacio, algunos hasta dudan si alguna vez lo hicimos de verdad.
Sin embargo, nunca se ha hecho tanta ciencia como hoy en el espacio. Las sondas espaciales están explorando los más lejanos confines de nuestro Sistema Solar, aumentando nuestro conocimiento del mismo hasta cotas insospechadas hace unas décadas. Y las flotas de satélites científicos en órbita terrestre nos están permitiendo conocer tanto nuestro planeta como el Universo a nivel de espacio profundo de un modo que habría resultado imposible de no existir la actividad espacial.
Pero la sociedad en general permanece ajena a todo esto. Hoy, la exploración espacial tiene tanto atractivo para el ciudadano común como la microbiología: se valoran como importantes sin saber casi lo que son ni para qué sirven, y sin despertar mayor interés. Y, sinceramente, dudo que la repetición de los viajes a la Luna que se plantea la NASA para dentro de algo más de una década, Obama mediante, cambien mucho la situación. Quizás sea muy pesimista, pero hasta dudo que una misión tripulada a Marte tuviera hoy el impacto social y mediático que tuvo la llegada a la Luna, una vez que la presencia humana en el espacio se considera algo habitual y que recibimos desde hace años imágenes de la superficie marciana tomadas por robots. Aceptémoslo: en estos 40 años, la actividad espacial se ha hecho tan cotidiana que ha llegado a parecer aburrida. En el fondo, quizás sea la consecuencia lógica y natural de su madurez. (Foto: NASA)
NOTA: Este artículo de opinión fue publicado por la revista Astronomía en su número de Julio-Agosto de 2009 (nº 121-122) dentro de la sección de opinión "La Tribuna".
No quiero decir con esto que no se hayan producido grandes avances desde entonces, o que incluso muchos de estos avances no hayan estado en parte influidos por la actividad espacial. Pero lo cierto es que si preguntamos a los que nos rodean qué es lo que valoran como mayores saltos para la humanidad desde 1969 hasta hoy, estoy seguro de que la mayoría destacará los avances de la informática y las telecomunicaciones, pero muy pocos hablarán de la actividad espacial.
La situación es paradójica, no sólo porque, por ejemplo, esos grandes avances en las comunicaciones se los debamos en buena medida a las aplicaciones espaciales, sino porque si preguntamos a esa gente de la calle si valoran como importante la aportación de la exploración espacial a la Humanidad, la mayoría nos contestarán que sí, aunque habremos tenido que recordarles que existe para que reparen en ello. Lo que quiero decir es que, por norma general (y siempre hay excepciones), la sociedad valora positivamente la actividad espacial, considerándola de una forma vaga como algo "importante para la ciencia" aunque casi nunca se sepa muy bien cómo o para qué... pero al mismo tiempo es una actividad que pasa completamente desapercibida en nuestra vida cotidiana.
El hecho es que en nuestros actos más cotidianos utilizamos de forma casi constante las aportaciones del área espacial: cuando hablamos por teléfono con otro continente, cuando vemos la final de la NBA, al escuchar el pronóstico del tiempo para mañana o simplemente al entrar en Google Maps para ver cómo llegar a nuestro destino. Pero en todos estos casos nos pasa lo mismo que cuando encendemos la luz al entrar en casa: que nunca se nos ocurre pensar en cómo se produce la electricidad que lo hace posible.
Sí, la actividad espacial es algo cotidiano hoy en día, especialmente en su vertiente más prosaica, la de los satélites artificiales terrestres. Pero precisamente por esa cotidianeidad, ha perdido todo el encanto y el poder de atracción que tuviera en sus orígenes. Los satélites que orbitan la Tierra son hoy día tan excitantes como los petroleros que surcan los océanos: sólo saltan a las noticias cuando chocan. Y si pensamos en la vertiente humana, la situación no es muy diferente: ver a los astronautas flotando en la Estación Espacial Internacional es una imagen tan repetitiva y carente de interés, que muy pocos notarían la diferencia si algún día en su lugar nos ponen imágenes de archivo de hace 30 años en el Skylab o la Mir. Cuarenta años después de pisar la Luna y de repetir, al menos en apariencia, las mismas actividades en el espacio, algunos hasta dudan si alguna vez lo hicimos de verdad.
Sin embargo, nunca se ha hecho tanta ciencia como hoy en el espacio. Las sondas espaciales están explorando los más lejanos confines de nuestro Sistema Solar, aumentando nuestro conocimiento del mismo hasta cotas insospechadas hace unas décadas. Y las flotas de satélites científicos en órbita terrestre nos están permitiendo conocer tanto nuestro planeta como el Universo a nivel de espacio profundo de un modo que habría resultado imposible de no existir la actividad espacial.
Pero la sociedad en general permanece ajena a todo esto. Hoy, la exploración espacial tiene tanto atractivo para el ciudadano común como la microbiología: se valoran como importantes sin saber casi lo que son ni para qué sirven, y sin despertar mayor interés. Y, sinceramente, dudo que la repetición de los viajes a la Luna que se plantea la NASA para dentro de algo más de una década, Obama mediante, cambien mucho la situación. Quizás sea muy pesimista, pero hasta dudo que una misión tripulada a Marte tuviera hoy el impacto social y mediático que tuvo la llegada a la Luna, una vez que la presencia humana en el espacio se considera algo habitual y que recibimos desde hace años imágenes de la superficie marciana tomadas por robots. Aceptémoslo: en estos 40 años, la actividad espacial se ha hecho tan cotidiana que ha llegado a parecer aburrida. En el fondo, quizás sea la consecuencia lógica y natural de su madurez. (Foto: NASA)
NOTA: Este artículo de opinión fue publicado por la revista Astronomía en su número de Julio-Agosto de 2009 (nº 121-122) dentro de la sección de opinión "La Tribuna".
6 comentarios:
Yo creo que por culpa de Armstrong estudié yo cosas de estas... Es verdad que ahora es "aburrido"... debería haberme preparado para algún funcionariado... Quizá sería aburrido, pero sin estrés, jejeje
Saludos!
Leí en el comentario de un post un enlace de un documental, me acuerdo todavía, cuando estudié los cinturns de van allen, que mi profesor decía que dudaba que el hombre pisara la luna antes del siglo XXI...y le tachabamos de loco...
http://video.google.com/videoplay?docid=8953651620589384120
Sea como fuere, al menos existe la duda razonable.
Lamento decir que, para mi, dicha duda tiene muy poco de razonable. Los "argumentos" utilizados son absurdos y fácilmente desmontables con un mínimo de conocimientos y, sobre todo, sentido común. "Documentales" como éste, y libros y demás, no son más que una forma de sacar dinero por parte de unos cuantos estafadores sin escrúpulos, del tipo Iker Jiménez, J.J. Benítez y compañía. Está bien ser escéptico, es más, es necesario... pero hay que serlo en todos los sentidos, no sólo en uno. En serio, estas teorías no tienen la más mínima credibilidad, ni nada con fundamento que las respalde.
La Lunar Reconoissance Orbiter, actualmente en órbita lunar, ha enviado ya fotografías de algunos de los módulos lunares Apollo (la semana pasada, creo), aún en baja resolución, pero en los próximos meses podremos contemplarlos más en detalle, a medida que descienda su órbita. Claro que siempre habrá quien se empeñe en que también estas fotos están trucadas... En fin, es inútil tratar de hacer cambiar de opinión a quien ya está convencido de algo por puro acto de fé, y no por una valoración racional de los hechos. ¡Saludos!
"Las sondas espaciales están explorando los más lejanos confines de nuestro Sistema Solar, aumentando nuestro conocimiento del mismo hasta cotas insospechadas hace unas décadas."
Bueno la verdad es que no estoy totalmente de acuerdo. Hace décadas, después de la llegada del hombre a la Luna, se esperaba que a día de hoy ya hubiéramos establecido bases incluso por todo el sistema solar.
De hecho tiene gracia, porque el otro día encontré un viejo almanaque mundial de los años 70, no me acuerdo exactamente de qué año era, y postulaba sin ninguna duda el viaje a Marte en los años 90.
Con esto, la gente en general (y va en relación con el pasotismo que comentas que tiene la gente con respecto a la actividad espacial) esperaba que a día de hoy ya se hubieran hecho muchas más cosas de las que se han hecho.
El que en una década se pasara de la nada al todo en los años 60, (por supuesto con las cantidades ingentes de dinero que recibieron las agencias estadounidense y soviética) y que después hubiera un "retroceso" a LEO se vio en la población como un estancamiento, por mucho que se haya avanzado en materiales, equipos, etc.
Y en cierta manera es un estancamiento. Por suerte, vivimos en unos años en que sí se están empezando a producir cambios sustanciales:
-Por 1ºvez hay 6personas viviendo en el espacio en una estación internacional que ahora ya puede empezar a dar los resultados que se esperan de ella.
-Agencias como la europea o la japonesa cuentan o van a contar con vehículos de transporte que servirán como campo de pruebas para que puedan avanzar en el viaje tripulado.
-La NASA va a volver a la Luna, y posiblemente sea con carácter internacional.
-Empresas se están metiendo en el sector espacial como nunca antes habia pasado, como es el caso del inminente turismo espacial.
-El motor Vasimr probablemente se probará en la ISS en el 2011, y si tiene éxito supondrá un antes y un después en la propulsión espacial.
-Otros países están entrando en el juego que hace décadas era de dos. Primero fue la ESA, cada vez más fuerte, Japón, y ahora las potencias emergentes China e India, aparte de que Rusia vuelve de su agujero negro de los 90.
Se avecina un futuro prometedor, donde la cosa se va a poner muy interesante y con grandes proyectos conjuntos.
Los que apreciamos estos temas somos pocos, los que los valoramos, menos, y los que nos apasionan somos, fuimos y seremos sólo unos pocos. El resto se conforma con observar, entre incrédulos y desinteresados. Algunos, incluso, se atreven a rebatir lo obvio movidos por la arrogancia, la desinformación y la incultura. En mi opinión, no depende de si estamos aún en la Tierra, o repartidos por todo el Sistema Solar. Así somos los humanos. Pero como dijo Sagan, cuando alguien está enamorado sólo sabe hablar de aquello que ama. El objetivo, casi a diario, de muchos de nosotros es cambiar esta situación.
Cuando Colón volvió de su primer viaje, la gente en Europa siguió haciendo lo mismo que antes. Entre los intelectuales españoles puede que surgiera un interés por el nuevo mundo, pero eso apenas caló en la población.
Pero el paso estaba dado. Todos sabemos lo que significó para Europa en su conjunto.
Las naves Apolo fueron a la Luna y cambiaron la historia. Con el tiempo, todo el planeta lo comprenderá.
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