Últimamente está de moda, entre los cuatro chalados a los que nos gusta este mundillo, hablar del programa espacial chino. Bueno, lo cierto es que últimamente ha sido algo desplazado por el nuevo programa lunar de la NASA basado en la "visión" que tuvo Bush, y por el subsiguiente CEV... pero hasta entonces, el programa chino era lo que daba más vidilla a un programa espacial tripulado aquejado por la lógica monotonía de las rutinarias misiones a la Estación Espacial Internacional. Ojo, que no pretendo infravalorarlas, de hecho creo que tienen una gran importancia, bastante más que otros programas espaciales tripulados más espectaculares. Pero hay que reconocer que resultan poco entretenidas para el espectador externo.
En este contexto, el programa espacial chino se convirtió recientemente en algo que causaba una gran expectación y en una inagotable fuente de rumores y especulaciones, favorecidas por el carácter casi secreto con el que se está llevando a cabo. Que una nación como China apareciese de pronto (bueno, no tan de pronto, pero si uno no estaba muy metido en el tema, lo parecía) como una potencia espacial, el único país tras EE.UU. y Rusia con capacidad para mandar seres humanos al espacio, era como para llamar la atención. Si a esto le unimos todos los rumores sobre sus posibles planes de mandar un hombre a la Luna, ya tenemos servido el tema de conversación.
Y es que, de repente, por todas partes se especulaba con una nueva carrera espacial, esta vez protagonizada por chinos y americanos, para poner un hombre en la Luna. Que los americanos anunciasen su nueva política espacial poco después de la primera misión orbital china, parecía apoyar esta hipótesis. Pero, ¿qué hay de cierto en todo ello?
En realidad, sólo podemos especular, pues ni conocemos las verdaderas y profundas razones por las que Bush anunció su "visión", ni tampoco conocemos los verdaderos objetivos a medio y largo plazo del programa espacial chino, por no haberse hecho públicos. Pero utilizando lo que sí se ha hecho público, unido al razonamiento lógico y a la experiencia que nos proporciona la historia, podemos desarrollar un razonamiento creo que bastante convincente.
Empecemos con el programa espacial tripulado chino. Como digo, no se ha publicado un programa detallado, pero sí que se han hecho a menudo declaraciones de intenciones de por dónde pretenden moverse en este área. Claro que hay que filtrarlas adecuadamente, pues dichas declaraciones no sólo cambian con el paso del tiempo, sino que en ocasiones son enunciadas por personas que, aunque ligadas al programa espacial, hacen dichas declaraciones de forma no oficial, y a veces desde posiciones poco relevantes dentro de la jerarquía china. Porque, evidentemente, no es lo mismo que el gobierno chino o los responsables del programa espacial digan que pretenden enviar un hombre a la Luna, a que lo diga un ingeniero de a pie cazado al vuelo por los periodistas en el transcurso de un lanzamiento. Lo malo es que a veces los periodistas no distinguen demasiado bien la credibilidad de la fuente cuando dan pábulo a ciertas declaraciones.
Con el cambio de milenio, China publicó un documento en el que planteaba el futuro de su programa espacial. En el terreno tripulado, se anunciaba el inicio de las misiones a la órbita terrestre, así como declaraciones sobre establecer un programa espacial tripulado propio para realizar "investigación y experimentos tecnológicos a cierta escala". Nada más. No hay mención ni a estaciones espaciales, ni a misiones lunares, proyectos que sí se habían planteado más o menos abiertamente (aunque como declaración de intenciones) años atrás. Aunque el documento tampoco lo descarta.
Desde entonces, se han realizado numerosas declaraciones a los periodistas por parte de diferentes involucrados en el programa espacial chino; declaraciones que, como decía más arriba, en algunos casos han partido de personas de poca relevancia en el programa espacial del país oriental, y en otros casos han sido simplemente malinterpretadas por los periodistas.
Acerca de este tipo de declaraciones, suelen ser recurrentes los artículos con titulares como "China pretende poner un hombre en la Luna hacia 2017, o similares. Pero, acudiendo a la fuente, se suele observar que nadie menciona realmente eso. En realidad a menudo son declaraciones que hablan de iniciar "misiones a la Luna" hacia esa fecha. Lo que no quiere decir que dichas misiones sean tripuladas. Es público que China pretende iniciar en un plazo razonablemente corto un programa de exploración lunar con sondas no tripuladas, y parece lógico que sean ese tipo de misiones las referidas por dichas fuentes, aunque luego algunos periodistas las interpreten como si hablasen de poner un chino en la Luna.
Como decía, no sabemos si realmente el gobierno de Pekín mantiene entre sus objetivos el alunizaje de taikonautas, pero lo que parece claro es que, de ser así, no es probable que se produzca en fechas próximas. No hay más que ver la frecuencia de las misiones tripuladas del país oriental para deducir que, a ese ritmo, difícilmente podría lograrse en esos plazos. Eso sin contar el tremendo coste de un programa así, sobre todo si pretende acelerarse para concentrarlo en un plazo corto, como hicieron los norteamericanos con el Apolo. Y la economía china no es la americana, a pesar de su tremendo crecimiento en los últimos años.
China tiene ya su vehículo espacial tripulado, la Shenzhou, que bien podría servir para misiones lunares. De hecho, su diseño, basado en la Soyuz rusa, ya fue planteado por los soviéticos para su misión lunar. Con un adecuado módulo de propulsión adicional, al que podría acoplarse en órbita, la nave china podría iniciar sus misiones a la órbita lunar en un plazo breve. Necesitaría un escudo térmico reforzado para reentrar en la atmósfera a las mayores velocidades impuestas por un retorno lunar, pero eso no es una modificación de gran envergadura (suponiendo que el escudo actual no esté ya preparado para ello, que podría ser; poco se sabe de los detalles técnicos de la Shenzhou). También podría ser que el módulo de propulsión estuviera ya en desarrollo, el secretismo de su programa espacial nos impide saberlo. Siendo optimistas, podrían tenerlo ya todo a punto. Pero aún así, aún falta un aspecto esencial: los vuelos de prueba. Primero, es necesario probar en la órbita terrestre las maniobras necesarias para llevar a cabo ese hipotético acoplamiento con el módulo de propulsión lunar. Y luego, sería necesario realizar una o varias misiones de prueba no tripuladas a la órbita lunar, para probar que todo funciona correctamente antes de meter humanos en su interior. Y por ahora, nada de esto se ha hecho.
Repito, si nos ponemos en el lado optimista, si todo el desarrollo técnico está ya ultimado, dichas pruebas podrían llevarse a cabo con relativa rapidez. Al ritmo de la carrera espacial de los años 60, y si todo sale bien (si hubiera problemas, los posibles retrasos serían impredecibles), en un par de años podríamos escuchar un "Ni-hao" (Hola) viniendo desde la Luna... desde su órbita. Pero esto no sucederá en tan corto plazo.
¿Por qué? Pues simplemente, porque unos dos años está siendo últimamente el transcurso de tiempo entre una misión tripulada y otra en el programa oriental. Se especula que la próxima misión orbital, o quizás la siguiente, podría ya iniciar los ensayos de las maniobras de acoplamiento en el espacio (ensayos también requeridos para la puesta en marcha de una hipotética estación espacial), pero de momento el ritmo sigue siendo bajo. Y luego tendrían que venir las pruebas no tripuladas a la órbita selenita. A este ritmo, la misión orbital lunar podría tener lugar hacia 2015. Pero ya digo, suponiendo que todo el material está ya desarrollado, lo que es mucho suponer.
Evidentemente, el ritmo podría acelerarse en cualquier momento. De una forma u otra, dicha misión a la órbita lunar podríamos esperarla en los próximos años, si es que de verdad China pretende hacerlo. Pero de ahí al alunizaje, aún falta un poco.
Para descender sobre la superficie lunar, habría que desarrollar también un vehículo de descenso. Que sepamos, dicho vehículo hoy no existe, aunque podríamos pensar que se desarrolla en secreto. No es probable, pero podemos imaginarlo. Lo lógico sería que dicho vehículo se probase primero en la órbita terrestre. Dada la capacidad de los lanzadores chinos actuales, debería ser enviado allí en un lanzamiento independiente. Necesitaríamos al menos tres lanzamientos para la misión lunar: uno para la Shenzhou, otro para el módulo de propulsión, y otro para el módulo lunar, los cuales tendrían que acoplarse entre sí en el espacio. Podría hacerse. Pero hay que hacerlo. Y ensayarlo.
En suma, seguimos sumando años para llevar a cabo esta misión. Y dinero.
¿Significa esto que no va a hacerse? Claro que no. Puede hacerse. Es sólo cuestión de voluntad política. Podemos opinar sobre si la hay o no, pero lo cierto es que no lo sabemos. Lo que sí sabemos es que no se hará en dos patadas. Hay una serie de pasos a seguir, pasos que no pueden darse en secreto. Los ensayos serán públicos. Si comienzan, lo sabremos.
Lo que sí sabemos es que esto no se producirá en los próximos años. Esto lleva tiempo, y el programa espacial chino avanza con lentitud, lo que significa más tiempo aún. Claro, podría acelerarse. Pero si se pretendiera correr, lo normal es que se estuviera haciendo ya. Y no se está corriendo.
Resumiendo, no podemos decir que China no se plantee la misión tripulada lunar, pero sí sabemos que no nos sorprenderán con ella de un día para otro. También sabemos que su programa avanza con lentitud, por lo que es lógico pensar que, si se la plantean en serio, lo hacen a largo plazo. Y sin prisas.
En este contexto, ¿cómo encaja el programa lunar de la NASA, la visión de Bush, y las declaraciones de rivalidad de Griffin y compañía? Hay quien tiende a presentarlo como el inicio de una nueva carrera espacial, en la que los chinos reemplazan a los soviéticos en su rivalidad con los Estados Unidos. Pero presentarlo así es, en mi opinión, una exageración.
Es evidente que rivalidad hay. Las relaciones EE.UU.-China no pasan por lo que se dice su mejor momento, y menos en el terreno espacial. Desde hace años, hay un fuerte veto estadounidense hacia el programa espacial chino. Acusaciones de robo de tecnología y similares, que probablemente sólo ocultan el temor a la irrupción en el mercado comercial de los lanzadores chinos, de momento no tan fiables como sus competidores, pero con precios muy competitivos y con fiabilidad creciente. Si a esto le unimos un nuevo protagonismo de cara a la opinión pública por el inicio de su programa espacial tripulado, es probable que los Estados Unidos vean al programa espacial chino como una molestia que les resta protagonismo y en cierto modo empaña su prestigio en este campo.
En este contexto, es muy probable que los responsables norteamericanos hayan decidido despertar de su letargo antes de que sea demasiado tarde. Si bien no vemos probable que China ponga un hombre a la Luna en un plazo breve, no es descartable que lo haga en un futuro no muy lejano, y si Estados Unidos no está allí para entonces, podrían encontrarse en una incómoda situación política: internamente alguien les podría echar en cara el haberse dormido en los laureles del programa Apolo, y haber permitido que un país rival y en vías de desarrollo les arrebate el protagonismo en el espacio que sin duda creen merecer.
No podemos hablar de nueva carrera espacial. No hay una carrera, y si la hubiera, China no la podría ganar. Aunque a día de hoy está más cerca que los EE.UU. de una posible misión orbital lunar tripulada (los norteamericanos aún no tienen el vehículo diseñado, mientras China ya tiene la Shenzhou operativa), a la larga la experiencia y capacidad tecnológica, industrial y económica del país anglosajón convertiría dicha carrera en una desigual competición con un único ganador posible. Y si China se embarcase seriamente en una carrera así, se arriesgaría a comprometer seriamente su capacidad económica, con resultados seguramente desastrosos para el país.
En resumen, no pueden compararse los tiempos que estamos viviendo con la carrera espacial que tuvo lugar en los años 60 entre las grandes potencias. Pero sí es cierto que se vive una reactivación de la exploración espacial tripulada, impulsada por motivos políticos como en aquella época, y seguramente afectada también por rivalidades y ansias de protagonismo internacional. Pero las inversiones y los plazos en los que nos estamos moviendo no tienen parangón con los de entonces. Es cierto que parece que, si todo se desarrolla como está previsto y si las voluntades políticas no cambian en los próximos años, viviremos un nuevo periodo más espectacular en materia espacial (otra cosa es que dicha espectacularidad vaya unida a fundamentos científicos o que sea la mejor forma de emplear los recursos disponibles). Pero no reviviremos los años dorados de la exploración espacial. Eso, por ahora, sigue siendo sólo un bello recuerdo para repasar en los libros de historia. (Foto Xinhua)
En este contexto, el programa espacial chino se convirtió recientemente en algo que causaba una gran expectación y en una inagotable fuente de rumores y especulaciones, favorecidas por el carácter casi secreto con el que se está llevando a cabo. Que una nación como China apareciese de pronto (bueno, no tan de pronto, pero si uno no estaba muy metido en el tema, lo parecía) como una potencia espacial, el único país tras EE.UU. y Rusia con capacidad para mandar seres humanos al espacio, era como para llamar la atención. Si a esto le unimos todos los rumores sobre sus posibles planes de mandar un hombre a la Luna, ya tenemos servido el tema de conversación.
Y es que, de repente, por todas partes se especulaba con una nueva carrera espacial, esta vez protagonizada por chinos y americanos, para poner un hombre en la Luna. Que los americanos anunciasen su nueva política espacial poco después de la primera misión orbital china, parecía apoyar esta hipótesis. Pero, ¿qué hay de cierto en todo ello?
En realidad, sólo podemos especular, pues ni conocemos las verdaderas y profundas razones por las que Bush anunció su "visión", ni tampoco conocemos los verdaderos objetivos a medio y largo plazo del programa espacial chino, por no haberse hecho públicos. Pero utilizando lo que sí se ha hecho público, unido al razonamiento lógico y a la experiencia que nos proporciona la historia, podemos desarrollar un razonamiento creo que bastante convincente.
Empecemos con el programa espacial tripulado chino. Como digo, no se ha publicado un programa detallado, pero sí que se han hecho a menudo declaraciones de intenciones de por dónde pretenden moverse en este área. Claro que hay que filtrarlas adecuadamente, pues dichas declaraciones no sólo cambian con el paso del tiempo, sino que en ocasiones son enunciadas por personas que, aunque ligadas al programa espacial, hacen dichas declaraciones de forma no oficial, y a veces desde posiciones poco relevantes dentro de la jerarquía china. Porque, evidentemente, no es lo mismo que el gobierno chino o los responsables del programa espacial digan que pretenden enviar un hombre a la Luna, a que lo diga un ingeniero de a pie cazado al vuelo por los periodistas en el transcurso de un lanzamiento. Lo malo es que a veces los periodistas no distinguen demasiado bien la credibilidad de la fuente cuando dan pábulo a ciertas declaraciones.
Con el cambio de milenio, China publicó un documento en el que planteaba el futuro de su programa espacial. En el terreno tripulado, se anunciaba el inicio de las misiones a la órbita terrestre, así como declaraciones sobre establecer un programa espacial tripulado propio para realizar "investigación y experimentos tecnológicos a cierta escala". Nada más. No hay mención ni a estaciones espaciales, ni a misiones lunares, proyectos que sí se habían planteado más o menos abiertamente (aunque como declaración de intenciones) años atrás. Aunque el documento tampoco lo descarta.
Desde entonces, se han realizado numerosas declaraciones a los periodistas por parte de diferentes involucrados en el programa espacial chino; declaraciones que, como decía más arriba, en algunos casos han partido de personas de poca relevancia en el programa espacial del país oriental, y en otros casos han sido simplemente malinterpretadas por los periodistas.
Acerca de este tipo de declaraciones, suelen ser recurrentes los artículos con titulares como "China pretende poner un hombre en la Luna hacia 2017, o similares. Pero, acudiendo a la fuente, se suele observar que nadie menciona realmente eso. En realidad a menudo son declaraciones que hablan de iniciar "misiones a la Luna" hacia esa fecha. Lo que no quiere decir que dichas misiones sean tripuladas. Es público que China pretende iniciar en un plazo razonablemente corto un programa de exploración lunar con sondas no tripuladas, y parece lógico que sean ese tipo de misiones las referidas por dichas fuentes, aunque luego algunos periodistas las interpreten como si hablasen de poner un chino en la Luna.
Como decía, no sabemos si realmente el gobierno de Pekín mantiene entre sus objetivos el alunizaje de taikonautas, pero lo que parece claro es que, de ser así, no es probable que se produzca en fechas próximas. No hay más que ver la frecuencia de las misiones tripuladas del país oriental para deducir que, a ese ritmo, difícilmente podría lograrse en esos plazos. Eso sin contar el tremendo coste de un programa así, sobre todo si pretende acelerarse para concentrarlo en un plazo corto, como hicieron los norteamericanos con el Apolo. Y la economía china no es la americana, a pesar de su tremendo crecimiento en los últimos años.
China tiene ya su vehículo espacial tripulado, la Shenzhou, que bien podría servir para misiones lunares. De hecho, su diseño, basado en la Soyuz rusa, ya fue planteado por los soviéticos para su misión lunar. Con un adecuado módulo de propulsión adicional, al que podría acoplarse en órbita, la nave china podría iniciar sus misiones a la órbita lunar en un plazo breve. Necesitaría un escudo térmico reforzado para reentrar en la atmósfera a las mayores velocidades impuestas por un retorno lunar, pero eso no es una modificación de gran envergadura (suponiendo que el escudo actual no esté ya preparado para ello, que podría ser; poco se sabe de los detalles técnicos de la Shenzhou). También podría ser que el módulo de propulsión estuviera ya en desarrollo, el secretismo de su programa espacial nos impide saberlo. Siendo optimistas, podrían tenerlo ya todo a punto. Pero aún así, aún falta un aspecto esencial: los vuelos de prueba. Primero, es necesario probar en la órbita terrestre las maniobras necesarias para llevar a cabo ese hipotético acoplamiento con el módulo de propulsión lunar. Y luego, sería necesario realizar una o varias misiones de prueba no tripuladas a la órbita lunar, para probar que todo funciona correctamente antes de meter humanos en su interior. Y por ahora, nada de esto se ha hecho.
Repito, si nos ponemos en el lado optimista, si todo el desarrollo técnico está ya ultimado, dichas pruebas podrían llevarse a cabo con relativa rapidez. Al ritmo de la carrera espacial de los años 60, y si todo sale bien (si hubiera problemas, los posibles retrasos serían impredecibles), en un par de años podríamos escuchar un "Ni-hao" (Hola) viniendo desde la Luna... desde su órbita. Pero esto no sucederá en tan corto plazo.
¿Por qué? Pues simplemente, porque unos dos años está siendo últimamente el transcurso de tiempo entre una misión tripulada y otra en el programa oriental. Se especula que la próxima misión orbital, o quizás la siguiente, podría ya iniciar los ensayos de las maniobras de acoplamiento en el espacio (ensayos también requeridos para la puesta en marcha de una hipotética estación espacial), pero de momento el ritmo sigue siendo bajo. Y luego tendrían que venir las pruebas no tripuladas a la órbita selenita. A este ritmo, la misión orbital lunar podría tener lugar hacia 2015. Pero ya digo, suponiendo que todo el material está ya desarrollado, lo que es mucho suponer.
Evidentemente, el ritmo podría acelerarse en cualquier momento. De una forma u otra, dicha misión a la órbita lunar podríamos esperarla en los próximos años, si es que de verdad China pretende hacerlo. Pero de ahí al alunizaje, aún falta un poco.
Para descender sobre la superficie lunar, habría que desarrollar también un vehículo de descenso. Que sepamos, dicho vehículo hoy no existe, aunque podríamos pensar que se desarrolla en secreto. No es probable, pero podemos imaginarlo. Lo lógico sería que dicho vehículo se probase primero en la órbita terrestre. Dada la capacidad de los lanzadores chinos actuales, debería ser enviado allí en un lanzamiento independiente. Necesitaríamos al menos tres lanzamientos para la misión lunar: uno para la Shenzhou, otro para el módulo de propulsión, y otro para el módulo lunar, los cuales tendrían que acoplarse entre sí en el espacio. Podría hacerse. Pero hay que hacerlo. Y ensayarlo.
En suma, seguimos sumando años para llevar a cabo esta misión. Y dinero.
¿Significa esto que no va a hacerse? Claro que no. Puede hacerse. Es sólo cuestión de voluntad política. Podemos opinar sobre si la hay o no, pero lo cierto es que no lo sabemos. Lo que sí sabemos es que no se hará en dos patadas. Hay una serie de pasos a seguir, pasos que no pueden darse en secreto. Los ensayos serán públicos. Si comienzan, lo sabremos.
Lo que sí sabemos es que esto no se producirá en los próximos años. Esto lleva tiempo, y el programa espacial chino avanza con lentitud, lo que significa más tiempo aún. Claro, podría acelerarse. Pero si se pretendiera correr, lo normal es que se estuviera haciendo ya. Y no se está corriendo.
Resumiendo, no podemos decir que China no se plantee la misión tripulada lunar, pero sí sabemos que no nos sorprenderán con ella de un día para otro. También sabemos que su programa avanza con lentitud, por lo que es lógico pensar que, si se la plantean en serio, lo hacen a largo plazo. Y sin prisas.
En este contexto, ¿cómo encaja el programa lunar de la NASA, la visión de Bush, y las declaraciones de rivalidad de Griffin y compañía? Hay quien tiende a presentarlo como el inicio de una nueva carrera espacial, en la que los chinos reemplazan a los soviéticos en su rivalidad con los Estados Unidos. Pero presentarlo así es, en mi opinión, una exageración.
Es evidente que rivalidad hay. Las relaciones EE.UU.-China no pasan por lo que se dice su mejor momento, y menos en el terreno espacial. Desde hace años, hay un fuerte veto estadounidense hacia el programa espacial chino. Acusaciones de robo de tecnología y similares, que probablemente sólo ocultan el temor a la irrupción en el mercado comercial de los lanzadores chinos, de momento no tan fiables como sus competidores, pero con precios muy competitivos y con fiabilidad creciente. Si a esto le unimos un nuevo protagonismo de cara a la opinión pública por el inicio de su programa espacial tripulado, es probable que los Estados Unidos vean al programa espacial chino como una molestia que les resta protagonismo y en cierto modo empaña su prestigio en este campo.
En este contexto, es muy probable que los responsables norteamericanos hayan decidido despertar de su letargo antes de que sea demasiado tarde. Si bien no vemos probable que China ponga un hombre a la Luna en un plazo breve, no es descartable que lo haga en un futuro no muy lejano, y si Estados Unidos no está allí para entonces, podrían encontrarse en una incómoda situación política: internamente alguien les podría echar en cara el haberse dormido en los laureles del programa Apolo, y haber permitido que un país rival y en vías de desarrollo les arrebate el protagonismo en el espacio que sin duda creen merecer.
No podemos hablar de nueva carrera espacial. No hay una carrera, y si la hubiera, China no la podría ganar. Aunque a día de hoy está más cerca que los EE.UU. de una posible misión orbital lunar tripulada (los norteamericanos aún no tienen el vehículo diseñado, mientras China ya tiene la Shenzhou operativa), a la larga la experiencia y capacidad tecnológica, industrial y económica del país anglosajón convertiría dicha carrera en una desigual competición con un único ganador posible. Y si China se embarcase seriamente en una carrera así, se arriesgaría a comprometer seriamente su capacidad económica, con resultados seguramente desastrosos para el país.
En resumen, no pueden compararse los tiempos que estamos viviendo con la carrera espacial que tuvo lugar en los años 60 entre las grandes potencias. Pero sí es cierto que se vive una reactivación de la exploración espacial tripulada, impulsada por motivos políticos como en aquella época, y seguramente afectada también por rivalidades y ansias de protagonismo internacional. Pero las inversiones y los plazos en los que nos estamos moviendo no tienen parangón con los de entonces. Es cierto que parece que, si todo se desarrolla como está previsto y si las voluntades políticas no cambian en los próximos años, viviremos un nuevo periodo más espectacular en materia espacial (otra cosa es que dicha espectacularidad vaya unida a fundamentos científicos o que sea la mejor forma de emplear los recursos disponibles). Pero no reviviremos los años dorados de la exploración espacial. Eso, por ahora, sigue siendo sólo un bello recuerdo para repasar en los libros de historia. (Foto Xinhua)