
Todos aquellos que trabajéis en algo relacionado con proyectos de ingeniería, seguro que habéis oído hablar más de una vez de la ingeniería concurrente, y es muy probable que sea ésta la filosofía de trabajo en vuestra empresa. Y el término se ha hecho tan famoso que probablemente muchos de los que sois ajenos a este mundillo también lo habréis escuchado en alguna ocasión. Hoy vamos a hablar sobre ello, sobre qué es la ingeniería concurrente y cómo nació en el contexto de los orígenes de la actividad espacial.
Seguro que este último comentario ya le habrá hecho elevar las cejas a más de uno, porque parece como si eso de la ingeniería concurrente fuera un invento muy reciente. Bueno, la verdad es que hablar en la actualidad de ingeniería concurrente no es ninguna novedad, pero hace 10 ó 15 años parecía que era la panacea, el invento del siglo, eso de lo que todo el mundo hablaba y todo el mundo quería implantar, sin saber muy bien cómo concienciar al personal de que era bueno y necesario...
Pero bueno, antes de seguir, expliquemos en qué consiste esto de la ingeniería concurrente.
En realidad es muy sencillo, al menos en teoría: se trata de que todas las áreas, todas las disciplinas, trabajen de forma paralela y simultánea en un determinado proyecto. Como contraste está el trabajo secuencial: los ingenieros de diseño hacen su diseño, que luego pasa a los ingenieros de producción, que deciden cómo fabricarlo, luego a los diseñadores de utillaje, que diseñan las herramientas necesarias para dicha fabricación y montaje, luego a los planificadores de la producción… En fin, uno detrás de otro, de forma secuencial.
La ingeniería concurrente pretende aumentar la calidad y reducir costes y plazos realizando un trabajo simultáneo, aunque ello requiera un mayor esfuerzo por parte de cada uno de los involucrados, y un cambio de mentalidad. Porque no sólo hay que ponerse de acuerdo entre todos desde el principio para que el producto sea lo más eficiente posible desde el punto de vista de todas las áreas, sino que cada una de las áreas debe ocuparse de ir transmitiendo la información necesaria a las demás para que puedan ir trabajando; y esta información fluye mientras el proceso de diseño está “vivo”, lo que obliga a compromisos de congelar ciertos parámetros en determinados momentos porque su cambio afectaría a los demás, etc. No, no es nada fácil, especialmente cuando estás acostumbrado a trabajar “a tu aire” y, como dice el refrán, “el que venga detrás que arree”.
Por ello, cuando hace unos años empezó a ponerse de moda esto de la ingeniería concurrente, los cambios de mentalidad no fueron sencillos. Por supuesto, era mucho más cómodo que cada uno hiciera su trabajo a su gusto sin interferencias, y cuando lo acababa, pasárselo al siguiente para que hiciera su parte. Al fin y al cabo, así se había hecho toda la vida, ¿no? Y vete tú a decirle, ingeniero de pacotilla dedicado al diseño que no tocas piezas sino sólo papeles, a un bregado ingeniero de producción con las suelas de los zapatos incrustadas de virutas metálicas y la ropa manchada de taladrina, que venga a tu mesa a decirte cómo vais a fabricar eso que aún ni siquiera se ha diseñado... "¡Tú haz tus dibujitos, que ya nos encargaremos nosotros después de hacer lo que tengamos que hacer para sacar una pieza decente!" De todo esto no hace tanto, ¿verdad? Estoy seguro de que os suena a más de uno.
Hoy, en cambio, los proyectos comienzan prácticamente con todos los actores sentados a una misma mesa e intercambiando opiniones sobre la mejor forma de empezar desde una hoja de papel en blanco. Y luego, mientras los diseñadores empiezan a pelearse con sus pantallas de CAD, los de producción ya están empezando a preparar sus utillajes, los de compras van encargando los materiales, y los de calidad empiezan a preparar los planes de inspección, por ejemplo. Pero, ¿cómo, si ni siquiera hay aún un dibujo de la pieza? Hubiera parecido magia hace unos años, pero todo el mundo trabaja en paralelo... y el proyecto se hace en la mitad o la tercera parte del tiempo que se hacía hace una o dos décadas.
¿Quién inventó esto? ¿La aeronáutica, esa industria tan avanzada? Qué va, hace tiempo que los de automoción nos superaron en estos temas de organización industrial. ¿Fueron los de los coches, entonces, esos que tanto han revolucionado la gestión industrial en los últimos tiempos? Frío, frío... ¿Los japoneses? ¿Los coreanos...?
Pues no: la ingeniería concurrente nació en los Estados Unidos en plena Guerra Fría, entre los años 50 y 60, en el seno de la Fuerza Aérea y del Ejército norteamericanos. En concreto, nació en el seno de los grupos de ingenieros de desarrollo de misiles que intentaban recuperar el terreno perdido frente a los soviéticos, tras la impactante puesta en órbita del primer satélite artificial de la historia: el Sputnik.
La sorpresiva victoria de los rusos con el lanzamiento de este satélite demostraba a los norteamericanos que aquellos habían desarrollado un misil con capacidad intercontinental, mientras que los desarrollos patrios se limitaban por entonces a misiles de corto alcance, y el que debía ser su primer misil balístico intercontinental, el Atlas de la Fuerza Aérea, se encontraba aún en pañales.
El Sputnik provocó una enorme conmoción en muchos ámbitos de la política y la sociedad norteamericanas (los interesados podéis leer un amplio reportaje que escribí sobre el tema aquí), pero centrándonos en el asunto que abría esta entrada, creó un enorme sentimiento de urgencia en el campo del desarrollo de misiles en los Estados Unidos.
Y éste fue el origen, entre otros, del nacimiento de la ingeniería concurrente: había que acortar los plazos de desarrollo de misiles de una forma drástica, y una de las formas de conseguirlo era evitar el trabajo secuencial en ingeniería. Había que trabajar en equipo, suministrando cada fase previa a la siguiente los datos básicos mínimos para que pudieran ir iniciando sus trabajos mientras la fase anterior seguía avanzando en el suyo. Con el tiempo y las ayudas tecnológicas (la informática y el CAD ayudaron muchísimo), el concepto se ha ido perfeccionando, pero la ingeniería concurrente nació con el desarrollo de los primeros misiles balísticos durante la Guerra Fría. Que es casi lo mismo que decir que nació con el programa espacial, al ser éste consecuencia directa de aquellos.
Bueno, y aquí debería finalizar esta entrada. Pero lo cierto es que no tengo la certeza de que toda esta historia que os he contado sea cierta. No, no es que haya querido contaros un cuento chino o que tenga motivos para tener dudas, y lo cierto es que la historia “suena creíble”… pero es que no consigo recordar cómo, cuándo o dónde supe todo esto, y eso hace que no me sienta cómodo. Es una historia que he contado numerosas veces a lo largo de los años cuando he dado cursillos a personal inexperto en mi empresa, sin plantearme nunca su origen, pero ahora, llegado el momento de escribir sobre ello, me ha surgido la duda, porque no recuerdo la fuente. He buscado por todas partes y no he conseguido encontrar nada que confirme o refute lo que os acabo de contar. Así que, sin saber cómo lo supe, no pongo la mano en el fuego por esta historia, que por otra parte es de lo más atractiva. Si alguno de vosotros tiene información sobre la veracidad o no de estos orígenes de la ingeniería concurrente, estaría encantado de que nos lo contase por aquí. ¡Saludos!