No es coña, no. Ya sabemos que los astronautas no pueden llevar una higiene personal como la nuestra, que sus cambios de ropa interior suelen realizarse cada dos días, y que darse una ducha en ingravidez, aunque posible, es un proceso tan complicado, lento y laborioso, que la mayoría optan por prescindir de ello y limpiarse periódicamente con toallas húmedas. No, vivir en el espacio no es siempre tan maravilloso como desplazarse flotando, hacer cabriolas, jugar con gotas de agua flotantes o mirar la Tierra por la ventanilla. Pero ¿qué pensaríais si os dijeran que tenéis que pasar un mes sin cambiaros de ropa interior? Es más… ¿qué pensarían los que tenéis alrededor?
Pues esto mismo es lo que ha hecho el japonés Koichi Wakata, que ha pasado cuatro meses y medio en la Estación Espacial Internacional como miembro de la expedición 20, y que, si no hay problemas, volverá a tierra hoy mismo a bordo del transbordador Endeavour. Mientras los demás miembros de la tripulación seguían las normas habituales de cambiarse la ropa interior cada dos días y las camisetas una vez por semana, Wakata decidió que podía vivir sin cambiarse de ropa durante todo un mes. Durante su estancia en la estación, sólo ha usado cuatro juegos de camisetas, calcetines y calzoncillos. Todo un récord del ahorro, pero uno piensa… ¿a qué coste, para él y sus compañeros?
A bordo de un vehículo espacial, los cambios de ropa deben ser por fuerza limitados. No hay manera de lavar la ropa, no hay lavadoras ni secadoras, y la ropa usada simplemente se tira y se cambia por ropa nueva. Para estancias prolongadas, esto supone un importante volumen y peso en ropa, que hay que intentar minimizar. Estudios realizados a lo largo de la historia del programa espacial han demostrado que es seguro usar la misma ropa interior durante dos días seguidos sin que se inicie la proliferación bacteriana, y que en el caso de pantalones y camisetas el periodo puede extenderse hasta una semana. Otra cosa es el olor, y aunque no se suela hablar mucho de ello, es sabido que la vida a bordo de una estación espacial se realiza en convivencia con un cierto “olor a humanidad” que los filtros del sistema de reciclado de aire no son capaces de eliminar por completo, aunque han mejorado mucho en la ISS frente a estaciones anteriores. Afortunadamente, el “shock odorífero” se sufre principalmente cuando se llega por primera vez a la estación, luego el olfato se acostumbra a ese olorcillo de fondo hasta apenas notarlo. Tengamos en cuenta, además, que en microgravedad se tiende a transpirar más, y que los hábitos higiénicos, aunque estrictos, no son equiparables a los que seguimos en la Tierra. Por ejemplo, aunque la ISS dispone de ducha, pocos astronautas o cosmonautas deciden usarla, algo que viene siendo así desde los tiempos del Skylab y las estaciones Salyut, donde se experimentó con estos elementos por primera vez. Aunque el dispositivo se ha seguido incluyendo en todas las estaciones espaciales desde entonces, su popularidad entre la tripulación queda de manifiesto sin más que decir que en la Mir pasado un tiempo decidieron arrojarla al exterior para hacer sitio. No, las duchas espaciales no son nada populares entre sus usuarios, que prefieren optar por una limpieza corporal periódica con toallas húmedas frente a la experiencia de unas gotas de agua esféricas que estallan al tocar el cuerpo, extendiéndose como una película que luego resulta casi imposible de quitar, mientras se usa un dispositivo respiratorio especial para evitar aspirarlas y frente al trabajo que supone tener que absorber cuidadosamente con una aspiradora hasta la última partícula de humedad del compartimento antes de salir de él. Tras una primera experiencia en una ducha espacial, pocos son los atrevidos que osan repetir.
En este contexto, la actitud de Wakata podría parecer no sólo desconsiderada para con sus compañeros, sino incluso arriesgada para la salud de la tripulación. ¿Vestir durante un mes entero la misma ropa, incluidos calcetines y calzoncillos? ¿Cambiarse cuatro veces en cuatro meses y medio? ¿Y a éste no le echan del cuerpo de astronautas?
La realidad es que Wakata no es un guarro sin miramientos, sino que simplemente ha seguido las directrices de la agencia espacial japonesa JAXA, que ha querido probar en el espacio una nueva ropa especial con un sistema antiolores y antibacterias que permita hacer lo que ha hecho Wakata sin que el resto de la tripulación huya despavorida a su paso. Además, el tejido es antiestático, absorbente y retardante al fuego. Y, al parecer, el experimento ha sido todo un éxito, y según comenta el astronauta japonés en una entrevista, sus compañeros de tripulación no se han quejado. Mientras contaba esto desde el espacio, sus compañeros no podían reprimir las sonrisas traviesas.
Ahora, frente a la costumbre habitual de cargar la ropa usada como basura en naves Progress para su destrucción durante la reentrada, Wakata traerá a la Tierra la ropa que ha vestido durante su misión para que sea analizada y así poder evaluar con rigurosidad el éxito del nuevo diseño. Si todo sale bien, podríamos estar ante una pequeña revolución en cuanto a la vestimenta espacial. Eso sí, no me gustaría estar en el pellejo de quienes tengan que analizar los calzoncillos usados durante un mes por Wakata… (Foto: Tony McNicol)
Pues esto mismo es lo que ha hecho el japonés Koichi Wakata, que ha pasado cuatro meses y medio en la Estación Espacial Internacional como miembro de la expedición 20, y que, si no hay problemas, volverá a tierra hoy mismo a bordo del transbordador Endeavour. Mientras los demás miembros de la tripulación seguían las normas habituales de cambiarse la ropa interior cada dos días y las camisetas una vez por semana, Wakata decidió que podía vivir sin cambiarse de ropa durante todo un mes. Durante su estancia en la estación, sólo ha usado cuatro juegos de camisetas, calcetines y calzoncillos. Todo un récord del ahorro, pero uno piensa… ¿a qué coste, para él y sus compañeros?
A bordo de un vehículo espacial, los cambios de ropa deben ser por fuerza limitados. No hay manera de lavar la ropa, no hay lavadoras ni secadoras, y la ropa usada simplemente se tira y se cambia por ropa nueva. Para estancias prolongadas, esto supone un importante volumen y peso en ropa, que hay que intentar minimizar. Estudios realizados a lo largo de la historia del programa espacial han demostrado que es seguro usar la misma ropa interior durante dos días seguidos sin que se inicie la proliferación bacteriana, y que en el caso de pantalones y camisetas el periodo puede extenderse hasta una semana. Otra cosa es el olor, y aunque no se suela hablar mucho de ello, es sabido que la vida a bordo de una estación espacial se realiza en convivencia con un cierto “olor a humanidad” que los filtros del sistema de reciclado de aire no son capaces de eliminar por completo, aunque han mejorado mucho en la ISS frente a estaciones anteriores. Afortunadamente, el “shock odorífero” se sufre principalmente cuando se llega por primera vez a la estación, luego el olfato se acostumbra a ese olorcillo de fondo hasta apenas notarlo. Tengamos en cuenta, además, que en microgravedad se tiende a transpirar más, y que los hábitos higiénicos, aunque estrictos, no son equiparables a los que seguimos en la Tierra. Por ejemplo, aunque la ISS dispone de ducha, pocos astronautas o cosmonautas deciden usarla, algo que viene siendo así desde los tiempos del Skylab y las estaciones Salyut, donde se experimentó con estos elementos por primera vez. Aunque el dispositivo se ha seguido incluyendo en todas las estaciones espaciales desde entonces, su popularidad entre la tripulación queda de manifiesto sin más que decir que en la Mir pasado un tiempo decidieron arrojarla al exterior para hacer sitio. No, las duchas espaciales no son nada populares entre sus usuarios, que prefieren optar por una limpieza corporal periódica con toallas húmedas frente a la experiencia de unas gotas de agua esféricas que estallan al tocar el cuerpo, extendiéndose como una película que luego resulta casi imposible de quitar, mientras se usa un dispositivo respiratorio especial para evitar aspirarlas y frente al trabajo que supone tener que absorber cuidadosamente con una aspiradora hasta la última partícula de humedad del compartimento antes de salir de él. Tras una primera experiencia en una ducha espacial, pocos son los atrevidos que osan repetir.
En este contexto, la actitud de Wakata podría parecer no sólo desconsiderada para con sus compañeros, sino incluso arriesgada para la salud de la tripulación. ¿Vestir durante un mes entero la misma ropa, incluidos calcetines y calzoncillos? ¿Cambiarse cuatro veces en cuatro meses y medio? ¿Y a éste no le echan del cuerpo de astronautas?
La realidad es que Wakata no es un guarro sin miramientos, sino que simplemente ha seguido las directrices de la agencia espacial japonesa JAXA, que ha querido probar en el espacio una nueva ropa especial con un sistema antiolores y antibacterias que permita hacer lo que ha hecho Wakata sin que el resto de la tripulación huya despavorida a su paso. Además, el tejido es antiestático, absorbente y retardante al fuego. Y, al parecer, el experimento ha sido todo un éxito, y según comenta el astronauta japonés en una entrevista, sus compañeros de tripulación no se han quejado. Mientras contaba esto desde el espacio, sus compañeros no podían reprimir las sonrisas traviesas.
Ahora, frente a la costumbre habitual de cargar la ropa usada como basura en naves Progress para su destrucción durante la reentrada, Wakata traerá a la Tierra la ropa que ha vestido durante su misión para que sea analizada y así poder evaluar con rigurosidad el éxito del nuevo diseño. Si todo sale bien, podríamos estar ante una pequeña revolución en cuanto a la vestimenta espacial. Eso sí, no me gustaría estar en el pellejo de quienes tengan que analizar los calzoncillos usados durante un mes por Wakata… (Foto: Tony McNicol)