26 junio 2008

Los beneficios de invertir en el espacio

Muchas veces se habla sobre los diferentes beneficios que tiene la inversión en el espacio. Están, por supuesto, los beneficios directos de las actividades comerciales o de aplicaciones (satélites de comunicaciones, turismo espacial…), pero también tenemos los claros beneficios sociales en otros casos, que a menudo pueden suponer también ventajas económicas (satélites meteorológicos, prevención de catástrofes, etc). También están las ventajas otorgadas por los conocimientos científicos en aquellas misiones que tengan la ciencia como objetivo, pero aparte de todos estos beneficios directos, muchas veces se alude también a beneficios indirectos. Habitualmente se habla de los “spin-off”, algo así como “beneficios derivados”, aludiendo a la utilización en la vida cotidiana de tecnologías desarrolladas para el espacio, pero también es frecuente aludir a otro beneficio intangible: la posible motivación que la actividad espacial puede provocar sobre la juventud del país que la lleva a cabo, promoviendo un mayor interés hacia los estudios de tipo técnico o científico, lo cual puede redundar en beneficios para el país. Todo esto ya lo comenté más en profundidad aquí, pero lo que me ha llamado la atención hoy, lo que me ha movido a escribir esta entrada, es que parece que este último beneficio intangible se ha demostrado claramente en los últimos días. Y de forma realmente sorprendente.

Me refiero a los resultados recientemente publicados por la ESA sobre los candidatos que se han presentado a la convocatoria para nuevos astronautas. Se trata simplemente de estadísticas sobre las personas que se han presentado, no se trata de ninguna preselección. Lo que me ha llamado extraordinariamente la atención es que el porcentaje de candidatos por nacionalidades refleja de forma prácticamente exacta el porcentaje de participación de cada país en la ESA. Me parece tremendamente revelador.

No me hubiera extrañado demasiado ver algo así en los resultados finales de la selección, ya que, aunque ésta se basa teóricamente en criterios objetivos, estoy convencido de que los criterios políticos también cuentan al elegir, en forma de cierto nivel de representación de los diferentes países miembros dentro del cuerpo de astronautas de la agencia. Pero aquí no hablamos de eso, aquí no hay ningún filtro impuesto por nadie: los datos muestran simplemente el interés entre la población de cada país por ser astronauta.

Pues bien, como podéis ver en la página de la ESA, el 22% de los candidatos son franceses, el 21% alemanes, el 11% italianos, casi el 10% británicos, y un 9,4% españoles. El ranking es exactamente el mismo que el de los niveles de participación de cada uno de estos países en la agencia. Incluso los valores se aproximan bastante al porcentaje de cada uno de estos países en los presupuestos de la ESA. Impresionante.

¿Qué extraemos de aquí? Pues que lo que en su día planteaba como una posibilidad no demostrable, parece demostrarse: el nivel de involucración de un determinado país en el espacio se refleja de forma directa en el interés de su población por esta actividad. Es decir, la inversión en el espacio se transforma de forma casi directa en interés de las personas por la ciencia y la tecnología espacial. Demostrado.

Bueno, quizás la conclusión no sea tan directamente extrapolable, en realidad. Estos porcentajes de candidatos habría que valorarlos en base a la población de cada uno de estos países. Es decir, deberíamos obtener para cada país el porcentaje de candidatos con respecto a su población, y ver si se mantienen estos resultados, para poder ser rigurosos en las conclusiones. Lo he hecho y sale el siguiente ranking (número de candidatos por millón de habitantes): Francia 29,4, Alemania 21,8, España 17,6, Italia 15,8, y Reino Unido 13,6.

Vemos un curioso cambio, y es que España sube un par de puestos en el marcador (por poco, también es verdad), pero por lo demás se mantiene la tónica general, y sobre todo se mantienen destacados los mismos dos países que también estaban destacados en la comparación anterior, y que también destacan por sus grandes aportaciones a la ESA.

En resumen, creo que las conclusiones se mantienen. Quizás podríamos sacar otra de esta segunda comparativa, aunque los datos no me parecen suficientemente sólidos como para decirlo categóricamente: quizás el hecho de que no existan astronautas ingleses (el Reino Unido no participa en los programas tripulados de la agencia) haga que el interés hacia el espacio en aquel país sea inferior al que hay en España, donde tenemos el referente de Pedro Duque. Puede ser, aunque ya digo que esto habría que tomarlo con pinzas, es sólo una hipótesis.

En cualquier caso, no sé para vosotros, pero para mi esto no hace más que corroborar que la inversión en el espacio es rentable. En todos los sentidos. (Foto: ESA)

12 junio 2008

Grandes planes rusos para el futuro... si la autoridad lo permite

Mientras en la NASA se trabaja en futuros planes para volver a la Luna y en hipotéticas bases permanentes sobre nuestro satélite, en Rusia los organismos involucrados en el programa espacial tampoco le van a la zaga en cuanto a grandiosos planes para el futuro. Sólo que aquí, por las especiales particularidades del programa espacial ruso, es la principal empresa del sector, RKK Energiya, la más activa en proponer ideas que luego tendrá que aprobar la agencia espacial Roskosmos, mientras que en los Estados Unidos es su agencia espacial la que traza las directrices a seguir. Pero en ambos casos nos chocamos con la misma realidad: que todo esto son bonitos planes que todos sabemos que en buena parte terminarán muriendo donde nacieron, sobre el papel, sucumbiendo a las realidades económicas y políticas de cada país. Pero como soñar es gratis y ya estamos cansados de soñar con los planes lunares de la NASA, vamos a ver hoy aquí por dónde van los planes del otro líder en el espacio, Rusia. Unos planes a priori más cercanos y alcanzables que las futuristas (e inútiles) bases en la Luna, pero me temo que desgraciadamente tan fantasiosos como ellas (disculpad mi habitual pesimismo, alimentado por décadas de historia de fantásticos proyectos en el espacio que nunca vieron la luz).

Las propuestas han sido presentadas, como decía, por la empresa RKK Energiya en una conferencia en Korolev (la "Ciudad de las Estrellas", cerca de Moscú) en la que ha actuado como presentador Vladimir Solovyov, ex-cosmonauta, ingeniero de Energiya, y veterano director de misiones espaciales rusas. Y para nuestro disfrute, alguno de los asistentes a la conferencia se ocupó de fotografiar las diferentes diapositivas que se iban presentando con las principales propuestas de esta empresa para los próximos años; y no sólo las fotografió, sino que luego las colgó en un foro en internet. Merece la pena verlas, aunque no las disfrutaremos adecuadamente si no sabemos ruso. Y es que ya me siento mayor para empezar, pero cómo me gustaría saber un poco de ruso básico para leer estas cosas... Podéis echar un vistazo a las diapositivas aquí.

De todas formas, algunas se entienden por sí solas. Y si al menos conoces el alfabeto cirílico (esto sí es más fácil, y más o menos me apaño) y un par de palabrejas técnicas en ruso (de tanto leer sobre estas cosas al final se te queda algo), algo se deduce. Comento:

En la tercera diapositiva tenemos un cronograma de las misiones a la ISS para los próximos años. Muy gráfico, con dibujitos para las diferentes naves involucradas. Vemos la retirada del Shuttle en 2010, la introducción del Orión a finales de 2014 (qué optimistas veo a los rusos, si Griffin ya reconoce que no estará listo antes de 2015), las misiones del ATV y del HTV (el equivalente japonés al vehículo logístico europeo, que entrará en servicio pronto), y las de las Soyuz y las Progress (dos últimas líneas; con imaginación podéis leer eso, “Soyuz” y “Progress”, sabiendo que “c” es “s”, que “p” es “r”, y que “pi” es “p”, entre otros). Como dato curioso, muestran al Kliper sustituyendo a las Soyuz a mediados de 2014. Angelitos…

Pero lo más interesante (aunque no por ello más creíble) de esta diapositiva es la planificación del envío de nuevos módulos rusos a la ISS, seis módulos adicionales a añadir a la estación entre 2009 y 2015. Lo vemos más en detalle en las diapositivas 5, 6 y 7, y lo resumo a continuación:

2009: IM-1, pequeño módulo científico de 4 toneladas de masa.
2010: IM-2, pequeño módulo científico de 7,9 toneladas de masa
2011: MLM, gran módulo científico de 20,7 toneladas. Parece un duplicado del módulo base ruso actual, el que ejerce las principales funciones de vivienda y soporte vital en la estación.
2013: módulo de acoplamiento
2014: NEM-1, nuevo set de paneles solares
2015: NEM-2, nuevo set de paneles solares

De cumplirse estos planes, significaría una notable diferencia en cuanto a política espacial entre Rusia y los Estados Unidos; mientras estos últimos planean poco menos que abandonar la estación espacial a partir de 2010, los rusos estarían pensando en potenciarla considerablemente para empezar a explotar de verdad su potencial científico. En cualquier caso, repito, esto son propuestas… ya veremos en qué quedan en la realidad.

Luego viene una serie de diapositivas bastante incomprensibles para mi (si alguien sabe ruso y quiere compartirlo con nosotros, le estaré enormemente agradecido), hasta llegar a la diapositiva 14 (no están numeradas, hay que contar). Aquí aparece una curiosa estructura circular acoplada a una Soyuz en la ISS, una estructura que también aparece en diapositivas anteriores y posteriores unida a satélites. Lo más relevante es que en esta diapositiva en el título se ve la palabra “antena”. En la siguiente diapositiva aparece esta antena acoplada a un satélite, representado junto a los sistemas Glonass, GPS y Galileo, es decir, sistemas de navegación por satélite (ruso, norteamericano y europeo, respectivamente). Me intriga; ¿quizás quieren usar el Glonass para implementarlo en las Progress y cambiar su modo de navegación hasta la ISS, y de ahí el dibujo de la diapositiva anterior? Sea lo que sea, le dedican un montón de diapositivas al invento.

Más adelante aparece una diapositiva con dos lanzadores. Aquí creo que simplemente se habla de nuevos carenados para la carga de pago, a implementar en dos tipos de lanzador, que así a ojo diría que son el Zenit y el futuro Angara, aunque no aparecen los nombres (ninguno de ellos los fabrica Energiya). No parece ser nada importante.

La siguiente diapositiva muestra un montón de conceptos de vehículos espaciales. Se trata de un rápido repaso a diferentes propuestas existentes a nivel mundial, pero ya en la siguiente diapositiva aparece una tabla con las 5 propuestas de Energiya para el sucesor de la Soyuz (a veces es gracioso ver palabras muy parecidas al castellano, como la primera y tercera del título: “variantes” y “aparatos”). Las 5 propuestas son: una especie de Soyuz agrandada, tres versiones del Kliper (uno de fuselaje sustentador, otro de alas fijas, y otro de alas plegables), y por último la cápsula cónica que parece ser la versión que podría construirse en colaboración con la ESA según decíamos por aquí, si lo aprueba el consejo de ministros del próximo noviembre.

De esta tabla no entiendo nada aparte de los dibujitos, pero en la siguiente, donde vemos los distintos vehículos acoplados al lanzador, sí podemos identificar fácilmente la palabra “Masa, kg” para el primer apartado; debajo de “masa”, la primera línea es “korabl”, es decir, la masa correspondiente a la nave; el resto será masa del módulo de servicio y elementos adicionales, supongo. Los siguientes dos grupos de cifras aluden a la órbita alcanzada (se identifican fácilmente las palabras “órbita” y “km”), e indican posibles órbitas elípticas o circulares alcanzables, evidentemente para un lanzador determinado que no sé cuál es. El resto de diapositivas, sin comentarios.

Resumiendo, y disculpad el rollo, de aquí se saca como conclusión cuáles son las prioridades para RKK Energiya, que no tienen por qué coincidir con las prioridades finales del programa espacial ruso. De hecho, Energiya está proponiendo aquellos elementos en los que ellos, como empresa, tendrían mayor participación: sustituto de la Soyuz y nuevos módulos de la estación espacial, principalmente. Mis conclusiones sobre esta presentación son las siguientes:

1. Gran interés por explotar científicamente la ISS y seguir aumentándola con módulos adicionales. Sería una confirmación de la política espacial seguida en su día por la URSS desde los años 70, cuando iniciaron un agresivo programa de estaciones espaciales que culminaría con el fin de la Mir en 2001. Vale, esto que acabo de decir sería una exposición muy políticamente correcta, muy vendible, etc. Pero la realidad, desde mi punto de vista, es que simplemente Energiya está proponiendo explotar su línea de producto de módulos de estación espacial, y punto. Si consigue venderle al gobierno los bonitos argumentos que comentaba al principio, estupendo, pero las razones reales son puramente económicas para la empresa. Personalmente creo que alguno de los módulos planteados para fechas más tempranas podría tener sentido, pero los últimos claramente no: a día de hoy la ISS tiene su fecha de caducidad fijada teóricamente para 2015, que es la fecha propuesta para incorporar el último de estos nuevos módulos. Bien es cierto que ya nadie se cree que realmente la ISS se vaya a dar de baja en 2015, y ya se habla de 2020 como mínimo, pero aún así veo un poco dudoso que esto se lleve a cabo.

2. Gran interés en buscar un sustituto a la Soyuz, con el énfasis puesto en el vehículo “Kliper”, del que se presentan tres opciones. Es lógico, pues el Kliper fue una propuesta de Energiya en su día, en la que han estado trabajando por su cuenta y riesgo desde hace unos cuantos años, así que es normal que para ellos sea la opción preferida (para mi también, la verdad, por sus teóricas ventajas operativas frente a las otras propuestas; otra cosa es que pueda preferir la opción cónica por ser en la que podría participar Europa). Aquí sí creo que tendrán más éxito, en el sentido de que Rusia realmente quiere reemplazar a las Soyuz; pero creo que Energiya se quedará con las ganas de introducir su querido Kliper, pues al final pesarán bastante más argumentos políticos como la posible colaboración con Europa, que llevarán a otros diseños.

3. Bastante énfasis también en algún sistema de comunicaciones o navegación que usa una gran antena y del que poco puedo decir, porque no lo entiendo. Probablemente es alguna propuesta de RKK Energiya, y por eso el interés especial. Como no conozco los detalles, no puedo opinar al respecto.

Por último, comentar que me parece interesante la nueva propuesta para el Kliper, la de las alas plegables, que no conocía. Tiene la ventaja de poder llevar a cabo la mayor parte de la reentrada con las alas plegadas, en configuración análoga a la versión de fuselaje sustentador, liberando así a las alas de la fase de mayores esfuerzos aerodinámicos, que es el mayor problema para la versión alada; las alas se desplegarían solo en la fase final del descenso, para proporcionarle una capacidad de planeo que le permita un aterrizaje de gran precisión, que es lo buscado con las alas. Por el contrario, presenta la mayor complejidad requerida por el sistema de articulación del ala; a priori esto también podría representar más peso, aunque quizás sea equiparable al que se ahorra al no tener que reforzar la estructura alar para soportar la reentrada.

En cualquier caso, lo más destacable para mi es el tema de la ampliación de la estación. De hacerse, sería realmente curioso, teniendo en cuenta la retirada norteamericana, y podría suponer un nuevo liderazgo ruso en investigación en microgravedad, como el que tuvieron durante décadas con las Salyut y Mir. Pero, como decía al principio, veremos en qué queda todo esto. Permanezcamos atentos…

06 junio 2008

Fósiles del espacio

El pasado 23 de mayo, un aficionado holandés a la astronomía apuntaba su telescopio desde el jardín de su casa para observar el paso de la Estación Espacial Internacional. Lo que no se esperaba es que fuera a encontrarse también con lo que podríamos llamar un “fósil” de la exploración espacial.

Efectivamente, poco después de fotografiar la estación, Ralf Vandebergh desplazaba ligeramente su telescopio para observar el paso de un tenue objeto que resultaría ser ese fósil del que hablábamos: la etapa superior de un lanzador soviético Vostok 2-M 8A92M, un derivado del mismo tipo de lanzador que envió al espacio a Yuri Gagarin en 1961. Ralf fotografió también este objeto y luego lo colocó al lado de la imagen de la ISS; el resultado lo podemos ver aquí:


El lanzador cuya última etapa aparece en la fotografía se ha venido utilizando abundantemente desde 1964 hasta 1991, principalmente para la puesta en órbita de satélites de la serie Meteor (meteorológicos) y Tselina (inteligencia electrónica). En concreto, la etapa fotografiada por Ralf Vandenbergh corresponde a un lanzamiento de 1979. Es decir, es fósil, pero poco…

Como sabéis, es normal que las últimas etapas de los lanzadores queden en órbita, a veces por semanas o meses, y a veces por muchos años. La razón es que el lanzador va desprendiéndose de las etapas gastadas a medida que asciende hacia el espacio, pero la última etapa es la encargada de acelerar su carga hasta la velocidad orbital. Cuando sus motores se apagan, el conjunto etapa más satélite ha alcanzado ya la velocidad orbital, es decir, ambos están en órbita. A continuación, un sistema de separación (a menudo simples muelles) se encarga de separar al satélite de la etapa consumida, iniciándose una separación lenta pero continuada que irá alejando cada vez más a la carga del vehículo que la puso en la espacio. Pero la última etapa del lanzador se queda allí, en órbita, dando vueltas alrededor de la Tierra como un satélite más.

Si la órbita en la que se ha depositado el satélite es baja, la etapa gastada reentrará en un plazo breve en la atmósfera terrestre, al ser continuamente frenada por las leves trazas de gases q ue aún se encuentran presentes a esas alturas orbitales. El satélite, por su parte, podrá haber partido hacia una órbita superior impulsado por un pequeño motor incorporado, o simplemente se mantendrá en esa misma órbita, compensando el frenado atmosférico con pequeños impulsos periódicos de sus motores. Pero si en cambio el lanzador ya dejó directamente al satélite en una órbita suficientemente elevada, la etapa gastada puede permanecer años dando vueltas a nuestro planeta. Como la que ha fotografiado Ralf Vandenbergh.

Hablando de fósiles espaciales, existen incluso ideas por parte de algunos emprendedores de llevar a cabo misiones de “arqueología espacial”. Artefactos históricos como el Vanguard, el segundo satélite norteamericano, lanzado en 1958, todavía permanecen dando vueltas por el espacio. Recuperarlos y traerlos de vuelta a la Tierra para exponerlos en museos podría ser una interesante misión, posiblemente lucrativa. Quizás algún día podamos contemplar alguno de estos fósiles de la era espacial sin necesidad de fotografiarlos con un telescopio como ha hecho Ralf Vandebergh en esta ocasión. (Foto: Ralf Vandebergh)

02 junio 2008

Investigación, industria y política en el sector espacial

El pasado 8 de abril, el presidente de Boeing Jim Albaugh dio un interesante discurso sobre el sector espacial dentro del Simposio Nacional del Espacio. Interesante más que nada no porque dijera algo nuevo o sorprendente, sino porque dijo cosas muy claritas sobre la situación actual y sobre cuál debería ser el camino a seguir en el sector. Unas declaraciones que, disculpad que me siga mirando el ombligo (parece que últimamente no hago otra cosa) coinciden con lo que llevo diciendo por aquí desde que se anunció la nueva política espacial de Bush; de forma resumida, que si de verdad queremos avanzar en materia espacial, lo que hay que hacer es invertir masivamente en ciencia y tecnología básicas que nos permitan, sobre todo, abaratar el coste del acceso al espacio. Justo lo contrario de lo que se está haciendo.

Bueno, sin más preámbulo, paso a detallar los fragmentos que me han parecido más reveladores del discurso del presidente de Boeing (alguien que, sin duda, sabe de lo que habla cuando hace referencia a la industria aeroespacial) (Por cierto: sí, ya sé, a menudas horas escribo esta entrada, si el discurso es de hace dos meses… pero es que he estado a tope, y las lecturas más intemporales, como ésta, las he ido dejando aparcadas hasta que he tenido un rato para dedicárselo). Os dejo con Jim Albaugh:

(…) ¿Dónde están las innovaciones que nos permitirán dar el siguiente gran salto hacia delante? ¿Por qué no estamos invirtiendo en investigaciones y tecnologías de alto riesgo con grandes beneficios potenciales? ¿Dónde están los innovadores de nuestro tiempo? Me temo que no están trabajando en nuestra industria. Me temo que están trabajando en negocios donde se les recompensa por sus innovaciones y sus ideas… y no tan sólo por sus años de servicio.

Nos guste o no, la industria espacial actual es principalmente una mezcla de recién llegados con poco capital, fabricantes de satélites que van sobreviviendo como pueden, y compañías aeroespaciales tradicionales que tienen que confiar en el gobierno para liderar la inversión en investigación y tecnología.

La nuestra es una industria en la que las grandes compañías tienen cada vez más aversión al riesgo, escrutadas por unos accionistas y analistas de mercado que pueden ser unos jueces muy severos, y donde las visiones a largo plazo sucumben ante los beneficios a corto.

En el gobierno, los presupuestos crediticios y otras prioridades lógicamente condicionan a los legisladores para hacerlos reacios a financiar investigación y desarrollo de alto riesgo. Y, tristemente, para la industria el posible beneficio de invertir en tecnologías de alto riesgo sin aplicaciones y retornos claros nunca ha sido determinante. (…)

Por supuesto, existen emprendedores que están volviendo a los viejos días de aquellos hombres dispuestos a empeñar sus empresas en arriesgadas iniciativas: Burt Rutan, los promotores del X-Prize, o SpaceEx son algunos ejemplos. Excitantes e inspiradores, sí, pero difícilmente el tipo de proyectos que capturan la atención mundial como en su día lo hizo ir a la Luna.

Nuestra industria debe elegir entre ser simples incrementalistas, contentos con usar las mismas viejas tecnologías de siempre para subir a una órbita terrestre baja, o convertirse en innovadores, creando el siguiente gran salto adelante que marque los inicios de una verdadera era espacial.

Y debemos recordar que el camino para volver a la Luna no está pavimentado con iniciativas bien intencionadas pero posteriormente abandonadas, como el Nacional Aerospace Plane, el X-33, la Space Launch Initiative, o la Next-generation Launch Technology [JC: proyectos de investigación de gran alcance encaminados a dar respuesta al gran problema del coste del acceso al espacio, abandonados todos ellos a medio camino habitualmente por problemas presupuestarios]. El camino de vuelta a la Luna se pavimentará con compromiso, liderazgo e innovación; y con un gobierno dispuesto a dar un paso al frente y financiar la innovación espacial a niveles que no hemos visto en décadas. [enfatizado en el original]

(…) La industria aeroespacial puede definir el siglo XXI, si la transformamos para que inspire innovación. Esta transformación de nuestra industria será imposible sin una fuerte inversión en investigación y tecnología.

En el punto culmen del programa Apollo, el presupuesto de la NASA era el 4% del presupuesto federal. En la actualidad sólo es una fracción de esa cifra [JC: exactamente el 0,57% en 2008, como dije
aquí]. En aquellos días, cuando los ingenieros trabajaban para traer a casa al maltrecho Apollo 13, Gene Kranz declaró: “El fallo no es una opción”. Con las realidades presupuestarias de hoy, aquellos niveles de financiación no son una opción.

Así que, ¿cómo alcanzaremos las revolucionarias innovaciones de alto riesgo del futuro? Debemos empezar identificando las tecnologías que nos permitirán –con compromiso y apertura hacia las nuevas ideas- dar los próximos grandes pasos.

En mi opinión, la propulsión es la gran clave. Debemos reducir el coste y la eficiencia de la propulsión espacial. Nuestra tecnología de propulsión no ha progresado mucho desde que Robert Goddard lanzaba cohetes en Nuevo México en los años 30. Desde el desarrollo de los SSME en los 70, sólo ha existido un gran motor cohete de propulsión líquida desarrollado en este país: el RS-68.

¿Dónde están las nuevas tecnologías? ¿Quién está invirtiendo en ellas? ¿Y a qué nivel? Para desarrollar la próxima generación de satélites, ¿qué vamos a hacer para mejorar varios órdenes de magnitud en eficiencia y reducciones de peso? Identificar estas y otras tecnologías y centrarnos en ellas dependerá de una duradera colaboración entre industria y gobierno. (…
)

Como decía al principio, no puedo estar más de acuerdo con sus palabras. Construir ahora un cohete Ares I y un vehículo Orión que son poco más que una copia algo mejorada de los vehículos que nos permitieron ir a la Luna a finales de los años 60, no parece un avance revolucionario, eso desde luego. Y difícilmente nos ayudarán a mantener una presencia tripulada seria en el espacio, con los costes de lanzamiento manteniéndose a niveles similares a los de aquella época. Recordemos que el programa Apollo se terminó porque no era posible (bueno, digamos mejor que no se quería, aunque en el fondo es lo mismo) mantener ese nivel de gasto; ¿por qué va a ser distinto ahora? Si no atacamos el verdadero problema, el del coste del envío de un kilogramo de masa al espacio, la situación no va a cambiar. Seguiremos anclados a la órbita terrestre, para desarrollar aquellas actividades que sean más económicas o que tengan mayor beneficio inmediato; pero olvidémonos de la exploración a gran escala, olvidémonos de adentrarnos de verdad en el espacio, más allá del envío de alguna sonda robótica de vez en cuando. Quien no lo vea así, creo que necesita gafas.

Y para cambiar esta situación, para alcanzar niveles de eficiencia energética tales que nos permitan reducir drásticamente este coste de lanzamiento, se necesitan grandes inversiones en ciencia y tecnología básicas. Investigación de alto riesgo, sí, como reconoce el presidente de Boeing, porque nadie nos asegura que logremos resultados en un plazo razonable, por mucho que invirtamos; ahora bien, la posible ganancia es tan grande, los posibles resultados podrían ser tan revolucionarios para el sector, que es una investigación que realmente merece ser llevada a cabo. Pero lo que él dice también está muy claro: la industria no va a llevar a cabo por su cuenta esta investigación. Por mucho que los políticos se llenen la boca hablando de potenciar la I+D+i en la industria, no se debe permanecer ciego a una evidencia: la industria investigará en aquello en lo que vea una posible aplicación y beneficio a corto o medio plazo. La investigación de alto riesgo y a largo plazo sólo puede llevarla a cabo una administración con visión también de largo plazo; algo que, con el sistema parlamentario de elecciones cada pocos años, a veces también es difícil de conseguir a nivel político (no es que esté en contra del sistema democrático, todo lo contrario; pero hay que reconocer que la atención que los políticos ponen en las próximas elecciones más que en la próxima generación, dificulta a menudo que realicen una política de largo plazo).

En fin, poco más que añadir. Todo está dicho, y redicho. Lamentablemente, parece que aún no ha sido oído. O al menos, aún no ha hecho mella en quien debería hacerla… ¿Quizás necesitamos que otro presidente norteamericano lance un reto a largo plazo y luego muera asesinado, para que la persecución de dicho reto se convierta en un objetivo nacional? ¿Quizás lo que necesitamos es otra Guerra Fría, para que el deseo de aparecer tecnológicamente superior frente el contrario ante la opinión pública mundial impulse ese desarrollo tecnológico? Qué tristes son las motivaciones de nuestra sociedad… En fin, habrá que seguir intentándolo.