12 abril 2011

Gagarin: 50 años de un mito

Hace 3 años y medio, publicaba en este mismo blog una pequeña reflexión sobre los 50 años de era espacial, en el 50º aniversario del lanzamiento del Sputnik. No sé a vosotros, pero a mí me parece que fue ayer cuando lo escribí. Y hoy ya conmemoramos los 50 años del vuelo de Gagarin...

Tres años y medio… En tres años y medio, la humanidad pasó de poner en órbita un pequeño artefacto de 80 kg de peso que prácticamente se limitaba a emitir un pitido para su seguimiento desde tierra, a enviar al espacio al primer ser humano dentro de la primera nave espacial. En tres años y medio hubo que repotenciar el misil R-7 que puso en órbita el Sputnik para que fuera capaz de levantar el sobrepeso impuesto por la misión tripulada; en tres años y medio hubo que diseñar un vehículo capaz de mantener con vida a un ser humano en su interior protegiéndolo de los casi desconocidos peligros del espacio exterior; en esos tres años y medio hubo que investigar la forma de devolver a la Tierra un objeto lanzado al espacio sin que se desintegrase sometido a las enormes temperaturas provocadas por el rozamiento con la atmósfera durante la reentrada; tres años y medio en los que, además de todo eso, hubo que realizar vuelos de prueba previos con animales que garantizasen tanto la seguridad del vehículo como la posibilidad de sobrevivir a la ingravidez y al medio espacial en general.

Hoy tenemos potentes ordenadores en los que diseñamos en tres dimensiones con programas CAD, desde los que mandamos las piezas a fabricar de forma automática con sistemas CAM, con los que calculamos la resistencia de las piezas con programas FEM, o con los que simulamos el comportamiento aerodinámico con sistemas CFD. A finales de los 50, los ingenieros dibujaban a mano en tablero y resolvían sus ecuaciones con una regla de cálculo, para que luego fresadores y torneros fabricasen las piezas casi de forma artesanal. Y hoy, si alguien nos dice que tenemos tres años y medio para desarrollar un nuevo avión, algo que ya tenemos totalmente dominado y en lo que no hay misterios, le decimos que está loco… Curioso, ¿no?

Bien, lo reconozco: hay algo de demagogia en mi párrafo anterior, y las razones para las que la situación sea hoy así son múltiples y complejas. Pero el hecho es el que es, y no deja de ser llamativo… y, sobre todo, nos hace mirar con una tremenda admiración los enormes logros que se alcanzaron en aquellos años dorados de la carrera espacial.

Pero hablemos de Gagarin, que es lo que toca

Un poco de historia

La puesta en órbita del Sputnik el 4 de octubre de 1957 había asombrado al mundo y había supuesto un impacto casi indescriptible en los Estados Unidos, que hasta entonces se habían considerado claramente a la vanguardia de la ciencia y la tecnología a nivel mundial, y que despreciaban a la Unión Soviética como un país eminentemente agrícola y atrasado. La hazaña no sólo disparó las alarmas en los Estados Unidos, que a nivel militar descubrían con este lanzamiento que los rusos habían desarrollado misiles capaces de alcanzar su territorio con armas atómicas, y a nivel político veían humillado su prestigio internacional; al mismo tiempo, la tremenda repercusión que tuvo la hazaña hizo ver a los líderes rusos el espacio exterior como el perfecto escenario para su política, en el que ganar reconocimiento a nivel mundial.

El tortazo en plena cara que supuso el Sputnik para los norteamericanos les hizo reaccionar rápidamente potenciando su programa de misiles con el doble objetivo de no quedarse atrás militarmente, y de utilizarlo en paralelo en el escaparate espacial para no perder su posición de liderazgo mundial frente a los odiados comunistas. Pero iba a costar tiempo y trabajo recuperar el terreno perdido frente a los rusos; habría que esforzarse para rehacerse de esos años que los soviéticos habían empleado en desarrollar un cohete de largo alcance mientras los norteamericanos se limitaban a poco más que repetir los avances de los alemanes durante la Segunda Guerra Mundial…

En cualquier caso, los Estados Unidos se tomaron la puesta en órbita del Sputnik y los sucesivos éxitos soviéticos en el espacio (la perra Laika fue puesta en órbita sólo un mes después que el Sputnik, volviendo a asombrar al mundo) como un reto al que había que dar respuesta cuanto antes. Nacía así la carrera espacial, en la que el espacio se convertiría en una especie de ring de boxeo virtual en el que las dos superpotencias se medirían mutuamente en pleno auge de la Guerra Fría.

Impulsados ambos rivales por la “necesidad” de mostrar al contrario y al resto del mundo su superioridad, el siguiente paso lógico en el espacio estaba claro: había que mandar un hombre allá arriba. Poco después del lanzamiento del Sputnik, en julio de 1958, el gobierno de los Estados Unidos autorizaba la creación de la NASA para liderar su naciente programa espacial, con el objetivo prioritario de poner un hombre en el espacio a la mayor brevedad posible. Al otro lado del telón de acero, aunque con mucho mayor secretismo de cara al exterior, se había dado luz verde al programa tripulado en mayo del mismo año.

No me extenderé, porque no viene del todo al caso en la celebración de este aniversario (y más que nada porque el artículo se alargaría excesivamente), sobre los desarrollos que tendrían lugar de forma acelerada en estos años para poder cumplir esos objetivos a la mayor brevedad posible. Simplemente comentaré que en paralelo al desarrollo de la primera nave espacial rusa, cuyo primer prototipo era lanzado al espacio en mayo de 1960, se procedía a la selección de los primeros aspirantes a cosmonautas entre un grupo de pilotos militares presentados voluntarios para una misión experimental desconocida. El 25 de febrero se designaban los 20 primeros miembros del recién nacido cuerpo de cosmonautas de la Unión Soviética, tras un largo y durísimo periodo de selección en el que los aspirantes habían sido sometidos a pruebas de todo tipo, tanto físicas como de aptitudes o psicológicas. Estos hombres iban a enfrentarse a lo desconocido; debían ser, al mismo tiempo, competentes técnicos y pilotos capaces de enfrentarse a posibles imprevistos utilizando la más moderna tecnología… y resistentes conejillos de indias capaces de enfrentarse a un entorno hostil y desconocido.

A lo largo de 1960, mientras los veinte seleccionados comenzaban su entrenamiento para la misión, tenían lugar tres vuelos de prueba con la nave Vostok, dos de ellos con perros a bordo, gracias a los cuales se fue perfeccionando el sistema de cara al próximo vuelo tripulado. En paralelo, en los Estados Unidos se seguía un proceso muy similar en todo al ruso, excepto en una cosa: la menor potencia de los cohetes disponibles, que impedirían inicialmente llevar a cabo un vuelo orbital. No obstante, se pensaba que sería suficiente con enviar un hombre al espacio en trayectoria parabólica, realizando “un salto al espacio”, para poderse declarar ganadores en esta carrera por ser los primeros en adentrarse en el cosmos.

Pero todos los esfuerzos norteamericanos fueron vanos: en marzo de 1961 dos nuevos ensayos orbitales de la nave Vostok con perros a bordo terminaban con un completo éxito, despejando el camino hacia la misión tripulada rusa. El 12 de abril de 1961 Yuri Gagarin era lanzado al espacio en una nave Vostok impulsada por un misil R-7 sobrepotenciado. Tras entrar en órbita y dar una vuelta completa a la Tierra, aterrizaba sano y salvo tras un viaje de 1 hora y 48 minutos. Una vez más, la Unión Soviética había hecho historia en el espacio. Y una vez más, los Estados Unidos se hundían en la humillación… aunque esta vez ya no les pillaba por sorpresa.

¿Por qué Gagarin?

¿Qué hizo que fuera Yuri Gagarin, y no cualquier otro de los 20 miembros iniciales del cuerpo de cosmonautas, el que recibiera el honor de entrar en la historia como primer hombre en el espacio? Por una parte, su valía: a lo largo de su periodo de entrenamiento, los distintos integrantes del grupo iban siendo evaluados, asignándoseles calificaciones según iban superando las distintas pruebas físicas, de conocimientos técnicos, psicológicas y de todo tipo. En este proceso, Gagarin quedó situado entre los primeros clasificados. Pero, entre un grupo de élite como era éste, tras el duro filtro que había supuesto la selección inicial, este parámetro no podía resultar definitivo. La importancia histórica de la misión que iba a tener lugar aconsejaba tener en cuenta también otros criterios… incluso políticos.

Gagarin no sólo era uno de los mejores: además, tenía una personalidad cordial, tenía don de gentes, era simpático y hasta encantador. Daba buena imagen ante la cámara y, para colmo, procedía de familia proletaria. Yuri Gagarin no sólo contaba con su valía: representaba el ruso modelo. Quien llevase a cabo esta misión histórica iba a ser un representante de la Unión Soviética a nivel mundial: la elección no podía ser otra.

Mucho más que una misión orbital…

La misión de Gagarin supuso la entrada de la humanidad en el espacio y la apertura de una nueva frontera hacia lo inexplorado. Hoy, acostumbrados a las misiones espaciales tripuladas y a ver astronautas flotando sonrientes en el interior de una estación espacial, no nos resulta fácil entender lo que supuso en su día esta aventura hacia lo desconocido. Aunque se habían hecho experimentos previos con animales, aún quedaban muchas dudas en el aire: sí, parecía que era posible para un ser vivo sobrevivir en estado de ingravidez, pero… ¿se verían afectadas las funciones cerebrales, por ejemplo? Algunos científicos tenían sus dudas, ¿qué pasaría si el astronauta enloquecía en el medio espacial, o sufría cualquier otra alteración mental, como euforia, depresión, o cualquier cosa que pudiera afectar a su propia seguridad? Las dudas abarcaban todos los campos; por ejemplo, aunque para esta primera misión, dada su corta duración, no sería necesario, ¿sería capaz el hombre de ingerir bebida y alimentos en ingravidez? ¿Podrían los líquidos y sólidos bajar hasta el estómago sin la ayuda de la gravedad? ¿O quizás estas simples operaciones pudieran incluso representar un serio peligro de ahogo en esas condiciones? Resulta fácil decir que fue una misión hacia lo desconocido… pero es que lo fue, en sentido literal.

Pero, más allá de sus implicaciones directas, la misión de Yuri Gagarin tuvo implicaciones históricas que fueron mucho más allá de lo evidente, más allá de representar la entrada del hombre en el espacio. Hoy sabemos que fue la misión de Gagarin lo que llevó a los Estados Unidos a autoimponerse el reto de poner a un hombre en la Luna en menos de una década. Si el primer hombre en el espacio hubiese sido el norteamericano Alan Shepard en lugar del ruso Yuri Gagarin, probablemente hoy aún estaríamos soñando con la primera misión tripulada a nuestro satélite, como lo hacemos con la misión a Marte.

Todos sabemos que la llegada del hombre a la Luna no fue la consecuencia de criterios científicos, sino políticos. Sólo la situación de tensa rivalidad existente entre las dos superpotencias durante la Guerra Fría, y la necesidad de los Estados Unidos de desquitarse de las humillaciones sufridas una vez tras otra ante los soviéticos en materia espacial, sería lo que condujese a la misión lunar. Y la derrota sufrida con el vuelo de Gagarin fue la gota que colmó el vaso norteamericano y que desencadenó todo el proceso.

Una semana después de la misión de Gagarin, cuando los Estados Unidos aún no habían conseguido poner a su astronauta en el espacio ni siquiera en la prevista misión suborbital, el presidente Kennedy preguntaba desesperado a sus consejeros: “¿Tenemos alguna posibilidad de batir a los soviéticos poniendo un laboratorio en el espacio, o con un viaje alrededor de la Luna, o con un cohete que aterrice en la Luna, o con un cohete que haga ida y vuelta a la Luna con un hombre? ¿Hay algún otro programa espacial que prometa resultados espectaculares y en el que podamos ganar?”. La respuesta fue clara: la situación tecnológica norteamericana en materia espacial era de desventaja, y no se podían esperar triunfos a corto plazo. La única posibilidad de vencer a los rusos era plantearse un gran reto a medio plazo en el que se pusiera toda la carne en el asador; si toda la nación se comprometía a ello como un objetivo prioritario, decía la respuesta al presidente, los Estados Unidos tendrían “una excelente oportunidad de batir a los soviéticos con el primer aterrizaje de una tripulación sobre la Luna”, lo cual podría suceder en un plazo inferior a 10 años. Un mes más tarde, poco después de que el norteamericano Alan Shepard aliviase un poco el sentimiento de humillación nacional con su salto suborbital al espacio, Kennedy intervenía en el Congreso con su famoso discurso en el que pedía a la nación comprometerse con el objetivo de poner a un hombre sobre la superficie de la Luna antes de que terminase la década. “Ningún otro proyecto espacial en este periodo será más impresionante para la Humanidad, o más importante para la exploración a largo plazo del espacio; y ninguno será tan difícil o costoso de cumplir”.

Y se cumplió. Finalmente, los Estados Unidos lograron salvar su honor ganando la carrera espacial. Pero fueron el Sputnik y Gagarin quienes les motivaron para conseguirlo. De eso hoy hacen 50 años…

11 abril 2011

Gagarin - vídeo conmemorativo

Os dejo aquí un enlace a un corto documental de 12 minutos realizado para Euronews en colaboración con la ESA en conmemoración del cincuentenario de la misión de Gagarin. Con colaboraciones de Alexei Leonov, Elena Gagarina (hija de Gagarin), Yuri Usachov, Valeriy Lubinskiy y Pavel Vinogradov. En español.

http://multimedia.esa.int/Videos/2011/04/ESA-Euronews-First-man-in-space/(lang)/es


Hablando de vídeos... mañana me entrevistan para el telediario de la 2, a las 20:00, con ocasión también de este aniversario. A ver si no me acelero hablando, que me suele pasar en estos casos... ;-)

06 abril 2011

Sorpresa: SpaceX podría construir un supercohete

Fue ayer la noticia del día, del mes, y quizás del año, al menos en la categoría de lanzadores, si es que finalmente se hace realidad (uno ya es muy mayor para no mostrar cierta reserva ante estos anuncios): la empresa norteamericana SpaceX ha anunciado la próxima introducción del Falcon Heavy, un nuevo lanzador pesado con capacidad para poner hasta 53 toneladas de carga en órbita baja. Una capacidad que lo convertiría en el mayor lanzador existente en la actualidad, por encima del Atlas 5, el Delta IV Heavy o el Ariane 5, por ejemplo. Y por encima también de las capacidades (en cuanto a carga útil) del ya agonizante Space Shuttle. Aunque situado todavía en un nivel que es la mitad de lo que era capaz de levantar el poderoso Saturn V que envió al hombre a la Luna, los datos del Falcon Heavy impresionan: se tratará de un “monstruo” de 27 motores, y su capacidad de 53 toneladas, por lejos que quede de la del mítico Saturn V, no deja de ser espectacular; como ha expresado la empresa en su nota de prensa, este supercohete sería capaz de poner en órbita un avión Boeing 737-200 cargado hasta su peso máximo al despegue, es decir, con combustible y sus 136 pasajeros con su equipaje. Casi ná…

Pero la sorpresa no termina ahí: por si el anuncio por sí solo fuera poco, Elon Musk, co-fundador de Paypal y presidente (casi podríamos decir propietario) de SpaceX, ha anunciado que para finales del año próximo veremos el nuevo cohete en las instalaciones de lanzamiento de Vandenberg, en California, listo para un primer vuelo. Y ya en 2013 ó 2014 podríamos verlo operando también desde Cabo Cañaveral, en Florida.

No sé a vosotros, pero a mí el anuncio me ha dejado prácticamente de piedra. Por una parte, por proceder de una compañía tan joven y podríamos decir inexperta (al menos en cuanto a tiempo metidos en esto) como SpaceX: una compañía fundada en 2002 cuyo primer lanzador, el pequeño Falcon 1, voló por primera vez en 2008, tras tres intentos fallidos anteriores; un segundo desarrollo, el lanzador medio Falcon 9, hizo su primer vuelo (esta vez con éxito a la primera) a mediados de 2010; además de esto, han desarrollado la cápsula Dragon, en principio como respuesta a la petición de la NASA de futuros vehículos no tripulados para reabastecimiento de la estación espacial, aunque podría adaptarse también para futuros vuelos tripulados.

Como decía, la primera sorpresa es que una compañía con la trayectoria de SpaceX (rapidísima, pero corta) se embarque en un proyecto de esta envergadura. Pero casi más sorprendente es que lo haga en un contexto en el que el mercado de las grandes cargas no parece ser el dominante en estos momentos. Pongamos como referencia el Ariane 5, que en su versión más potente alcanza una capacidad de 12 toneladas en órbita de transferencia a geoestacionaria (equivalente a unas veintitantas en órbita baja), frente a las 53 en órbita baja previstas para el nuevo Falcon Heavy; si ya el Ariane 5 es capaz de poner en órbita, a menudo mediante lanzamientos dobles (dos satélites en un solo lanzamiento) los habituales satélites comerciales, parece extraño que vaya a existir una necesidad que justifique el Falcon Heavy en un futuro próximo, por mucho que siga aumentando el peso de los satélites enviados al espacio.

Podríamos pensar que SpaceX aspira a introducirse en el sector de la exploración tripulada del espacio, quizás presentando a la NASA un cohete con capacidad para sustituir al transbordador espacial en su misión de llevar astronautas a la ISS, o incluso en misiones de espacio profundo (para esto se queda corto, pero se podría suplir con un lanzamiento doble). Pero, aunque esto no es en absoluto descartable, y de hecho es una de las posibilidades planteadas por la empresa a medio plazo, no parece ser el argumento principal para su desarrollo. De hecho, su capacidad de 53 toneladas, aunque alta, queda aún lejos de la deseada por la NASA para un posible lanzador pesado, la cual se ha establecido inicialmente entre las 70 y las 100 toneladas; pero también es cierto que “más vale pájaro en mano que ciento volando”, y disponer de un lanzador operativo con capacidad de 53 toneladas frente a la simple aspiración de tener uno “mejor” algún día, puede ser un argumento a favor de que la NASA llegue a contratar los servicios de SpaceX para vuelos tripulados. Aquí el factor tiempo puede jugar un papel decisivo.

Pero, como decía, no parece que SpaceX haya basado su estrategia comercial en esta opción. Al contrario, parece que sus ojos están puestos en el mercado militar, optando a futuras cargas de la Fuerza Aérea Norteamericana, que hoy día es el principal cliente de los Delta IV Heavy y Atlas 5, los lanzadores más potentes del mundo en servicio, pero que quedan por la mitad de la capacidad prometida para el Falcon Heavy.

Sí, lo cierto es que los secretos satélites militares son las cargas más pesadas enviadas al espacio, pero… ¿existe aún nicho de mercado en este sector para la aparición del Falcon Heavy? Ahí están las principales dudas, al menos por mi parte (unidas al cumplimiento del ambicioso calendario anunciado, que también miro con cierto escepticismo), aunque parece que SpaceX piensa que sí. Probablemente su baza no es tan sólo la mayor capacidad de su futuro lanzador, sino una espectacular bajada de costes con respecto a los sistemas actuales. Es decir, SpaceX aspira a arrebatar a Boeing y Lockheed Martin el mercado pesado que dominan en la actualidad a través de una guerra de precios.

El bajo coste ha sido siempre la premisa de esta joven empresa, aunque, con unos primeros lanzadores (Falcon 1 y Falcon 9) aún prácticamente en fase de prototipos, que consiga mantener en el tiempo unos precios sensiblemente reducidos es algo que está por demostrar. Pero ellos parecen convencidos de poder conseguirlo, y anuncian que con el Falcon Heavy reducirán el precio de lanzamiento hasta unos 2000 dólares por kilo puesto en órbita (o 1000 $/libra, para ser más exactos); más o menos la sexta parte de lo que hoy cargan sus competidores. Esto no sólo les haría dominar teóricamente el mercado de los lanzamientos pesados, sino que se espera que el bajo coste podría impulsar dicho mercado, haciéndolo aumentar espectacularmente en volumen.

Lo dicho: el anuncio de SpaceX ha sido toda una sorpresa, y si de verdad consiguen sus objetivos de carga, fechas y coste, el resultado puede ser revolucionario. Hoy por hoy sólo hay palabras, y ya sabemos lo que esto significa en un sector como el de la astronáutica. Pero SpaceX ha demostrado en muy pocos años que puede llegar a medirse con los gigantes aeroespaciales a nivel mundial. Habrá que estar atentos a su evolución. (Imagen: SpaceX)

05 abril 2011

Volviendo a las andadas

Sí, veo que vuelvo a las andadas. Es decir, que escribo poco en el blog. Parecía que retomaba el ritmo, pero veo que no. Y, aunque razones hay varias, como ya dije en su día, desde hace meses hay una que tiene cierta relevancia, y que me está haciendo plantearme incluso la diversificación del blog o la apertura de un segundo blog independiente. Y es que últimamente escribo más sobre otras cosas que sobre astronáutica; supongo que eso “alivia mis ansias escritoras”, y el resultado es el relativo abandono a que se ve sometido este blog.

Como decía, razones para el abandono hay muchas; repasaré algunas, esperando no aburriros con mis cosas (y si no, siempre podéis dejar de leer en cualquier momento :-):

1. Tengo poco tiempo. Aunque ésta es una pobre excusa, porque hace años que sufro esta situación (los que tengáis hijos ya sabéis de qué hablo; y desde que nació el segundo, la cosa se desbordó). El tiempo siempre es escaso. Y la fecha de la jubilación se aleja con cada nueva legislatura… >:-(

2. Parece que ahora hay menos chicha de la que hablar. Este blog nació poco después del anuncio de la nueva visión de Bush, y entre políticas fantasiosas (porque aunque ahora sea fácil decirlo, lo cierto es que siempre me lo pareció, y no tenéis más que revisar el histórico de artículos) y los siempre jugosos comentarios y discursos del inefable Michael Griffin, probablemente el administrador más bocazas que haya tenido la NASA (independientemente de cómo se valore su gestión, dudo que nadie pueda contradecirme en esto), lo cierto es que durante unos años este blog tuvo buen jugo que sacarle al panorama astronáutico, especialmente el norteamericano. Hay que reconocer que, sea cual sea la valoración que le podamos dar a la política espacial norteamericana en estos años, hay una cosa que no podemos negar: que mantuvo la discusión sobre astronáutica en el candelero mediático durante todo este tiempo; vale, un candelero pequeñito, diminuto, semioculto entre otros temas de actualidad… pero infinitamente mayor que a lo que estábamos acostumbrados y a lo que hemos vuelto una vez que Obama nos dio dos tortazos para despertarnos y devolvernos a la cruda realidad. En fin, resumiendo, que este blog, que siempre fue fundamentalmente de análisis y opinión, ha perdido buena parte de sus “estímulos” para mantenerse como una opinión crítica. Ahora parece que hay menos cosas que criticar, o al menos, no son tan llamativas. Pero, aunque esto es cierto y puede afectar a una reducción de los artículos del blog, tampoco sería una razón definitiva: siempre he hablado también de otras cosas en el blog, no todo ha sido hablar de Griffin y del programa Constellation.

3. Tengo otros hobbies. Pues sí, para bien o para mal, lo cierto es que tengo poco tiempo libre y demasiadas aficiones. Escribir es una de ellas, pero no la única. Además, mis hobbies a veces son cambiantes: surgen algunos nuevos (aunque esto es menos frecuente), y sobre todo, a rachas, se potencian unos y se debilitan otros (aunque más adelante pueda invertirse la situación de nuevo). Escribir es uno de estos hobbies, y tiene que competir con los demás. Y siempre ha tenido competencia… pero puede estar sufriendo uno de esos ciclos. Por cierto, si existe por ahí algún mecenas que pueda mantenerme, abandonaré gustoso mi trabajo para dedicarme a mis múltiples hobbies y así escribiré mucho más, lo prometo. Lamentablemente, parece que esto del mecenazgo ya no está de moda…

4. ¿Saturación? Dice la canción que veinte años no es nada… pero todos los años que llevo escribiendo sobre astronáutica quizás sean mucho. Que al fin y al cabo, el tema tampoco da para tanto. Me gusta, sí, pero llega un momento en que… ¿qué más puedes profundizar? Vale, sí, siempre se puede seguir hasta el infinito y más allá, pero no soy de esos. No me importa cómo se llamaba la cuñada de Korolev o el número de remaches con el que se sujetaba la junta de la trócola del Saturn V, por decir algo. Quiero decir que, para mí (y es una opinión personal, respeto a quien no lo vea así), seguir profundizando en un tema más allá de cierto nivel empieza a dejar de tener sentido. Y 50 años de historia de un tema tan específico como la exploración espacial tampoco dan para tanto, seamos sinceros. Más cuando es algo que, en mayor o menor medida, tiene relación también con mi trabajo habitual. No voy a decir que me canse… pero digamos que el interés va decreciendo.

5. El redescubrimiento de una antigua pasión. Hace algún tiempo me compré un Kindle. Tiene relación con el punto 3 (hobbies), pero por su importancia merece reseñar aparte. No sé si la etapa durará mucho o poco, pero desde el verano pasado no paro de leer. Siempre me ha gustado la lectura, pero no leía tanto desde que estaba en el instituto (la exigencia de la carrera me impidió prácticamente dedicarme a la lectura lúdica, y luego, supongo que por inercia, nunca volví a aquellos niveles). Bueno, mejor dicho: leer sí que leía mucho, pero no tanta novela (que me encanta), sino sobre todo libros técnicos (y la mayoría en inglés); pasión, lo que se dice pasión… no suelen provocar estos libros, por interesantes que sean. No entraré en las razones de este redescubrimiento de la pasión por leer, que cualquiera que tenga un lector electrónico entenderá, y el que no lo tenga probablemente no (yo mismo no lo habría entendido antes de tenerlo, nunca habría pensado que llegaría a preferirlo sobre los libros en papel). El caso es que antes leía mucho sobre astronáutica… y ahora leo muchísimo de todo, a costa, en buena medida, de la astronáutica. Esto influye de dos formas: me quita tiempo para escribir, y me resta fuentes de inspiración para el blog, al leer menos sobre el tema.

6 y último (creo). En relación con lo anterior, ahora escribo mucho sobre libros. Mi “desahogo escritor” se ha desviado en parte de este blog a foros sobre literatura. Ahora escribo a menudo opiniones sobre libros que he leído (extensas opiniones a veces; los que estáis acostumbrados a este blog ya sabéis cómo me enrollo ;-), y eso no sólo vuelve a restar del escaso tiempo libre disponible, sino que, principalmente, satisface esa “necesidad escritora” o comunicadora que antes satisfacía en buena medida con este blog.

Y en relación con este último punto (o casi diría que confesión :-), me estaba planteando si derivar esas opiniones sobre libros (llamarlo críticas literarias me parece excesivo, no me considero con nivel para ello) a este mismo blog, reconvirtiéndolo en un blog personal multitemático; o quizás crear un blog paralelo dedicado a eso, a opiniones y comentarios sobre libros de todo tipo. No sé, probablemente no haga ninguna de las dos cosas, pues meterlo en éste me parece fuera de lugar, y mantener dos blogs cuando con sólo uno ya lo tengo abandonado me parece querer abarcar demasiado. Pero bueno, me gustaría conocer vuestras opiniones sobre el tema, si es que habéis aguantado mis elucubraciones a lo largo de esta entrada ;-)