Hace ya casi tres semanas que os debo una entrada sobre mis impresiones tras leerme el informe completo de la Comisión Augustine encargada de estudiar el futuro del programa espacial tripulado norteamericano. La verdad es que entre que tardé un tiempo en leerlo y que luego anduve un poco liado y dejé el blog algo abandonado, el tiempo ha ido pasando sin que escribiera la entrada prometida. Pero bueno, como lo prometido es deuda, aunque a estas alturas ya parezca un poco desfasado (sólo en apariencia, porque lo cierto es que nada ha cambiado en este tiempo), aquí va una breve reseña al respecto.
La verdad es que el nuevo informe no aporta nada realmente nuevo sobre lo ya publicado en el informe preliminar. Simplemente lo complementa y lo pone en contexto, que es importante, pero el fondo no cambia. Lo que sí ha cambiado es mi impresión: el informe definitivo sí desprende la sensación de informe bien hecho, sí rellena todas las lagunas que se planteaban en el informe previo. Sigue sin ser el informe ideal para decidir entre varias opciones: para eso tendría que ser más directo, esquemático y visual, con más tablas y gráficos; pero es que va dirigido a políticos, no a técnicos, así que es normal. De todas formas, sí da datos suficientes (aunque obliguen a una farragosa lectura; eso es lo peor, teniendo en cuenta que quienes leen estas cosas suelen buscar el resumen) para poder analizar las ventajas y desventajas relativas de cada opción presentada, aunque lo haga siempre de forma más cualitativa que cuantitativa. En este sentido, el informe también deja entrever cuál es la opción recomendada por la comisión, aunque no se presente así en ningún momento.
En cuanto a estrategias de exploración, el informe parece dejar claro que recomienda (sin decirlo) la opción “flexible”; es decir, no centrarse en ir a la Luna, sino en hacer un sistema que permita ir realizando misiones “más baratas”, como visitas a asteroides, a los puntos de Lagrange, o sobrevuelos lunares o marcianos, que puedan ir extendiéndose en el futuro con nuevos módulos que permitan alunizajes o amartizajes, por ejemplo. La verdad es que suena bastante razonable, aunque no sé yo si de cara a la opinión pública es muy vendible que unos astronautas lleguen al punto “L2” del espacio, un punto “en medio de la nada”, y vuelvan sin hacer nada más; algo mejor es acercarse a un asteroide y hacerle un par de fotos, pero creo que lo de mostrar astronautas dando saltitos por la Luna es definitivamente más vistoso. Como casi siempre, tenemos aquí la dualidad ciencia-política…
En cuanto a las arquitecturas de lanzadores, esas famosas opciones que ya quedaron delineadas en el informe preliminar, es quizás la parte del informe donde más se amplía la información, rellenando bastantes lagunas y respondiendo bastantes dudas que surgían cuando se leía el esquemático sumario publicado unas semanas antes. Pero además de esto, que ya es importante, y de la aportación de datos cualitativos que permiten comparar unas opciones con otras en referencia a determinados parámetros, también se aportan datos nuevos que no aparecían en el informe previo. Por ejemplo, uno de los que me llamó la atención fue el descarte de la opción Delta IV Heavy o similares para lanzar la nave Orión, frente al Ares I actual. Ésta era una de las opciones de las que más se habló en el último año (o par de años) como alternativa lógica, rápida y económica al Ares I: la adaptación de este lanzador pesado de Boeing, actualmente operado por la Fuerza Aérea, para enviar al espacio la nueva nave tripulada norteamericana. Parecía que el informe preliminar, con su opción de lanzar la Orión por medio de lanzadores comerciales, pudiera incluir esta posibilidad de usar el Delta IV Heavy, pero ahora queda claro que no: este lanzador queda descartado por la comisión, al considerar que en estos momentos no tendría ventaja de plazo o coste sobre la continuación con el Ares I, el resultado sería similar, y por tanto no merece la pena. Ojo, que eso tiene una doble lectura: si hacer el cambio en estos momentos, con un Ares I ya bastante avanzado en su desarrollo, daría como resultado plazos y costes equivalentes, eso quiere decir que de haberse elegido el Delta IV Heavy en un principio hubiera sido más rápido y barato. Pero en fin, no es momento de mirar al pasado…
Por tanto, la opción “comercial” presentada por la comisión, se entiende que requeriría la introducción de un nuevo lanzador. Lo que sí deja claro el informe es que la opción comercial no significa confiar en pequeñas empresas sin experiencia, sino que aquí entran gigantes como Lockheed o Boeing, entre otros; esto parece una perogrullada, pero no lo es, porque muy interesadamente los defensores de un lanzador puramente NASA habían querido centrar la opción comercial en los desarrollos del programa COTS, donde pequeñas empresas están dando sus primeros pasos en la arena espacial, con un riesgo asociado considerable. El informe recuerda que estos no son más que los últimos llegados a la arena comercial, pero que las grandes empresas aeroespaciales norteamericanas también son entes comerciales, y de hecho han estado involucradas en el desarrollo de los lanzadores de la NASA desde sus orígenes. Así que la opción “comercial” bien podría significar el uso de lanzadores de estos grandes fabricantes. Algo que, aunque en el fondo siempre fue evidente, algunos no querían que se viera así.
Pocas más novedades reales hay, excepto la comparativa entre opciones. Recordemos que había dos grandes grupos básicos de opciones: aquellas que entraban en el presupuesto asignado para los próximos años, y aquellas que requerían un “pequeño” incremento en dicho presupuesto. La comisión había llegado a la conclusión de que con el presupuesto actual poco se podía hacer que tuviera verdadera relevancia (es decir, ir más allá de la órbita terrestre), así que sintieron la necesidad de presentar opciones “verdaderamente atractivas” aunque se salieran de los límites que les había impuesto previamente la Casa Blanca.
Entre las opciones “dentro del presupuesto” recordaréis que sólo había dos: la opción 1, que era seguir con el programa Constellation en su arquitectura actual (Ares I y Ares V), y que obligaba a abandonar la ISS en 2015 (porque el dinero no daba para más); y la opción 2, que permitía alargar la vida de la ISS hasta 2020, cambiando el Ares I por servicios comerciales para el envío de astronautas a la órbita terrestre, y el Ares V por una versión reducida del mismo llamada Ares V “Lite”. Eso sí, con ninguna de estas opciones había dinero para enviar a los astronautas a ningún sitio hasta bastante más allá de 2020.
Ya dijimos cuando se publicó el informe preliminar que la opción 1 estaba claramente muerta, pues nadie en su sano juicio abandonaría la ISS justo después de terminarla. Y ahora, el informe definitivo, lo deja claro: en la comparativa, la opción 2 gana a la 1 por goleada. Eso sí, recordemos que el informe sólo es eso, un informe, la elección de una opción u otra la realizará el presidente a su criterio (y el de sus asesores).
Entre las opciones “fuera del presupuesto” había 6 variantes, 3 centradas en la estrategia de ir a la Luna (opciones 3, 4A y 4B), y 3 centradas en la estrategia “flexible” o posibilidad de ir a varios sitios, pudiéndose empezar por misiones “baratas” para ir añadiendo complejidad con el tiempo (opciones 5A, 5B y 5C).
De las opciones “lunares”, la primera (3) es la versión actual del programa Constellation, abandonando la ISS en 2015 (de nuevo, impensable); tanto la 4A como la 4B mantendrían la ISS hasta 2020 y confiarían en servicios comerciales para acceder a la órbita terrestre, diferenciándose entre ellas en el lanzador pesado que usarían para misiones de espacio profundo: el Ares V Lite en la opción 4A, o un derivado del Shuttle en la 4B. Pues bien, la comparativa deja claramente fuera a la opción 3, al presentarla como inferior a las otras dos en prácticamente todos los parámetros comparados; y de las otras dos, la 4A aparece como ligeramente superior a la 4B, aunque no excesivamente.
En cuanto a las opciones “flexibles”, todas contemplan el mantenimiento de la ISS hasta 2020, y todas se basan en el uso de servicios comerciales para acceder a la órbita terrestre. En cuanto a lanzadores pesados a utilizar, la 5A usaría el Ares V Lite, la 5B un derivado de un lanzador comercial, y la 5C un derivado del Shuttle. La comparativa en este caso no muestra un claro ganador, destacando unas opciones ligeramente en algunos parámetros, y otras en otros. Quizás únicamente la 5C aparezca como un poquito inferior a las otras dos.
Y, por último, se hace una comparativa entre una opción “representativa” de cada grupo (lo de “representativa” indica por dónde van las preferencias de la comisión: la 4A en el primer grupo, y la 5A en el segundo, ambas basadas en la combinación comercial+Ares V Lite). De esta comparativa, realizada frente a la opción 3 (Constellation), el programa actual sale claramente derrotado, siendo la opción 5A la vencedora y quedando la 4A en una posición intermedia.
De esta forma, queda claro que la recomendación solapada de la comisión Augustine es la de abandonar la estrategia lunar por una estrategia de objetivos flexibles de exploración (empezando con objetivos más modestos, de sobrevuelo, antes de llevar a cabo misiones de descenso sobre otros cuerpos celestes), y de basar la arquitectura de lanzadores en un Ares V Lite (versión ligeramente reducida del Ares V actualmente planteado). El Ares I sería borrado para siempre de la historia de la NASA, y los servicios de envío de astronautas a la órbita terrestre serían transferidos a empresas comerciales. Ésa es la apuesta de la comisión. Ahora, la Casa Blanca tiene la palabra.
Hay alguna otra cosilla del informe que me ha resultado interesante, aunque ha sido algo ajeno a este gran debate sobre el futuro del programa espacial tripulado norteamericano. En una futura entrada hablaré sobre ello.
La verdad es que el nuevo informe no aporta nada realmente nuevo sobre lo ya publicado en el informe preliminar. Simplemente lo complementa y lo pone en contexto, que es importante, pero el fondo no cambia. Lo que sí ha cambiado es mi impresión: el informe definitivo sí desprende la sensación de informe bien hecho, sí rellena todas las lagunas que se planteaban en el informe previo. Sigue sin ser el informe ideal para decidir entre varias opciones: para eso tendría que ser más directo, esquemático y visual, con más tablas y gráficos; pero es que va dirigido a políticos, no a técnicos, así que es normal. De todas formas, sí da datos suficientes (aunque obliguen a una farragosa lectura; eso es lo peor, teniendo en cuenta que quienes leen estas cosas suelen buscar el resumen) para poder analizar las ventajas y desventajas relativas de cada opción presentada, aunque lo haga siempre de forma más cualitativa que cuantitativa. En este sentido, el informe también deja entrever cuál es la opción recomendada por la comisión, aunque no se presente así en ningún momento.
En cuanto a estrategias de exploración, el informe parece dejar claro que recomienda (sin decirlo) la opción “flexible”; es decir, no centrarse en ir a la Luna, sino en hacer un sistema que permita ir realizando misiones “más baratas”, como visitas a asteroides, a los puntos de Lagrange, o sobrevuelos lunares o marcianos, que puedan ir extendiéndose en el futuro con nuevos módulos que permitan alunizajes o amartizajes, por ejemplo. La verdad es que suena bastante razonable, aunque no sé yo si de cara a la opinión pública es muy vendible que unos astronautas lleguen al punto “L2” del espacio, un punto “en medio de la nada”, y vuelvan sin hacer nada más; algo mejor es acercarse a un asteroide y hacerle un par de fotos, pero creo que lo de mostrar astronautas dando saltitos por la Luna es definitivamente más vistoso. Como casi siempre, tenemos aquí la dualidad ciencia-política…
En cuanto a las arquitecturas de lanzadores, esas famosas opciones que ya quedaron delineadas en el informe preliminar, es quizás la parte del informe donde más se amplía la información, rellenando bastantes lagunas y respondiendo bastantes dudas que surgían cuando se leía el esquemático sumario publicado unas semanas antes. Pero además de esto, que ya es importante, y de la aportación de datos cualitativos que permiten comparar unas opciones con otras en referencia a determinados parámetros, también se aportan datos nuevos que no aparecían en el informe previo. Por ejemplo, uno de los que me llamó la atención fue el descarte de la opción Delta IV Heavy o similares para lanzar la nave Orión, frente al Ares I actual. Ésta era una de las opciones de las que más se habló en el último año (o par de años) como alternativa lógica, rápida y económica al Ares I: la adaptación de este lanzador pesado de Boeing, actualmente operado por la Fuerza Aérea, para enviar al espacio la nueva nave tripulada norteamericana. Parecía que el informe preliminar, con su opción de lanzar la Orión por medio de lanzadores comerciales, pudiera incluir esta posibilidad de usar el Delta IV Heavy, pero ahora queda claro que no: este lanzador queda descartado por la comisión, al considerar que en estos momentos no tendría ventaja de plazo o coste sobre la continuación con el Ares I, el resultado sería similar, y por tanto no merece la pena. Ojo, que eso tiene una doble lectura: si hacer el cambio en estos momentos, con un Ares I ya bastante avanzado en su desarrollo, daría como resultado plazos y costes equivalentes, eso quiere decir que de haberse elegido el Delta IV Heavy en un principio hubiera sido más rápido y barato. Pero en fin, no es momento de mirar al pasado…
Por tanto, la opción “comercial” presentada por la comisión, se entiende que requeriría la introducción de un nuevo lanzador. Lo que sí deja claro el informe es que la opción comercial no significa confiar en pequeñas empresas sin experiencia, sino que aquí entran gigantes como Lockheed o Boeing, entre otros; esto parece una perogrullada, pero no lo es, porque muy interesadamente los defensores de un lanzador puramente NASA habían querido centrar la opción comercial en los desarrollos del programa COTS, donde pequeñas empresas están dando sus primeros pasos en la arena espacial, con un riesgo asociado considerable. El informe recuerda que estos no son más que los últimos llegados a la arena comercial, pero que las grandes empresas aeroespaciales norteamericanas también son entes comerciales, y de hecho han estado involucradas en el desarrollo de los lanzadores de la NASA desde sus orígenes. Así que la opción “comercial” bien podría significar el uso de lanzadores de estos grandes fabricantes. Algo que, aunque en el fondo siempre fue evidente, algunos no querían que se viera así.
Pocas más novedades reales hay, excepto la comparativa entre opciones. Recordemos que había dos grandes grupos básicos de opciones: aquellas que entraban en el presupuesto asignado para los próximos años, y aquellas que requerían un “pequeño” incremento en dicho presupuesto. La comisión había llegado a la conclusión de que con el presupuesto actual poco se podía hacer que tuviera verdadera relevancia (es decir, ir más allá de la órbita terrestre), así que sintieron la necesidad de presentar opciones “verdaderamente atractivas” aunque se salieran de los límites que les había impuesto previamente la Casa Blanca.
Entre las opciones “dentro del presupuesto” recordaréis que sólo había dos: la opción 1, que era seguir con el programa Constellation en su arquitectura actual (Ares I y Ares V), y que obligaba a abandonar la ISS en 2015 (porque el dinero no daba para más); y la opción 2, que permitía alargar la vida de la ISS hasta 2020, cambiando el Ares I por servicios comerciales para el envío de astronautas a la órbita terrestre, y el Ares V por una versión reducida del mismo llamada Ares V “Lite”. Eso sí, con ninguna de estas opciones había dinero para enviar a los astronautas a ningún sitio hasta bastante más allá de 2020.
Ya dijimos cuando se publicó el informe preliminar que la opción 1 estaba claramente muerta, pues nadie en su sano juicio abandonaría la ISS justo después de terminarla. Y ahora, el informe definitivo, lo deja claro: en la comparativa, la opción 2 gana a la 1 por goleada. Eso sí, recordemos que el informe sólo es eso, un informe, la elección de una opción u otra la realizará el presidente a su criterio (y el de sus asesores).
Entre las opciones “fuera del presupuesto” había 6 variantes, 3 centradas en la estrategia de ir a la Luna (opciones 3, 4A y 4B), y 3 centradas en la estrategia “flexible” o posibilidad de ir a varios sitios, pudiéndose empezar por misiones “baratas” para ir añadiendo complejidad con el tiempo (opciones 5A, 5B y 5C).
De las opciones “lunares”, la primera (3) es la versión actual del programa Constellation, abandonando la ISS en 2015 (de nuevo, impensable); tanto la 4A como la 4B mantendrían la ISS hasta 2020 y confiarían en servicios comerciales para acceder a la órbita terrestre, diferenciándose entre ellas en el lanzador pesado que usarían para misiones de espacio profundo: el Ares V Lite en la opción 4A, o un derivado del Shuttle en la 4B. Pues bien, la comparativa deja claramente fuera a la opción 3, al presentarla como inferior a las otras dos en prácticamente todos los parámetros comparados; y de las otras dos, la 4A aparece como ligeramente superior a la 4B, aunque no excesivamente.
En cuanto a las opciones “flexibles”, todas contemplan el mantenimiento de la ISS hasta 2020, y todas se basan en el uso de servicios comerciales para acceder a la órbita terrestre. En cuanto a lanzadores pesados a utilizar, la 5A usaría el Ares V Lite, la 5B un derivado de un lanzador comercial, y la 5C un derivado del Shuttle. La comparativa en este caso no muestra un claro ganador, destacando unas opciones ligeramente en algunos parámetros, y otras en otros. Quizás únicamente la 5C aparezca como un poquito inferior a las otras dos.
Y, por último, se hace una comparativa entre una opción “representativa” de cada grupo (lo de “representativa” indica por dónde van las preferencias de la comisión: la 4A en el primer grupo, y la 5A en el segundo, ambas basadas en la combinación comercial+Ares V Lite). De esta comparativa, realizada frente a la opción 3 (Constellation), el programa actual sale claramente derrotado, siendo la opción 5A la vencedora y quedando la 4A en una posición intermedia.
De esta forma, queda claro que la recomendación solapada de la comisión Augustine es la de abandonar la estrategia lunar por una estrategia de objetivos flexibles de exploración (empezando con objetivos más modestos, de sobrevuelo, antes de llevar a cabo misiones de descenso sobre otros cuerpos celestes), y de basar la arquitectura de lanzadores en un Ares V Lite (versión ligeramente reducida del Ares V actualmente planteado). El Ares I sería borrado para siempre de la historia de la NASA, y los servicios de envío de astronautas a la órbita terrestre serían transferidos a empresas comerciales. Ésa es la apuesta de la comisión. Ahora, la Casa Blanca tiene la palabra.
Hay alguna otra cosilla del informe que me ha resultado interesante, aunque ha sido algo ajeno a este gran debate sobre el futuro del programa espacial tripulado norteamericano. En una futura entrada hablaré sobre ello.