En las últimas semanas se ha filtrado que el nuevo lanzador Ares-I, la propuesta de la NASA para lanzar la nueva nave Orión, podría estar sufriendo serios problemas.
Al parecer, se ha comprobado que el diseño, tal y como está planteado hoy día, no puede cumplir las necesidades de empuje requeridas por la misión. Tengo que reconocer que cuando lo leí la semana pasada me sorprendió enormemente, pues no parecía lógico descubrirlo a estas alturas. En un proyecto como éste, habría sido bastante normal encontrarse con este problema como el resultado de una iteración, es decir, que se descubra que el diseño final de la nave Orión es más pesado de lo previsto (algo intrínseco a todo proyecto aeroespacial, hagas lo que hagas), con lo cual el lanzador requiere mayor empuje, y hay que rediseñarlo. Pero que sin cambios en la especificación se descubra ahora que el Ares se queda corto, me sonaba muy extraño. Pero sin haber profundizado más, no me atreví a dar mi opinión aquí, me faltaban datos. Ahora no es que tenga muchos más (lógicamente, la NASA prefiere lavar los trapos sucios en casa, como haría cualquiera), pero al menos sí he podido hacer una recapitulación sobre el programa, y leer algunas críticas jugosas en medios norteamericanos, que dan para algunos comentarios.
Que ahora surja este problema, independientemente de que resulte extraño, es bastante grave, porque la solución no es sencilla, ni barata, ni rápida. Claro que hay solución, como acoplar aceleradores de propulsante sólido al nuevo cohete, pero el diseño se aleja cada vez más de la idea inicial, que era utilizar al máximo posible el material del shuttle para ahorrar costes y acortar plazos. Y el nuevo Ares cada vez se parece menos al cohete del que se supone que parte.
Primero fueron los problemas con los motores: la última etapa se suponía que iba a ser propulsada por un SSME, el motor del transbordador espacial. Pero luego se encontraron serios problemas para adaptar este motor para arrancar en altura; se decidió que las modificaciones necesarias eran tan serias que sería más económico optar por un motor alternativo: el J-2, de los tiempos del Saturn.
Pero el J-2 no tiene la potencia del SSME, así que hubo que modificar el cuerpo principal del lanzador para añadirle otro segmento de propulsante sólido adicional. Ahora resulta que ni aún así tiene potencia suficiente, y se plantean nuevas modificaciones. En resumen, lo que finalmente salga de todo esto se parecerá como un huevo a una castaña al acelerador de propulsante sólido del Space Shuttle del que se supone que deriva.
En estas condiciones, hay quien se pregunta, puede que con buen criterio, si no sería mejor volver a la mesa de diseño y empezar otra vez desde cero en busca de un concepto óptimo, en lugar de seguir agarrándose a uno que se ha demostrado inválido y que se mantiene a base de añadirle postizos. Bien, es difícil opinar sin conocer en detalle los datos que tiene la NASA al respecto, pero hay que reconocer que al menos es algo a plantearse… y que supongo que han hecho en la agencia; otra cosa es que pueda tomarse la decisión de seguir adelante sólo por no reconocer que estaban equivocados, que esto también pasa en el mundo real: en estas cosas todo el mundo quiere proteger su culo, con perdón. A ver con qué cara se presentan ahora, después de tanta publicidad, diciendo… “estoooo… que no, que mira, que mejor olvida todo lo que te he dicho, que la hemos cagado un poco, y vamos a empezar a pensar otra vez cómo diseñamos este cacharro; ah, y olvídate de tenerlo para 2014, que ya llevamos 3 años de retraso, y además de reutilizar lo del Shuttle nada, así que será un poquito más caro…”. A ver quién es el guapo que presenta algo así delante del Congreso… En esta situación, cualquiera intentaría salvar la cara apañando como pudiera el concepto inicial, con los añadidos que hicieran falta, justificándolos con “necesidades de ingeniería” difíciles de entender por el ciudadano medio. Al final es posible que los retrasos y los sobrecostes sean los mismos que en un diseño totalmente nuevo (quizás incluso a costa de un resultado final no óptimo), pero nadie podrá acusar claramente a nadie de haberla cagado estrepitosamente (seguramente la historia lo hará, pero para entonces los responsables ya disfrutarán de una confortable pensión, y nadie recordará sus nombres).
No digo que esté pasando lo que comento arriba, sólo planteo lo que podría ser una posibilidad. No tengo razones a favor ni en contra de este razonamiento, simplemente expongo lo que empieza a pensarse en algunos sectores, y que no resultaría nada increíble. Aunque sinceramente espero que no sea esto lo que está ocurriendo, por el bien del futuro programa espacial.
ACTUALIZACIÓN: Poco después de escribir lo anterior, se ha hecho público que el Ares y el Orión han superado la revisión preliminar de diseño (PDR), y se ha desmentido que el Ares no tenga potencia para lanzar el Orión: oficialmente, la tiene de sobra.
Bien, es posible, aunque es curioso, porque al parecer la filtración provenía de la propia NASA. Puede que realmente fuera un rumor falso (es muy posible, rumores falsos corren por todas las organizaciones) o que se haya solventado finalmente de alguna forma. En cualquier caso, lo escrito anteriormente parece seguir siendo válido: aunque los aceleradores sólidos no sean necesarios para darle esa potencia adicional, sí parece que serán necesarios dichos motores adicionales, u otros similares, para solucionar un problema de estabilidad durante el ascenso. Con lo cual, el debate de si merece la pena seguir añadiendo “postizos” o partir de cero, sigue siendo igualmente válido, y por esta razón he conservado lo que ya estaba escrito. (Imagen: NASA)
Al parecer, se ha comprobado que el diseño, tal y como está planteado hoy día, no puede cumplir las necesidades de empuje requeridas por la misión. Tengo que reconocer que cuando lo leí la semana pasada me sorprendió enormemente, pues no parecía lógico descubrirlo a estas alturas. En un proyecto como éste, habría sido bastante normal encontrarse con este problema como el resultado de una iteración, es decir, que se descubra que el diseño final de la nave Orión es más pesado de lo previsto (algo intrínseco a todo proyecto aeroespacial, hagas lo que hagas), con lo cual el lanzador requiere mayor empuje, y hay que rediseñarlo. Pero que sin cambios en la especificación se descubra ahora que el Ares se queda corto, me sonaba muy extraño. Pero sin haber profundizado más, no me atreví a dar mi opinión aquí, me faltaban datos. Ahora no es que tenga muchos más (lógicamente, la NASA prefiere lavar los trapos sucios en casa, como haría cualquiera), pero al menos sí he podido hacer una recapitulación sobre el programa, y leer algunas críticas jugosas en medios norteamericanos, que dan para algunos comentarios.
Que ahora surja este problema, independientemente de que resulte extraño, es bastante grave, porque la solución no es sencilla, ni barata, ni rápida. Claro que hay solución, como acoplar aceleradores de propulsante sólido al nuevo cohete, pero el diseño se aleja cada vez más de la idea inicial, que era utilizar al máximo posible el material del shuttle para ahorrar costes y acortar plazos. Y el nuevo Ares cada vez se parece menos al cohete del que se supone que parte.
Primero fueron los problemas con los motores: la última etapa se suponía que iba a ser propulsada por un SSME, el motor del transbordador espacial. Pero luego se encontraron serios problemas para adaptar este motor para arrancar en altura; se decidió que las modificaciones necesarias eran tan serias que sería más económico optar por un motor alternativo: el J-2, de los tiempos del Saturn.
Pero el J-2 no tiene la potencia del SSME, así que hubo que modificar el cuerpo principal del lanzador para añadirle otro segmento de propulsante sólido adicional. Ahora resulta que ni aún así tiene potencia suficiente, y se plantean nuevas modificaciones. En resumen, lo que finalmente salga de todo esto se parecerá como un huevo a una castaña al acelerador de propulsante sólido del Space Shuttle del que se supone que deriva.
En estas condiciones, hay quien se pregunta, puede que con buen criterio, si no sería mejor volver a la mesa de diseño y empezar otra vez desde cero en busca de un concepto óptimo, en lugar de seguir agarrándose a uno que se ha demostrado inválido y que se mantiene a base de añadirle postizos. Bien, es difícil opinar sin conocer en detalle los datos que tiene la NASA al respecto, pero hay que reconocer que al menos es algo a plantearse… y que supongo que han hecho en la agencia; otra cosa es que pueda tomarse la decisión de seguir adelante sólo por no reconocer que estaban equivocados, que esto también pasa en el mundo real: en estas cosas todo el mundo quiere proteger su culo, con perdón. A ver con qué cara se presentan ahora, después de tanta publicidad, diciendo… “estoooo… que no, que mira, que mejor olvida todo lo que te he dicho, que la hemos cagado un poco, y vamos a empezar a pensar otra vez cómo diseñamos este cacharro; ah, y olvídate de tenerlo para 2014, que ya llevamos 3 años de retraso, y además de reutilizar lo del Shuttle nada, así que será un poquito más caro…”. A ver quién es el guapo que presenta algo así delante del Congreso… En esta situación, cualquiera intentaría salvar la cara apañando como pudiera el concepto inicial, con los añadidos que hicieran falta, justificándolos con “necesidades de ingeniería” difíciles de entender por el ciudadano medio. Al final es posible que los retrasos y los sobrecostes sean los mismos que en un diseño totalmente nuevo (quizás incluso a costa de un resultado final no óptimo), pero nadie podrá acusar claramente a nadie de haberla cagado estrepitosamente (seguramente la historia lo hará, pero para entonces los responsables ya disfrutarán de una confortable pensión, y nadie recordará sus nombres).
No digo que esté pasando lo que comento arriba, sólo planteo lo que podría ser una posibilidad. No tengo razones a favor ni en contra de este razonamiento, simplemente expongo lo que empieza a pensarse en algunos sectores, y que no resultaría nada increíble. Aunque sinceramente espero que no sea esto lo que está ocurriendo, por el bien del futuro programa espacial.
ACTUALIZACIÓN: Poco después de escribir lo anterior, se ha hecho público que el Ares y el Orión han superado la revisión preliminar de diseño (PDR), y se ha desmentido que el Ares no tenga potencia para lanzar el Orión: oficialmente, la tiene de sobra.
Bien, es posible, aunque es curioso, porque al parecer la filtración provenía de la propia NASA. Puede que realmente fuera un rumor falso (es muy posible, rumores falsos corren por todas las organizaciones) o que se haya solventado finalmente de alguna forma. En cualquier caso, lo escrito anteriormente parece seguir siendo válido: aunque los aceleradores sólidos no sean necesarios para darle esa potencia adicional, sí parece que serán necesarios dichos motores adicionales, u otros similares, para solucionar un problema de estabilidad durante el ascenso. Con lo cual, el debate de si merece la pena seguir añadiendo “postizos” o partir de cero, sigue siendo igualmente válido, y por esta razón he conservado lo que ya estaba escrito. (Imagen: NASA)