Hace tres semanas, China llevó a cabo su tercera misión espacial tripulada (disculpad el retraso en hablar sobre ello, pero es que he tenido una temporada complicada), pero se diría que ha sido la primera. Me refiero a la gran expectación mediática que ha levantado, no comparable a ninguna otra misión rusa, norteamericana o europea de los últimos tiempos. Una expectación que en el fondo no tenía justificación, salvo por el hecho de ser China el país que la llevaba a cabo. Lo cual en el fondo tampoco era tan relevante, al ser ésta era su tercera misión de este tipo, con lo que la demostración de su capacidad ya se había realizado años atrás. Pero parece que el amplio lapso temporal transcurrido entre una y otra misión tripulada de este gigante oriental al final juega a su favor en términos publicitarios: de cara a la opinión pública, cada misión parece así ser la primera.
La verdad es que el asunto da qué pensar. Porque a nadie se le escapa que uno de los motivos de la actividad espacial tripulada es el prestigio nacional, los réditos políticos que proporciona tanto a nivel doméstico como internacional. Así que uno se pregunta si, extrañamente, no resultará más rentable desde este punto de vista espaciar las misiones que llevar a cabo un programa espacial tripulado de alto nivel, como el ruso o el norteamericano, por ejemplo. Porque no podemos negar que probablemente los chinos han conseguido más minutos de radio y televisión con sus tres únicas misiones, que las otras potencias con su presencia continua en el espacio durante este periodo. Curioso.
Y es que lo cierto es que esta misión china no merecía, desde un punto de vista objetivo, la publicidad que ha recibido. Sí, era la primera vez que tres taikonautas (el palabro ese que se han inventado para los astronautas chinos; maldita manía ésta de llamar a la misma profesión de mil formas diferentes en función de la nacionalidad) subían al espacio en una misma nave. También era la primera vez que uno de ellos iba a realizar una salida al exterior (lo que los medios suelen llamar “paseo espacial”, aunque tenga poco de paseo). Pero, siendo sinceros, ninguno de estos hechos era un avance realmente revolucionario, en ningún sentido.
Para China era un paso necesario. En cada misión, avanzan un poquito más, ganan un poco más de experiencia de cara a misiones de mayor complejidad. Así, su primera misión (octubre de 2003) fue la prueba de fuego, destinada a probar su capacidad para poner hombres en el espacio, y se llevó a cabo con un solo ocupante en el interior de la nave como elemental medida de precaución. Esta misión sí fue un hito, y sí mereció la publicidad que recibió, al representar la entrada de China en el selecto club de los países con capacidad para poner hombres en el espacio, y al demostrar la capacidad tecnológica de aquel país, que había desarrollado toda la infraestructura con medios propios (bueno, y algo de ayuda rusa, que no quita mérito a lo conseguido). Pero desde entonces, las demás misiones no han supuesto apenas avances reales significativos, siendo, como decía, simples pasitos necesarios para ganar experiencia. En la segunda misión, dos taikonautas subieron al espacio; en esta tercera, su número subió a tres (el máximo para el que está diseñada la nave Shenzhou) y uno de ellos salió al exterior. Teniendo en cuenta que hoy en día no hay ningún misterio acerca de las EVAs o actividades extravehiculares, no parece que ésta fuera una misión digna de la atención que ha recibido.
Efectivamente, hace 40 años salir de la nave era una aventura. Nadie sabía muy bien cómo iba a reaccionar el astronauta, qué sensaciones iba a recibir, cómo se iba a comportar el traje, cómo podría desplazarse o llevar a cabo ciertas tareas… Y de hecho, las primeras EVAs por parte tanto rusa como norteamericana fueron pequeñas aventuras no exentas de tensión y problemas. Pero hoy no hay nada desconocido al respecto: hoy se sabe todo sobre las EVAs, sabemos cómo entrenar a los astronautas para llevarlas a cabo con éxito, y cómo diseñar los trajes más adecuados para realizarlas. Ello no quita para que sigan siendo actividades que entrañan un cierto riesgo, pero no por ello dejan de ser actividades más o menos rutinarias dentro de la actividad espacial.
Para China, la EVA suponía un entrenamiento que debía ensayarse en una misión real, una actividad que debía llevarse a cabo para adquirir experiencia de primera mano en su ejecución. Pero, más allá de la experiencia operativa (la adquirida por el taikonauta y por los equipos de seguimiento desde tierra), la actividad no tenía nada de demostración tecnológica, nada que la hiciera de forma objetiva destacable frente a anteriores misiones chinas. Bien, quizás estoy siendo algo injusto: sí hubo una demostración tecnológica, y fue la prueba del primer traje espacial chino para EVAs, desarrollado con tecnología nacional aunque basado en el diseño del traje Orlan ruso. Pero esto, sin querer quitarle importancia, no parece que sea algo revolucionario. Y teniendo en cuenta que hoy día contamos en la Tierra con cámaras de vacío capaces de simular en buena medida el medio espacial, tampoco puede decirse que fuera la prueba de fuego para el diseño del traje chino: hubiera sido una verdadera sorpresa que el traje se comportase de forma imprevista, después de todos los ensayos a los que sin duda fue sometido en tierra.
Puede parecer que estoy intentando quitar importancia a esta tercera misión tripulada china, y no es eso exactamente. Simplemente, intento poner los pies en el suelo frente a la exagerada publicidad que se le ha dado en todos los medios. Porque si China ya demostró hace 5 años lo que es capaz de hacer en el espacio, ¿a qué venía ahora esta sorpresa ante una misión no demasiado diferente a las anteriores, y de complejidad muy inferior a las que cotidianamente llevan a cabo las otras potencias sin recibir la más mínima atención pública? Como decía al principio, resulta curioso que el hecho de llevar a cabo 3 misiones en 5 años resulte más rentable publicitariamente que realizar varias misiones al año…
El problema es, sin duda, la mala memoria de los periodistas y el público en general cuando se tratan temas de este tipo. De una vez para otra, parece que todo el mundo se olvida de que China podía hacer estas cosas, y así, cada misión resulta una sorpresa para la opinión pública. Más triste es que, de una vez para otra, los periodistas sigan repitiendo las mismas “leyendas urbanas” sin base alguna y que ya han sido ampliamente desmentidas.
Me refiero, por ejemplo, a la tan repetida historia de que los chinos pretenden enviar un hombre a la Luna hacia 2020. Es algo que volvemos a oír una y otra vez siempre que, por la razón que sea (y la misión de la Shenzhou-7 era una buena ocasión) se habla del programa espacial chino.
Y es que, como ya dije hace unos años, esto no sólo es poco menos que increíble a poco se conozca algo sobre la realidad espacial china, sino que, además, nunca se ha anunciado algo así por parte de los responsables de su programa espacial.
Lo que sí se ha anunciado, y es lo que probablemente ha llevado a la confusión a multitud de periodistas (que luego se copian unos a otros en lugar de buscar las fuentes) es una misión ROBÓTICA a la Luna, de recogida de muestras, hacia 2017 aproximadamente. Otras misiones lunares, también robotizadas, se prevé que precedan a esta espectacular misión que deberá traer a la Tierra muestras de nuestro satélite. Pero nadie ha dicho nunca que ninguna de estas misiones vaya a ser tripulada, todo lo contrario.
¿Quiere esto decir que China no se plantea misiones tripuladas lunares? Es difícil decirlo, pues el programa espacial chino sigue estando rodeado de un cierto halo de misterio, ni mucho menos como el que en su día rodeara a su equivalente soviético, pero bastante superior a la transparencia que es habitual hoy en día en estas materias. Pero lo que sí podemos decir es que, si acaso se plantease algo así, debería ser necesariamente a bastante largo plazo.
La evidencia la tenemos delante de nuestros ojos, para aquellos que quieran verlo: a un ritmo de 3 misiones en 5 años, difícilmente se desarrollarán los vehículos y procedimientos necesarios para un alunizaje tripulado en un plazo razonable. De hecho, los anuncios oficiales más recientes para la próxima década en cuanto a vuelos tripulados parecen centrarse en el desarrollo de pequeñas estaciones espaciales de tipo Salyut, pero nada de misiones tripuladas lunares.
Bien es cierto que, si una misión tripulada de alunizaje queda aún muy lejana para la realidad espacial china, llevar a cabo una misión circunlunar no sería tan complicado. Al fin y al cabo, equipando la Shenzhou con un módulo de propulsión adecuado, que debería ser enviado al espacio en un lanzamiento aparte con posterior acoplamiento en órbita, podrían llevarse a cabo misiones como la del Apollo 8, o como las que pretendían llevar a cabo en su día los rusos con su programa L1 (y en la actualidad de nuevo en estudio para misiones comerciales de turismo espacial).
Para ello sería de mucha utilidad el CZ-5, el nuevo lanzador pesado chino actualmente en desarrollo, con fecha prevista de entrada en servicio (si no hay retrasos) en 2013. Pero aún habría que desarrollar el módulo propulsivo, del cual no se tiene ninguna evidencia de que esté siquiera en consideración a día de hoy. Siendo optimistas y haciendo hipótesis en ese sentido, podríamos esperar una misión circunlunar china antes de 2020, pero la realidad es que en la actualidad no hay nada que respalde la hipótesis de que éste sea uno de los objetivos chinos. En cualquier caso, una misión de alunizaje queda fuera de cualquier consideración: con el CZ-5 se necesitarían 3 lanzamientos (uno para la Shenzhou básica, otro para el módulo propulsivo, y otro para el módulo de alunizaje), lo cual lo haría prácticamente inviable: cualquier problema con uno de los lanzamientos, o con cualquiera de los acoplamientos, podría hacer fracasar la misión; con tres lanzamientos, el riesgo es excesivo. Además, que sepamos no existe ningún módulo de alunizaje ni propulsivo en desarrollo a día de hoy. Pensar en esto no son más que especulaciones sin mayor motivo.
Lo que podemos decir con lo que conocemos a día de hoy, es que el programa espacial chino seguirá desarrollándose en los próximos años en términos similares a los actuales: con avances paso a paso, en misiones ampliamente espaciadas (por motivos económicos, simplemente), encaminadas a ir adquiriendo experiencia en actividades orbitales, y con la intención declarada de crear pequeños laboratorios espaciales, pequeñas estaciones similares a las que desarrollaron rusos y americanos en la década de los 70. Un programa espacial sin duda digno de admiración, pero del que a veces sorprende la expectación levantada en medios occidentales. Será que a día de hoy aún nos cuesta creer que los chinos hayan alcanzado este nivel tecnológico. Tendremos que ir “cambiando el chip”… (Imagen: EG365, vía China.org)
(Artículo preparado para Infoastro)
La verdad es que el asunto da qué pensar. Porque a nadie se le escapa que uno de los motivos de la actividad espacial tripulada es el prestigio nacional, los réditos políticos que proporciona tanto a nivel doméstico como internacional. Así que uno se pregunta si, extrañamente, no resultará más rentable desde este punto de vista espaciar las misiones que llevar a cabo un programa espacial tripulado de alto nivel, como el ruso o el norteamericano, por ejemplo. Porque no podemos negar que probablemente los chinos han conseguido más minutos de radio y televisión con sus tres únicas misiones, que las otras potencias con su presencia continua en el espacio durante este periodo. Curioso.
Y es que lo cierto es que esta misión china no merecía, desde un punto de vista objetivo, la publicidad que ha recibido. Sí, era la primera vez que tres taikonautas (el palabro ese que se han inventado para los astronautas chinos; maldita manía ésta de llamar a la misma profesión de mil formas diferentes en función de la nacionalidad) subían al espacio en una misma nave. También era la primera vez que uno de ellos iba a realizar una salida al exterior (lo que los medios suelen llamar “paseo espacial”, aunque tenga poco de paseo). Pero, siendo sinceros, ninguno de estos hechos era un avance realmente revolucionario, en ningún sentido.
Para China era un paso necesario. En cada misión, avanzan un poquito más, ganan un poco más de experiencia de cara a misiones de mayor complejidad. Así, su primera misión (octubre de 2003) fue la prueba de fuego, destinada a probar su capacidad para poner hombres en el espacio, y se llevó a cabo con un solo ocupante en el interior de la nave como elemental medida de precaución. Esta misión sí fue un hito, y sí mereció la publicidad que recibió, al representar la entrada de China en el selecto club de los países con capacidad para poner hombres en el espacio, y al demostrar la capacidad tecnológica de aquel país, que había desarrollado toda la infraestructura con medios propios (bueno, y algo de ayuda rusa, que no quita mérito a lo conseguido). Pero desde entonces, las demás misiones no han supuesto apenas avances reales significativos, siendo, como decía, simples pasitos necesarios para ganar experiencia. En la segunda misión, dos taikonautas subieron al espacio; en esta tercera, su número subió a tres (el máximo para el que está diseñada la nave Shenzhou) y uno de ellos salió al exterior. Teniendo en cuenta que hoy en día no hay ningún misterio acerca de las EVAs o actividades extravehiculares, no parece que ésta fuera una misión digna de la atención que ha recibido.
Efectivamente, hace 40 años salir de la nave era una aventura. Nadie sabía muy bien cómo iba a reaccionar el astronauta, qué sensaciones iba a recibir, cómo se iba a comportar el traje, cómo podría desplazarse o llevar a cabo ciertas tareas… Y de hecho, las primeras EVAs por parte tanto rusa como norteamericana fueron pequeñas aventuras no exentas de tensión y problemas. Pero hoy no hay nada desconocido al respecto: hoy se sabe todo sobre las EVAs, sabemos cómo entrenar a los astronautas para llevarlas a cabo con éxito, y cómo diseñar los trajes más adecuados para realizarlas. Ello no quita para que sigan siendo actividades que entrañan un cierto riesgo, pero no por ello dejan de ser actividades más o menos rutinarias dentro de la actividad espacial.
Para China, la EVA suponía un entrenamiento que debía ensayarse en una misión real, una actividad que debía llevarse a cabo para adquirir experiencia de primera mano en su ejecución. Pero, más allá de la experiencia operativa (la adquirida por el taikonauta y por los equipos de seguimiento desde tierra), la actividad no tenía nada de demostración tecnológica, nada que la hiciera de forma objetiva destacable frente a anteriores misiones chinas. Bien, quizás estoy siendo algo injusto: sí hubo una demostración tecnológica, y fue la prueba del primer traje espacial chino para EVAs, desarrollado con tecnología nacional aunque basado en el diseño del traje Orlan ruso. Pero esto, sin querer quitarle importancia, no parece que sea algo revolucionario. Y teniendo en cuenta que hoy día contamos en la Tierra con cámaras de vacío capaces de simular en buena medida el medio espacial, tampoco puede decirse que fuera la prueba de fuego para el diseño del traje chino: hubiera sido una verdadera sorpresa que el traje se comportase de forma imprevista, después de todos los ensayos a los que sin duda fue sometido en tierra.
Puede parecer que estoy intentando quitar importancia a esta tercera misión tripulada china, y no es eso exactamente. Simplemente, intento poner los pies en el suelo frente a la exagerada publicidad que se le ha dado en todos los medios. Porque si China ya demostró hace 5 años lo que es capaz de hacer en el espacio, ¿a qué venía ahora esta sorpresa ante una misión no demasiado diferente a las anteriores, y de complejidad muy inferior a las que cotidianamente llevan a cabo las otras potencias sin recibir la más mínima atención pública? Como decía al principio, resulta curioso que el hecho de llevar a cabo 3 misiones en 5 años resulte más rentable publicitariamente que realizar varias misiones al año…
El problema es, sin duda, la mala memoria de los periodistas y el público en general cuando se tratan temas de este tipo. De una vez para otra, parece que todo el mundo se olvida de que China podía hacer estas cosas, y así, cada misión resulta una sorpresa para la opinión pública. Más triste es que, de una vez para otra, los periodistas sigan repitiendo las mismas “leyendas urbanas” sin base alguna y que ya han sido ampliamente desmentidas.
Me refiero, por ejemplo, a la tan repetida historia de que los chinos pretenden enviar un hombre a la Luna hacia 2020. Es algo que volvemos a oír una y otra vez siempre que, por la razón que sea (y la misión de la Shenzhou-7 era una buena ocasión) se habla del programa espacial chino.
Y es que, como ya dije hace unos años, esto no sólo es poco menos que increíble a poco se conozca algo sobre la realidad espacial china, sino que, además, nunca se ha anunciado algo así por parte de los responsables de su programa espacial.
Lo que sí se ha anunciado, y es lo que probablemente ha llevado a la confusión a multitud de periodistas (que luego se copian unos a otros en lugar de buscar las fuentes) es una misión ROBÓTICA a la Luna, de recogida de muestras, hacia 2017 aproximadamente. Otras misiones lunares, también robotizadas, se prevé que precedan a esta espectacular misión que deberá traer a la Tierra muestras de nuestro satélite. Pero nadie ha dicho nunca que ninguna de estas misiones vaya a ser tripulada, todo lo contrario.
¿Quiere esto decir que China no se plantea misiones tripuladas lunares? Es difícil decirlo, pues el programa espacial chino sigue estando rodeado de un cierto halo de misterio, ni mucho menos como el que en su día rodeara a su equivalente soviético, pero bastante superior a la transparencia que es habitual hoy en día en estas materias. Pero lo que sí podemos decir es que, si acaso se plantease algo así, debería ser necesariamente a bastante largo plazo.
La evidencia la tenemos delante de nuestros ojos, para aquellos que quieran verlo: a un ritmo de 3 misiones en 5 años, difícilmente se desarrollarán los vehículos y procedimientos necesarios para un alunizaje tripulado en un plazo razonable. De hecho, los anuncios oficiales más recientes para la próxima década en cuanto a vuelos tripulados parecen centrarse en el desarrollo de pequeñas estaciones espaciales de tipo Salyut, pero nada de misiones tripuladas lunares.
Bien es cierto que, si una misión tripulada de alunizaje queda aún muy lejana para la realidad espacial china, llevar a cabo una misión circunlunar no sería tan complicado. Al fin y al cabo, equipando la Shenzhou con un módulo de propulsión adecuado, que debería ser enviado al espacio en un lanzamiento aparte con posterior acoplamiento en órbita, podrían llevarse a cabo misiones como la del Apollo 8, o como las que pretendían llevar a cabo en su día los rusos con su programa L1 (y en la actualidad de nuevo en estudio para misiones comerciales de turismo espacial).
Para ello sería de mucha utilidad el CZ-5, el nuevo lanzador pesado chino actualmente en desarrollo, con fecha prevista de entrada en servicio (si no hay retrasos) en 2013. Pero aún habría que desarrollar el módulo propulsivo, del cual no se tiene ninguna evidencia de que esté siquiera en consideración a día de hoy. Siendo optimistas y haciendo hipótesis en ese sentido, podríamos esperar una misión circunlunar china antes de 2020, pero la realidad es que en la actualidad no hay nada que respalde la hipótesis de que éste sea uno de los objetivos chinos. En cualquier caso, una misión de alunizaje queda fuera de cualquier consideración: con el CZ-5 se necesitarían 3 lanzamientos (uno para la Shenzhou básica, otro para el módulo propulsivo, y otro para el módulo de alunizaje), lo cual lo haría prácticamente inviable: cualquier problema con uno de los lanzamientos, o con cualquiera de los acoplamientos, podría hacer fracasar la misión; con tres lanzamientos, el riesgo es excesivo. Además, que sepamos no existe ningún módulo de alunizaje ni propulsivo en desarrollo a día de hoy. Pensar en esto no son más que especulaciones sin mayor motivo.
Lo que podemos decir con lo que conocemos a día de hoy, es que el programa espacial chino seguirá desarrollándose en los próximos años en términos similares a los actuales: con avances paso a paso, en misiones ampliamente espaciadas (por motivos económicos, simplemente), encaminadas a ir adquiriendo experiencia en actividades orbitales, y con la intención declarada de crear pequeños laboratorios espaciales, pequeñas estaciones similares a las que desarrollaron rusos y americanos en la década de los 70. Un programa espacial sin duda digno de admiración, pero del que a veces sorprende la expectación levantada en medios occidentales. Será que a día de hoy aún nos cuesta creer que los chinos hayan alcanzado este nivel tecnológico. Tendremos que ir “cambiando el chip”… (Imagen: EG365, vía China.org)
(Artículo preparado para Infoastro)
5 comentarios:
Coincido contigo, Javier. Es cierto que los medios de comunicación le han dedicado un excesivo protagonismo a esta (y anteriores) misiones, lo cual no es sorprendente, teniendo en cuenta que lo que vende es la novedad y no la "rutina" de la ISS o el shuttle. Sin embargo, a mí me interesa el programa espacial tripulado chino porque es el primero que se desarrolla fuera de un ambiente de competición y, al mismo tiempo, en solitario (quitando la participación tecnológica rusa). En cierto modo, no deja de ser un "ensayo" de cara a el futuro, cuando otros países (India, Japón, la ESA, etc.) decidan desarrollar un programa propio. En ese caso, puede que el programa tripulado chino sea una referencia más significativa que su contrapartida rusa o americana, gestados en plena Guerra Fría hace más de 50 años.
Cambiando de tercio, yo también veo muy improbable una misión tripulada china de alunizaje antes de 2020 ó 2030, aunque una misión más modesta de circunnavegación tipo Zond/L1 estaría a su alcance para 2015-2020.
Por cierto, en The Space Review dedican un artículo a la (remota) posibilidad de usar el CZ-5 para una misión lunar:
http://www.thespacereview.com/article/1231/2
Un saludo.
Muy interesante el artículo de D.Day en The Space Review. Coincide con éste mío en varias cosas, pero de haberlo leído antes no habría cometido un par de errores: que al parecer la fecha de entrada en servicio del CZ-5 se alarga ya al 2014, y no 2013 como puse yo (no me molesté en buscar una información más actualizada), y que, según un estudio de la NASA, una misión de alunizaje con el CZ-5 requeriría 4 lanzamientos, y no 3, añadiéndose a los que yo comento la necesidad de una etapa propulsiva adicional. Si con 3 ya era muy improbable, con 4 es poco menos que inviable.
Suelo leer The Space Review, a veces hay cosas interesantes, como este artículo. Depende, sobre todo, del autor; Dwayne Day es uno de los buenos, otros no lo son tanto. ¡Saludos!
Buen blog el tuyo, pásate por el mío, seguro que te gustará.
Saludos desde:
http://cinemaworldycomics.blogspot.com
Solo quería dejar constancia de que he pasado por aquí. Te agrego a mis favoritos para leerte con calma más tarde (cuando no se suponga que estoy trabajando) porque este tema me interesa mucho.
Saludos varios
Pues nada, aquí te esperamos ;-)
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