11 abril 2007

Una de fotos (1/3)

Últimamente, no sé si es que realmente no hay muchos temas espaciales que realmente llamen mi atención para reseñar aquí, o es que soy yo que estoy bajo de inspiración, pero lo cierto es que el blog lleva ya unas semanas de “sequía”, y eso no puede ser. Así que, a falta de algo con más “sustancia”, os dejo aquí tres fotos que me han llamado la atención en las últimas semanas. Las pondré en 3 entradas separadas, para mayor comodidad vuestra.

La primera es otra foto de Io tomada por la New Horizons a su paso por Júpiter, esta vez acompañada en el encuadre por Europa.



No es una gran foto en cuanto a estética (existen fotos inmensamente más bonitas de estos satélites jovianos, principalmente entre las tomadas en su día por la sonda Galileo), pero sí es una imagen muy curiosa, porque es la primera vez que vemos de esta forma a dos lunas de Júpiter en una misma toma, y de un modo similar a como las vería un hipotético habitante de Júpiter desde la superficie del planeta (bueno, si es que podemos hablar de superficie, en un planeta de gas, que en realidad es casi todo atmósfera…). De nuevo vemos sobre Io la gigantesca erupción que presentamos aquí recientemente, y, aunque mucho menores, si miramos con cuidado podemos observar otras dos más pequeñas, una “a las 9 en punto”, y otra situada entre ambas, casi sobre el terminador del satélite (la línea que separa la noche del día).

Es de destacar, también, que aunque en ambos casos estamos viendo casi en su totalidad la cara nocturna de las dos lunas galileanas, en el caso de Io esta zona está en penumbra, mientras que en el de Europa la noche es total. La razón se la debemos a sus posiciones relativas al planeta gigante: la cara de Io que observamos en la fotografía está mirando hacia Júpiter, y recibe, por tanto, la luz reflejada por este planeta; la cara nocturna de Europa, en cambio, está mirando en esta foto hacia el lado opuesto del ocupado por Júpiter, hacia el vacío del espacio, y de esta forma la negrura es total.

Esta foto tiene un origen curioso, ya que no tiene un motivo científico, sino técnico: junto con otras seis fotografías, han sido tomadas con el único propósito de calibrar las cámaras de la sonda a su paso por el planeta. Pero, ya que había que tomar fotos con un contenido científico “indiferente”, ¿por qué no hacer participar al público, dejándole elegir el motivo a fotografiar? Así se ha hecho (como también se ha hecho a menudo con el telescopio Hubble), y éste ha sido el resultado. Una interesante forma (aunque quizás algo falta de publicidad para hacerla más efectiva) de promocionar la actividad espacial. (Foto: NASA)

10 abril 2007

¿Buscando unos días de sol y playa?

¿Dónde pasasteis las vacaciones de Semana Santa? ¿Buscabais un sitio de sol y playa donde disfrutar de los primeros calores primaverales y a cambio os encontrasteis por toda España con chaparrones y cielos negros? Si es que teníais que haber ido a Islandia: mirad qué buen tiempo, con sol y sin una sola nube, hacía el pasado 26 de febrero…


(Fotografía tomada por el satélite europeo de estudios medioambientales Envisat)

22 marzo 2007

¿Desesperados, estúpidos, o ambos?

Así de contundentemente califica Keith Cowing, editor de NasaWatch, a los directivos de la agencia espacial norteamericana, tras filtrarse su decisión de cerrar el centro de investigación NIAC (NASA Institute for Advanced Concepts). Y, la verdad, tengo que decir que estoy de acuerdo con sus declaraciones.

El Instituto para Conceptos Avanzados de la NASA fue establecido para investigar nuevas ideas en materia aeronáutica y espacial. Era, por así decirlo, el organismo de I+D avanzado de la NASA (algo redundante, pues se convierte así en la I+D dentro de la I+D, pero es una forma de definir gráficamente sus funciones), que desarrollaba ideas tan futuristas como naves espaciales que se desplacen por el Sistema Solar utilizando los campos magnéticos para su propulsión, o enjambres de minúsculos robots enviados a explorar otros planetas, o trajes espaciales que generen su propia energía a partir del movimiento de su usuario, por ejemplo.

Como todo organismo dedicado a idear conceptos novedosos, muchos de ellos probablemente no saldrán nunca adelante, pero en ocasiones se puede dar con una idea que resulte revolucionaria, y justifique por sí sola la existencia del instituto.

Evidentemente, está la cuestión del coste. Pero es que en este caso no hablamos de nada desproporcionado, sino todo lo contrario: el NIAC tiene un presupuesto de 4 millones de dólares anuales, dentro de un presupuesto total para la NASA de 17.000 millones de dólares al año. Es decir, un 0,02% del presupuesto de la agencia espacial. Casi literalmente, nada.

Pero no sólo en términos relativos la cantidad es despreciable: en términos absolutos, 4 millones de dólares son también “el chocolate del loro”. Vale, a cualquiera de nosotros nos harían un buen apaño, pero en términos industriales son una verdadera minucia, incluso para una empresa pequeña (no digamos para la NASA...). Si Griffin y los suyos están cerrando el NIAC para compensar los 600 millones de dólares adicionales que necesitan en 2008 por sobrecostes en el programa Shuttle, es que, como dice Cowing, o están tontos, o desesperados... o ambos.

La verdad, apuesto por ambos, con perdón por lo de tontos, que sé que no lo son. Pero es que es absurdo, aunque entiendo que la administración de la NASA se encuentre entre la espada y la pared y se vean de algún modo “obligados” a hacer estas cosas. Lo de obligados, con muchas comillas, por supuesto.

Está claro que la visión de Bush le está haciendo mucho daño a la NASA: lo de llevar a cabo el programa Ares/Orión sin apenas variación en el presupuesto global de la agencia, comenzó obligando a cancelar multitud de programas con el objetivo de derivar sus fondos al nuevo programa presidencial. Este recorte afectó principalmente a la ciencia, con la cancelación de programas científicos y de investigación básica, algo que fue tremendamente criticado (yo incluido) en su día. Ahora, los incrementos en los costes (que, por acción de Murphy, cuando varían siempre lo hacen al alza) obligan a realizar nuevos recortes. Y le ha tocado al NIAC, aunque evidentemente será sólo uno más, pues con esos 4 millones poco harán...

Y eso es lo verdaderamente sorprendente, y lo que denota la desesperación a la que deben estar sujetos para buscar de dónde sacar el dinero. Y es que, sinceramente, no me gustaría estar en el pellejo de Griffin y sus colegas (bueno, no sé... si es con su sueldo, a lo mejor no me importaba tanto); porque si vuelven a recortar la parte científica, se les echará todo el mundo encima (aparte de que, recortar más, lo dejará reducido a un estado de anorexia terminal); si recortan la parte aeronáutica, también está chungo, porque ya sufrió mucho en el anterior recorte; otros programas menores, como el de nanotecnología o tecnologías de la información, por ejemplo, fueron ya reducidos hasta su casi eliminación total en el anterior tijeretazo, así que de ahí poco más se puede sacar... de modo que prácticamente no le deben quedar muchas opciones. Y esa es la única explicación (pobre, muy pobre) para cerrar el NIAC. Y digo que es pobre porque, dada la cuantía de la que hablamos, lo que se está haciendo es eliminar esta investigación sin conseguir nada a cambio. Porque no nos engañemos: esos 4 millones no son nada. Dicho de otra forma: es como si de repente nos quedamos en el paro, no tenemos para pagar la hipoteca, y le quitamos al niño el euro que le habíamos dado para comprarse chuches; seguimos con el problema exactamente igual, y el niño se queda llorando. Vale, es una comparación simplona, pero creo que elocuente.

En fin, que todo esto es muy triste. Y es que se están cargando la investigación, lo que podría dar buenos resultados a largo plazo, para salir del paso en el corto plazo. Se está hipotecando el futuro. (Foto: Pat Rawlings/NASA)

ACLARACIÓN POST-ARTÍCULO: Aunque lo menciono al principio del artículo, creo que lo hago tan de pasada que no queda claro: esto, por ahora, es sólo una filtración. Es decir, no ha habido comunicado oficial, aún no se ha comunicado el cierre del NIAC. Hasta podría ser que se echasen atrás, si se monta mucho revuelo. Pero por ahora, las fuentes de la filtración parecen de bastante credibilidad. Veremos en qué queda la cosa...


12 marzo 2007

Con un par...

Disculpad el título y la frivolidad del contenido de esta entrada, pero es que el asunto, por su estupidez intrínseca, me ha parecido digno de mención.

A saber: el estado norteamericano de Nuevo México ha declarado a Plutón planeta (y de paso, ha establecido la fecha del 13 de marzo como Día del Planeta Plutón). Con dos co...

He aquí la declaración, en versión original:

New Mexico Legislature: Declaring Pluto a Planet and March 13, 2007 as Pluto Planet Day"
NOW, THEREFORE, BE IT RESOLVED BY THE LEGISLATURE OF THE STATE OF NEW MEXICO that, as Pluto passes overhead through New Mexico's excellent night skies, it be declared a planet and that March 13, 2007 be declared "Pluto Planet Day" at the legislature."

Que vale que la nueva definición de planeta no ha estado exenta de polémica... Que vale que hay bastantes científicos que no están de acuerdo... Que vale que a los estadounidenses les ha disgustado bastante la "degradación" de "su" Plutón... Pero de ahí a nombrarle planeta en Nuevo México por decreto-ley...

¿Por qué precisamente Nuevo México? Bueno, pues porque allí vivió y murió Clyde William Tombaugh, el descubridor del actual planeta enano, según los nuevos criterios de la IAU. Tombaugh dio clases en la Universidad estatal de Nuevo México entre 1955 y 1973, aunque mantuvo relaciones con la misma hasta su muerte, en 1997.

Así que ya sabéis: si vais a Nuevo México, Plutón es el noveno planeta. En el resto del mundo sólo tenemos ocho. (Foto: Darren Phillips)

Erupciones extraterrestres

Los satélites de Júpiter Io, Europa, y la propia Tierra (aunque a menudo nos olvidemos de ella, por lo cotidiano) son probablemente, para mí, los tres cuerpos más bellos del Sistema Solar. La foto de Io que traigo hoy aquí, en blanco y negro y de baja resolución, no le hace justicia, pero presenta un detalle espectacular: una de las erupciones volcánicas más tremendas nunca vistas, que me recuerda más bien a las llamaradas solares.

Io es el cuerpo más activo del Sistema Solar, vulcanológicamente hablando. La intensa gravedad de Júpiter lo somete a unas fuerzas de marea tales que su interior, agitado por dichas fuerzas, se calienta provocando constantes erupciones como la que observamos en esta imagen.

La fotografía ha sido tomada por la sonda New Horizons en su periplo hacia Plutón. Aquí os la dejo para vuestro disfrute. (Foto: NASA)

06 marzo 2007

Wernher von Braun: una vida apasionante

El mes que viene, si se cumplen las previsiones, verá la luz un nuevo libro en castellano sobre temas del espacio. Se trata de mi cuarto libro, esta vez dedicado a la figura de Wernher von Braun.

Pronto podréis ver en mi web principal una presentación algo más detallada de este nuevo libro, con una reseña, quizás algún extracto de dos o tres páginas, y datos técnicos como el ISBN, el número de páginas (parece que rondará las 570) y el precio de venta. Pero, siendo esto un blog, aprovecharé para hablar aquí de forma algo más distendida sobre su contenido.

Lo confieso: yo no me había planteado escribir este libro. Mi aproximación a la historia de la exploración espacial siempre había sido un poco impersonal, fijándome más en los proyectos o en las misiones y en su contexto, que en los personajes individuales concretos. La aproximación más "humana" la hice en "Houston, tenemos un problema", al plantearlo en parte casi como un libro de aventuras, intentando reconstruir los accidentes desde una aproximación que podríamos llamar "televisiva" o novelada, complementada a continuación con la descripción más técnica. Pero en ningún caso me metí realmente en la vida de sus protagonistas, más allá de los minutos, horas o, como mucho días, que duraron sus respectivas odiseas espaciales. Ahora es todo lo contrario.

Como digo, hasta ahora no me había atraído la vida de las personas que protagonizaron la carrera espacial. Fue como consecuencia de una sugerencia de mi editorial cuando se me planteó la posibilidad de escribir la biografía de Von Braun. Y me alegro enormemente de haberlo hecho, porque no podía estar más equivocado en cuanto a lo apasionante que puede resultar la vida de algunos personajes.

La de Wernher von Braun, en concreto, es una de las historias más apasionantes que se pueden leer en relación con la historia de la astronáutica. Como todos los aficionados, yo conocía a grandes rasgos la historia de Von Braun, pero cuando te metes de lleno, el personaje resulta absorbente. Alguien que no sólo fue testigo de primera fila, sino actor protagonista, de toda la historia que va desde los inicios de las investigaciones con cohetes, hasta las primeras estaciones espaciales, pasando por la entrada en el espacio con el Sputnik, la puesta en órbita de Gagarin, y la llegada del hombre a la Luna. Sólo por esto, su vida ya resultaría apasionante, pero es que hay mucho más: también fue un protagonista de los esfuerzos bélicos alemanes durante la Segunda Guerra Mundial, época en la cual sus relaciones con Hitler, Himmler y otros líderes nazis podrían ser objeto de una apasionante película de intriga bélica. Y es que, además, Wernher von Braun a menudo no fue sólo un importante protagonista de la historia, sino que muchas veces fue él quien tiró de ella.

Por si todo esto fuera poco, su figura es una de las más polémicas del siglo XX, especialmente en el campo de la ciencia y la tecnología. Su pertenencia al partido nazi y a las SS (llegó a ser comandante de este cuerpo de élite tristemente famoso por sus excesos), unidas a su gran ambición y a su capacidad para convertirse en protagonista allá donde estuviera, le han granjeado fuertes enemistades a lo largo de los años. Su implicación en posibles crímenes de guerra, en relación con la utilización de prisioneros de campos de concentración para la fabricación de las V-2, en unas condiciones similares a las de los campos de exterminio, añade más controversia a un personaje que, aún hoy, levanta tantos odios como pasiones.

Creo que este libro no es una biografía cualquiera. Por una parte, no puede serlo, porque creo que pocas veces se encuentra uno frente a un personaje con una vida tan plena, tan compleja, y tan involucrada en algunos de los más importantes episodios de la Historia. Pero es que, además, no he querido hacer de esto una simple biografía. Así, en un cierto paralelismo con lo que hice en el "Houston...", donde los accidentes se convierten en el hilo conductor de un recorrido por toda la historia de la astronáutica, aquí hago algo parecido, y la vida de Wernher von Braun me permite hablar, por ejemplo, sobre el Sputnik y su tremendo impacto en la política y la sociedad norteamericana; o sobre el contexto histórico que, en plena democracia, llevó en Alemania a Hitler al poder apoyado por sus ciudadanos; o sobre las luchas internas que, aún hoy en día, son moneda corriente entre los diferentes centros que conforman la NASA; todo ello, por supuesto, aprovechando para retratar en cierta profundidad proyectos como el Apollo. El libro se convierte así, finalmente, en un reflejo de la historia de la parte central del siglo XX vista desde la perspectiva de una persona de una elevada complejidad humana, capaz de desarrollar los cohetes que llevaron al hombre a la Luna, e incapaz, al mismo tiempo, de ajustar el color de un televisor o de usar una taladradora.

Supongo que para un escritor, su último libro siempre es el mejor, igual que para un cantante lo es su último disco, o para un cineasta su última película. No se trata de decirlo por querer "venderlo" al exterior, sino que es lógico que se sienta realmente así, por todo el esfuerzo reciente que ha supuesto, y porque ha sido algo a lo que has dedicado a menudo los últimos años de tu vida (lo de "últimos", en el sentido de "recientes", que espero durar todavía unos cuantos más...). Pero creo que yo en este caso me siento especialmente satisfecho en gran medida por lo sorprendente que me ha resultado el resultado. Y es que, sinceramente, no pensaba que una biografía sobre Von Braun pudiera resultar tan apasionante. Y lo es, os lo aseguro.

Os animo a leer este libro, creo poder asegurar que os gustará. Tanto a apasionados del espacio, como a aficionados a la historia, o simples curiosos. Creo que la historia de este hombre y su entorno, no puede dejar a nadie indiferente.

Biografías de Von Braun hay muchas. En español no, pero en inglés hay docenas. Unas se focalizan hacia sus proyectos, otras hacia su vida personal, y otras hacia su faceta más polémica. Pero creo que este libro es diferente, en cuanto a que intento, por una parte, hacer un balance de las diferentes facetas humanas y profesionales del protagonista; y, por otra, lo complemento con una historia somera, pero que da una visión bastante amplia, de proyectos como la V-2 o el Apollo, entre otros.

Por supuesto, no sólo he utilizado biografías anteriores para escribir este libro. No es lo mío hacer refritos. Siempre que he podido, he acudido a fuentes directas. Y quizás la más representativa en este caso hayan sido los archivos desclasificados recientemente por el FBI y la CIA sobre Wernher von Braun. Cientos de folios en su día etiquetados como "Top Secret", y aún repletos de partes censuradas, a los que he tenido acceso y que puedo calificar como una de las lecturas más tediosas que he realizado en mi vida, pero que me han permitido incluir algunas citas muy reveladoras sobre algunos de los aspectos más oscuros y desconocidos de la vida del protagonista del libro.

El título no me convence demasiado, y no es el que yo había elegido inicialmente, pero en estas cosas la editorial también tiene bastante que decir. Si no se cambia a última hora, saldrá a la venta como “Wernher von Braun: la controvertida historia del hombre que nos llevó a la Luna” (bueno, el título principal será simplemente “Wernher von Braun”; el resto será el subtítulo). (Actualización: tras los diferentes retrasos que sufrió la publicación de este libro, el título quedó finalmente como "Wernher von Braun: entre el águila y la esvástica").

En fin, no me enrollo más, que ya lo he hecho bastante. Lo dicho, os animo a leerlo, incluso aunque no seáis unos apasionados del tema espacial. La historia de este hombre es digna de una película de acción, intriga y aventuras; y eso es algo que espero haber capturado en este libro. Espero que os guste. (Foto: NASA)

19 febrero 2007

Duras críticas de un cosmonauta

El cosmonauta Pavel Vinogradov, comandante de la Expedición 13 a la ISS, que volvió a la Tierra el pasado 28 de septiembre de 2006 tras una estancia de seis meses en la estación, se ha despachado a gusto sobre la gestión del programa espacial en su país, y sobre la gestión de la ISS en general, en una reciente entrevista concedida a Novosti Kosmonavtiki. Aunque sus comentarios deben ser tomados a nivel personal, y desde una posición alejada de los puestos de responsabilidad del programa espacial ruso, no dejan de ser de gran interés. Es evidente que la forma de pensar de un empleado en cualquier empresa suele ser a menudo bastante diferente de la que puedan tener sus gestores, pero no por ello deja de ser importante lo que se piensa "en las trincheras". De hecho, aunque en ocasiones desde abajo se puede perder la perspectiva general, en otras se tiene una visión mucho más directa de la realidad. En cualquier caso, os presento aquí un extracto de las declaraciones que he encontrado más "jugosas".

Vinogradov critica la política de reservar un asiento de las Soyuz para pasajeros de pago (turistas espaciales o astronautas extranjeros), porque ello está suponiendo no disponer de capacidad suficiente para el propio cuerpo de cosmonautas, a cambio de cifras económicas que, según él, no generan beneficio, bastando para poco más que cubrir gastos. Propone Vinogradov que, si se quiere explotar este lado comercial, sea lanzando misiones específicas para ello que no interfieran con las misiones "reales", permitiendo así enviar al espacio a los cosmonautas noveles que a día de hoy prácticamente no tienen oportunidad de adquirir esta experiencia.

También critica la falta de sintonía entre Sevastyanov, cabeza de RKK Energiya (la corporación líder del programa espacial tripulado ruso) y Perminov, cabeza de Roskosmos (la agencia espacial rusa), con puntos de vista divergentes en los últimos años. Apunta, por ejemplo, a los intentos de Energiya de introducir el Kliper o la Soyuz avanzada, que se han encontrado con la frialdad por parte de Roskosmos. Apuntando a la urgente necesidad de sustituir la actual Soyuz, Vinogradov comenta:

Dentro de cinco o seis años, los americanos nos dirán "adiós". Nos están tolerando sólo porque necesitan tiempo para construir su Orión. Después, nos mandarán ya sabes dónde con nuestra Soyuz de 40 años. Todos, absolutamente todos los astronautas que han volado en la Soyuz comentan: "Esto es viajar en tercera clase". Es un shock para ellos. Y no hablamos de gente corriente, muchos de ellos son pilotos de pruebas con mucho mundo y que tienen con qué comparar la Soyuz. [Refiriéndose a Jeffrey Williams, astronauta norteamericano de la expedición 13 que acompañó a Vinogradov a bordo de la Soyuz en el retorno a tierra:] Cuando sacaron a Jeff de la cápsula dijo "Jesús, ¿esto es lo que llamáis un aterrizaje suave? Cómo será entonces un aterrizaje duro..."

Refiriéndose después a la gestión que se está haciendo de la Estación Espacial Internacional, comenta:

¿Por qué tenemos que aumentar el tamaño de la tripulación? ¿Qué harían [los tripulantes adicionales]? [Refiriéndose a una reciente reunión:] Sevastyanov y Solovyov mostraron sólo dos diapositivas relativas a experimentos. Esto es exactamente lo que tendríamos que estar preparando para 2009, mantener a la tripulación ocupada con experimentos científicos, y no tenerles haciendo mantenimiento de una estación ya envejecida y excesivamente grande. Ahora estamos volando con eficiencia cero. Estamos llevando a cabo experimentos de hace 30 años. Aunque puedan ser importantes, ¿nos ayudan a avanzar? No tengo ni idea: los resultados desaparecen entre una maraña de doctores en diferentes campos. Los americanos están haciendo experimentos que ya hicimos nosotros en los días de las Salyut y la Mir. ¿Por qué? ¿No pueden encontrar los resultados? ¿O no quieren? Es increíble. Siempre he creído que teníamos que volar por el interés de la ciencia, para producir resultados útiles para mucha gente, y todo lo que hacemos es mantener la estación en funcionamiento. El 62% del tiempo se va en mantenimiento de los sistemas de a bordo, el 15% en necesidades personales, y sólo un 23% se dedica a la ciencia. Uno podría pensar que si la tripulación se incrementa, estos porcentajes deberían cambiar a favor de la ciencia, ¡pero no! Las listas de experimentos que deberían estar haciendo cola para llevarse a cabo a bordo no existen, ni existirán en 2009, porque para eso debería estarse invirtiendo dinero ahora, y no se está haciendo. Y de esta forma, la tripulación de 6 miembros será una pérdida de tiempo...

Desde luego, Vinogradov no se muerde la lengua. Está claro que Rusia ha cambiado mucho desde los tiempos soviéticos en materia de libertad de expresión... Esperemos que alguien escuche las críticas.

Pavel V. Vinogradov, nacido en 1953, forma parte del cuerpo de cosmonautas desde 1992, y voló a bordo de la Mir durante seis meses y medio, entre 1997 y 1998. Es ingeniero aeronáutico especializado en motores cohete, y tiene un máster en sistemas informáticos. (Foto: NASA)

04 febrero 2007

¿Exploración tripulada, sí o no?

Pedro, desde Chile, me ha estado sometiendo a una "entrevista-interrogatorio" (dicho sea con cariño) en la entrada de "El Ares tiene problemas". Dado que los temas se alejaban cada vez más del artículo que los dio origen, y que las respuestas son largas, y pueden interesar a más personas, he decidido contestar a su último comentario con una nueva entrada del blog. Hela aquí.

El comentario de Pedro es el siguiente: "Entiendo la necesidad de poner personas en orbita para investigar los efectos de la ingravidez, la radiación espacial y todas las cosas que pueden afectar al ser humano en esas condiciones con miras a la exploración tripulada del espacio. Pero salvo ese tipo de experimentos, ¿no sería más seguro y mas económico usar robots controlados desde tierra para hacer todo lo demás? … cosas como ensamblar estructuras, mantener y reparar satélites y en general las más “rutinarias”. Supongo que los costos serian menores ya que no son necesarios los pesados sistemas que requiere un astronauta (seguridad, soporte vital y reingreso). Además posiblemente podrían emplearse técnicas para poner cosas en orbita que sirvan para reducir costos pero que no son aplicables a las personas."

Bueno, pues empiezo a responder, aunque os prevengo: la respuesta será larga. No me hago responsable de los bostezos. Advertidos quedáis.


Efectivamente, hay una cosa clara: si prescindimos de la parte humana en la exploración del espacio, el resultado es más seguro (no se arriesgan vidas) y más económico, pues por complejo que sea un robot, no requiere de la enorme complejidad y peso impuestos por los sistemas de soporte vital de una misión tripulada. Ahora bien, ¿obtendríamos los mismos resultados? O, lo que es más difícil de responder, ¿obtendríamos igual o mejor relación resultados/coste?

Evidentemente, a día de hoy un robot está aún muy lejos de poder equipararse con un ser humano para la mayor parte de las actividades. Su movilidad es reducida, su destreza, escasa, y su inteligencia artificial, equiparable a la de un ratón (y a lo mejor estoy exagerando), por mencionar sólo algunas de sus carencias. Pongamos como ejemplo los rovers marcianos, el Spirit y el Opportunity: en tres años que llevan sobre la superficie marciana, apenas han recorrido unos cuantos kilómetros, y para ello han requerido de un continuo soporte de los técnicos de tierra. Sus análisis prácticamente se limitan a recoger pequeñas muestras de tierra y a "rascar" algunas rocas. Un hombre habría realizado tareas mucho más complejas, y recorrido mucho más espacio incluso a pie, en apenas unos días. Aunque, evidentemente, no habría podido pasar tres años a la intemperie sobre la superficie marciana.

En los casos concretos comentados por Pedro, y que apuntan más bien a la órbita terrestre, tenemos un resultado similar: nos comenta que un robot podría mantener y reparar satélites... Bueno, eso está por ver. Si por "mantener" entendemos reabastecerlos de combustible o elevar su órbita, podría hacerse con cierta facilidad (preferiblemente si el satélite ha sido preparado para ello); de hecho, hay desarrollos en marcha en esta línea (el próximo mes de marzo publico un artículo en "Espacio" sobre el sistema europeo ConeXpress, diseñado con este fin). Pero la reparación ya es otro asunto... a día de hoy, un robot no tiene la destreza necesaria para cambiar un componente de un satélite, por ejemplo. Ni la "inteligencia" para improvisar en función de lo que se encuentre al abrir un panel; supongamos, por decir algo muy "tonto", que suelta un conector por error, al rozarlo... no "sabría" que tiene que volver a conectarlo. Incluso si estuviera controlado desde tierra, quizás no podría hacerlo, si no se han diseñado sus dispositivos de manipulación para llevar a cabo esa tarea concreta. Las limitaciones son múltiples.

Está claro: un robot está mucho más limitado que un hombre hoy por hoy, de eso no cabe duda. Ahora bien, el coste de una misión no tripulada es mucho menor. La cuestión es saber si las mayores "prestaciones" que ofrece un ser humano, compensan el sobrecoste asociado (olvidemos el tema riesgos, que es aún más complicado de evaluar, y entra más en el terreno de la ética o similares).

En el caso del mantenimiento de satélites, parece que la respuesta hoy por hoy es clara: la intervención humana no compensa, en general. Puede haber excepciones en casos de satélites enormemente valiosos, como el Hubble, pero por lo general puede salir más económico "tirarlo y poner otro".

Pero, ¿y en el caso de misiones interplanetarias? ¿Es preferible montar una expedición tripulada a Marte, o seguir enviando sondas y robots exploradores? Si esperáis una respuesta clara, podéis dejar de seguir leyendo: este debate viene desarrollándose sin respuesta a lo largo de décadas, y desde luego, no voy a venir yo ahora con la respuesta definitiva. Entre otras cosas porque, lo reconozco, ni siquiera sé muy bien de qué lado decantarme en este tema. Pero eso no quita para que pueda seguir escribiendo exponiendo argumentos hacia un lado y hacia el otro, así que si no tenéis nada mejor que hacer, podéis seguir leyendo durante un rato.

Ya hemos expuesto el tema beneficio/coste: un ser humano es mucho más versátil, y sin duda obtiene mucha más cantidad de resultados en menor o igual tiempo que un robot. Pero también sale muchísimo más caro. La parte económica podemos cuantificarla fácilmente, pero es más difícil cuantificar el tema de los resultados. Si pudiéramos hacerlo, sería facilísimo decidir qué conviene más. Pero no es fácil. Sobre todo, por el tema del "valor marginal". Es decir, ¿cuánto vale un "delta" de conocimientos dado? En general, casi siempre menos que los conocimientos iniciales. Pongo un ejemplo: cuando una sonda llega por primera vez a un planeta, los resultados son espectaculares; en poco tiempo, pasamos de no saber casi nada (o muy poco; lo que podemos medir desde la Tierra con nuestros telescopios y espectrógrafos) a tener un conocimiento enorme, en comparación, de su composición, su geología, su atmósfera, su campo magnético, etc, etc (bueno, todo depende de los instrumentos transportados, naturalmente). ¿Qué puede aportar de más un astronauta? Pues más detalles de la composición del suelo, por ejemplo, seleccionando muestras o extrayéndolas de lugares concretos... más movilidad, permitiendo examinar más terreno... decisiones sobre el terreno, principalmente... Pero es muy probable que este "delta de conocimientos" sea muy inferior al "delta" inicial, el que nos suministró la sonda, cuando de repente descubrimos un montón de cosas que no sabíamos. ¿Merece la pena este pequeño incremento, comparativamente hablando, para el sobrecoste que conlleva una misión tripulada?

La verdad es que yo creo que no, pero estas cosas son difíciles de cuantificar. También depende de lo que valoremos un conocimiento dado: si decidimos que saber si hay o ha habido vida en Marte compensa el coste de una misión tripulada, puede merecer la pena llevarla a cabo (dado que parece que a día de hoy los robots están bastante limitados para poder dar una respuesta definitiva a este tema). Pero sería porque queremos obtener un resultado concreto, para el cual necesitamos al hombre. Es un caso particular, que no cambia el argumento general.

Resumiendo, desde mi punto de vista (y es una opinión personal, que para eso esto es un blog), y de acuerdo a las consideraciones apuntadas, no es justificable llevar a cabo misiones tripuladas de exploración. Ojo, esto será así mientras no se consiga un considerable abaratamiento del acceso al espacio. Porque el sobrecoste asociado es en gran medida debido a las enormes diferencias en cuanto al peso de la nave; si el precio del envío de un kg de masa al espacio se redujera en un factor de orden 10 o más en el futuro, probablemente deberíamos revisar esta conclusión.

Pero es que las consideraciones anteriores, que podríamos llamar "objetivas" (dejando aparte la subjetividad ya comentada en cuanto a la cuantificación de los resultados) no son las únicas que existen a la hora de decidir si llevar a cabo o no misiones tripuladas. Existen también otras muchas consideraciones menos tangibles, pero que pueden tener incluso más fuerza a la hora de tomar una decisión al respecto.
Como siempre, están las consideraciones políticas, por el prestigio que supone tener hombres en el espacio. Porque está claro que tener capacidad espacial da prestigio. Si dicha capacidad no se limita a la puesta en órbita de satélites, y se amplía con el envío de sondas interplanetarias, el prestigio es mayor. Pero ninguno de los dos es comparable al prestigio que supone poder enviar hombres al espacio. No hay más que preguntar a cualquier ciudadano de a pie a nuestro alrededor: si preguntamos qué países tienen capacidad espacial, en general, todos nos contestarán que Estados Unidos y Rusia; algunos añadirán a China, y algunos también a Europa, porque nos pilla cerca. Pero casi nadie se acordará de Japón, y menos aún de India, por ejemplo. Y es que para la gente de a pie, si no hay astronautas, es casi como si no hubiera nada.

Así que está claro: los astronautas dan prestigio a nivel tanto nacional como internacional. ¿Es ése un argumento válido para llevar a cabo misiones tripuladas? Bueno, probablemente para muchos no, pero a nivel político en muchos casos sí. No olvidemos que ésta fue la única razón por la que se fue a la Luna. Ya sabemos que los caminos de la política son inexcrutables...

Éste de la política, que puede parecer tan mundano, es probablemente el argumento más fuerte a favor de la exploración tripulada del espacio. Fuerte a nivel de quienes al final lo aprueban, que son los gobiernos. Pero no es el único, hay bastantes más, todos dentro de lo intangible:

Relacionado con el anterior estaría el que defiende que la exploración tripulada hace crecer las vocaciones técnico-científicas en el país de origen, lo que al final redunda en beneficios para la nación. Esto es difícil de demostrar, y más aún de medir, pero podemos suponer que es cierto. La exploración espacial es algo que llama poderosamente la atención del ser humano, y en especial de los jóvenes, y esto puede aumentar el número de vocaciones por el estudio de la ciencia y la tecnología. En algunos casos simplemente por amor a dicho conocimiento, y en otros por intentar poder llegar a ser astronauta algún día. Como digo, esta posible influencia es difícil de medir, pero es bastante creíble que así suceda. Dado que es por todos aceptado (o por casi todos) que el número de científicos e ingenieros de un país afecta a su desarrollo, éste es un argumento a favor de la exploración tripulada del espacio (la no tripulada no atrae en la misma medida, como ya hemos comentado en el caso anterior, referente al prestigio político). Que el resultado justifique el gasto ya es mucho más difícil de evaluar.

Hay otro argumento a favor, aunque éste es casi "etéreo": y es que la actividad espacial tripulada da respuesta al espíritu de exploración y de aventura innato en el ser humano.

Hombre, creo que es cierto que dicho espíritu existe. Muchas de las grandes exploraciones de la historia se han llevado a cabo principalmente por esta razón. La llegada a los polos, la subida al Everest, o incluso, hoy en día, cruzar el Pacífico a bordo de una balsa o algún otro tipo de embarcación primitiva, son actividades que se realizan como consecuencia de ese afán aventurero del ser humano. Todas estas expediciones siempre han encontrado personas dispuestas a llevarlas a cabo, y, lo que es más, otras dispuestas a financiarlas simplemente por el placer de participar indirectamente en dicha actividad. Es decir, incluso muchos de los que no se atreverían a participar directamente en la expedición, sí están dispuestos a apoyarla incluso económicamente por el entusiasmo que les supone una actividad como esa. Está claro: algo impulsa al ser humano hacia la exploración y la aventura, por el simple deseo de hacerlo. Ahora bien, ¿deben financiar los gobiernos estas actividades?

Personalmente creo que no. Y es que, aunque este sentimiento pueda estar bastante extendido, no es universal. Igual que hay mucha gente que considera excitante este tipo de expediciones, hay otra a la que no le importa lo más mínimo. Y esa gente puede opinar, con razón, que no hay por qué gastar sus impuestos en favorecer las aficiones de otros. De modo que no creo que éste sea un argumento para que los gobiernos deban apoyar la actividad espacial tripulada. Igual que se ha hecho históricamente, ésta podría ser una razón para que asociaciones y particulares decidan apoyar económicamente dicha actividad, pero no me parece una razón válida para un gobierno.

Pero da igual, no acaban ahí los argumentos a favor de las misiones de exploración tripuladas. Está, por ejemplo, el que dice que la Humanidad debe aprender a viajar por el Cosmos si quiere sobrevivir. Efectivamente, está claro que la vida en la Tierra está condenada. Catástrofes naturales o artificiales aparte (impacto de un asteroide, holocausto nuclear, cambio climático...), aunque todo fuera como la seda, al final nuestro Sol concluirá su secuencia principal, convirtiéndose inicialmente en gigante roja y después en enana blanca, e imposibilitando totalmente la vida del ser humano en nuestro planeta. Tarde o temprano, la raza humana deberá buscar nuevos mundos que habitar, si quiere sobrevivir. Por ello, muchos opinan que debemos empezar a dar los primeros pasos ya.

Bien, el argumento expuesto no tiene réplica. Lo que podemos discutir es si éste es el momento de iniciar el camino. Aquí hay terreno de sobra para el debate...

Está claro que hoy día no podemos ni siquiera soñar con viajes interestelares, nuestra tecnología está a "años luz" (nunca mejor dicho) de poder conseguirlo. Pero también está claro que por algún sitio hay que empezar, y que si no se empieza, nunca se conseguirá. De acuerdo. Pero, ¿conseguimos algo empezando ahora? De nuevo es una opinión personal, pero lo dudo. Creo que invertir esfuerzos actualmente con ese objetivo tendrá tanta influencia en conseguirlo, como tuvieron los esfuerzos de Leonardo da Vinci por volar sobre el éxito de los hermanos Wright. Cada cosa tiene su momento, requiriendo una base mínima, e intentarlo antes de tiempo es perder el ídem. Ésa es mi opinión.

Hay otro argumento en línea con el anterior, pero más próximo en el tiempo: y es el potencial que, para la vida en la Tierra, puede tener la explotación energético-económica de nuestro entorno espacial. Se trataría de explotar la minería espacial, o de obtener nuevas fuentes de energía del espacio, que ayudasen al mantenimiento de nuestra vida en la Tierra a medio plazo.

Bien, ésta es una necesidad más próxima que la anterior, y que requiere una tecnología también más asequible, aparentemente. Muy superior a la actual, pero no descabelladamente lejana. Éste puede ser un buen argumento.

Lamentablemente, tiene un grave problema: el económico. Mientras mantengamos el coste del envío de masa al espacio a los niveles actuales, estas actividades son impensables. Montar una infraestructura espacial como la que necesitarían estas actividades requeriría multiplicar por 100 ó por 1000 el nivel de inversión actual en el espacio, sólo para tener el punto de partida. La explotación posterior de dicha infraestructura requeriría de un esfuerzo económico sostenido en el tiempo de un valor no muy inferior. Impensable, en las condiciones actuales.

Para que este escenario fuera viable, sería preciso abaratar sensiblemente el envío de carga al espacio. Por lo que, si queremos ir por este camino, debemos aplicar todos nuestros esfuerzos ahí, en la investigación para conseguir dicho abaratamiento. Claro que, sin resultados visibles a corto plazo (porque el problema no es sencillo, y requerirá tiempo), no hay gobierno a día de hoy que esté apostando por esta aproximación. Y es que ya sabemos que, para los políticos, el largo plazo es algo en lo que no merece la pena aplicar muchos esfuerzos...

En fin, creo que termino ya por hoy, que ya está bien. Si habéis aguantado hasta aquí mis elucubraciones, enhorabuena. Como véis, hay argumentos para todos los gustos... Pero ninguno verdaderamente concluyente. Y, así, este debate seguirá durante años y más años... ¡Saludos! (Foto: NASA)

01 febrero 2007

Espectacular explosión de un Zenit del sistema Sea Launch

Seguramente a estas alturas ya lo sabéis la mayoría, pero he andado demasiado ocupado para poder ponerlo aquí (por otra parte, nunca he pretendido hacer de este blog un lugar de noticias, aunque algunas son tan importantes o llamativas que no me puedo reprimir, como en este caso). Bueno, el caso es que ayer miércoles a las 00:22 horas, hora de España (23:22 GMT), el lanzador Zenit-3SL que iba a poner en órbita el satélite holandés NSS-8 desde la plataforma Sea Launch estacionada en el Pacífico, estallaba en el instante del lanzamiento por causas desconocidas. Afortunadamente, no hay víctimas (la plataforma se desaloja completamente de forma previa al lanzamiento).

Poco más podemos decir que no sean meras especulaciones a día de hoy. A pesar de lo espectacular de la explosión (algo que no veíamos hace años), parece que la plataforma no ha sufrido daños irreversibles, aunque habrá que esperar más para saberlo a ciencia cierta. No se ha comunicado oficialmente ningún posible origen del fallo, aunque observaciones detenidas del video del lanzamiento muestran una extraña humareda negra en la base del cohete tras la ignición, que no parece corresponder a la secuencia habitual de eventos durante el despegue. En cualquier caso, no está claro si dicha humareda es indicativa de la causa del fallo (problema en una de las líneas o bombas de alimentación, por ejemplo) o consecuencia del mismo (fallo estructural por alguna otra razón que cause la ruptura del sistema de alimentación, por ejemplo). Habrá que esperar a que se desarrolle la investigación para tener más datos.

Ni siquiera está claro, observando el video, si el lanzador cae por un lateral de la plataforma hacia el mar, o si se "cuela" a través de la misma, por el hueco para el escape de los gases de las toberas. Lo dicho, todo son especulaciones y tendremos que esperar a tener datos más fiables para saber la causa de este espectacular accidente, y cómo podría afectar al futuro de las operaciones con el Zenit (en mar y, quizás, en tierra) y con el sistema Sea-Launch

Si el problema fuera del motor (bien un fallo repentino que lo dejase sin empuje, haciéndolo caer nada más iniciarse el ascenso, o de algún sistema asociado, como la turbobomba), la situación podría ser más grave, al poder salpicar al Atlas. Efectivamente, tanto el Atlas III como el V utilizan el motor ruso RD-170, derivado del RD-180 que equipa al Zenit. Por ello, la detección de un posible problema en el motor del Zenit podría afectar a la operación de los lanzadores norteamericanos Atlas. Aunque de momento, todo está por ver.

El RD-180 es uno de los motores más avanzados del mundo, desarrollado en su día para el supercohete Energiya, y adoptado posteriormente por la compañía norteamericana Boeing para equipar sus lanzadores Atlas. Al igual que los motores principales del Space Shuttle (SSME), es uno de los pocos motores que utilizan la tecnología de combustión escalonada, que aumenta la eficiencia pero que supone una enorme complejidad desde el punto de vista de la ingeniería, por las elevadas temperaturas y presiones que impone a la cámara de combustión. Básicamente consiste en reaprovechar los gases resultantes de la combustión realizada para mover las turbinas que a su vez mueven las bombas de alimentación del propulsante, para introducirlos de nuevo en la cámara de combustión principal y realizar con ellos una segunda combustión. Esto se consigue haciendo que la primera combustión (la utilizada para mover las turbinas, y que en la mayor parte de los motores cohete supone un ciclo paralelo y aparte) se realice con exceso de combustible con respecto al oxidante inyectado. Esto permite que el resto del combustible se queme en la segunda combustión en la cámara principal, cuando se añade el oxidante restante necesario.

El hecho de que el RD-180 utilice la combustión escalonada podría justificar que la nube de humo negro procediera de una turbobomba: el humo negro indica una combustión incompleta, con exceso de combustible, justo lo que sucede en el ciclo de alimentación de las bombas del RD-180. Aunque, como apuntaba más arriba, el escape podría ser una consecuencia, y no causa, de otro fallo diferente. En cualquier caso, por ahora todo esto no son más que conjeturas. (Imagen: Sea-Launch)