En el contexto de la historia espacial, siempre se ha puesto a la época soviética como un ejemplo de cómo no deben hacerse las cosas en materia de transparencia informativa. Efectivamente, durante décadas los rusos no sólo ocultaron buena parte de lo que ocurría en su programa espacial (y en muchas otras áreas, por supuesto), sino que a menudo mintieron descaradamente e incluso llegaron a falsificar documentación, como los famosos retoques de fotografías para eliminar a personajes que con el paso del tiempo se habían convertido en personas “non gratas” (lo que daría pie a numerosas leyendas sobre cosmonautas muertos en misiones secretas, demostrando que a menudo lo que se consigue con el secretismo es mucho peor que lo que se pretendía evitar).
Frente a esto, la NASA y los Estados Unidos aparecían como un ejemplo de honestidad y transparencia. Por supuesto, la parte militar siempre ha estado “clasificada” y nunca se ha dado información sobre ello (bueno, ahora, cinco décadas después, empiezan a desclasificarse documentos sobre algunas de las primeras misiones), pero esto parecía lógico, y de todas formas no es lo mismo ocultar algo que mentir sobre ello.
Pues bien, no es así. La NASA también miente cuando le interesa. Y por razones no muy diferentes a las que originaban muchas de las mentiras soviéticas. ¿Recordáis todas esas misiones rusas que se declaraban como “un éxito”, que transcurrían “sin novedad”, y que con el paso de los años se demostró que habían estado repletas de fallos en ocasiones de suma gravedad? Parecía que eso nunca ocurriría con la NASA, ¿verdad? Inocentes…
No me refiero a ocultar algún dato o a intentar suavizar algún problema. Uno puede entender que ciertos incidentes menores ocurridos durante las misiones no se cuenten a la opinión pública; al fin y al cabo, a nadie le agrada exponer los trapos sucios. También se puede entender que se intenten minimizar los problemas de cara al exterior con una sonrisa mientras por dentro se sufren sudores para solucionarlos. Esto se entiende. Pero hablamos de algo mucho más grave, desde mi punto de vista.
No es la primera vez que la NASA miente. Seguro que lo ha hecho muchas veces, pero en el contexto que comentaba arriba, muchas “mentirijillas” pueden considerarse “pasables”. Mintieron, por ejemplo, cuando en 1997 quisieron quitar importancia al grave incendio que tuvo lugar en el interior de la Mir comunicando que su duración había sido de 90 segundos. Cuando el astronauta norteamericano que lo sufrió a bordo volvió a la Tierra y se sintió indignado ante esta mentira, explicando a la prensa que el fuego se mantuvo sin posibilidad de ser extinguido durante 15 minutos, la NASA se justificó diciendo que seguramente alguien había añadido por error un punto entre el 1 y el 5, convirtiendo los 15 minutos en 1,5, es decir, 90 segundos. En fin, se les vio el plumero, pero al menos nunca ocultaron que el fuego había existido.
Pero lo que voy a contaros ahora me parece bastante serio, y para mi supone un importante descrédito para la política informativa de la agencia norteamericana. Se trata del intento de ocultar el grave problema ocurrido durante el aterrizaje de la misión STS-37 del transbordador espacial, el 11 de abril de 1991, habiéndose llegado a tergiversar documentos oficiales para encubrirlo.
Me refiero al informe de la misión, el “Mission Report” que se edita para cada una de las misiones del transbordador espacial. Este informe recoge los principales eventos de la misión, incluidos pequeños problemas, con una extensión que en este caso concreto es de 33 páginas. Se trata de un documento que la NASA ofrece como de acceso público, en lo que parece una fantástica muestra de transparencia informativa, al tratarse de un documento puramente técnico. El problema es que esta transparencia se convierte en una estafa cuando se demuestra que el documento miente flagrantemente.
No creo estarme pasando al decir esto, teniendo en cuenta que en la página 3 del documento (página 8 del pdf disponible a través del servidor de documentos técnicos de la NASA) dice, refiriéndose al aterrizaje, que éste “fue normal en todos los aspectos”. No sabía que ahora se consideraba normal aterrizar fuera de pista porque al piloto le había resultado imposible llegar a alcanzarla.
El informe no habla en ningún otro lugar de los problemas sufridos durante la fase de aproximación y aterrizaje. A esta fase, que generó momentos de gran tensión tanto en tierra como a bordo del Atlantis, el informe le dedica un único párrafo de 5 líneas en la página 3, con las horas de toma de contacto con tierra y el comentario de que “fue normal en todos los aspectos”. Señores, esto para mi es una flagrante mentira, y que luego me ofrezcan este documento técnico magnánimamente como prueba de transparencia, me parece una tomadura de pelo. ¿Qué credibilidad le doy a toda esta información suministrada “abiertamente” por la NASA a partir de ahora?
No me extenderé mucho sobre los problemas de la misión STS-37 durante su aproximación y aterrizaje a la Base Aérea de Edwards, porque requerirían un artículo específico (está hecho, y saldrá en el número de octubre de Espacio), pero os diré brevemente que, debido a una combinación de fuertes vientos en la zona de aterrizaje, mala comunicación entre el control de la misión y la tripulación, y algún pequeño fallo humano adicional del piloto, la tripulación del Atlantis se encontró en la fase final de la aproximación con su aparato cayendo a tierra sin posibilidad alguna de alcanzar la pista de aterrizaje. La toma de contacto con el suelo se produjo 1600 pies antes de la cabecera de pista (casi 500 metros), y no terminó en catástrofe gracias a que se producía sobre la perfectamente llana extensión de un lago seco. De haberse producido este mismo problema en la pista pavimentada del Centro Espacial Kennedy, en Florida, es muy posible que la misión hubiera terminado en desastre. Todo esto lo sabemos gracias a que lo ha revelado el que fuera entrenador de vuelo de los astronautas para la fase de aterrizaje en aquella época, Daniel Deger. También la revista Aviation Week mencionó muy brevemente el problema tras la finalización de la misión, a través de unas breves declaraciones del comandante a su corresponsal, pero sin dar ningún tipo de detalle. Por parte de la NASA, no parece que nunca haya habido información oficial del incidente. No puedo asegurarlo al 100%, ya que en 1991 Internet no era lo que es hoy día, y para comprobar exhaustivamente la prensa de aquella fecha tendría que meterme en alguna hemeroteca norteamericana (cosa que, lógicamente, no me resulta muy práctico); pero el hecho de que no aparezca reflejado en ninguna publicación posterior, en ninguna recopilación de accidentes o incidentes, y que sea tan desconocido para la mayoría de los aficionados, me hace pensar que, efectivamente, la NASA nunca informó de ello. Desde luego, lo que sí puedo asegurar es que, a día de hoy, no he podido encontrar ningún documento público de la NASA sobre aquella misión (y hay bastantes) que refleje el incidente.
Para los lectores más “frikis”, os comentaré que hay algunas pequeñas discrepancias entre lo publicado en su día por Aviation Week y las declaraciones más recientes de Daniel Deger al respecto de la misión STS-37. Son datos que no he podido incluir en el artículo de Espacio por razones de extensión, pero que comentaré aquí para los interesados: según Aviation Week, la toma de contacto con el suelo se realizó a 600 pies de la cabecera de pista, mientras que según Deger fue a 1600 pies; puesto en contacto con Deger para comentarlo, él me confirma que 1600 pies es la cifra correcta, y por su vehemencia me inclino a pensar que lo de Aviation Week pudo ser una errata. Otra discrepancia está en la velocidad de toma de tierra, que para la revista fue de 167 nudos y para Deger de 157 (siempre muy por debajo del mínimo establecido, en cualquier caso); personalmente, no sabría por quién decantarme en este dato.
Ha habido algún otro caso similar, aunque ha podido corregirse sin llegar a estos extremos. Sabemos de al menos otra misión (STS-31) que sufrió serios problemas para alcanzar la pista, y que sólo lo consiguió después de que el piloto “estirase” al máximo la senda de planeo a costa de disminuir su velocidad por debajo de los límites marcados por los procedimientos. Tampoco esto había sido revelado oficialmente por la NASA, pero uno puede entender que un caso así no salga a la luz, y hasta que se pueda considerar como un aterrizaje más o menos “normal” (el piloto no diría lo mismo, pero bueno, al menos se consiguió salvar la situación y se aterrizó en la pista sin mayor problema). Pero un aterrizaje 500 metros antes de la cabecera de pista, como el del Atlantis en la misión STS-37, no es normal por mucho que intenten convencerme de ello. ¿Que afortunadamente el suelo era como un espejo y no pasó nada? Pues sí, menos mal. Pero no creo que eso le convenza a nadie de que el aterrizaje ha sido normal; vamos, ni borracho…
Como decía al comienzo de esta entrada, es muy triste encontrarse con algo así. No ya por el hecho de haberlo intentado ocultar, que puede ser disculpable, sino por presentar los hechos de forma tergiversada en un documento oficial. Lo más triste para mí es que ya nunca me sentiré seguro confiando en un documento oficial de la NASA. Porque estoy convencido de que casos como éste son la excepción… ¿pero cómo saber si el documento que te interesa, el que estás utilizando tras una larga búsqueda para documentarte sobre algún oscuro asunto de la historia de la exploración espacial, es una de estas excepciones?
En los inicios de la exploración espacial, se ponía la transparencia de la NASA, sacando a la luz los problemas de sus misiones, como un ejemplo de buen hacer frente al secretismo soviético. Ello le dio a la NASA una gran credibilidad, y lo que inicialmente podía parecer una debilidad, al ser el mundo entero testigo de sus fracasos, se convirtió en realidad en una gran fortaleza que le proporcionó un gran prestigio. La NASA se dio cuenta de esto, y convirtió la transparencia informativa en su bandera.
Ahora, parece que esta organización ha caído en el mismo grave error que su antiguo rival, intentando ocultar los problemas de cara al exterior para dar una imagen de buen hacer y armonía, aunque sea a costa de falsear el contenido de un documento técnico. Esa transparencia informativa que iniciaron en su día se les ha vuelto en contra cuando han querido empezar a ocultar información; no podían dejar sin publicar un “Mission Report”, porque lo habían hecho siempre, era una de sus muestras de transparencia, y no hacer público uno demostraría que había algo que ocultar. Así que se mantuvo la política de apertura, pero falseando el contenido. Esto es una traición a toda la tradición de la organización, y a toda la opinión pública. Con actuaciones como ésta, toda la credibilidad que ganaron en su día la han perdido.
Pero no es sólo eso. No sólo es que con estas actuaciones la NASA pierda la credibilidad y la honestidad que tradicionalmente se le han atribuido, lo cual ya es suficientemente grave por sí solo. Es que, además, creo que pretender ocultar los problemas es un gran error. Y ellos deberían saberlo más que nadie. Como decía antes, la NASA se engrandeció en los comienzos del programa espacial precisamente cuando la gente pudo ver los problemas, las enormes dificultades que encerraba el vuelo espacial, con sus riesgos y sus fracasos, y cómo se fueron solucionando. Si se quiere de verdad apasionar a la gente con la astronáutica, se conseguirá mucho mejor presentando ésta como lo que es, una actividad tremendamente compleja y repleta de riesgos que se van sorteando con esfuerzo, y no como un camino de rosas que se recorre de forma rutinaria y sin incidentes, que es lo que parece que se quiere hacer ver desde la década de los 80-90. Para mí, esto es un error. Y si además se lleva al extremo comentado aquí de caer en la deshonestidad, rozando la falsedad documental, se convierte en un grave error que podría echar por tierra todo el prestigio y la credibilidad conseguidos a lo largo de los 50 años de vida de la organización. Sin embargo, por suerte pare ellos (triste suerte), el interés por la actividad espacial es tan escaso hoy en día que al final estas revelaciones terminan pasando totalmente desapercibidas. (Imagen: Disney)