11 enero 2008

Sobre Arte, Universo, Planetario de Madrid… y Murphy

Todos sabemos que el Cosmos se mueve bajo la Ley de la Gravitación Universal, pero lo que está clarísimo es que la Humanidad se mueve bajo los dictados de la Ley de Murphy. Es implacable.

Ayer, 10 de enero de 2008 a las 18:34 (GMT+1), después de casi dos semanas desde mi escrito al Planetario de Madrid sobre la exposición “Arte en el Universo” y su coincidencia con uno de mis libros (ver entrada anterior), perdía las esperanzas de provocar alguna reacción y decidía publicar en este blog mi opinión al respecto. Pues bien, aquí interviene Murphy: a las 10:34 de hoy, exactamente 16 horas después de publicar esa entrada en el blog (ni un minuto más, ni un minuto menos), recibía un correo del Jefe Técnico del Planetario de Madrid, como responsable de la exposición.

Y ahora escribo esto para rectificar, dado que tras leer su amable y extenso escrito, he quedado convencido de que todo ha sido simplemente una curiosa casualidad. Algo que, si solo hubiera sido por los contenidos, nunca hubiera dudado, pero que ante la coincidencia exacta del título, y con una frase de arranque de la presentación de la exposición que recordaba mucho en su fondo a la de arranque de la presentación de mi libro, la verdad es que me hizo desconfiar enormemente en un principio. Al fin y al cabo, no es que el título de mi libro sea el más original del siglo, pero tampoco era simplemente algo así como “Las fotografías del Hubble”… Pero en fin, las coincidencias existen, y parece que ésta es una de ellas.

Como digo, en su escrito lamentan que la coincidencia me haya llevado a pensar en algo más de lo que es en realidad, y afirman que en caso de haberse inspirado en el libro, que aseguran no haber conocido hasta después de montar la exposción, no habrían tenido ningún inconveniente en reflejarlo así. Les creo: su escrito parece sincero y es de una corrección exquisita. Así que rectifico lo dicho en la entrada anterior. Lástima que Murphy no sólo haya provocado este malentendido, sino que encima haya provocado estas dos entradas seguidas sobre el tema, por unas míseras 16 horas de diferencia. Como decía, este Murphy es implacable…

10 enero 2008

Arte en el Universo ¿Casualidad, o algo más?

¿Casualidad o no tanto? Ultimamente he encontrado dos casos de utilización de este título para un contenido idéntico (en la idea, no en el detalle) a mi libro del mismo título, publicado en 2003.
El primer caso del que tuve constancia, hace unos meses, fue una exposición del Planetario de Madrid, producida por el propio planetario. Un lugar en cuya librería se vendía hace algún tiempo (la última vez que fui, coincidiendo con la exposición, ya no lo vi) mi libro, Arte en el Universo. Curiosamente, además, la primera frase de la descripción de la exposición recuerda bastante a la primera frase de la reseña que aparece en la contracubierta de mi libro. O a lo mejor es que yo soy muy malpensado…

El segundo caso es un vídeo de YouTube, a cuyo título le han añadido “El” delante. Me he puesto en contacto con la persona que lo colgó allí, para saber el origen del título (en este caso veía más posible que pudiera ser pura casualidad), y, tras tres semanas y un par de amables insistencias, aún estoy esperando respuesta. Eso sí, acabo de comprobar que ha retirado el vídeo (podéis comprobarlo si pincháis el link anterior, que funcionaba hace apenas unos días). No era mi intención: simplemente le preguntaba si se había basado en mi libro, y en caso afirmativo, le pedía que lo mencionara en unos créditos finales. Su acción retirando el vídeo (e incluso eliminando su cuenta de usuario) me parece desproporcionada, pero parece confirmar que lo del título y el contenido tampoco en este caso era casualidad.

No estoy hablando de plagio, en sentido estricto. En ningún caso hablamos de un libro, ni tampoco el contenido de la exposición o del vídeo son idénticos a mi libro (bueno, en el caso de la exposición, un buen número de fotos son las mismas; pero son fotos de libre acceso, y podría suponerse que los del planetario y yo tuvimos gustos similares al hacer la selección…). Pero sí creo que mi libro ha servido de inspiración para estos productos. Lo cual me halaga, pero creo que lo apropiado en estos casos hubiera sido hacer una pequeña mención al motivo de dicha inspiración (bastaría una de esas frases en letra pequeña que nadie lee, al final de la presentación de la exposición, por ejemplo, diciendo algo así como “Inspirado en el libro ‘Arte en el Universo’, de Javier Casado”). No creo que costase nada hacerlo así, y yo me habría sentido bastante más complacido, y no me habría quedado con la cara de tonto que se me quedó cuando me encontré por casualidad con la exposición en el planetario. Sinceramente, me pareció feo. No costaba nada hacerlo bien, creo yo; es decir, simplemente contactarme para pedirme permiso, que les hubiera concedido sin problema, sin más que hacer referencia al origen “en letra pequeña”.

Según me han informado, podría exigir al Planetario de Madrid que rectificase, como mejor me pareciera. Aunque el tema de la similitud de los contenidos es algo más complicado de demostrar (requeriría un peritaje), el título de mi libro está protegido, y no puede utilizarse para actividades como la citada exposición sin autorización expresa. Pero, la verdad, no me parece que merezca la pena; ¿qué iba a hacer, obligarles a retirar la exposición? Pues no es lo que quiero, si precisamente son actividades como éstas lo que hace falta en este país. ¿Quizás podría pedirles que me mencionaran? Pues sí, y así lo he hecho, sin éxito. No desmienten el origen de la exposición, pero tampoco se molestan en reconocerlo. ¿Podría exigírselo? Parece que legalmente sí, pero, sinceramente, aparte de satisfacer mi ego, no creo que mereciera el esfuerzo desde ningún otro punto de vista. Así que creo que lo dejaré estar. Pero, repito, me parece que lo que han hecho, de la forma que lo han hecho, está bastante feo.

28 diciembre 2007

La verdadera historia de Armstrong en la Luna

Hace unas pocas semanas recibía un correo de un desconocido, que supongo que había llegado hasta mí deambulando por Internet. Me pedía que le recomendara libros en español sobre “la verdadera historia de Neil Armstrong en la Luna”. Buen comienzo, ¿verdad?

Tranquilamente le contesté que no conocía ninguna biografía en español de Neil Armstrong, ni ningún libro serio centrado en la misión del Apollo 11, ni siquiera tan sólo en el programa Apollo. Pero que le podía recomendar varios libros que trataban sobre ello dentro de un contexto más amplio, remitiéndole, para más detalles, a bibliografía en inglés. “En la web de la NASA puedes encontrar muchísimos datos sobre la verdadera historia de Armstrong en la Luna”, le contesté, más o menos.

Evidentemente, sabía que no era esto lo que me estaba pidiendo. Desde el primer momento estaba claro que quien busca la “verdadera” historia, en realidad está pidiendo leer “apasionantes” intrigas conspiranoicas de algún tipo. Es decir, la basura con la que se lucran personajes como Iker Jiménez, Jiménez del Oso, J.J. Benítez y demás farsantes. Pero de lo que no me di cuenta en aquel momento era que en realidad sí que había una “historia oculta” en relación con Armstrong y la misión Apollo 11, una interesante historia que había resultado un misterio durante años, hasta que finalmente fue revelada por el propio Armstrong. Se trata de la historia de Mr Gorsky.

Durante años, las últimas palabras que pronunció Armstrong en la Luna resultaron un misterio para todos los que pudieron escucharlas, tanto entre el público en general como dentro de la propia NASA. Mientras se preparaba para subir por última vez la escalerilla del módulo lunar, poco antes de despegar para volver a la Tierra, Neil Armstrong pronunció cuatro enigmáticas palabras: “Good luck, Mr. Gorsky”. Buena suerte, Sr. Gorsky.

Esa frase desconcertó durante años a todos aquellos que habían seguido en detalle la misión del Apollo 11. En principio, casi todos creyeron que se trataba de algún cosmonauta ruso rival, a quien Armstrong deseaba suerte tras haberlo vencido en la carrera por llegar a la Luna. Pero nadie pudo encontrar nunca un nombre parecido entre los involucrados en el programa espacial ruso. Por todos los Estados Unidos surgieron investigadores que buscaron también si alguien entre los técnicos de la NASA se apellidaba Gorsky, o si esta frase podría haber sido parte de algún código secreto acordado entre el Control de la Misión y los astronautas del Apollo para transmitir alguna información codificada. Durante años, multitud de técnicos de la NASA fueron consultados sin éxito: según sus declaraciones, las últimas palabras de Armstrong en la Luna les habían desconcertado tanto como al público en general. El propio astronauta sería preguntado sobre ello en multitud de entrevistas a lo largo de los años, a las que solía responder con una simple sonrisa y el silencio, o, en el mejor de los casos, con evasivas. Pasaban los años y el misterio permanecía sin aclarar.

Finalmente, en 1995, 26 años después de que ocurriera todo, la verdad salió a la luz. El 5 de julio de ese año, Armstrong era entrevistado en la CBS por el famoso presentador Walter Cronkite, quien, íntimo amigo de Armstrong, le preguntaría una vez más por la misteriosa frase. Sólo que esta vez la reacción de Armstrong sorprendió a todos:

“Bien, es cierto que durante años me habéis estado preguntando qué significaban esas enigmáticas palabras, y durante todos estos años me he sentido obligado a no dar la respuesta, al sentir que era algo extremadamente confidencial. Pero hoy la situación ha cambiado. Desde hace unos meses, Mr. Gorsky ha muerto, y creo que ahora ya no importará que revele lo que significó aquella frase”.

Con Cronkite y todos los espectadores pendientes de cada una de sus palabras, Neil Armstrong procedió entonces a contar la historia que había detrás de la última frase que se pronunció sobre la Luna al final de la misión del Apollo 11:

Siendo un niño, Neil Armstrong estaba jugando al béisbol con su hermano en el jardín de su casa en Wapakoneta, Ohio. En una ocasión, tuvo que ir a recoger una pelota que había ido a caer junto a la casa de sus vecinos, bajo la ventana del dormitorio; entonces escuchó los gritos de una discusión dentro de la casa. Era la señora Gorsky, que gritaba a su marido: “¿Que quieres que te chupe qué? ¿Me estás pidiendo que te haga sexo oral? ¡Tendrás sexo oral el día que el chico de los Armstrong ande sobre la Luna!”

Armstrong nunca olvidó aquella frase, de modo que, mientras estaba sobre nuestro satélite, no pudo evitar acordarse del Sr. Gorsky y de si él también se acordaría de recordar a su mujer aquellas proféticas palabras. Por eso, no pudo evitar pronunciar con una sonrisa, poco antes de subir al LEM: “Buena suerte, Sr. Gorsky”.

Es una lástima que no me acordase de contarle esto a aquel entusiasta de las conspiraciones que me preguntó por “la verdadera historia de Armstrong en la Luna”. Aunque, para seros sinceros: todo esto no es más que una leyenda urbana, y, como tal, absolutamente falsa. Armstrong nunca pronunció esas palabras. Nunca existió un Sr. Gorsky y una señora Gorsky discutiendo por sus gustos sexuales mientras los escuchaba un futuro astronauta, y nunca ningún presentador preguntó a Armstrong por una frase que nunca pronunció. Pero, reconozcámoslo, es una historia mucho más divertida que las demás historias conspiranoicas que rodean las misiones a la Luna. Y es una historia que aún a día de hoy sigue corriendo por los Estados Unidos, con bastantes personas que aún creen que todo esto sucedió de verdad. Como digo, al menos te hace sonreír.

Debería haber publicado este artículo el 28 de diciembre, pero entonces no me di cuenta. Así que lo hago ahora, día 4 de enero de 2008. Aunque, en un pequeño guiño a los futuros lectores, modificaré manualmente la fecha de publicación para que aparezca con la otra fecha. Espero que me disculpéis esta pequeña manipulación para permitirme así esta pequeña inocentada con retraso. Feliz año nuevo a todos.

P.D.: Para terminar, y aprovechando la temática del artículo, quiero aprovechar para dejar algunos links que puedan iluminar un poco a aquellos crédulos que pudieran caer por aquí accidentalmente (aunque sabiendo que de poco sirve la evidencia; quien quiere creer en fantasmas, cree pase lo que pase. Ahora bien, por intentarlo, que no quede):

ARP-Sociedad para el avance del pensamiento crítico
El FAQ de la ARP, con respuesta a casi todas (algunas aún están en construcción) las preguntas que un crédulo podría hacerle a un escéptico
Círculo Escéptico

(Foto: NASA)

12 diciembre 2007

A vueltas con la seguridad

El Shuttle es un vehículo complejo. Mucho. El vehículo espacial más complejo de la historia (ese honor podría ser compartido con el Buran ruso, pero éste nunca llegó a volar más allá de la misión de pruebas no tripulada). Y, como tal, está sujeto a múltiples fallos potenciales. Es lo malo de la complejidad: que hay más cosas que pueden fallar, y que es más difícil predecirlas todas. Antes, para medir la posición usábamos sextantes, que no fallaban nunca; ahora el GPS es más cómodo y preciso, pero puede estropeársenos el aparato, o los satélites, o simplemente quedarnos sin pilas; la complejidad técnica tiene sus pegas.

Esta serie de aparentes perogrulladas ya las repitió el comité investigador del accidente del Columbia en su informe. Sus conclusiones al respecto fueron que el Shuttle era tan complejo que probablemente no podría garantizarse su seguridad nunca. En palabras más directas y algo sensacionalistas, se podría decir que el Shuttle es un vehículo inseguro por naturaleza... aunque ciertamente me parece exagerado plantearlo así. Pero creo que entendemos el mensaje.

El Shuttle ha tenido ya dos accidentes mortales, debidos a problemas completamente distintos (aunque ambos repetitivos a lo largo de su historia). El primero se solucionó, el segundo sólo se consiguió aliviar parcialmente; pero se sabe que pueden existir problemas potenciales, en una inmensa parte desconocidos. Y otros que son conocidos, pero de los que se desconoce en realidad su potencial peligro. Algo que también señaló Richard Feynman en su famoso Anexo F al informe del accidente del Challenger, cuando apuntó a los múltiples problemas de todo tipo abiertos en diferentes elementos del transbordador (ajenos a los aceleradores sólidos que habían provocado el accidente).

¿A qué viene toda esta larga introducción? Pues a que uno de esos problemas conocidos y repetitivos puede que esté poniendo en jaque el futuro inmediato del proyecto. Quizás sea algo alarmista presentarlo así, pero la verdad es que me ha creado mucha incertidumbre la última filtración que os voy a revelar a continuación (no os pongáis impacientes, que todavía queda rato de rollo, para poneros en antecedentes). Se trata de un problema que ya ha impedido el lanzamiento del módulo europeo Columbus en fecha, y que, si la cosa se pone fea, podría amenazar seriamente la finalización de la estación espacial. Todo depende de en qué quede la cosa. (Esto son opiniones mías; oficialmente, por el momento sólo hay un aplazamiento de los ya habituales en estos casos; pero la filtración que os comentaré luego da qué pensar)

El problema probablemente lo conoceréis varios, si habéis seguido las últimas intentonas de lanzamiento a lo largo de la semana pasada. El lanzamiento del Columbus a bordo del Atlantis en la misión STS-122, inicialmente previsto para el día 6, fue inicialmente pospuesto al día 8, después al 9, y finalmente al próximo 2 de enero, tras llegarse a la conclusión de que no sería posible resolver el problema antes del cierre de la ventana de lanzamiento (13 de diciembre). La razón de estos sucesivos retrasos fue un fallo detectado en los sensores ECO, durante el llenado del depósito central en la preparación para el lanzamiento.

Los sensores ECO (Engine Cut-Off) son unos minúsculos dispositivos, en teoría bastante sencillos, encargados de detectar el vaciado del depósito de hidrógeno. Su misión es importante, pues en caso de detectarse dicho vaciado, deben enviar una señal que ordene la parada inmediata de los motores del transbordador. La razón es que una combustión excesivamente rica en oxígeno (la que ocurriría en el caso de que se terminase el hidrógeno) podría provocar una explosión fatal en los motores. Y eso no es agradable…

Teóricamente, el hidrógeno no se debe terminar. Es decir, existe cierto margen en los depósitos para que el transbordador realice su misión sin vaciarlos. Pero dicho margen es necesariamente pequeño (propulsante sobrante es igual a lastre inútil), así que se instalan los sensores por si acaso. Hasta ahora, nunca se ha producido este caso (que se termine el hidrógeno antes de tiempo), pero nunca se sabe, y más vale prevenir. Además, parece que en alguna ocasión se ha estado cerca, así que tampoco es como para sentirse tranquilo.

El depósito tiene cuatro de estos sensores, pero su fiabilidad nunca ha sido una maravilla. Varias misiones han sufrido ya retrasos, como esta última, por haberse detectado fallos en los sensores durante el llenado del tanque (el fallo consiste en que algún sensor indica tanque lleno a pesar de estar vacío; esto se analiza tras llenar el tanque, y enviar a los sensores una señal que simula el vaciado del tanque). Pero habitualmente el problema se solucionaba solo, tras vaciar el tanque y volverlo a llenar (sí, suena como reiniciar Windows, qué le vamos a hacer…). Además, existía el criterio de que, si sólo fallaba uno de los cuatro, se podía proceder al lanzamiento de todas formas (y esto suena a “Minority Report”, ¿verdad?)

Pues bien, en este caso ha sido distinto: tras fallar dos de los cuatro sensores, se decidió retrasar el lanzamiento y proceder al vaciado del depósito y a realizar las pruebas oportunas. Pero en lugar de mejorar la situación, como solía suceder en otras ocasiones, en este caso fue a peor: con el tanque vacío, y por iniciativa propia, uno de los sensores que hasta entonces había funcionado bien se unió a sus compañeros, y empezó a marcar lleno cuando hasta entonces había marcado vacío (lo correcto). Un cachondeo, vamos…

Ante este orden de cosas, la fecha inicialmente propuesta para la nueva intentona de lanzamiento (día 8) se retrasó al 9, al verse que la cosa pintaba complicada. Entre tanto, y viendo cómo estaba el percal, los responsables de la misión decidieron cambiar el criterio habitual de permitir el lanzamiento con 3 de 4 sensores funcionando, exigiendo en esta ocasión el buen funcionamiento de los 4.

Y así llegó el día 9, tras un intenso trabajo por parte de los técnicos. De nuevo, todo el mundo pendiente del lanzamiento (desde el día 6 había 750 invitados de la ESA y la industria aeroespacial europea esperando para ver cómo finalmente subía el Columbus al espacio), y de nuevo el fallo de uno de los sensores. Esta vez fue sólo uno, lo que en condiciones normales hubiera sido suficiente para proceder con el lanzamiento, pero tras la restricción impuesta para este vuelo, suponía una nueva cancelación. En este orden de cosas, los técnicos decidieron que sus análisis iban a llevar bastante más tiempo, así que no iba a ser posible lanzar antes de que se cerrase la ventana, el día 13. El lanzamiento quedaba pospuesto al 2 de enero.

Hasta aquí, los hechos por todos conocidos (disculpad la larga introducción, para poner en contexto). Ahora, por fin, vienen las nuevas revelaciones.

Se han filtrado a la prensa especializada algunos mails internos de la NASA, firmados por Bill McArthur, Jefe de la Oficina de Seguridad del Space Shuttle, y por Wayne Hale, Jefe de Programa del transbordador. Por cierto, que como sabéis los que habéis leído el “Houston”, Hale fue uno de los que quedaron como “chicos buenos” en el informe del accidente del Columbia, uno de los que aparecen como preocupados por la seguridad, razón por la cual, probablemente, fue posteriormente ascendido en el seno de la agencia (sin querer desmerecer su valía técnica o de gestión; pero lamentablemente no siempre la valía es condición ni necesaria ni suficiente para ascender…)

Pues bien, en esos mails (cuya lectura es casi tan larga como este rollo que os estoy metiendo) queda claro que los responsables del Shuttle ya no se fían en absoluto de los sensores ECO. Hale reconoce que se lleva años trabajando en ello, años intentando mejorar su fiabilidad, y que no se ha conseguido nada. Hasta ahora, cada vez que fallaban, se actuaba creyendo que se podrían solucionar los problemas definitivamente. Ahora han llegado a la conclusión de que no, que esto no hay quien lo solucione, que probablemente la única acción efectiva sería partir de cero con un nuevo diseño de los sensores… y que para eso no hay tiempo antes de que llegue la fecha de retirada del Shuttle.

Hale concluye que, por duro que resulte reconocerlo, parece que esos sensores no han sido fiables nunca. Que, en el fondo, se ha estado volando a ciegas, confiando en un sistema de seguridad que probablemente nunca ha sido de fiar. Y que, afortunadamente, hasta ahora no ha sido necesario utilizar… pero que nunca se sabe si se necesitará en el futuro. McArthur, por su parte, comenta que tampoco ha habido que utilizar nunca el sistema de escape de la tripulación, y que sin embargo nadie se plantea desmantelarlo para ahorrar peso.

Esta respuesta de McArthur viene a colación porque el planteamiento que empieza a correr por la NASA es que quizás haya que prescindir de los sensores ECO. Parece una decisión dura, y lo es. Mucho. Pero hay que reconocer que en algo tienen razón: si no son fiables, si has llegado al extremo de no poder confiar en que lo que indican es correcto… ¿para qué sirven?

El debate es complicado, y es la principal razón del retraso. En la NASA, prácticamente se descarta que el problema con los sensores pueda solucionarse. Es decir, puede que en el próximo intento de lanzamiento todos “parezcan” funcionar bien, pero en la situación actual, ya casi da lo mismo lo que indiquen, bien o mal: nadie los cree. Y se ha trabajado tanto en ello, que se ha abandonado cualquier esperanza de solucionarlo. Pero ahora existe un serio dilema en torno a este problema: ¿qué hacer?

Una vez más, se demuestra que en estas cosas no hay blanco ni negro, que las decisiones no son fáciles, y que hagas lo que hagas, corres el riesgo de equivocarte. Los ECO nunca han llegado a hacer falta, y probablemente no hagan falta nunca… pero, parafraseando a Feynman de nuevo, cuando juegas a la ruleta rusa, que el primer tiro tenga éxito no es garantía para el próximo. Por otra parte, mantener en activo un sistema que igual puede funcionar que no, en el fondo es engañarse a uno mismo. Otra opción, que creo que nadie se plantea por el momento, sería un nuevo parón del programa… que dados los plazos en juego, realmente significaría el abandono definitivo del Shuttle. O, simplemente, aceptar que, como dijo el astronauta Grissom antes de morir en el accidente del Apollo 1, “éste es un negocio arriesgado… pero la conquista del espacio bien merece arriesgar la vida”.

Entre tanto, los europeos cruzamos los dedos para que, tras cinco años de retrasos ajenos a nosotros, el Columbus llegue finalmente a la estación en enero de 2008. Y para que la ISS finalmente pueda ser operativa, para que lleguen el resto de módulos y que sus tripulaciones puedan elevarse hasta 6 miembros, permitiendo por fin dedicarse a la experimentación y no sólo al mantenimiento del propio complejo. Pero, sinceramente, estos mails filtrados me crean ahora una gran incertidumbre sobre todo esto. Porque, si la cosa se pone seria, puede que el futuro de la ISS esté en juego.

Donde dije “digo”, digo “Diego”

Si alguien entiende a los políticos, que me lo diga, por favor. Aunque sea redundar en más de lo mismo, la noticia es tan surrealista que creo oportuno reseñarla aquí.

En el anterior artículo, escrito hace apenas 3 semanas, os contaba cómo Griffin (el Administrador de la NASA) había confirmado con claridad meridiana que no habría más Shuttle a partir de 2010. Griffin (que en otras ocasiones ya ha dejado claro que no le gusta ni el Shuttle, al que calificó de “error”, ni la ISS, que le desvía de su pasión por volar “hasta el infinito y más allá”) quiere liberar cuanto antes los recursos invertidos en el programa del transbordador para poder aplicarlos al programa Constellation (Ares-Orión; veréis que no menciono la misión lunar… de momento bastante hay con hacer el cohete y la nave, luego ya veremos si se usa más allá de la órbita terrestre). Lo de acabar con el transbordador cuanto antes es un deseo lógico, desde su punto de vista, porque los presupuestos no dan para todo. Pero es que además, de esta forma no hace más que seguir al pie de la letra el dictado del Presidente de los Estados Unidos: en su “famoso” (para los cuatro gatos que seguimos estas cosas) discurso de enero de 2004, en el que anunció la nueva política espacial orientada hacia “la Luna y más allá”, Bush dijo que el Shuttle se retiraría en 2010. Vale, también añadió “tras finalizar la ISS”, y eso a día de hoy no está del todo asegurado que se consiga para esa fecha. Pero Griffin se agarra a lo que más le interesa, que es liberar fondos para su proyecto del alma.

Pues bien, lo surrealista del tema, es que ahora viene un congresista republicano (es decir, del mismo partido que el presidente que inició todo esto) y exige formalmente a la NASA que lleve a cabo las acciones necesarias para asegurar que el Shuttle podrá mantenerse en activo más allá de 2010, si fuera necesario. Ello implica no desmantelar nada (algo que quería ir haciendo Griffin, para ahorrar costes): ni rescindir contratos relacionados con el programa, ni ir cerrando instalaciones productivas, ni nada por el estilo. Eso sí, el muy cachondo (con perdón) le dice que tiene que hacer esto con los mismos fondos (que ni se le ocurra pedir un dólar más) y sin afectar para nada al programa Constellation (Ares-Orión), manteniendo su planificación. Y que ya puede ir pensando cómo hacerlo, que el 1 de marzo le esperan en el Congreso para que les explique cómo lo va a conseguir.

Bueno, pues parece que Griffin se va a ganar el sueldo, porque la petición es de las de callejón sin salida. Bueno, sí, tiene una salida, claro, la misma seguida hasta ahora: seguir cancelando otros programas menos vistosos, aunque tengan mayor contenido científico. Porque el congresista Weldon ha exigido que no se toque al Constellation, pero al resto de programas, que les zurzan. Total, ¿a quién le importa la ciencia?

La parte positiva de esto es que, si finalmente va adelante (no conozco los detalles de la política interna norteamericana, pero entiendo que sí, que esto es una exigencia formal en toda regla) los socios de la ISS podrán respirar algo más aliviados, con una mayor esperanza de que el proyecto no se quede a medias (aunque, como he dicho varias veces, la versión de ISS de la que se habla ahora es ya una versión mutilada de la que debería ser, tras los recortes unilaterales realizados por los Estados Unidos al proyecto). Por ejemplo, la cúpula (módulo europeo “Cupola”) tendrá más posibilidades de ser instalada algún día (siendo uno de los últimos elementos en montarse, es uno de los más amenazados por la retirada del transbordador). Pero si para “salvar” la ISS hay que seguir cancelando otros programas, estamos “haciendo un pan como unas hostias”, como dice mi madre.

En fin, política, ciega política. Por cierto, ahora que hablo de política ciega, recuerdo que algunos críticos de la “visión de Bush” la tildaron de ser una “visión miope”. Pues si siempre estuve de acuerdo con esto, ahora creo que pierde vista día a día. Y parece que en el gobierno norteamericano no debe haber buenos oftalmólogos…

En la foto, el congresista Weldon, con la sonrisita irónica que se le debió quedar tras lanzar su ultimátum a Griffin (“te la he metido doblada”, parece pensar, con perdón, que ya sé que estoy muy ácido hoy). Hale, hasta otra.

(Para el que le interese, aquí tenéis el texto de la enmienda del congresista Weldon)

23 noviembre 2007

Cosas de la NASA

El pasado 15 de noviembre, el Administrador de la NASA Michael Griffin dio una charla sobre el futuro próximo del programa espacial norteamericano, incluida la retirada del Space Shuttle. En paralelo, recientemente surgían algunas noticias alertando de nuevos problemas en el desarrollo del lanzador Ares, encargado de lanzar a los astronautas al espacio a bordo de la nueva nave Orión tras la desaparición del transbordador. Aunque en ninguno de los casos se hacen descubrimientos espectaculares, puede ser interesante dar un breve repaso a los aspectos más destacables de cada uno, junto con un poquito de análisis personal (que es lo que me gusta, y para lo que hice el blog).

Del discurso de Griffin no hay mucho que destacar. Básicamente, se limita a repetir o confirmar lo que ya se sabía. Por ejemplo, la retirada del Shuttle a finales de 2010. Griffin básicamente repite que se retirará en esa fecha, caiga quien caiga. No sólo fue la fecha marcada por el Presidente en su discurso de 2004 (esto no lo dijo él, sino yo), sino que mantenerlo activo por más tiempo supondría tener que seguir asignando fondos al programa. Con el ajustado presupuesto de la NASA, esto obligaría a quitarlos del nuevo programa Ares-Orión que debe sustituirlo, y ello forzaría mayores retrasos en su entrada en servicio. Así que el señor Griffin lo deja muy clarito: en 2011 ya no habrá Shuttle más que en los museos (apuesto que uno irá al Smithsonian de Washington; quizás otro acabe en el Centro Kennedy; para el tercero, se admiten apuestas; esto son hipótesis mías, naturalmente).

También afirma que para entonces se habrán cumplido los compromisos internacionales con sus socios en la ISS. Es decir, que se habrán lanzado los módulos comprometidos, que permitirán a los demás países del consorcio desarrollar investigación científica en la estación a un nivel razonable, y así amortizar las inversiones realizadas en el proyecto. Es curioso cómo desde el discurso de Bush de enero de 2004, se insiste en este “cumplimiento de los compromisos internacionales”. Y es que no sólo hubo más que palabras por parte de europeos, japoneses y otros cuando unilateralmente casi los dejaron en la estacada allá por 2002, cuando los norteamericanos decidieron que la ISS estaba costando mucho y que iban a cortar por lo sano aunque dejaran así en pelotas a sus socios; también el mensaje supongo que va hacia una audiencia interna, la que sigue insistiendo en que se deje la ISS para ir a la Luna. La mención de los compromisos supongo que se hace con la intención de lavarse la cara ante unos (los externos) y justificarse ante otros (los internos).

Pero lo cierto es que este compromiso puede darse de bruces con la fecha inamovible de 2010 para la retirada del transbordador. Griffin “confía” en que para entonces se habrán podido llevar a cabo todas las misiones previstas; pero lo cierto es que el calendario es apretado, y si ocurre algún imprevisto puede que alguna de estas misiones termine quedándose en tierra. Ya sabemos cómo se lo montan los huracanes y las tormentas por la zona del Caribe, y eso no hay quien lo prevea… Por no hablar de problemas técnicos que pueden aparecer en cualquier momento y ocasionar retrasos imprevistos. Aunque en este calendario se han previsto dos misiones “de contingencia”, para imprevistos (por ejemplo, para realizar reparaciones inesperadas en la ISS, o para absorber retrasos, si finalmente no hacen falta), podrían quedarse cortas. El mensaje subliminal es que esto es lo que hay, y que ojalá no pase, pero si finalmente la ISS tiene que quedarse a medias, pues se quedará. Espero que no.

Comentó Griffin también que prevé que el conjunto Ares-Orión entre en servicio en 2015. Ello supone reconocer oficialmente un año de retraso sobre la fecha inicialmente anunciada de 2014, que por cierto el propio Griffin anunció que esperaba adelantar, al poco de hacerse cargo de su puesto al frente de la NASA. Si se cumple la fecha, serán 5 años de vacío entre el Shuttle y el Orión, 5 años en los que los astronautas norteamericanos tendrán que subir al espacio comprando asientos en las Soyuz. Y será el segundo mayor periodo histórico en el que los Estados Unidos han carecido de vehículo para acceder al espacio, tras los 6 años que pasaron entre la retirada de la nave Apollo y la entrada en servicio del Shuttle. Bueno, eso si se cumple la fecha de 2015, claro…

Poco más que destacar del discurso de Griffin. Buenas palabras y tal, pero poca chicha. Si acaso, hablar un poco del COTS, el programa instaurado por la NASA para que empresas privadas provean a la agencia de medios para acceder al espacio. Es decir, se trata de subvencionar a la industria para que desarrollen vehículos que sirvan para enviar carga y/o tripulaciones a la ISS, en el futuro. Los vehículos serían comercializados por las empresas, y la NASA compraría sus servicios, que no tendrían por qué ser en exclusividad. Se pretendía fomentar así la participación de la industria en los costes del acceso a la órbita terrestre, fomentando el comercio espacial (las empresas desarrollarían vehículos que podrían comercializar a otros clientes), al tiempo que se ahorraban a la NASA los costes de desarrollo (aparte del dinero que se estaba aportando como subvención). Una buena idea en principio, pero con poco éxito hasta ahora (por no decir un resultado desastroso).

Y es que, aunque Griffin dijo que “confía” en que la cosa dará frutos, lo cierto es que a una de las empresas que supuestamente iban más avanzadas en el tema, Rocketplane Kistler, la NASA tuvo que rescindirle el contrato el pasado mes de octubre, por haberse demostrado que no cumplía los compromisos pactados. Es decir, que tenía pinta de que su proyecto estaba en pelotas, con perdón. No es un buen augurio para el futuro del programa COTS…

Y dejamos ya el discurso de Griffin, que, aunque mucho más largo, no da para más. Pasamos a los nuevos rumores sobre los problemas de desarrollo del Ares (y van unos cuantos…)

Pues bien, desde mi punto de vista, esta vez los rumores son bastante vacíos. Más sensacionalismo que otra cosa. La noticia decía que se ha descubierto que el nuevo cohete Ares podría desarrollar una fuerte vibración longitudinal durante el ascenso, que podría casi hacer peligrar el proyecto, al poderlo hacer inviable para transportar seres humanos.

Pues bien, es verdad. Es decir, durante el proceso de desarrollo (aún a nivel puro de diseño) se ha detectado (sobre el papel; o sobre la pantalla, mejor dicho) que puede existir ese problema. Pero eso no quiere decir que peligre el proyecto. Peligraría si no se hubiera detectado. Ahora es el momento justamente de eso, de detectar los posibles problemas y corregirlos. Así funcionan los proyectos de desarrollo. ¿O es que alguien se creía que cuando se lanza un nuevo producto todo el proceso de diseño va como la seda?

Veamos: las vibraciones longitudinales son bastante típicas de los motores de propulsante sólido, especialmente los de esta geometría, de gran longitud. Las inevitables inestabilidades en la combustión del propulsante (que se minimizan de diferentes formas, pero son prácticamente imposibles de eliminar del todo) provocan fluctuaciones en la presión interior, dando lugar a ondas de presión; si la longitud de la cámara de combustión (en este tipo de cohetes básicamente coincide con la longitud del mismo) es múltiplo de la longitud de onda de la oscilación, la onda puede entrar en resonancia, rebotando en los extremos y superponiéndose la onda “de ida” con la “de vuelta”, amplificándose la vibración. O también puede entrar en resonancia la frecuencia de la onda con una frecuencia propia de la estructura del cohete, con el mismo resultado (amplificación).

Este efecto es usual, y lo que hay que intentar hacer es minimizarlo, aunque no sea fácil. Pero no es un problema del Ares; por ejemplo, el Ariane 5 lo ha sufrido en sus aceleradores laterales, y ha costado tiempo ir haciéndolo disminuir. Supongo que el Shuttle también lo tuvo en sus SRBs, aunque no tengo datos al respecto, y que también se solucionó. Pero ahora se coge uno de esos SRBs y se alarga, cambiando uno de los parámetros que afectan a la vibración, de modo que es lógico que el equilibrio que se había logrado se altere, y que puedan surgir problemas. Lo importante es estar atento, detectarlo, y buscar soluciones. Es decir, justo lo que se ha hecho. Ningún misterio. Como decía antes, lo grave hubiera sido descubrirlo con el cohete ya fabricado, en los primeros ensayos.

Aún así, esto podría ocurrir. Porque aunque nuestros análisis, modelos matemáticos, etc, son hoy día muy ajustados a la realidad, no son perfectos. Y, además, los ingenieros somos humanos, y podemos pasar algún detallito por alto. Por eso se hacen ensayos. Y por eso esos ensayos pueden dar sorpresas, a pesar de todo. Aunque en ese caso sí, sería más grave, y más costoso solucionarlo, en todos los sentidos (coste y plazo, y quizás prestaciones). Pero vamos, que poner ahora el grito en el cielo por un problema detectado justo cuando se debe detectar, me parece un poco sensacionalista.

Y nada más. Como dicen por ahí: seguiremos informando.

17 noviembre 2007

El cometa Holmes

Este año está resultando de lo más espectacular en materia de cometas. Aunque no haya tocado paso del Halley, el más famoso con diferencia, y por ello no haya habido grandes titulares en prensa y televisión, lo cierto es que el espectáculo cometario que nos están brindando los cielos es muy superior al del último paso del cometa que pintó Giotto.

A comienzos de año tuvimos al McNaught, que nos brindó un espectáculo de lo más extraordinario, especialmente a los habitantes del hemisferio sur. Las fotografías tomadas por los aficionados de este magnífico cometa fueron todo un espectáculo visual, y todo ello contemplable a simple vista, sin ayuda de telescopios.

El pasado 24 de octubre el cielo nos sorprendió de nuevo con la erupción del cometa 17P/Holmes. Aunque no fue ni muchísimo menos tan impresionante como el McNaught, lo cierto es que su espectacular aumento de brillo de un día para otro sorprendió a los científicos. Pero para los aficionados de a pie, no representaba un gran interés: apenas un pequeño puntito que había aparecido en el cielo, en la constelación de Perseo. Nada destacable, prácticamente desapercibido a simple vista, y por ello fue una noticia que no comenté aquí, dado que entiendo que, salvo excepciones, los lectores de este blog no soléis ser astrónomos aficionados; y si lo sois, ya habréis accedido a estas informaciones por otros medios. Para el simple aficionado a mirar al cielo, como yo, ver una pequeña estrellita más en el firmamento no representaba un gran espectáculo, a pesar de su innegable interés científico.

La causa del repentino aumento de brillo no está clara. Se especula con que pudo producirse una gran grieta en la superficie del cometa, exponiendo más material al calor del Sol, y aumentando así repentinamente la cantidad de gases generados por sublimación, que resplandecerían al brillo del Sol. Fue algo realmente espectacular en términos cuantitativos, pues su brillo se multiplicó aproximadamente por un millón, consiguiendo hacer visible a simple vista el hasta entonces invisible cometa. Pero ya digo que, como espectáculo visual, quedaba muy lejos del MacNaught o incluso de otros cometas más modestos. Por cierto, que el descubrimiento de la repentina erupción del Holmes se lo debemos a dos aficionados españoles: J.A. Henríquez fue el primero en advertirlo, desde Canarias, seguido pocos minutos despúes por Ramón Naves, desde Barcelona. Enhorabuena a ambos.

Más adelante, los acontecimientos se sucedieron. Algunos días después, el cometa desarrolló una pequeña cola (en principio no la tenía), aunque sólo apreciable con telescopios. Más adelante, entre el 9 y el 10 de noviembre, la cola se desprendió debido a una tormenta solar, un acontecimiento sin precedentes, algo que no se había podido observar hasta entonces. Desde luego, el Holmes estaba siendo el protagonista de las conversaciones en los círculos de expertos y aficionados… pero a simple vista, el cielo seguía siendo más o menos el de siempre (bueno, con una estrella más, pero eso no suele llamar la atención del ciudadano medio).

Pero no terminaron ahí las sorpresas. Aunque no ha vuelto a desarrollar una cola, en los últimos días la coma (la nube de polvo que rodea al núcleo del cometo) ha crecido de forma espectacular, hasta un diámetro de 1,4 millones de kilómetros… ¡más grande que el propio Sol! Evidentemente, esto no quiere decir que brille más que el Sol, ni muchísimo menos, pero sí se ha hecho más visible a simple vista. Ahora aparece como una estrella rodeada de una “neblina” (la coma) que parece “tragarse” a algunas estrellas de su alrededor. Parece que la próxima noche del día 19 será una de las mejores para contemplarlo, junto a la estrella Mirfak (la más brillante de la constelación de Perseo), que aparecerá “tragada” por la nube cometaria.

No llega a ser el magnífico espectáculo del McNaught, pero lo cierto es que el cielo no deja de darnos sorpresas este año. Así que recordadlo cuando sagáis a la calle por la noche: mirad hacia arriba, a ver si véis al Holmes. Que espectáculos así no ocurren todos los días. (Foto: Doug Zubenel)

12 noviembre 2007

La CIA y el programa espacial norteamericano

Confirmado: la decisión de lanzar el primer satélite artificial norteamericano (que se esperaba sería el primer satélite artificial de la Historia) surgió como consecuencia de recomendaciones de la CIA.

Lo revela el historiador espacial norteamericano Dwayne Day, tras la desclasificación de una serie de documentos de los años 50 a petición suya, en base al Acta de Libertad de Información (FOIA). Las nuevas informaciones que han salido a la luz vienen a confirmar que fue la CIA la primera en recomendar la puesta en marcha de un programa de satélites artificiales, con el objetivo último de utilizarlos como instrumentos de observación y espionaje sobre territorio enemigo. Pero también, en una primera instancia, con el objetivo inmediato de establecer la libertad de sobrevuelo desde el espacio, con el lanzamiento de un satélite artificial científico, puramente civil.

La revelación no es novedosa cien por cien, en el sentido de que ya se sabía hace tiempo que la administración Eisenhower manejaba estos mismos razonamientos como respaldo al programa Vanguard. Pero se ignoraba que fuera la propia Agencia Central de Inteligencia la que estuviera directamente detrás de estas ideas. Los informes también revelan que fue Richard Bissell, un famoso funcionario de la agencia, responsable del programa de aviones espía U-2, de los satélites espía de la serie Corona, e involucrado en el golpe de estado de Guatemala y el fiasco de Bahía de Cochinos, la persona que estuvo detrás de estas recomendaciones.

Según parece, fue en el otoño de 1954 cuando la CIA desarrolló el concepto de “libertad en el espacio”, referido al derecho de sobrevolar el territorio de una nación extranjera desde más allá de la atmósfera. Por aquel entonces, en plena Guerra Fría con la Unión Soviética, los Estados Unidos buscaban un medio con el que poder observar el territorio de su mayor enemigo desde el aire. El reconocimiento aéreo siempre ha sido reconocido como una herramienta de gran utilidad desde el nacimiento de la aviación, pero también desde entonces, el espacio aéreo de una determinada nación se considera soberanía de esa nación, y su intrusión no autorizada puede entenderse como un acto hostil, que da derecho a abatir al avión intruso. La alternativa en marcha por aquel entonces era desarrollar un avión de gran altitud, capaz de volar por encima de los 20.000 metros, donde los cazas enemigos no podrían alcanzarle. Bajo este concepto se desarrollaría el famoso avión espía U-2.

Pero a comienzos de los años 50, otras ideas que no tenían nada que ver con el espionaje y lo militar empezaban a extenderse por la sociedad norteamericana. En los primeros años 50, la llegada del hombre al espacio empezaba a parecer algo más que ciencia-ficción, gracias en buena medida a la campaña de divulgación popular emprendida por Wernher von Braun en la revista Collier’s. Conceptos como el del satélite artificial aparecían así como algo más cercano y factible de lo que cualquiera hubiera podido pensar apenas unos pocos años atrás, y los responsables de los servicios de inteligencia norteamericanos no permanecieron impasibles ante el potencial que se les vislumbraba.

Así, mientras se ponían en marcha proyectos como el del avión espía U-2, no resultaba complicado imaginar la posibilidad de ir más allá, y salir de la atmósfera terrestre para llevar a cabo esas mismas funciones desde un satélite artificial. Un satélite espía.

Ahora bien… ¿cuál sería la legalidad internacional de una acción como esa? Estaba claro que invadir el espacio aéreo de un país extranjero era un acto ilegal, pero… ¿dónde terminaba ese espacio aéreo? Hasta ahora, nunca había existido motivo para preguntárselo, pero una vez que diera comienzo la era espacial, habría que establecer algún límite, pues era claro que no podía prolongarse la vertical hasta el infinito, al igual que no se hacía con la territorialidad de las aguas marinas. Ese límite bien podría ser el límite atmosférico, aquel en el cual los aviones dejaban de sustentarse aerodinámicamente, allí donde se podía considerar que daba comienzo el espacio. Pero por el momento, todo esto no era más que teoría.

Pensando en el momento en el que su país pudiera realmente desarrollar ingenios espaciales de observación, la CIA decidió que sería bueno llevar a cabo alguna acción de apariencia completamente inocente y ajena a la política y los ejércitos, que sirviera para reivindicar la naturaleza internacional del espacio exterior, y posibilitar así el uso posterior de dicho espacio para llevar a cabo tareas de espionaje con total impunidad. Bissell y su equipo pensaron que sería bueno lanzar un satélite civil científico que sirviera para introducirse en este nuevo territorio virgen que era el espacio. El satélite por fuerza sobrevolaría un gran número de países en su recorrido orbital, con lo que la aceptación internacional de dicho satélite supondría la aceptación tácita del derecho de sobrevuelo desde el espacio. De esta forma, quedaría abierto el camino a futuras misiones de observación militar.

Hasta ahora sabíamos que esta idea estaba en la mente de Eisenhower cuando aprobó el proyecto Vanguard, lo que no sabíamos era que hubiera procedido de la CIA, ni que hubiera sido la primera recomendación al Presidente para lanzar el satélite. Hasta ahora se creía que la primera recomendación de este tipo había procedido de un comité de asesores científicos civiles de la Casa Blanca en 1955. Este “Panel de Capacidades Tecnológicas” había recomendado el “Programa de Satélite Científico” para ser llevado a cabo durante el Año Geofísico Internacional (IGY), argumentando, entre otros, su utilidad para establecer el derecho de sobrevuelo desde el espacio. Este comité científico asesor había sido establecido en 1954 para dar recomendaciones de cara a evitar un ataque nuclear por sorpresa con aviones o cohetes, por parte de la URSS; y entre sus análisis, aparecía el concepto de satélite espía. Poner en marcha un satélite científico con la excusa del IGY serviría para abrir camino a dicho satélite.

Esto es lo que sabíamos hasta ahora. Lo que no sabíamos es que la idea no había partido del comité científico, sino que había nacido pocos meses atrás en un despacho de Langley, desde donde llegaría hasta Washington y al comité asesor. No es que la historia cambie en su esencia, pero no deja de ser curioso.

Finalmente, ya sabemos lo que ocurrió: mientras esto acontecía en los Estados Unidos, en la URSS Korolev presionaba a los altos cargos políticos y militares para que le autorizasen a poner en órbita un satélite con su cohete R-7, sin conseguir que nadie le tomase en serio. Mientras en los Estados Unidos la administración ya apreciaba la utilidad militar del espacio, en la URSS el espacio sólo atraía a los científicos de la Academia Soviética de las Ciencias y a soñadores como Korolev, consiguiendo nada más que el desprecio y las amenazas por parte de los militares que controlaban el programa de cohetes. Sin embargo, el tesón de Korolev consiguió lograr la autorización con desgana de parte del propio Khrushchev, y el 4 de octubre de 1957 el Sputnik surcaba los cielos emitiendo su burlón bip-bip. (Existen dudas sobre si el documento de autorización del lanzamiento del Sputnik contemplaba también el inicio de un programa de desarrollo de satélites espía; se sospecha que sí, aunque dicho documento sigue estando clasificado. No obstante, esto habría ocurrido en 1956, dos años después del primer informe norteamericano al respecto).

Los Estados Unidos se sintieron conmocionados por el acontecimiento, aunque hay quien dice que en ciertos círculos próximos a la Casa Blanca la pesadumbre se encontraba mezclada con una cierta satisfacción. Al fin y al cabo, habían sido los soviéticos los primeros en sobrevolar territorio norteamericano con un ingenio espacial; ahora nadie podría oponerse a que los Estados Unidos hicieran lo propio.

A comienzos de 1958, apenas unos meses después del lanzamiento del Sputnik, la Casa Blanca daba autorización a la CIA para iniciar el programa Corona de satélites espía, cuyo primer elemento se lanzaba en junio de 1959. Habría que esperar hasta 1962 para que la Unión Soviética tuviera operativo un programa semejante, el Zenit. Pero todo eso ya es otra historia...

09 octubre 2007

Charlando con Von Braun

Edgardo Maffía nos envía una bonita historia desde Buenos Aires, cuando, siendo un niño, tuvo el privilegio de poder conversar con Von Braun. Os dejo con sus palabras, junto con la fotografía que inmortalizó el momento. Gracias, Edgardo, por compartirlo:

Hola Javier: Cuando tenía 11 años, me interesó la cohetería, así que en el colegio pedorro donde hice parte de la primaria, me inscribí para hacer una maqueta. Como de la maqueta a armar un cohete para mi era un pasito, me fui a verlo a Von Braun, que visitaba por aquel entonces Argentina.
Lo agarré a la salida de lo que en aquella época era la Secretaría de Aeronáutica (Creo que en la calle Juncal y Cerrito) luego demolida para hacer la ampliación de la Av. 9 de julio.
Charlé 15 minutos con el, asistido por el señor que está en la foto y también por el Ing. Teófilo Tabanera, que los acompañaba.

Un Señor de la Fuerza Aérea (Suboficial Mayor Carlos Omar Gianera) me sacó la foto. Acababa de cumplir 12 años el día anterior, así que me acuerdo la fecha (21/10/63). Esta foto, fue el mejor regalo de cumpleaños que tuve en mi vida.

Al día siguiente mi casa era un hervidero de periodistas, porque había salido la noticia en varios diarios (que conservo y pongo a tu disposición).

Para mi, ese fue uno de los momentos remarcables de mi vida y esa época signó mi futuro; que no se orientó a la Astronáutica, pero si a las Ciencias.

Ahora tengo 55 años y muy buenos recuerdos de todo eso.
Te mando un abrazo.

Edgardo Maffía
Buenos Aires – Argentina
maffia@ieee.org